Todavía hoy se discuten los aportes o desmedros de la llamada Nueva ola argentina, aquel movimiento de realizadores debutantes, de clase media, muy inspirados en los temas de la literatura contemporánea nacional, y distantes del documentalismo a lo Fernando Birri o de las fórmulas guerrilleras del tercer cine proclamadas por Solanas y Getino. Tal vez uno de los más importantes realizadores, actores y guionistas surgidos dentro de esta nueva ola, acusada de aburguesada y europeísta, fue Leonardo Favio, actor favorito de Leopoldo Torre Nilsson.
Luego de prometedora carrera como actor secundario, Favio consiguió debutar en la realización con Crónica de un niño solo (1964), escrita por el propio director en compañía de su hermano, Zuhair Jury, y que rechazaba el narcisismo pequeño burgués de la nueva ola argentina, para relatar la infancia anónima de los reformatorios y la evidente predestinación al fracaso de estos niños. El impresionante trabajo de la cámara en el uso del espacio y en la demarcación de poéticos encuadres, se convirtieron en características que acompañarían esta ópera prima y las subsiguientes películas del director.
Romance de Aniceto y Francisca y El dependiente (realizadas entre 1965 y 1968) son historias de amor, intimistas y de ambiente provinciano o barrial, muy pulidas en el uso de los planos generales y los picados, en el empleo dramático de los silencios, los efectos sonoros y los tiempos muertos. Estas tres primeras películas de Favio conforman una suerte de trilogía muy coherente, signada por el uso creativo del blanco y negro, el pesimismo respecto al destino de sus personajes, con la constante de exponer un trasfondo social bien demarcado para cada historia, y la sobriedad de los diálogos y de las actuaciones, así como la incorporación de narradores en off que imponen un distanciamiento al espectador.
En 1967 Favio encuentra una tercera carrera que le provee mucho más dinero que las de actor o director. Se convierte en uno de los cantantes y compositores de canciones más populares de Argentina y Latinoamérica. En el cine, se limitaría a participar en vehículos promocionales de sus propias canciones estilo Fuiste mía un verano (1969), de Eduardo Calcagno.
Ya en los setenta, al enfrentarse por primera vez al color, su cine se hace más comunicativo, neoromántico y ciertamente ingenuo, tal vez en plena comunicación con los mundos que recreaba en sus canciones. Juan Moreira (1972) se vale del melodrama con visos de oeste para recuperar la figura de un gaucho legendario y justiciero; es la relectura de la historia a contrapelo de las tendencias impuestas por la oficialidad. Nazareno Cruz y el lobo (1974) recrea una leyenda sobre la licantropía al modo de una bella parábola sobre el triunfo del bien sobre el mal, mientras que Soñar, soñar (1976) es tal vez su película menos lograda.
Luego de prolongado silencio de casi veinte años, Favio volvió al cine para recuperar uno de esos míticos personajes de una época pretérita (el peronismo) en Gatica, el mono (1993), que sintetiza su devoción por la iconografía de los años sesenta y sumariza los intentos de aquel régimen por reivindicar el marginalismo social. Ambos derroteros laten en otros filmes anteriores de Favio, por ejemplo, Crónica de un niño solo, Romance de Aniceto y Francisca y El dependiente, con los cuales Gatica, el mono no tiene una semejanza solamente temática.
Después de doce años, en los que solamente concretó Perón, sinfonía del sentimiento -un extenso documental de seis horas de duración- de su último largo de ficción, Gatica, el mono, el gran "Nombre" del cine argentino, regresa a los cines con Aniceto, una nueva versión de El romance del Aniceto y la Francisca, que protagonizaran Federico Luppi y Elsa Daniel, tiene como protagonista al bailarín Hernán Piquín y fue rodada en un hangar de la Fuerza Aérea ubicado en la ciudad bonaerense de Quilmes.
Even today we discuss the contribution or declines of the so-called Argentine New Wave, a movement of beginners and middle-class filmmakers, very inspired by the topics of the national contemporary literature, and distant from Fernando Birri’s documentary style or the guerilla formulas of the Third Cinema proclaimed by Solanas and Getino. Leonardo Favio was, perhaps, one of the most important filmmakers, actors and screenwriters that emerged in this new wave, accused of bourgeois and pro-European. He was Leopoldo Torre Nilsson’s favorite actor.
After a promising career as supporting actor, Favio debuted in filmmaking with Crónica de un niño solo (1964), written by himself and his brother, Zuhair Jury. This film rejected the petit bourgeois narcissism of the Argentine New Wave to relate the life of anonymous children who live in reformatories and the obvious predestination to the failure of these kids. The impressive camera work in the use of space and in the demarcation of poetic frames became companion characteristics of this first work and of the subsequent films made by the director.
Romance de Aniceto y Francisca and El dependiente (both made between 1965 and 1968) are love stories developed in a provincial or neighborhood environment. Both films are highly polished in the use of aerial and pan shots, in the dramatic use of silences, sound effects and downtimes. These first three films by Favio form a sort of very coherent trilogy, signed by the creative use of black and white, the pessimism of the characters’ fate, with the constant exposure of a well-demarcated social background for each story, and the sobriety of dialogues and performances, and also the incorporation of off-scren narrators that imposing some distance from the spectator.
In 1967 Favio founds a third career that provides him more wealth than being an actor or director. He became one of the most popular singers and composers of Argentina and Latin America. In cinema, he decided to participate in promotional vehicles for his own songs like in Fuiste mía un verano (1969), by Eduardo Calcagno.
Back in the seventies, when he confronted color for the first time, his filming style becomes more communicative, neo-romantic and certainly naive, perhaps in full communication with the worlds he recreated in his songs. Juan Moreira (1972) uses melodrama with hints of western films to recover the figure of a legendary and righteous gaucho; it is a second reading of the history against the trends imposed by the officers. Nazareno Cruz y el lobo (1974) recreates a legend about lycanthropy in the way of a beautiful parable about the triumph of good over evil, while Soñar, soñar (1976) is perhaps his least successful film.
After a long silence that lasted nearly twenty years, Favio returned to film to recover a mythical character of a past era (Peronism) in Gatica, el mono (1993). The movie synthesizes his devotion to the iconography of the sixties and summarizes the attempts of that regime to vindicate the social marginality. Both paths beat in other previous films of Favio, for example, Crónica de un niño solo, Romance de Aniceto y Francisca and El dependiente, with which Gatica, el mono has more than a thematic resemblance.
After twelve years -in which he only finished Perón, sinfonía del sentimiento (a six-hours-documentary) since Gatica, el mono, his latest feature film- the great "Name" of Argentine cinema returns to the movie theaters with Aniceto, a new version of Romance de Aniceto y Francisca starring Federico Luppi and Elsa Daniel. This time it also starred the dancer Hernán Piquín. Aniceto was shot in an Air Force hangar located in the city of Quilmes, Buenos Aires.