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El negocio de la distribución cinematográfica es más complejo y está más estudiado de lo que uno pueda imaginar. Por ese motivo, los expertos tratan de mejorarlo permanentemente, en beneficio de los que lo dominan claro. Y ciertamente logran potenciarlo. De hecho, en los próximos años seremos testigos de un cambio muy importante: la desaparición del celuloide, y su reemplazo por la transmisión vía satélite de películas a cada rincón del mundo.
Este avance, de hecho, ya existe. En los EE.UU. hay 250 salas que funcionan según este sistema. Y si el mecanismo no se ha extendido a otros territorios se debe exclusivamente a su costo prohibitivo. De otro modo, ya se estarían aprovechado sus ventajas, que ya están netamente individualizadas.
La transmisión vía satélite de películas permitiría cumplir al menos con dos de los sueños más caros a la industria. El primero, organizar estrenos mundiales de los filmes, lo cual reduciría los gastos en publicidad, a la vez que aumenta la repercusión en las boleterías. Lo segundo, combatir fehacientemente a la piratería. Al eliminarse las copias físicas de los largometrajes, el robo del material quedaría reducido a los posibles actos de inteligencia dentro de la compañía productora, o al grabado durante la exhibición.
Porque una de las principales presiones que sufren hoy los distribuidores y los exhibidores es la del tiempo. Cada día que pasa con la película en cartel, es un día más que los traficantes tienen para poner en acción su “negocio”. De allí que, en la práctica, los exhibidores entreguen las copias de los filmes a los exhibidores a cambio de un 50% del bordereau (la recaudación). Salvo en los casos de las superproducciones fílmicas, pues con el poder de convocatoria asegurado que estos títulos tienen, los distribuidores negocian de otro modo. Les imponen a los a los exhibidores un reparto de 60% a 40% del bordereau, cifra que tiende a equilibrarse con el correr de las semanas, el lapso (dicho sea de paso) en el que los piratas aprovechan para cometer sus actos ilegales.
Un poder mayor Son varios los cambios que traerá el sistema satelital. Se calcula que este mecanismo, primo hermano de la transmisión de señales de televisión que utilizan paquetes como el de DirectTV, estará más a mano del público masivo dentro de 10, 15 ó tal vez 20 años.
Para entonces, se estima que se necesitarán todavía menos operadores dentro de los complejos multisala (pasarán de ser cinco a uno solo), que se ahorrará en el flete de las copias (que involucra el transporte y también seguros), y que se disminuirá en el consumo electricidad. Pero sobre todo que se eliminará el costo de copiado de películas para enviarlas a cada sala. Este eslabón, actualmente, es uno de los más caros de la cadena de distribución.
En la Argentina, está monopolizado por una sola empresa, Cinecolor. Por eso es que Disney, Warner o Fox, o cualquier distribuidora de gran porte reciben el negativo de cada filme y lo envían a este laboratorio, que factura alrededor de mil dólares por copia.
Saque pues la cuenta de los costos el lector. Si de una película taquillera (Harry Potter, El señor de los anillos) que se estrena en el país se hacen 100 copias, de una de mediana repercusión se hacen entre 20 y 40, y de una independiente entre 3 y 10, son en los mejores casos más de 100 mil dólares los que se ahorrarán gracias al cine satelital, sólo en la Argentina. En cuanto a los costos del cine satelital, también puede decirse algo. Un cálculo realizado sobre la situación de las salas españolas, estimó que dentro de dos o tres años habrá en ese país una sala cada 10.000 personas, y que en total habrá 4.000 salas para todos los habitantes de ese territorio. A su vez, se estimó que el costo de transmitir vía satélite a esas 4.000 salas será de poco más de 130 mil dólares.
Por otra parte, se calcula que en el mundo habrá alrededor de 50 mil salas. “¿Se imaginan el poder que supondrá ostentar la propiedad de esa red de cable? Un solo operador, o grupo reducido de ellos, tendrá en sus manos la llave para imponer modas, cambiar hábitos....”, escribió, Antonio Carballo, en un informe al respecto.
Por último están las condiciones de exhibición. Contrariamente a lo que muchos pudieran imaginar hoy, se espera que se demolerán las pequeñas salas, para volver a construirlas de gran tamaño, como eran antes. Esto porque la popularización de sistemas de proyección cada vez más sofisticados, con pantalla de plasma y sonido envolvente, volverá necesario ofrecerles imágenes cada vez más espectaculares a los espectadores.
RAMIRO ORTIZ Fecha edición: 11 de noviembre de 2005 Córdoba.net http://www.cordoba.net/
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