FICHA ANALÍTICA

To click or not to click? Bocetos de la alfabetización audiovisual en el entorno digital
Rodríguez Oliva, Lázaro Israel

Título: To click or not to click? Bocetos de la alfabetización audiovisual en el entorno digital

Autor(es): Lázaro Israel Rodríguez Oliva

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 15

Mes: Julio - Diciembre

Año de publicación: 2009

Hace cincuenta años, la Revolución cubana inauguró la posibilidad del acceso masivo al conocimiento. Una campaña de alfabetización sumada a un conjunto de instituciones culturales que garantizaron el adiestramiento de esas destrezas, supuso un verdadero ejercicio de socialización de la riqueza cultural y la disposición de la cultura como un recurso emancipatorio sin precedentes. Hoy podemos preguntarnos qué pasa cuando las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación han supuesto un escenario totalmente nuevo en las maneras de comprender el mundo inaugurando nuevos lenguajes, formas sucesivamente aceleradas del cambio social.

La informatización de la vida social genera al mismo tiempo un conjunto de posibilidades antes impensadas. El mundo hoy es más audiovisual que nunca, pudiera decirse, porque la cultura digital implica un desplazamiento hacia la exploración-explotación de todas las formas interactivas del cerebro humano y lleva hacia una convergencia multimediática jamás imaginada por Gutenberg.

Una de las opciones por las que apostó Cuba en su afán de defender las conquistas del socialismo desde hace casi dos décadas durante el período más difícil de la Revolución, ha sido –con sus matices y sus ritmos– el de la apertura al turismo, a su propia comunidad en el extranjero, a la inversión extranjera y a la colaboración técnica con países del Sur. Todos estos procesos, entre otros, abren un flujo de transferencias culturales: a través de remesas económicas, intercambios familiares que insinúan modelos de consumo, culturas organizacionales que se valen de las tecnologías como foco de facilitación del trabajo.

En este escenario, al país se le presenta el reto de una alfabetización que vaya más allá de la instrucción basada en una cultura letrada, y pase a una educación digital, predominantemente audiovisual, cuyos lenguajes contemporáneos dominan la producción cultural en todos los sentidos, en todos los lugares. Cámaras fotográficas, telefonía móvil, correo electrónico, Internet, motores de búsquedas, servicios de chats, de redes sociales, televisión digital, cine digital, etc., son algunas de las aplicaciones contemporáneas de una cultura audiovisual que está sacando la producción cultural de la exclusividad de los majors, al mismo tiempo que se reconfigura un campo de batalla alrededor del control simbólico de la reproducción y del poder de la representación. Consecuentemente, no estamos solo frente a un hecho tecnológico, estamos ante un recurso social que es político y es desde ahí donde los países subdesarrollados y aquellos que se proponen la producción de alternativas al capitalismo, encuentran hoy oportunidades de resistencia y contrahegemonía.

Hablar de alfabetización en nuevas tecnologías desde Cuba tiene un doble reto: por un lado, la necesidad de pensar en formas de reconexión y actualización en materia de tecnologías, que sea coherente con el afán socializador del proyecto socialista de la Revolución; por otro, la de producir una cultura alternativa al sentido unidireccional que pondera al capitalismo como la única vía posible y probable. Este es un reto político fundamental que lleva al imperativo de una nueva educación que pondría en cuestionamiento no solo la institucionalidad educativa, sino el tipo de educación que necesitamos para el mundo en que vivimos. Repensar un sistema tradicional de educación, que como acierta Jorge Luis Acanda, «más que un sistema de aprendizaje es un sistema de enseñanza, apoyado en la posición pasivamente receptiva y repetitiva de la persona colocada en la condición de alumno».1 Pensar un tipo de funcionalidad educativa que sea libertaria y poner la técnica en función de ello. Generar un proceso de construcción de destrezas individuales o grupales mediatizados por el uso de tecnologías que combinan recursos visuales y auditivos, focalizado en la transformación de la experiencia social cotidiana.

Ante el reto de esa nueva educación, cabría preguntarnos si estamos en un momento en que la educación formal tradicional alcanza. ¿Qué implica el entorno digital para esta? ¿Cómo escuelas y otras instituciones dan cuenta de los cambios sociales? ¿Cómo los currículos educativos contemplan el giro digital? ¿Qué se enseña y cómo se utilizan las potencialidades del entorno digital que favorece la nueva plataforma de intercambio? ¿Cuáles son las implicaciones políticas de esta alfabetización? ¿Qué significa en términos de ciudadanía?

Abordaré algunos de los aspectos referidos a los retos que se presentan para Cuba en el marco de una alfabetización audiovisual, en tanto digital. Es preciso aclarar que al hacerse referencia indistintamente a alfabetización audiovisual y alfabetización digital, estoy hablando de dos procesos interconectados porque ambos capacitan para el uso del mismo producto cultural contemporáneo.

Interconexiones entre alfabetización y ciudadanía: ¿para qué?

El tema de las nuevas tecnologías supone hoy un debate crucial que va más allá del uso de los meros aparatos en las formas más diversas de ocio y negocio. Tanto en una dimensión política como en un sentido cultural, marca tendencias en cuestiones como la ciudadanía, el consumo, la participación, la dinámica inclusión/exclusión, el bienestar. De ahí la importancia y el sentido de una alfabetización que vaya más allá del instrumentalismo de la enseñanza de la técnica, y potencie su capacidad generadora de ciudadanía y participación social.

Hace unos años, el sociólogo chileno Martin Hopenhayn se refería a los impactos de la globalización comunicacional y la nueva sociedad de la información, y cómo «alteraban» las formas de ejercicios ciudadanos. Hablaba de la aparición de nuevos procesos sociales relacionados con las tecnologías que implicaban nuevas demandas, como la necesidad de interlocución a distancia, el uso de la información para el logro de conquistas personales o grupales, la redefinición del consumidor de bienes y de símbolos, y sus derechos, el uso del espacio mediático para convertirse en actor frente a otros actores, el lugar privilegiado en la economía de los componentes de conocimiento-información, el desarrollo del componente mediático de la política, así como las demandas referidas a la fluidez global de la circulación del dinero, la información, las imágenes y los símbolos. De igual manera, se refería a la disolución de lo que denominaba la idea unitaria de Estado-nación como principal referente de pertenencia territorial y cultural.2

Todos estos nuevos procesos tienen un impacto en la cultura política y en las formas de relacionarnos a nivel social tejiendo las tramas de la política. Más allá de algunos matices en cuanto al impacto de todas estas variables en la vida cotidiana de la gente más pobre, lo cierto es que las cuestiones relacionadas con el bienestar como meta, agregan hoy dimensiones hasta ahora no consideradas como la de estar o no conectados. Resulta elocuente que Néstor García Canclini haya titulado su libro, Desiguales, diferentes y desconectados, incluyendo la «desconexión» en la díada relacionada con el rasero del bienestar y el desarrollo humano.3

La exclusión social en América Latina pasa hoy también por el acceso a las tecnologías de comunicación y por las posibilidades de su uso en un sentido de ejercicio de la ciudadanía, de ahí su centralidad en cualquier apuesta anticapitalista. De hecho, el propio Canclini advierte que

     […] el vínculo de la cultura con el desarrollo es valorable por su modo de construir ciudadanía. Junto a los derechos económicos de las empresas hay que considerar los derechos culturales de los ciudadanos. En una época de industrialización de la cultura, estos derechos no se limitan a la protección del territorio, la lengua y la educación. El derecho a la cultura incluye lo que podemos llamar derechos conectivos, o sea el acceso a las industrias culturales y las comunicaciones.4

Derechos conectivos que tienen que ver, a mi juicio, con cuestiones de reconocimiento. Nancy Fraser viene destacando la relación entre los factores de redistribución (las exigencias mínimas de derechos humanos, salud, educación, vivienda, etc.) a otros de reconocimiento (ejercicio de la libertad de culto y de expresión, identidad, movilidad, etc.), cuestiones todas relacionadas tanto con el deber hacer de las políticas públicas de cultura, como con el campo de la comunicación mediatizada y la educación, en particular esta última, que se torna un recurso para la «conexión», y un instrumento de redistribución y productor de reconocimiento.

Sin estar del todo de acuerdo con Fraser por su superficialidad en el planteo de que «la dominación cultural reemplaza a la explotación en tanto injusticia fundamental y el reconocimiento cultural reemplaza a la redistribución socioeconómica como remedio contra la injusticia y objetivo de la lucha política»,5 sí sería pertinente apuntar que las cuestiones de reconocimiento –más relacionadas con las políticas culturales– tienen que ser cada vez más tenidas en cuenta en el planteamiento de los derechos humanos. El hecho de que las políticas redistributivas se proponen eliminar las diferencias, mientras que las políticas culturales de representación conducen a promover la diferenciación, resalta la necesidad de desarrollar lo que Fraser llama «una teoría crítica del reconocimiento, que identifique y propugne únicamente aquellas versiones de la política cultural de la diferencia, que puedan combinarse de manera coherente con una política social de la igualdad».6 Esa teoría crítica del reconocimiento no será fundada sin la asunción de las nuevas tecnologías como parte de los recursos para su logro, y sin pensarse dentro del marco de qué significa ser ciudadano en el socialismo. La educación, en sentido general y específicamente, debe atender, desde maneras creativas, el eje de producción de desigualdades, de diferencias y de desconexiones mediante las cuales el capitalismo las produce como naturales dentro de la estructura de su propia sobrevivencia.

Mediatización tecnológica y nueva alfabetización para Cuba

Una vez identificado a grandes rasgos el para qué de la alfabetización digital, este énfasis en el factor formador de ciudadanía permitiría abordar algunos aspectos que considero relevantes para su debate en Cuba. De manera muy exploratoria, pretendo compartir algunos elementos que sugieran hacia dónde pienso que debería enfocarse la alfabetización digital e identificar algunas de las mediaciones fundamentales –más allá de la propiamente tecnológica– que la afectan. Hay tres ejes que me interesa destacar: en primer lugar, los usos y capacidades actuales del país y sus potencialidades; en segundo lugar, las relaciones entre institucionalidad política y nuevas tecnologías; y por último, la relación entre la racionalidad comunicativa y la participación social. Este reduccionismo metodológico se justifica solo en mi interés personal de identificar implicaciones políticas del proceso de alfabetización digital dentro del marco de construcción de relaciones sociales socialistas.

Usos y capacidades actuales del país

Según cifras oficiales, en Cuba existen «más de once mil alumnos que se preparan en nuestros centros de educación superior con un alto nivel profesional, los Institutos Politécnicos de Informática, donde estudian 38 000 jóvenes de la enseñanza media y los más de 600 Joven Club de Computación, a todo lo largo del país, donde se han capacitado más de un millón de cubanos de todas las edades».7 Todo este esfuerzo formativo genera una demanda de nuevas tecnologías que podrán ser satisfechas a través de la utilización de los recursos tecnológicos disponibles en las instituciones públicas, pero generará otras necesidades de consumo individual, grupal o familiar que tienen que ser tenidas en cuenta por el Estado cubano para su incentivo, tomando en consideración que si con algo funciona aquello de las necesidades siempre crecientes del ser humano, es con las nuevas tecnologías.

La inclusión de espacios de formación en computación desde tempranas edades y la presencia de espacios sistemáticos institucionales de acceso, llevan sobre todo a que se concientice cada vez más la utilidad del uso de las tecnologías como mediación fundamental de la vida de hoy. Esta toma de conciencia debe formar parte de un debate al que las propias tecnologías y la alfabetización digital pudieran tributar. Se ha venido insistiendo en la relación del uso de las tecnologías de la información y la comunicación con la política, y la cuestión del bienestar. Cada vez más quedan menos escépticos que rechazan la inversión en tecnologías para facilitar las relaciones sociales, económicas y políticas en una sociedad, por tanto, se deben seguir explorando y fomentando espacios formativos para su uso. En este contexto, es muy importante la conciencia del papel de las nuevas tecnologías en el bienestar humano por parte de las altas instancias del proyecto social cubano. De hecho, recientemente se ha reconocido que

    […] el sustancial mejoramiento de la infraestructura tecnológica o la masiva y profunda preparación del capital humano desde edades tempranas, son ejemplos de los ingentes esfuerzos del Estado Socialista por transitar aceleradamente hacia la Informatización de la Sociedad Cubana, como vía para aumentar la calidad de vida, la eficiencia y la competitividad del país, garantizando la estabilidad, confiabilidad, vitalidad, seguridad e inviolabilidad de estas tecnologías.8

Será consecuente, entonces, con la premisa de que el conocimiento es patrimonio de toda la humanidad, algo que Cuba ha defendido desde aquellas famosas publicaciones bajo el sello de Edición Revolucionaria (ER), de principios de los sesenta. Se impone continuar la democratización de la presencia y distribución del capital informacional, ahora mediatizado por las tecnologías comunicacionales.

Un enlace sobre «Cuba en la sociedad de la información», del Ministerio de Relaciones Exteriores9 recoge cifras sobre informatización no actualizadas, no obstante, son elocuentes de la voluntad política por el desarrollo de las tecnologías, sobre todo en lo que se refiere al sector estatal, porque no se dispone de cifras sobre la capacidad adquisitiva de los cubanos para tecnologías de uso individual o familiar. No es necesaria una encuesta representativa para percatarnos de que el tema de la inversión en tecnologías está atravesando la canasta familiar cubana como las otras necesidades y carencias que hoy no puede suplir del todo, entre otras causas por la baja capacidad adquisitiva del salario. Por citar ejemplos, los usos de la telefonía celular y la compra de equipos de computación siguen estando en una franja de difícil acceso para la mayoría de los cubanos; por no hablar de la poca disponibilidad de acceso a intranets e Internet en el sector doméstico, en moneda nacional.

No obstante, de seguirse en la política de desarrollo sostenible de la inversión estatal en tecnologías y de continuarse facilitando e incentivando el consumo privado de estas tecnologías, cabe esperar que cada vez más cubanas y cubanos tengan su vida mediada por tecnologías de diferentes tipos relacionadas con la información y la comunicación. El uso de estos equipos favorece la emergencia de formas novedosas de socialidad, particularmente diferentes de aquellas que garantizan los formatos acostumbrados de la comunicación mediatizada (telefonía fija, cine, radio, televisión, etc.), que implican a su vez nuevas formas de relacionarse a través y alrededor de las nuevas tecnologías.

El incremento de la facilidad de uso impone el reto de una alfabetización digital enfocada hacia la creación de destrezas para la vida, ahora atravesada aún más por redes que desde diferentes lugares se basan en el uso de tecnologías. No solo me refiero al consumo de la mensajería (sms) de la telefonía móvil –probablemente el uso más recurrido de las aplicaciones de los celulares en Cuba–, sino a las formas mediante las cuales el sujeto social cubano de hoy puede disponer de las tecnologías para lograr su trabajo de manera óptima. Los usos sociales de las redes existentes, así como la posibilidad y potencialidad de conexiones a intranets nacionales y a Internet, suponen la necesidad de una educación para relacionarnos en el nuevo entorno.

Cabe señalar como una limitante del modelo «social» de las nuevas tecnologías en el país, su enfoque exclusivo hacia el sector social dentro de la inversión estatal. Las demandas sociales en cuanto al uso de las nuevas tecnologías (que irían desde la necesidad de consumo privado de productos culturales para ser vistos en computadoras o dvd digitales, hasta el empleo de la web con fines profesionales y personales) requieren formas combinadas que incentiven el aspecto social de la inversión estatal, como hasta ahora, con la creación de condiciones para facilitar la compra de equipos para uso personal. Vale destacar las medidas recientes de levantamiento de las restricciones aduaneras para la introducción de equipos tecnológicos (computacionales y audiovisuales), que favorece no solo a todos los colaboradores o a cubanos que viajan en misiones oficiales, sino a aquellos que viajan por razones personales. Estas formas combinadas pudieran incluir facilidades de crédito para su adquisición o redistribución subsidiada entre profesionales de los diferentes sectores del país, como se ha hecho en el caso de los periodistas, por citar un ejemplo.

La necesidad de mirar al sector privado en su relación con las nuevas tecnologías resulta importante para las políticas estatales, pero no solo en términos económicos. Desde el punto de vista de las políticas culturales, se impone hoy una programación cultural que tenga en cuenta particularidades del consumo relacionadas con la cultura audiovisual digital. Hoy no existen en la arquitectura programática de las políticas culturales cubanas incentivos de esta índole, y se deja la hegemonía de la oferta en manos de un mercado negro con dudosas «políticas» audiovisuales.

La alfabetización digital tendrá el reto de venir como parte de un proceso creciente de reinstitucionalización del sector cultural anclado aún en la gestión de la «alta cultura» y el patrimonio, sin control de las industrias culturales mediáticas y sin percatarse todavía del cambio en las formas en que se produce, circula y consume la cultura hoy. En este sentido, es muy necesaria la alfabetización audiovisual, sobre todo, en materia de políticas culturales, para la formación de un espectador crítico que por elección, y no por prohibición, necesite menos este tipo de mensajes que hacen circular las industrias culturales del ocio mediático, y exija una calidad estética y variedad temática en los productos que consume.

Institucionalidad política y mediatización tecnológica

Los cambios sociales que posibilitan las nuevas tecnologías no llevan solamente a la reinstitucionalización del sector cultural, soportan la oportunidad de pensar las tecnologías en términos de su uso por la política para el logro de una participación social más inclusiva. Una alfabetización digital en el marco del socialismo potenciaría una redefinición de la propia institucionalidad política para bien del propio proceso socialista. De hecho, exigiría a la política nuevas formas de expresión con respecto a sus estructuras tradicionales y a su ejercicio. Se abrirían posibilidades inéditas para el sistema electoral (voto ciudadano, mejor organización de datos y socialización de información acerca de los candidatos, facilidades para cubanos que se encuentran fuera y tienen derecho al voto, etc.). Estos recursos permitirían enriquecer y dinamizar, por ejemplo, espacios de rendición de cuentas, de circulación de informaciones, de exigencia no solo a delegados, sino a todos los niveles de la administración del Estado. Igual abrirían la posibilidad de conexión de los cuadros con los ciudadanos, sobre todo en lo referente al planteamiento y la discusión de demandas sociales que, sin desconocer mecanismos tradicionalmente utilizados, recurran a estas formas más dinámicas de circulación social de la información.

Este ejercicio de alfabetización, que como la otra Campaña de Alfabetización (de la cultura letrada de los sesenta), tendría que ser una tarea-país y no una misión-ministerio, admite la reconfiguración de la esfera del trabajo de aquellos que producen cultura, que producen saber desde este tipo de mediatización. Con esto, se superaría la sectorialización actual en la gestión social (educación, salud, economía, cultura, etc., como parcelas separadas) y se favorecería la implicación de los múltiples actores que deben intervenir en el cambio cultural. Con respecto a la necesidad de un salto cualitativo en la institucionalidad, un reto sería justamente el de interrelacionar políticas sectoriales como informática y educación, cultura y trabajo, economía y seguridad social, cooperación y relaciones exteriores, defensa y poder popular, etc., hacia políticas dirigidas al incentivo de la formación y el desarrollo de capacidades de interacción con las tecnologías de la información y la comunicación de profesores en todos los niveles.

En el nivel estatal se están dando pasos importantes hacia lo que se ha llamado la soberanía comunicacional. Tanto la explotación del satélite Simón Bolívar colocado en órbita por Venezuela, como un cable submarino para la conexión a Internet, actualmente en fabricación, para fines de 2010 ofrecerían un aumento de la capacidad de conexión, que pudiera convertirse en posibilidades de socializar ese recurso entre una mayor cantidad de cubanos y cubanas. La socialización de un recurso como Internet, por ejemplo, implica un aumento de las posibilidades en cuanto al ejercicio de la ciudadanía, algo vital en el socialismo, y abriría infinitas posibilidades para la socialización de la información por todos los canales disponibles, al mismo tiempo que desde el ángulo de la alfabetización llevaría a explorar formas de replantearse el ejercicio ciudadano, a partir del uso de las nuevas tecnologías. Esta reconfiguración del ámbito ciudadano requiere la formación de capacidades culturales. Es un hecho la expansión exponencial de las posibilidades de producir y hacer circular y consumir el saber que viene aparejado con la necesidad de conocer para hacer (know how). Este aumento de las capacidades de producción, circulación y consumo, expresaría una apuesta socialista, que exige poner a disposición de la mayoría los recursos para producir las versiones de la realidad y construir el consenso. La ganancia social de la explotación de las nuevas tecnologías en la conformación del discurso sobre qué es la política, y en la generación de la versión común del proyecto social y el país deseados, sería de un valor a considerar en la propia práctica revolucionaria.

Racionalidad comunicativa, modelo educativo y participación social

Si en algún aspecto se hace necesaria la alfabetización digital es para explotar las formas en que las tecnologías de la información y la comunicación aportan habilidades de comunicación, tanto aquellas relacionadas con aprender a interactuar, preparación para dialogar, formación del criterio, etc., como otras relacionadas con la responsabilidad en el uso de los medios. A ello se suman las destrezas técnicas en el uso de los medios, sobre todo aquellas referidas a la producción cultural en el nuevo entorno, y a herramientas para el análisis de los contenidos y expresiones de los medios, y su relación con intereses extramediáticos (destrezas de recepción activa). Resumimos también otras que tienen que ver con destrezas de producción cultural y su mediatización, que quedarían complementariamente cercanas al aprendizaje digital, como aprender a aprender; aprender a producir; aprender a circular; aprender a compartir; aprender a convivir, etcétera.

Se trata de una educación para la comunicación, basada en las potencialidades de la web y otros dispositivos tecnológicos al uso. Con respecto a la relación de los ciudadanos con los medios, Spiro Kiousis se refiere al concepto de interactividad como uno de los que más está apalancando el desarrollo de los medios digitales, y lo define en términos de cómo el grado en que una tecnología de comunicación puede crear un ambiente mediado en el cual los participantes pueden comunicar (uno a uno; uno a muchos; muchos a muchos), tanto sincrónicamente como asincrónicamente, y participan de un intercambio de mensajes recíproco.10 Estas potencialidades suponen una competencia, un saber hacer difícilmente concebible como crítico sin un saber aprender, sin una alfabetización digital.

Otro autor, Ben Scott, habla del impacto de Internet, por ejemplo, en la producción de comunicación, ya referido a los medios conocidos dentro del periodismo, por ejemplo. Un primer punto lo coloca en el impacto positivo o negativo de Internet en el contenido del periodismo con respecto a qué están poniendo los editores en sus webs. Habla de una tendencia al infotainment,11 noticias para una publicidad corporativa y gubernamental, y sobredimensionamiento de la imagen con respecto a la noticia. Asimismo, se refiere a que las fuerzas económicas y políticas que presionan al periodismo y llevan al empobrecimiento de su contenido en los medios convencionales, se dan igualmente en el modo digital. Al mismo tiempo, indica algunas tendencias de la relación entre comunicación mediatizada e Internet: se intenta desviar las partes más grandes del presupuesto de publicidad hacia formas visualmente más atractivas, las decisiones sobre contenidos de la web son más decisiones comerciales que editoriales. Ello teniendo en cuenta el factor de influencia de la producción de noticias online (y que puede explicar la crisis del periodismo) que es la propiedad comercial y la estrategia de negocios de una dirección que responde no a los ciudadanos, sino a los accionistas.12 La llamada cultura general integral tendría que incluir competencias en estos nuevos lenguajes y tomar las nuevas tecnologías como eje fundamental en su pretensión generalizadora y de integralidad.

Es un hecho cierto que interactuar con tecnologías no es solo saber navegar en una multimedia, dibujar en Paint y haber recibido un curso de Excel. Es saber cómo la tecnología sirve para ser más libres y desarrollar una sociedad más justa. Por ejemplo, si una experiencia me parece útil para el socialismo es aquella de la colaboración en los wikis, esos espacios de construcción común del saber –que son un elocuente ejemplo del uso de las tecnologías para ir más allá del modelo de trasmisión unidireccional a otro pluridireccional donde los espacios de aprendizaje rompen la educación bancaria de la que Freyre nos prevenía–. Wikipedia, la gigante enciclopedia en los idiomas más hablados, confirma una experiencia exitosa en circulación y aporte del conocimiento con fines educativos. Nunca antes estuvo tan cerca la posibilidad de subvertir, cuestionar y poner en la realidad la promesa de participación de los medios audiovisuales tradicionales. Ahora, con la tecnología multimedia, dicha promesa camina hacia la superación del simulacro presencial de la comunicación humana. La comunicación mediatizada por las tecnologías está lejos de sustituir la expresividad de la relación interpersonal, al mismo tiempo que, desde el campo de la educación, le es difícil crear per se competencias de nuevos formatos. El hombre no se pierde en el proceso de relación con las tecnologías, las encuentra para encontrarse a sí mismo en una facilidad inédita en su experiencia de vida.

Con respecto a las utilidades de las nuevas tecnologías con fines educativos, se habla hoy de las facilidades de los campos virtuales, del llamado e-learning (aprendizaje electrónico); de blended learning (diseño docente en el que la tecnología de uso presencial y la virtual se combinan para optimizar el proceso de aprendizaje).13 Se habla del uso de los medios tradicionales (televisión, sobre todo), y de recursos multimedia para el campo educativo. La alfabetización digital tendría que ser una apuesta que conduzca a la búsqueda de formas efectivas para producir un aprendizaje crítico. Hago énfasis en esto, porque me parece vital en el nuevo entorno tendiente a la sobresaturación informativa. Por ejemplo, mucho se ha discutido sobre los recursos hegemónicos en la construcción de los criterios por parte de motores de búsqueda como Google. A pesar de ello, es indiscutible su economía de esfuerzo para el investigador, el universitario o la persona en general. Un investigador, por ejemplo, hace diez años hubiera tardado mucho tiempo en «tener una idea» de la diversidad de su campo de conocimiento. Hoy saber quién dice qué en cualquier campo de estudios puede resolverse con un día de trabajo, si se sabe buscar bien. Esta tecnología ayuda a situarse en escala, si, y solo, si la perspectiva es crítica y consciente de quién dice qué. El reto está en democratizar cada vez más no solo el consumo de estos motores de búsqueda, sino en producir otros que incluyan lo que estos excluyen, que sean capaces de complementar el discurso dominante, que dispone de los recursos existentes, para vender la imagen del mundo que mejor les conviene.

En este sentido, la política tendría que ser la de la educación permanente, algo que tiene que ver con crear condiciones en los maestros –y en la sociedad toda– para la adquisición de tecnologías, y el imperativo de su explotación al máximo en su trabajo como exigencia constante. La educación permanente es fundamental porque hoy hablamos no solo del aprendizaje sobre el modo en que se da la existencia real desde las parcelas del conocimiento tradicionales (biología, matemática, física, química, lengua, etc.), sino sobre el modo en que opera un mundo donde se dan procesos inéditos de mediatización tecnológica. El trabajo en equipos multidisciplinarios y la tendencia a acelerar los ritmos de producción cultural serían temas a revisar, entre otros, por la organización social del trabajo, teniendo en cuenta tanto la celeridad con que evolucionan las tecnologías, como la reconfiguración incesante de los saberes adquiridos –no ya solo dentro del campo profesional como lo conocíamos–, sino dirigidos a plantear contenidos mucho más elaborados que serán susceptibles de ser modificados, emplazados y discutidos cada vez más.

Por otra parte, en el desarrollo tecnológico hay un cambio de ritos, de formas tradicionales de enseñar, de estrategias formativas, de modalidades y metodologías de aprendizaje, y de líneas y técnicas de formación. Se exige, por tanto, una alfabetización que conciba la educación en el entorno digital no como la transferencia de conocimiento de la forma más barata, simple y efectiva, sino como el proceso «conversacional» en el cual ambos sujetos, educador y educando, quedan expuestos a la transformación conjunta de un modo ameno, más rápido, consciente y eficaz.

Una alfabetización digital implica la ruptura con un paradigma educativo basado en la adquisición de conocimientos para establecer otro que implique la transformación de la información en saber teórico y práctico sobre las concepciones del mundo, y cree conciencia crítica de la propia existencia y de la ajena. Competencias que tienen que ver con el manejo de las herramientas tecnológicas (hardware y software); destrezas de comunicación que posibiliten la dimensión interactiva de las nuevas tecnologías y la predisposición a su uso social cotidiano, de existir la posibilidad; la capacidad crítica para el análisis de los contenidos mediatizados y de los propios recursos tecnológicos y sus usos más diversos; destreza a nivel de operadores perceptivos, que tengan que ver con la capacidad de interactuar con la información (búsqueda, selección, producción de información, circulación, etcétera.)

El reto de la alfabetización audiovisual va de la mano con una alfabetización estética, de las sensibilidades y los gustos, y las infinitas variantes potenciales de todas las formas conocidas hasta hoy, en todos los modelos, sobre todo. Este punto sería interesante para la transición necesaria en el modelo de producir comunicación para la web, en lo fundamental referido al campo del periodismo digital, que en Cuba sigue sin explotar dejando las webs locales en un estadio de rudimento comparable solo con seguir escribiendo a máquina después de la existencia de las computadoras.

Lo que sí debe discutirse hasta su logro, es que en la alfabetización digital desde el socialismo, se tendrían que incentivar las destrezas dirigidas a reforzar la comunicación participativa, y a explotar al máximo las posibilidades de los dispositivos interactivos de cara al uso social extendido de estas herramientas sociales. La nueva cultura que se produce bajo los formatos de la época implica nuevos contenidos, pero también exige nuevas destrezas para la comprensión de esos contenidos. Incluso, las nuevas tecnologías tienen que servir para el fomento de una cultura del debate sobre los temas más candentes y que interesan a los grupos más disímiles de la sociedad. Los wikis fueron un ejemplo, pero también están otras facilidades de uso que los formatos de chats, blogs, foros y listas tienen dentro de los ejercicios ciudadanos. Su orientación hacia el beneficio comunitario en la creación de canales de circulación de la información adicionales implica la necesidad de formar en ciudadanía, una función esencial de las instituciones educativas no del todo atendida por nuestro sistema escolar. Según Manuel Castells, «la inmensa mayoría de los bloggers se deslizará hacia el cotilleo, la impudicia, la confesión, la confidencia y el striptease psicológico»,14 sin embargo, cabe la esperanza de un uso alternativo en función del proyecto que está muy relacionado con una alfabetización digital sobre una base política sólida y un sentido social de pertenencia fuerte.

Actualizaciones para anticipar el futuro: cierre inconcluso

Por supuesto que las críticas sobre los usos de las nuevas tecnologías en los campos más variados de la sociedad, pueden traer todas las resistencias justificadas –o justificables– desde los criterios más diversos. Personalmente creo que en la sociedad cubana falta un debate –otro entre tantos– sobre este tema de los usos de la información como un derecho y una inversión de la Revolución en estos cincuenta años y, sobre todo, de su asunción como un recurso de socialización de posibilidades para la construcción de un mejor país. Así, en términos de cambio cultural, las posiciones «apocalíticas» o «integradas» responderían muchas veces más a intereses políticos que a criterios razonados y críticos. Estoy convencido de que en un mundo donde crece la información disponible y las condiciones de acceso, solo a través de una educación sólida se conseguirá una brújula en las autopistas de la información.

Una alfabetización audiovisual en el entorno digital puede contribuir a actualizar la propia imagen de la Revolución. Parece haber consenso entre los especialistas en que la «cara» audiovisual del discurso político exige una renovación, de modo que los productos de la propaganda consigan una factura de mayor acabado y resulten realmente útiles para la producción de unidad y afinidades con el proyecto social. Es incuestionable la potencialidad de la cultura digital para dicha actualización, de modo que reencante a las nuevas generaciones, protagonistas de la continuidad del sistema y de los usos mediáticos. Igualmente, como dispositivo contrahegemónico, su capacidad no ha sido lo suficientemente explotada, en un contexto donde prima «la experiencia de ser googly»,15 esto es, que el buscador y sus programadores, como Dios, establecerá las jerarquías sobre lo incluible y desechable en el campo de la información. Los quince minutos de fama de los medios antiguos han dado paso a una «verdad» que se hace correr por estos días: «Si apareces en Internet, “existes”, sine qua non.» Por eso, siempre el acceso a la información debe ir parejo con un desarrollo de competencias críticas para el trabajo con los contenidos provenientes de cualquier parte, por lo cual la alfabetización es una pieza clave y coherente en un país subdesarrollado con una de las tasas de alfabetización más altas del planeta.

En muchos discursos políticos reacios a reconocer la realidad pujante de los usos de las nuevas tecnologías por el mundo desarrollado, encontramos objeciones a hablar de alfabetización digital por ilusoria en momentos en que la educación primaria es una de las llamadas metas de desarrollo del milenio que está lejos de cumplirse aún. Al pensar el derecho a la comunicación como un derecho cultural más, se le está dando un papel central en la cuestión vital de las formas de ser y estar en el mundo contemporáneo del bienestar humano. Todo esto pudiera sonarle a algunos como «ciencia ficción» en nuestro país, por las dificultades para la adquisición de tecnologías. Incluso, este hecho pudiera darse peor en otras grandes regiones del mundo donde la garantía de una educación primaria es un lujo. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 2008, se estima que en América Latina y el Caribe 33,2% de la población (182 millones de personas) vive en la pobreza, casi un punto porcentual por debajo de la tasa anotada en 2007 (34,1%, 184 millones de personas). La pobreza extrema o indigencia habría aumentado levemente, al pasar de 12,6% en 2007 (68 millones de personas) a un proyectado 12,9% en 2008 (71 millones).16 Puede ser –y digo puede porque en consumo cultural las generalizaciones no siempre se dan– que ninguno de ellos «esté conectado», pero es muy probable que tengan dentro de sus aspiraciones o sus demandas de inclusión, el uso de las tecnologías que se ofrecen como «naturales» y alcanzables por el sistema de consumo.

Lo cierto es que en Cuba, en las circunstancias actuales, la alfabetización debe favorecer la construcción de un discurso político-cultural resonante y con pregnancia, renovado, de producción de consenso a partir del uso de la tecnología y su combinación con los medios tradicionales. Innovación y socialismo serían dos premisas a incluir en una alfabetización que visibilizará nuevas prácticas sociales que emergerán en el uso de la tecnología, al mismo tiempo que nuevos sujetos que se identifican alrededor de prácticas de consumo o productos culturales que las implican. El mayor reto estaría, sobre todo, en pasar del individualismo conectado que definen algunos sociólogos contemporáneos como Flichy, hacia un socialismo que tome la tecnología como recurso de su propia estructura de ordenamiento social. Para ello, la posición revolucionaria nunca sería la de «ver para creer», sino la de «saber para participar».

1 Jorge Luis Acanda, «Intervención en el panel Mediaciones sobre educación, ciencias sociales y cambio social», en Educación popular y alternativas políticas en América latina, vol. II, no. 9, La Habana, Editorial Caminos, pp. 71-79.

2 Martín Hopenhayn, «¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura», en Daniel Mato (comp.), Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Colección Programa Grupos de Trabajo, 2002, pp. 69-89.
 
3 Néstor García Canclini, Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad, Barcelona, Gedisa, 2004.

4 N. García Canclini, «Definiciones en transición», en Daniel Mato, Cultura, política y sociedad. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2005, pp. 181-197.

5Nancy Fraser, «¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la era postsocialista», en New Left Review, no. 0, enero de 2000, pp. 126-155.

6Ibídem, p. 127.
 
7 Discurso pronunciado por el Comandante de la Revolución, Ramiro Valdés Menéndez, ministro de la Informática y las Comunicaciones en el acto inaugural de la XII Convención y Expo Internacional, Informática 2007, en http://www.cubaminrex.cu/Sociedad_Informacion/2007/DiscursoRamiro.htm#1
 
8 Ídem.
 
9 Consúltese: http://www.cubaminrex.cu/Sociedad_Informacion/Cifras.htmn

10 Spiro Kiousis, «Interactivity: A Concept Explication», en New Media Society, vol. 4, no. 355, 2002.

11 Palabra formada en inglés de la mezcla de information (información) y entertainment (entretenimiento).

12 Ben Scott, 2005 «A Contemporary History of Digital Journalism», en Television New Media, vol. 6, no. 89, 2005.

13 Véase Antonio Bartolomé y Martín Anello, «La distancia no es el olvido. Apuntes al hilo de la mediación educativa hoy», en Telos, no. 67, abril-junio, Madrid, 2006, p. 59.

14 Manuel Castells, «Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la política», en Telos, no. 74, Madrid, 2008.

15 Isabel Aguilera, «La experiencia de ser googly», en Telos, no. 69, Madrid, 2006, p. 96.

16 CEPAL, Panorama social de América Latina 2008, Santiago de Chile. Disponible en http://www.eclac.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/2/34732/P34732.xml&xsl=/dds/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl

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