FICHA ANALÍTICA
Educación en medios y apropiación creativa de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs)
Susana Velleggia
Velleggia, Susana (? - 2018)
Título: Educación en medios y apropiación creativa de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs)
Autor(es): Susana Velleggia
Fuente: Revista Digital fnCl
Lugar de publicación: La Habana
Año: 4
Número: 5
Mes: mayo
Año de publicación: 2013
Descriptor(es)
1. EDUCACION AUDIOVISUAL
2. EDUCACIÓN MEDIÁTICA
3. NUEVAS TECNOLOGIAS AUDIOVISUALES
Título: Educación en medios y apropiación creativa de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs)
Autor(es): Susana Velleggia
Fuente: Revista Digital fnCl
Lugar de publicación: La Habana
Año: 4
Número: 5
Mes: mayo
Año de publicación: 2013
El pasaje de «los medios» (en realidad sistemas de comunicación) a un entorno audiovisual multipantalla
es, probablemente, el fenómeno más relevante que signa la transición
del siglo XX al XXI y habrá de ser aún más determinante en este. El
campo audiovisual es en la actualidad el núcleo de la convergencia
tecnológica, empresarial y de mercados.
El audiovisual «tradicional» —cine, televisión, video— converge por un lado con el universo de la telemática y las telecomunicaciones y por el otro, con la informática e Internet, dando lugar a una serie de nuevos productos y servicios de alto valor agregado, así como a nuevos actores que intervienen en todos estos campos. Es de notar que todos los circuitos e innovaciones convergentes tienen por terminal una pantalla. Pero, a uno y otro lado de los campos audiovisuales tradicionales y más allá de la convergencia, existen procesos, actores, instituciones y funciones que involucran diferentes intereses y marcos normativos difíciles de armonizar entre sí.
La articulación del cine y la televisión con la realidad multimedia y la multiplicidad de pantallas, es también el pasaje al multilingüismo. Si los lenguajes antes demarcaban campos mediáticos y soportes diferenciados, la articulación e interacción entre todos ellos; Internet, cine, televisión, videojuegos, textos escritos, sonidos, música, imágenes de generación digital, comic, fonogramas, fotografía, etc. hacen del multilingüismo tecnológicamente modulado, la principal forma de comunicación y expresión, en particular entre los sectores adolescentes y juveniles.
Asistimos a una multiplicación de los circuitos de distribución-difusión de distinto tipo de informaciones y productos culturales, todos ellos convertidos por igual en bits merced a la digitalización. En la actualidad son los procesos de reproducción-circulación, de orden técnico, los que ejercen la hegemonía del campo cultural relativizando la importancia de la producción original. En este contexto, el audiovisual y, quienes controlan dichos circuitos, concentran un enorme poder simbólico en orden a producir, distribuir y regular los dispositivos sociales de construcción de sentido y, por ende, de control social.
Estos fenómenos plantean una serie de desafíos inéditos a las políticas e instituciones públicas de comunicación, educación y cultura, en tanto la conversión de informaciones, conocimientos y bienes culturales en mercancía, la concentración y la formación de poderosos conglomerados multimedia de alcance global, son las tendencias de las fuerzas del mercado libradas a su propia dinámica. También reclaman la formación de una ciudadanía audiovisual, como parte de la educación en materia de TICs.
La multiplicación de los circuitos electrónicos de distribución de bienes culturales dirigidos al enterteinment y/o la información y el dominio de los mercados mundiales respectivos por quienes ejercen el control sobre aquellos, así como la producción de contenidos simbólicos en economías de escala y su circulación transfronteras, imponen restricciones al desarrollo endógeno de conocimientos, tecnologías y bienes culturales en los países que actúan preponderantemente como importadores en los rubros comprendidos por las TICs.
Esto sucede a pesar de que en Internet existan cada vez más espacios que acogen a la simpática figura del prosumidor —mezcla de consumidor con productor de informaciones e imágenes en movimiento— celebrada como demostración de una democratización de nuevo cuño, alumbrada por las TICs. De manera semejante a las revistas que hace decenios popularizaban la técnica con el slogan «hágalo usted mismo», el crecimiento exponencial de la circulación de obras audiovisuales en las redes, en su mayor parte producidas por jóvenes no profesionales, no puede llevar a omitir que las industrias que comprenden al campo audiovisual extendido —cine, televisión, video, videojuegos, informática, telecomunicaciones y la misma Internet— siguen siendo controladas por el puñado de actores que protagonizan los procesos de conglomerización y globalización.
Las articulaciones entre cultura, educación y comunicación constituyen un campo complejo sobre el cual no existe un consenso unánime en cuanto a su delimitación conceptual. Pese a que se cuenta con numerosos antecedentes, tanto investigativos como de experiencias prácticas de intervención y se asume su relevancia pedagógica, educativa, cultural y social, la producción teórica marcha muy a la zaga de una realidad cuya principal característica es un aceleramiento de las transformaciones tecnológicas.
Producto del entrecruzamiento de dos campos fundamentales de producción y distribución de informaciones y conocimientos; el de la educación y la comunicación, la Educomunicación y la Formación en Recepción Crítica de Medios, tienen un potencial de retroalimentación enriquecedor de ambos, tanto en las dimensiones teórica, epistemológica y metodológica, cuanto en lo referido a la vocación de intervención social y cultural. De hecho, el pasado reciente de América Latina da cuenta de experiencias de «Comunicación Popular», «Comunicación para el Desarrollo» y «Educación Popular» que, no inscriptas en la educación formal ni en la institucionalidad de la comunicación de masas, ni en las políticas culturales hegemónicas, han enriquecido las reflexiones teóricas y metodológicas sobre las articulaciones en juego a partir de prácticas socialmente transformadoras.1
Pese a que los tiempos y las realidades de la región son hoy diferentes, se asiste a mutaciones sin precedentes en los campos arriba citados. La crisis de los sistemas educativos formales apenas se está remontando y la concentración multimedial extrema es recién ahora objeto de revisiones críticas. En la Argentina esta revisión ha dado lugar a un nuevo y paradigmático marco normativo, la Ley No. 26 522 de Servicios de Comunicación Audiovisual.2 que pone en marcha un proceso de cambios, el cual genera las condiciones propicias para responder a los desafíos que plantea el siglo XXI al desarrollo de la sociedad.
Por primera vez la legislación argentina sobre medios audiovisuales confiere particular atención a la relación de los mismos con la infancia, tanto con miras a la protección efectiva de sus derechos como al estímulo a su desarrollo cultural, en correspondencia con las recomendaciones de los documentos internacionales en la materia, entre ellos la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que tiene rango constitucional en el país.3
La formación de receptores analíticos y críticos de los medios para que puedan ejercer sus derechos a la libertad de elección y de expresión autónoma, sigue siendo un desafío pendiente de respuesta. No se percibe aún que la educación para los medios —vinculada a la construcción de ciudadanía, a los procesos de formación de valores y a las transformaciones imprescindibles que debe adoptar la escuela— esté siendo encarada de manera sistemática.
Sin la comprensión de las nuevas formas de comunicación que tienen lugar con la revolución digital y los procesos de convergencia tecnológica, empresarial y de mercados, los cambios en las relaciones sociales de poder y la reestructuración de los diferentes campos del quehacer social que ello implica, las posibilidades de una inserción plena de los ciudadanos en la, denominada por algunos autores, «sociedad del conocimiento», se ven severamente limitadas, al igual que el ejercicio de derechos fundamentales.
Cómo asumir la incorporación de los medios de comunicación audiovisuales y las TICs a los procesos de enseñanza aprendizaje, tanto en la educación formal como no formal; cuáles habrán de ser las estrategias que la orienten y los cambios educativos necesarios para lograr que la misma redunde en beneficio de la sociedad, antes que de algunos grupos y sectores —entre los cuales se cuentan las poderosas multinacionales productoras-exportadoras de tecnologías (hardware y software)— constituyen algunas de los interrogantes sin responder.
Una educación que permita enfrentar los cambios culturales y sociales en los procesos de comunicación e información audiovisual; preparar a los docentes y estudiantes para responder a los retos que la complejidad de las sociedades impone y formar ciudadanos participativos y capaces de sostener los valores democráticos desde sus prácticas cotidianas, han de ser competencias transversales incluidas por la currícula, tan importantes como los «contenidos» de las distintas «materias». Ello reclama el diseño de planes y programas de capacitación, actualización y especialización en las diversas disciplinas que comprende el campo audiovisual y las TICs, de los distintos actores involucrados.
El enfoque para el abordaje de estos procesos se sustenta en seis ejes de política comunicacional fundamentales:
• La desconcentración de la actual estructura de propiedad hiper concentrada en unos pocos grandes conglomerados multimediales privados, en casi todos los países de América Latina.
• La descentralización territorial de una estructura de producción de radio y televisión históricamente centralizada en las ciudades capitales, en el caso de Argentina la ciudad de Buenos Aires y zona metropolitana de la Provincia de Buenos Aires.
• La apertura a la diversidad cultural e informativa, mediante el estímulo a la participación de pluralidad de actores sociales en la producción y emisión de discursos audiovisuales y el acceso a las frecuencias, restringido a las empresas comerciales y el Estado. En el caso de Argentina la Ley 26 522 establece que el espectro de frecuencias se repartirá en tres tercios; uno para las empresas privadas, otro para el Estado (nacional, provincial y municipal) y el tercero para las Organizaciones Sociales sin Fines de Lucro (ONGs).
• El fomento a la producción nacional y local, realizada tanto por los canales de TV como por productores independientes, con la fijación de porcentajes mínimos de programación nacional, propia y de terceros, tanto en televisión como en radio.
• La formación audiovisual de las audiencias y la capacitación, actualización y especialización de los productores, directores, técnicos, enfatizando en los docentes, niños, niñas, adolescente y jóvenes.
• La investigación y el desarrollo en materia de tecnologías y contenidos.
En el caso de la Argentina, varios de estos cambios permiten aseverar que existe una Política Nacional de Comunicación de signo democratizador, acompañada por el impulso a la innovación en el campo educativo y en el de la investigación científica a través de una serie de planes y programas. Sin embargo, la aplicación del Art. 161 de la Ley 26 522 —referido a la desconcentración multimedial— está en suspenso desde su promulgación en 2010, debido a la larga serie de «recursos de amparo», interpuestos por la corporación multimediática Clarín que son avalados por jueces «amigos».
Las investigaciones sobre estos temas realizadas en los últimos años en algunos países de América Latina, arrojan datos que permiten entrever algunos matices en materia de Educomunicación en los diferentes países estudiados, de acuerdo a sus características históricas, socioeconómicas y culturales particulares. En todos los casos, se observa la diversidad de actores que irrumpen en este escenario. En México, la participación de organizaciones de la sociedad civil constituye a este sector en un actor muy fuerte y diverso. En el caso de la Argentina las experiencias son incipientes, débiles y dispersas y la información sobre las mismas es fragmentaria y no sistematizada.4 Puede afirmarse que, pese a los avances realizados en los últimos años en las políticas de comunicación, de educación y de cultura, ellas todavía mantienen pendiente una deuda en esta línea de acción.
La falta de sistematicidad de las experiencias emprendidas y la poca integración de sus actores, parece ser un rasgo frecuente de los escenarios regionales de la Educomunicación. Asimismo, se detectaron insuficiencias en materia de intercambio y cooperación horizontal entre los protagonistas de estas experiencias, hecho que obstaculiza las posibilidades de enriquecimiento colectivo. Un reto en ese sentido, es desplegar distintas iniciativas que contribuyan a visualizar y sistematizar estas experiencias, promover vínculos entre los implicados y crear espacios de diálogo que permitan la retroalimentación tan vital para el desarrollo de este campo. Las asimetrías a su interior, en cuanto a recursos, alcances, o relaciones de poder, ponen en riesgo la posibilidad de consolidar sus acciones. Incluso la naturaleza de las agendas de estas agrupaciones, las pone en riesgo permanente de una intervención del Estado o, en su caso, de las corporaciones mediáticas si las acciones de capacitación son vistas como amenaza a sus intereses sectoriales.
No deja de ser una paradoja que, mientras crece la conciencia de la necesidad de la Educación para los Medios o Educomunicación, plasmada en leyes y declaraciones de origen público o estatal, la tendencia al aumento de la institucionalización de las experiencias recae mayormente en organizaciones de la sociedad civil. Ellas se expresan de manera particular en la habilitación de instancias de captación y profesionalización creciente de docentes, estudiantes y otros actores sociales vinculados al quehacer educativo, cultural y social con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Esto problematiza las prácticas predominantes en los campos de la educación y la cultura, que los conciben de manera compartimentada y aislada de los medios masivos de comunicación, se trate de la cultura «erudita» o de la pronunciada inclinación al espectáculo de algunos gestores culturales públicos. Dentro de las nuevas concepciones que se abren paso, no sin dificultades, está comprobado que no es posible obviar la poderosa influencia de los medios masivos de comunicación en la formación de los gustos, los hábitos de consumo material y simbólico, así como la percepción de la realidad y formas de racionamiento de los ciudadanos, que son a la vez audiencias y consumidores.
Más que transmitir información, la función educativa de la escuela contemporánea debe dirigirse a formar habilidades que permitan a los alumnos enfrentar la información fragmentaria recibida y la reconstrucción de las preconcepciones acríticas, formadas por la presión reproductora del contexto social, a través de mecanismos y medios de comunicación cada día más poderosos y de influencia más sutil (Aguaded Gómez. 2000).
En ese sentido, es necesario precisar que las respuestas a los problemas planteados, no se reducen a incorporar la televisión, el video o las TICs a las aulas como recursos instrumentales de enseñanza, sino en su carácter de nuevo campo de conocimiento —por ende multidimensional— a fin de potenciar una formación cultural que permita a los ciudadanos desenvolverse en forma lúcida, en el contexto social mediático en que viven. Brindar los recursos que les posibiliten tomar conciencia del papel de los medios en la vida social; reconocer los mecanismos técnicos y la simbología a través de los cuales éstos seducen al espectador; promover criterios de valor que permitan diferenciar y seleccionar aquellos productos de mayor calidad; sacar a la luz los intereses económicos, políticos e ideológicos que están detrás de toda empresa y producto mediático y dar visibilidad a los actores que los medios hegemónicos invisibilizan o estigmatizan, son algunos de las cuestiones fundamentales a tener en cuenta.
En síntesis, se trata de lograr una apropiación crítica y creativa de las TICs y el audiovisual, en tanto campos de conocimiento, que se oriente a transformar las relaciones de poder dentro y fuera de las instituciones de enseñanza y promover formas de convivencia social integradoras, enriquecedoras, participativas y solidarias.
Notas
1 Velleggia, Susana (Comp.) AA.VV. «El Video en la Educación No Formal en América Latina», CICCUS-AECI, Buenos Aires y Gumucio Dagron, Alfonso y Tufte Thomas (Comp.) «Comunicación para el Cambio Social», Consorcio de Comunicación para el Cambio Social, New Jersey, Estados Unidos, 2008.
2 Ver:http://www.afsca.gob.ar/ley-de-servicios-de-comunicacion-audiovisual-26-522/
3 Veáse un panorama bastante completo de los instrumentos jurídicos e instituciones internacionales sobre los derechos de los niños en: http://www.crin.org/espanol/ley/mecanismos_indice.asp
4 Véanse al respecto las síntesis de los dos estudios realizados por la FNCL en siete países de América Latina en: http://www.cinelatinoamericano.org/fncl.aspx?cod=1.
Bibliografía
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• Orozco, Guillermo (1999). Educación para la recepción y valores democráticos en América Latina. Comunicar 13 , 23-27, Andalucía, España.
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---------------------------------------El audiovisual «tradicional» —cine, televisión, video— converge por un lado con el universo de la telemática y las telecomunicaciones y por el otro, con la informática e Internet, dando lugar a una serie de nuevos productos y servicios de alto valor agregado, así como a nuevos actores que intervienen en todos estos campos. Es de notar que todos los circuitos e innovaciones convergentes tienen por terminal una pantalla. Pero, a uno y otro lado de los campos audiovisuales tradicionales y más allá de la convergencia, existen procesos, actores, instituciones y funciones que involucran diferentes intereses y marcos normativos difíciles de armonizar entre sí.
La articulación del cine y la televisión con la realidad multimedia y la multiplicidad de pantallas, es también el pasaje al multilingüismo. Si los lenguajes antes demarcaban campos mediáticos y soportes diferenciados, la articulación e interacción entre todos ellos; Internet, cine, televisión, videojuegos, textos escritos, sonidos, música, imágenes de generación digital, comic, fonogramas, fotografía, etc. hacen del multilingüismo tecnológicamente modulado, la principal forma de comunicación y expresión, en particular entre los sectores adolescentes y juveniles.
Asistimos a una multiplicación de los circuitos de distribución-difusión de distinto tipo de informaciones y productos culturales, todos ellos convertidos por igual en bits merced a la digitalización. En la actualidad son los procesos de reproducción-circulación, de orden técnico, los que ejercen la hegemonía del campo cultural relativizando la importancia de la producción original. En este contexto, el audiovisual y, quienes controlan dichos circuitos, concentran un enorme poder simbólico en orden a producir, distribuir y regular los dispositivos sociales de construcción de sentido y, por ende, de control social.
Estos fenómenos plantean una serie de desafíos inéditos a las políticas e instituciones públicas de comunicación, educación y cultura, en tanto la conversión de informaciones, conocimientos y bienes culturales en mercancía, la concentración y la formación de poderosos conglomerados multimedia de alcance global, son las tendencias de las fuerzas del mercado libradas a su propia dinámica. También reclaman la formación de una ciudadanía audiovisual, como parte de la educación en materia de TICs.
La multiplicación de los circuitos electrónicos de distribución de bienes culturales dirigidos al enterteinment y/o la información y el dominio de los mercados mundiales respectivos por quienes ejercen el control sobre aquellos, así como la producción de contenidos simbólicos en economías de escala y su circulación transfronteras, imponen restricciones al desarrollo endógeno de conocimientos, tecnologías y bienes culturales en los países que actúan preponderantemente como importadores en los rubros comprendidos por las TICs.
Esto sucede a pesar de que en Internet existan cada vez más espacios que acogen a la simpática figura del prosumidor —mezcla de consumidor con productor de informaciones e imágenes en movimiento— celebrada como demostración de una democratización de nuevo cuño, alumbrada por las TICs. De manera semejante a las revistas que hace decenios popularizaban la técnica con el slogan «hágalo usted mismo», el crecimiento exponencial de la circulación de obras audiovisuales en las redes, en su mayor parte producidas por jóvenes no profesionales, no puede llevar a omitir que las industrias que comprenden al campo audiovisual extendido —cine, televisión, video, videojuegos, informática, telecomunicaciones y la misma Internet— siguen siendo controladas por el puñado de actores que protagonizan los procesos de conglomerización y globalización.
Las articulaciones entre cultura, educación y comunicación constituyen un campo complejo sobre el cual no existe un consenso unánime en cuanto a su delimitación conceptual. Pese a que se cuenta con numerosos antecedentes, tanto investigativos como de experiencias prácticas de intervención y se asume su relevancia pedagógica, educativa, cultural y social, la producción teórica marcha muy a la zaga de una realidad cuya principal característica es un aceleramiento de las transformaciones tecnológicas.
Producto del entrecruzamiento de dos campos fundamentales de producción y distribución de informaciones y conocimientos; el de la educación y la comunicación, la Educomunicación y la Formación en Recepción Crítica de Medios, tienen un potencial de retroalimentación enriquecedor de ambos, tanto en las dimensiones teórica, epistemológica y metodológica, cuanto en lo referido a la vocación de intervención social y cultural. De hecho, el pasado reciente de América Latina da cuenta de experiencias de «Comunicación Popular», «Comunicación para el Desarrollo» y «Educación Popular» que, no inscriptas en la educación formal ni en la institucionalidad de la comunicación de masas, ni en las políticas culturales hegemónicas, han enriquecido las reflexiones teóricas y metodológicas sobre las articulaciones en juego a partir de prácticas socialmente transformadoras.1
Pese a que los tiempos y las realidades de la región son hoy diferentes, se asiste a mutaciones sin precedentes en los campos arriba citados. La crisis de los sistemas educativos formales apenas se está remontando y la concentración multimedial extrema es recién ahora objeto de revisiones críticas. En la Argentina esta revisión ha dado lugar a un nuevo y paradigmático marco normativo, la Ley No. 26 522 de Servicios de Comunicación Audiovisual.2 que pone en marcha un proceso de cambios, el cual genera las condiciones propicias para responder a los desafíos que plantea el siglo XXI al desarrollo de la sociedad.
Por primera vez la legislación argentina sobre medios audiovisuales confiere particular atención a la relación de los mismos con la infancia, tanto con miras a la protección efectiva de sus derechos como al estímulo a su desarrollo cultural, en correspondencia con las recomendaciones de los documentos internacionales en la materia, entre ellos la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que tiene rango constitucional en el país.3
La formación de receptores analíticos y críticos de los medios para que puedan ejercer sus derechos a la libertad de elección y de expresión autónoma, sigue siendo un desafío pendiente de respuesta. No se percibe aún que la educación para los medios —vinculada a la construcción de ciudadanía, a los procesos de formación de valores y a las transformaciones imprescindibles que debe adoptar la escuela— esté siendo encarada de manera sistemática.
Sin la comprensión de las nuevas formas de comunicación que tienen lugar con la revolución digital y los procesos de convergencia tecnológica, empresarial y de mercados, los cambios en las relaciones sociales de poder y la reestructuración de los diferentes campos del quehacer social que ello implica, las posibilidades de una inserción plena de los ciudadanos en la, denominada por algunos autores, «sociedad del conocimiento», se ven severamente limitadas, al igual que el ejercicio de derechos fundamentales.
Cómo asumir la incorporación de los medios de comunicación audiovisuales y las TICs a los procesos de enseñanza aprendizaje, tanto en la educación formal como no formal; cuáles habrán de ser las estrategias que la orienten y los cambios educativos necesarios para lograr que la misma redunde en beneficio de la sociedad, antes que de algunos grupos y sectores —entre los cuales se cuentan las poderosas multinacionales productoras-exportadoras de tecnologías (hardware y software)— constituyen algunas de los interrogantes sin responder.
Una educación que permita enfrentar los cambios culturales y sociales en los procesos de comunicación e información audiovisual; preparar a los docentes y estudiantes para responder a los retos que la complejidad de las sociedades impone y formar ciudadanos participativos y capaces de sostener los valores democráticos desde sus prácticas cotidianas, han de ser competencias transversales incluidas por la currícula, tan importantes como los «contenidos» de las distintas «materias». Ello reclama el diseño de planes y programas de capacitación, actualización y especialización en las diversas disciplinas que comprende el campo audiovisual y las TICs, de los distintos actores involucrados.
El enfoque para el abordaje de estos procesos se sustenta en seis ejes de política comunicacional fundamentales:
• La desconcentración de la actual estructura de propiedad hiper concentrada en unos pocos grandes conglomerados multimediales privados, en casi todos los países de América Latina.
• La descentralización territorial de una estructura de producción de radio y televisión históricamente centralizada en las ciudades capitales, en el caso de Argentina la ciudad de Buenos Aires y zona metropolitana de la Provincia de Buenos Aires.
• La apertura a la diversidad cultural e informativa, mediante el estímulo a la participación de pluralidad de actores sociales en la producción y emisión de discursos audiovisuales y el acceso a las frecuencias, restringido a las empresas comerciales y el Estado. En el caso de Argentina la Ley 26 522 establece que el espectro de frecuencias se repartirá en tres tercios; uno para las empresas privadas, otro para el Estado (nacional, provincial y municipal) y el tercero para las Organizaciones Sociales sin Fines de Lucro (ONGs).
• El fomento a la producción nacional y local, realizada tanto por los canales de TV como por productores independientes, con la fijación de porcentajes mínimos de programación nacional, propia y de terceros, tanto en televisión como en radio.
• La formación audiovisual de las audiencias y la capacitación, actualización y especialización de los productores, directores, técnicos, enfatizando en los docentes, niños, niñas, adolescente y jóvenes.
• La investigación y el desarrollo en materia de tecnologías y contenidos.
En el caso de la Argentina, varios de estos cambios permiten aseverar que existe una Política Nacional de Comunicación de signo democratizador, acompañada por el impulso a la innovación en el campo educativo y en el de la investigación científica a través de una serie de planes y programas. Sin embargo, la aplicación del Art. 161 de la Ley 26 522 —referido a la desconcentración multimedial— está en suspenso desde su promulgación en 2010, debido a la larga serie de «recursos de amparo», interpuestos por la corporación multimediática Clarín que son avalados por jueces «amigos».
Las investigaciones sobre estos temas realizadas en los últimos años en algunos países de América Latina, arrojan datos que permiten entrever algunos matices en materia de Educomunicación en los diferentes países estudiados, de acuerdo a sus características históricas, socioeconómicas y culturales particulares. En todos los casos, se observa la diversidad de actores que irrumpen en este escenario. En México, la participación de organizaciones de la sociedad civil constituye a este sector en un actor muy fuerte y diverso. En el caso de la Argentina las experiencias son incipientes, débiles y dispersas y la información sobre las mismas es fragmentaria y no sistematizada.4 Puede afirmarse que, pese a los avances realizados en los últimos años en las políticas de comunicación, de educación y de cultura, ellas todavía mantienen pendiente una deuda en esta línea de acción.
La falta de sistematicidad de las experiencias emprendidas y la poca integración de sus actores, parece ser un rasgo frecuente de los escenarios regionales de la Educomunicación. Asimismo, se detectaron insuficiencias en materia de intercambio y cooperación horizontal entre los protagonistas de estas experiencias, hecho que obstaculiza las posibilidades de enriquecimiento colectivo. Un reto en ese sentido, es desplegar distintas iniciativas que contribuyan a visualizar y sistematizar estas experiencias, promover vínculos entre los implicados y crear espacios de diálogo que permitan la retroalimentación tan vital para el desarrollo de este campo. Las asimetrías a su interior, en cuanto a recursos, alcances, o relaciones de poder, ponen en riesgo la posibilidad de consolidar sus acciones. Incluso la naturaleza de las agendas de estas agrupaciones, las pone en riesgo permanente de una intervención del Estado o, en su caso, de las corporaciones mediáticas si las acciones de capacitación son vistas como amenaza a sus intereses sectoriales.
No deja de ser una paradoja que, mientras crece la conciencia de la necesidad de la Educación para los Medios o Educomunicación, plasmada en leyes y declaraciones de origen público o estatal, la tendencia al aumento de la institucionalización de las experiencias recae mayormente en organizaciones de la sociedad civil. Ellas se expresan de manera particular en la habilitación de instancias de captación y profesionalización creciente de docentes, estudiantes y otros actores sociales vinculados al quehacer educativo, cultural y social con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Esto problematiza las prácticas predominantes en los campos de la educación y la cultura, que los conciben de manera compartimentada y aislada de los medios masivos de comunicación, se trate de la cultura «erudita» o de la pronunciada inclinación al espectáculo de algunos gestores culturales públicos. Dentro de las nuevas concepciones que se abren paso, no sin dificultades, está comprobado que no es posible obviar la poderosa influencia de los medios masivos de comunicación en la formación de los gustos, los hábitos de consumo material y simbólico, así como la percepción de la realidad y formas de racionamiento de los ciudadanos, que son a la vez audiencias y consumidores.
Más que transmitir información, la función educativa de la escuela contemporánea debe dirigirse a formar habilidades que permitan a los alumnos enfrentar la información fragmentaria recibida y la reconstrucción de las preconcepciones acríticas, formadas por la presión reproductora del contexto social, a través de mecanismos y medios de comunicación cada día más poderosos y de influencia más sutil (Aguaded Gómez. 2000).
En ese sentido, es necesario precisar que las respuestas a los problemas planteados, no se reducen a incorporar la televisión, el video o las TICs a las aulas como recursos instrumentales de enseñanza, sino en su carácter de nuevo campo de conocimiento —por ende multidimensional— a fin de potenciar una formación cultural que permita a los ciudadanos desenvolverse en forma lúcida, en el contexto social mediático en que viven. Brindar los recursos que les posibiliten tomar conciencia del papel de los medios en la vida social; reconocer los mecanismos técnicos y la simbología a través de los cuales éstos seducen al espectador; promover criterios de valor que permitan diferenciar y seleccionar aquellos productos de mayor calidad; sacar a la luz los intereses económicos, políticos e ideológicos que están detrás de toda empresa y producto mediático y dar visibilidad a los actores que los medios hegemónicos invisibilizan o estigmatizan, son algunos de las cuestiones fundamentales a tener en cuenta.
En síntesis, se trata de lograr una apropiación crítica y creativa de las TICs y el audiovisual, en tanto campos de conocimiento, que se oriente a transformar las relaciones de poder dentro y fuera de las instituciones de enseñanza y promover formas de convivencia social integradoras, enriquecedoras, participativas y solidarias.
Notas
1 Velleggia, Susana (Comp.) AA.VV. «El Video en la Educación No Formal en América Latina», CICCUS-AECI, Buenos Aires y Gumucio Dagron, Alfonso y Tufte Thomas (Comp.) «Comunicación para el Cambio Social», Consorcio de Comunicación para el Cambio Social, New Jersey, Estados Unidos, 2008.
2 Ver:http://www.afsca.gob.ar/ley-de-servicios-de-comunicacion-audiovisual-26-522/
3 Veáse un panorama bastante completo de los instrumentos jurídicos e instituciones internacionales sobre los derechos de los niños en: http://www.crin.org/espanol/ley/mecanismos_indice.asp
4 Véanse al respecto las síntesis de los dos estudios realizados por la FNCL en siete países de América Latina en: http://www.cinelatinoamericano.org/fncl.aspx?cod=1.
Bibliografía
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Susana
Velleggia: Cineasta y socióloga. Especializada en televisión educativa y
gestión cultural. Directora y creadora del Festival Internacional de
Cine, «Nueva Mirada» para la Infancia y la Juventud. Presidenta de la
Asociación Civil Nueva Mirada. Autora de filmes y programas de TV
premiados en varios festivales internacionales. Realiza investigaciones
sobre audiovisual e infancia y formación de nuevos públicos para la
FNCL.
Descriptor(es)
1. EDUCACION AUDIOVISUAL
2. EDUCACIÓN MEDIÁTICA
3. NUEVAS TECNOLOGIAS AUDIOVISUALES