Nacido el 2 de julio de 1920, y fallecido el 11 de septiembre de 1997, luego de completar uno de los periplos más exitosos y versátiles del cine argentino (cineasta, productor, guionista, editor), Fernando Ayala había llegado al cine como asistente, pero consiguió ponerse al frente de algunas producciones en la segunda mitad de los años cincuenta, cuando ya había pasado el momento de esplendor comercial e industrial del cine argentino, y un grupo de intelectuales trataba de conferirle a los filmes mayores ambiciones artísticas y sociales. Es el momento de máximos logros para el cine de Leopoldo Torre Nilsson y Hugo del Carril, mientras que los primeros filmes de Ayala: Ayer fue primavera, 1955; Tallos amargos, 1956; Una viuda difícil, 1957; El jefe, 1958 y El candidato, 1959 —estos dos últimos con producción de él mismo— asumían la tradición popular y narrativa de la cinematografía tradicional argentina para plantear temas de enfoque más sociológico, como la corrupción administrativa, la demagogia y la politiquería de los poderosos.
En los sesenta y setenta destacó, en la avanzada del cine comercial, capitalino y popular, la productora Aries, con Ayala y Héctor Olivera, cuyos respectivos filmes fueron creados mayormente a dos cabezas, independientemente de quién firmara como director, productor o guionista, en una serie de intentos sin demasiada ambición de trascendencia, pero que consiguieron mantener a flote la producción nacional encaminada a satisfacer los requerimientos del público masivo, sin renunciar a temas bien significativos. Entre una larga serie de filmes poco memorables, destacaron por el rigor en el trazado psicológico de los personajes, por el poder de observación para exponer costumbres y caracteres típicos, Paula cautiva (1963), Con gusto a rabia (1965), Cuando los hombres hablan de mujeres (1967), Sexoanálisis (1969, codirigida con Olivera), Triángulo de cuatro (1975, con guión de María Luisa Bemberg) y Los médicos, 1978, entre otras.
En los años de la reinstauración democrática, fue Ayala de los primeros en denunciar fílmicamente la llamada guerra sucia (desde la Aries fue el productor de No habrá más penas ni olvido y de La noche de los lápices, dirigidas ambas por Olivera) mientras se ocupaba en conducir a los mejores actores del país en melodramas familiares o comedias de costumbres, ambos teñidos de apuntes sociales y políticos, como Plata dulce (1982), El arreglo (1983) y El año del conejo (1987).
Fernando Ayala es recordado en las antologías e historias del cine gracias, sobre todo, al éxito crítico de El jefe, que a finales de los años cincuenta avisó sobre la posibilidad de realizar un cine argentino comprometido con la denuncia de numerosos males sociales, sin renunciar al lenguaje moderno ni a la comunicación con amplios auditorios mediante el humor y el retrato de cierta tipología popular y urbana. Los poderosos diálogos escritos por Ayala junto con David Viñas (el otro autor del guión y del cuento original en que se inspira la película), aunados a la calidad técnica de la fotografía, al vigor plástico de la puesta en escena, y a las formidables actuaciones de Alberto de Mendoza y Leonardo Favio, entre otros, le confirieron a El jefe categoría de clásico indiscutible en el ámbito del cine latinoamericano. La obra añade a sus múltiples virtudes una de las primeras partituras dedicadas por el maestro Lalo Schifrin al mundo del cine.