Manuel Pereiro, era hijo de españoles, aprendió interpretación en la Academia Municipal de Arte Dramático de La Habana, y acabó instalándose en España en 1969.
Actor de teatro y cine, aunque sus papeles casi siempre fueron secundarios, puso su auténtico oficio y talento en una profesión que amaba tanto como la buena música. Era un melómano extraordinario y un conversador amplio, ameno y brillante.