“Soy un conocido de la noche, he caminado bajo la lluvia, fui más allá de las últimas luces de la ciudad”, dice Luis, el errante personaje de Nocturnos, desplazándose por una Buenos Aires de contrastes brutales, habitada por aquellos que continúan del día a la noche y por aquellos que emergen al caer la luz diurna, por skaters y reclamos sociales, por una música de tango desperezándose y por aquellos –jóvenes o viejos, da igual– que florecen en calles y bares y plazas, por el centro y por los barrios. Como un travelling, vamos con un personaje que recuerda y reflexiona. Van apareciendo los fantasmas, los de un personaje que busca o intenta olvidar. Y los de Cozarinsky, que los deja venir, los convoca, como con Langlois, Fleischmann o Bowles-Burroughs. Esta vez, los fantasmas, esos muertos-vivos se reúnen con este nuevo solitario de la galería fantás(má)tica. Y la ciudad alunada, inquietante, viva y vivida.