Por un cine imperfecto se configura como un ensayo de estética mucho más que como un mero texto sobre cine. Es un cuestionamiento sobre la propia función del arte. García Espinosa cree que el arte tiene la capacidad de expresar cosas que no pueden expresarse de otro modo y, por lo tanto, tendría un poder cognitivo. Con base en Kant –aunque solo mencione al filósofo explícitamente en textos posteriores–, García Espinosa afirma que, a diferencia de la ciencia, los resultados del arte no tienen una aplicación inmediata, lo que hace que el arte no sea un trabajo y sí una actividad desinteresada del hombre. El placer estético estaría relacionado exactamente con el placer de sentir la funcionalidad de la inteligencia y de la sensibilidad sin que haya en eso una finalidad específica. Sin embargo, mientras no sea posible romper con el arte como esfera separada de la vida y convertir la cultura de masas en arte popular, el arte interesado deberá incentivar en el espectador la función creadora, una actitud de transformación hacia la vida.
En 1971, en el texto En busca del cine perdido, ya no defiende la disolución de la clase artística, sino que ella trabaje para producir un arte popular que, conforme dirá más tarde, deberá establecer una comunicación no alienada, renovada y enriquecida con el público, devolviéndole el espíritu crítico […] De acuerdo con García Espinosa, la aventura del cine cubano después de la revolución siempre fue una búsqueda del fin de la dicotomía entre pensamiento y diversión y el intento de realizar un cine popular.
En su lucidez, García Espinosa busca soluciones de compromiso entre varias posiciones antagónicas: entre la autonomía del arte y su instrumentalización política, entre el compromiso político del artista y su libertad, entre pensamiento y diversión, entre formalismo y arte panfletario o didáctico […] entre la ruptura con la narrativa hollywoodiana y el experimentalismo radical –que, la mayor parte de las veces, tiene la «mentalidad pequeñoburguesa como única destinataria» […]–. Como Gutiérrez Alea en Dialéctica del espectador (1982), García Espinosa rechaza un cine que revolucione la superestructura sin «conmover a la base» […]. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre esos polos? En el respeto al espectador. Para García Espinosa, la libertad del creador no está por encima de la libertad del espectador […].
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