En un país de contrastes dolorosos, en una época en la que hablar de cine era una locura, Sami Kafati muere (1996) dejando inconcluso el primer largometraje hondureño de ficción: No hay tierra sin dueño. Dos años después, Ramsés Kafati (hijo del fallecido director) y Carmen Brito (montajista chilena), asumen el desafío de terminar la película de su padre y amigo. Esta metáfora de "lo posible", permite contar la verdadera odisea: a partir de testimonios de actores, familia, amigos y equipo técnico, se reconstruyen los años de trabajo (1980-2002) que Sami y su equipo dedicaron a hacer posible una película hondureña que llegó a Cannes en el 2003.
In a country of painful contrasts, in a time when to speak of cinema was a madness, Sami Kafati dies (1996) leaving unfinished the first Honduran narrative feature film: No hay tierra sin dueño. Two years later, Ramsés Kafati (the son of the deceased director) and Carmen Brito (Chilean editor) assumed the challenge of finishing the work of his father and friend. This metaphor of "possible things”, allows to count the true odyssey: starting from actors, family, friends and the crew’s testimonies. Here are reconstructed the years of work (1980 -2002) that Sami and his team dedicated to make possible a Honduran film that arrived to Cannes in 2003.