Gerardo y Jonás se encuentran porque se han buscado. En una primera mirada se descubren cómplices añejos. De ahí una cita, otra, el hotel, la universidad, la intimidad, los besos, la piel, el reencuentro sobre todo, la fusión, la cama, la regadera, los bares. La sensación de permanecer contra la distancia, contra el tiempo, los va fusionando como en un rito perenne obligado a repetirse, para mantener la continuidad de los acontecimientos vitales.