Uno de los pocos directores latinoamericanos que ha competido por el premio Oscar, y que además ha conseguido ganarlo, es el argentino Luis Puenzo, por La historia oficial, una de las películas latinoamericanas más premiadas, discutidas, elogiadas y problemáticas de la historia del cine en estas tierras. El pasado reciente y la llamada “guerra sucia” fueron, inmediatamente de proclamarse la democracia, el principal sujeto dramático de muchas películas argentinas descollantes como No habrá más penas ni olvidos (1983), de Héctor Oliveira; Sur (1988) de Fernando Solanas; Garaje Olimpo (1999) de Marco Bechis y Kamchatka (2003) de Marcelo Piñeyro, entre muchas otras, pero entre todas la más célebre fue La historia oficial, excelentemente actuada sobre todo por Norma Aleandro y Héctor Alterio, narrada con extraordinaria destreza, sentido del suspense, riqueza en los apuntes sicológicos, históricos y contextuales.
Puenzo nació en Buenos Aires el 19 de febrero de 1946. Se inició en el cine publicitario como guionista, dibujante y director. En 1968 fundó su propia productora, Luis Puenzo Cine, que en 1974 se convertiría en Cinemanía S.A., con la que ha realizado numerosos filmes de contenido comercial. En 1973, realizó su ópera prima como director de cine, Luces de mis zapatos, dirigida al público infantil. Su siguiente trabajo fue Cinco años de vida, uno de los episodios de Las sorpresas (1975).
Tras el gran éxito internacional de La historia oficial (1985), y ya con producción estadounidense, rodó en 1989, en México, Gringo viejo, que protagonizan Jane Fonda y Gregory Peck, y está basada en la novela de Carlos Fuentes sobre la historia del escritor estadounidense Ambrose Bierce. Reparto y empaque internacional tuvo también, en 1992, La peste, basada en el relato de Albert Camus, coproducción argentina-franco-británica en la que actúan William Hurt, Raúl Juliá y Robert Duvall.
Puenzo fue de los directores latinoamericanos que describieron accidentados periplos internacionales haciendo cine, se refugiaron en literatura de prestigio o en dramaturgias aristotélicas, y así abandonaron sus empeños por realizar cine de autor a ultranza, y devinieron técnicos eficientes de la narrativa convencional y de la dirección de intérpretes.
Hábil para desentrañar los dramas personales vinculados con los grandes traumas sociopolíticos latinoamericanos (La historia oficial, 1985), inclinado a un cine episódico, de ricas atmósferas sicológicas e inspiración literaria, lejos de la “estética de la pobreza”, Luis Puenzo fue de los que prefirió adentrarse en la grandilocuencia hollywoodense y multinacional (Gringo viejo, 1989; La peste, 1991). En una entrevista con la revista Cine Cubano confesó que “los cineastas latinoamericanos no debían caer en el cine de la miseria y el lamento”, que Puenzo llama “pornomiseria”, un tipo de cine que al director le parece imposibilitado para reflejar nuestro fuego interno, ese que supera a Europa en cuanto a vitalidad.
La puta y la ballena le pertenece en un sentido casi total, puesto que la produjo, la escribió y, por supuesto, la dirigió. Antes, había emprendido diversos proyectos en varios países, pero ninguno alcanzó el éxito y la trascendencia de La historia oficial.
Después de la producción en el 2004 de La puta y la ballena ha seguido incursionando en ese rubro con los filmes XXY (2007) y El niño pez (2009).
Filmografía:
1973 Luces de mis zapatos
1985 La historia oficial
1988 Gringo viejo
1992 La peste
2001 L’utopia
2002 Broken Silence
2004 La puta y la ballena