FICHA ANALÍTICA

Desde el otro lado de la pantalla
Liñares Fleites, Cecilia

Título: Desde el otro lado de la pantalla

Autor(es): Cecilia Liñares Fleites

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 13

Año de publicación: 2009

La necesidad de reflexionar sobre los públicos, conocer sus demandas, vislumbrar las múltiples mediaciones que configuran sus gustos y comportamientos, es un planteamiento que hoy alcanza poca resistencia. Estadísticas, encuestas y análisis cualitativos se conjugan en el intento por explicar los procesos de uso, apropiación y negociación de productos, donde se construye sentido, objetivan deseos, cristalizan rituales, se comunica e integra y a la vez diferencian y distinguen.1

El consumo cultural, si bien no ha constituido una prioridad en las agendas de investigación de las ciencias sociales cubanas, no ha dejado de estar presente, de una manera u otra. Las indagaciones al respecto han estado interesadas en aproximarse a las complejas dinámicas que subyacen en ese otro lado constituido por los espectadores y las audiencias con el propósito fundamental de brindar herramientas a los decisores para la conformación de políticas culturales. Dibujar sus características principales, rastrear tendencias, apuntar relaciones condicionantes, explorar percepciones, adentrarse en el mundo de las necesidades, motivaciones, repertorios de significaciones y conductas que modelan y orientan las formas y niveles de participación cultural de los diferentes sectores poblacionales, identificar cómo estos se involucran con diferentes manifestaciones artísticas y las mediaciones que potencian o frenan estos procesos, constituyen saldos positivos de dichos esfuerzos.

Los resultados acumulados por nuestras investigaciones,2 permiten dibujar un modelo de consumo cultural caracterizado por la centralidad de los medios masivos de comunicación y la convergencia de intereses y prácticas culturales hacia un número reducido de campos artístico-culturales, entre los cuales el cine ocupa un lugar privilegiado.

El gusto y consumo de cine por los cubanos es una tendencia que se mantiene en el tiempo, hasta nuestros días. A lo largo de años, como consecuencia de diversos factores, la evolución de las relaciones del público con esta actividad ha presentado mutaciones importantes, que le imprimen su impronta particular. Diversos elementos enlazan y fracturan ese gusto generalizado por el cine y su correlato en la práctica. La estructura multicondicionada, desde la que se erige dicha relación, donde confluyen y articulan mediaciones tales como: trayectorias profesionales, posición en la estructura social, rasgos socio-demográficos, competencias culturales, particularidades del lenguaje artístico, soportes tecnológicos en que están inscritos los textos, entre otras, a las que se añaden matrices contextuales, tanto macro como micro, de orden cultural, histórico, económico y político, configuran la conducta de nuestros espectadores. Tratar de avanzar en las dinámicas de sus comportamientos equivale a afrontar «un proceso complejo, difuso y diferente a la suma de sus componentes […] algo no abiertamente observable, sino aprehensible solo como construcción.»3

Cada elección, de un espectador, aparentemente individual, está interconectada y anclada a un marco estructural complicado de constricciones y habilitaciones, resultante de la intervención de actores, agentes, procesos y prácticas, que van más allá de las voluntades que se conjugan. Pasan por experiencias y vivencias personales, familiares, colectividades de pertenencia e historias culturales y de formación, las cuales van filtrando un acto de apropiación que se engendra poco a poco, nutrido de la cotidiana interacción de símbolos, valores y representaciones que los sujetos confrontan, para aprobarlos o desecharlos, reinterpretarlos, reescribirlos o legitimarlos y conformar así patrones de gustos y consumos que fertilizan la reproducción de tendencias.

Sin pretender agotar todas las dimensiones de estos complejos procesos, ni debatir todos los asuntos cruciales que cruzan estos temas, tratemos de acercarnos a algunas particularidades del consumo de cine en Cuba.

Preferencia generalizada por el cine

Puede afirmarse con seguridad que a los cubanos nos gusta el cine. Como decíamos anteriormente, esta actividad ocupa los primeros lugares en el espectro de prácticas de consumo cultural, dato que se reitera en todas las indagaciones realizadas en el país sobre el tema. Este hecho no es fortuito. La tradición cinematográfica del público cubano fue estimulada desde los primeros años de la Revolución. La labor sostenida del ICAIC durante estos cincuenta años constituye un factor decisivo en ese sentido. Desde su fundación luchó, por un cine que

    […] debe conservar su condición de arte, y liberado de ataduras mezquinas e inútiles servidumbres, contribuir naturalmente y con todos sus recursos técnicos y prácticos al desarrollo y enriquecimiento del nuevo humanismo que inspira nuestra Revolución […].4

Desde esta perspectiva, el ICAIC reconfiguró toda la estructura cinematográfica del país. Creó las condiciones necesarias para consolidar una industria nacional, cuyas producciones han probado la calidad artística y conceptual de sus realizadores. Estimuló disímiles actividades para la formación de públicos, a través de programas de divulgación y educación cinematográfica por la televisión, auspició el movimiento de cine clubes, y llevó a cabo otras acciones de apreciación en centros laborales y educacionales. Se inauguraron nuevas salas de cine, principalmente en las ciudades del interior. Especialmente la experiencia del cine móvil, constituyó uno de los esfuerzos más significativos en su propósito de democratización cultural, lo cual permitió vencer las barreras geográficas y garantizar a todos el acceso al séptimo arte.

Alcanzar un espectador crítico y reflexivo, han sido propósitos conscientes del accionar de esta institución, desde sus inicios hasta nuestros días. Para ello trató de garantizar una oferta equilibrada en géneros, nacionalidades y temáticas. Poner en pantalla la diversidad de creaciones y propuestas de lo mejor de la cinematografía mundial, tanto en los circuitos comerciales, como a través de festivales, muestras de cine internacional o ciclos específicos, fue y es una estrategia continuada, incluso en los momentos económicos más difíciles. Diversas generaciones de cubanos han podido disfrutar y nutrirse de variadas filmografías, desde Buñuel hasta Kurosawa, de las tendencias de la vanguardia del mundo y particularmente las latinoamericanas.

La actividad productiva de esta institución dio como fruto una extensa obra cinematográfica de altos valores estéticos y revolucionarios. A lo largo de su labor produjo un número considerable de largometrajes, documentales, mediometrajes y noticieros que tuvieron una alta acogida por el público cubano. Muchos de sus filmes han superado más del millón de espectadores y constituyeron verdaderos sucesos de público, hecho poco usual en otros países de la región.

La aceptación y el seguimiento del cine nacional, la asistencia continuada a las salas cinematográficas, incluso en los años en que se produjo una fuerte contracción de ese indicador en otras naciones, constituye una de las singularidades del público cubano.

Otro rasgo que se debe resaltar, es cómo este interés y consumo generalizado del cine en Cuba se encuentra segmentado por factores como edad, sexo, niveles educacionales y ocupación. En ese sentido, los grupos con una relación más estrecha con el cine son los jóvenes (de 15 a 20 años), hombres, estudiantes y aquellos con altos niveles de escolaridad; mientras que las personas de más de 60 años, jubilados y de niveles primarios, son los menos vinculados con esta manifestación. Es decir, el consumo cinematográfico tiende a disminuir con la edad, especialmente en las personas de más de 60 años y a su vez es directamente proporcional al nivel de instrucción.

Otra matriz importante de diferenciación es la que aportan los géneros. Se observa una gran diversidad de preferencias en relación con determinados géneros y temáticas. El de mayor aceptación es el policiaco, seleccionado fundamentalmente por hombres y personas entre 21 y 59 años; le sigue el de aventuras, que decrece ligeramente en el grupo de 21 a 35 años. También se evidencia un conjunto de géneros de alcance medio, similar para los grupos poblacionales, aunque con algunas diferencias. Las artes marciales y la ciencia ficción gustan a hombres y jóvenes, y el interés por estos temas decrece con la edad. El cine musical es de gran aceptación entre las mujeres; mientras que el de horror es menos aceptado por las personas de la tercera edad y, en particular, por los hombres. La comedia, es preferida por las mujeres, interés que aumenta con la edad y alcanza relevancia superior en las personas con más de 60 años.

Por otra parte, uno de los aspectos más relevantes que marcan hoy las relaciones entre la actividad cinematográfica y los espectadores en nuestro país, es la baja asistencia a las salas de cine. Diversos sondeos realizados, constatan cómo la preferencia generalizada y la práctica de ver películas no guarda correspondencia con el uso de los espacios instituidos para su exhibición. En la encuesta de consumo recién realizada, solamente 9,32% de los cubanos afirma haber asistido al menos una vez al mes al cine y únicamente 17,7% declara haberlo hecho en el último año. Las estadísticas también avalan fehacientemente esta tendencia.5

 
Espectadores de cine. Cuba (en millones)
Años      1998      1999     2001       2002     2003       2004       2005      2006      2007
Espectadores (%)     7,7       5,8     
11,1
    8,6       7,1        2,32       1,08      2,7        1,74

El cine móvil llega a una zona alejada de las montañas cubanas.La disminución de la asistencia a las salas de cine, se corresponde con una tendencia internacional, asociada a la influencia de la televisión y otras tecnologías de comunicación. En el caso cubano se añade el impacto social de la crisis económica, su repercusión negativa en la producción, distribución y exhibición cinematográficas y, especialmente, en la ampliación y el mantenimiento de las instituciones.

El defectuoso estado constructivo de los cines, el deterioro de su equipamiento técnico, la baja calidad de las proyecciones, la falta de comodidades (lunetarios dañados, problemas con la climatización), la deficiente variedad en la programación, la disminución de los títulos de estreno y la reducción de tandas, dieron un duro golpe a esta esfera, a pesar de las estrategias alternativas que el sector puso en práctica para palear la crisis.

La añoranza por la pantalla grande de diversos sectores poblacionales continúa y se constata en las diferentes investigaciones realizadas. Se corrobora en la gran presencia de público que se logra en eventos cinematográficos de envergadura como el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, las muestras de cine extranjero o el estreno de determinadas películas de producción nacional.

Sin embargo, la época en que nuestras salas de cine constituían uno de los espacios públicos de mayor significación cultural y socialización por excelencia, ha variado. El espectáculo masivo, que durante tanto tiempo conformó parte de las rutinas de entretenimiento de numerosas personas a lo largo y ancho del país, y ocupaba uno de los lugares centrales de las estructuras de tiempo libre, se ha resentido.

Se ven más películas que nunca, pero sus mapas de acceso son diferentes. El consumo cinematográfico en la actualidad es alto, pero ahora se disputa entre distintas ventanas. La televisión o el video son los soportes principales. De espectáculo público, se ha tornado en privado. Son el hogar propio o el de los familiares y amigos, los escenarios fundamentales. La instalación de otras pantallas habla de desplazamientos que indican el debilitamiento de un paradigma de desarrollo cinematográfico organizado para difundir filmes exclusivamente en los circuitos de exhibición públicos.

Los estudios de consumo muestran que para gran parte de la población cubana la televisión o el video (en aquellos sectores que cuentan con estos equipamientos) son las principales opciones a su mano. El número elevado de horas diarias y de fin de semana dedicadas a la televisión y el lugar que ocupa ver películas programadas en sus espacios, así como mirar cine por otros medios electrónicos, constituyen actividades relevantes para gran parte de la gente, sobre todo para aquellos sectores en los que por su economía les resulta mejor quedarse en casa.

Los esfuerzos sistemáticos por alcanzar una programación variada y de calidad, principios fundamentales de la política cinematográfica en el país, se ven mermados, no solo porque la decisión de ver una película en casa sea un acto de selección personal, sino por el espectro limitado de opciones disponibles que circulan para este formato. El control del mercado cinematográfico por las grandes corporaciones transnacionales norteamericanas hace difícil encontrarrealizaciones de otros países. Por otra parte, es un cine de buena factura, con historias atractivas y habilidad para el manejo de los géneros, especialmente los de acción y aventuras, complementado con un sistema de estrellas, alta profesionalización de su industria y la utilización de fórmulas de éxito cuidadosamente cultivadas y recreadas, elementos que inciden indiscutiblemente en los niveles de aceptación. Como señala Janet Wasko,6 su encanto en caso que sea cierto, no es improvisado ni accidental, sus producciones son diseñadas deliberadamente para mercados globales, así como el personal creativo es estimulado para pensar a esa escala. Ello se combina con diversas prácticas, no siempre catalogadas de leales, que han posibilitado la presencia hegemónica de su industria.

Estudios efectuados apuntan que la aceptación de las películas de Estados Unidos es bastante generalizada, al margen de variables como sexo, edad o niveles económicos. Algunas de las razones que avalan esta preferencia, según la percepción de los públicos es su espectacularidad, lo atractivo de sus historias, los niveles técnicos y su funcionalidad para entretenerse y divertirse, uno de los motivos centrales por los que se plantea que acuden al cine, o se ve una cinta en otro formato.

La limitada presencia del cine nacional, como resultado de las tensiones a que han estado sometidas las actividades cinematográficas nacionales –no obstante la recuperación que viene suscitándose en los últimos años–, el reducido intercambio cinematográfico interregional e internacional y los problemas económicos que limitan la compra de nuevos títulos para la exhibición comercial, no inclinan la balanza hacia la diversidad de la oferta en las salas de cine y menos aun para los circuitos de soporte digital, muchos de carácter alternativo, que resisten formas de regulación o controles tradicionales, y cuya motivación central es la maximización de ganancias.

Precisamente, uno de los retos que se impone a nuestra sociedad es enriquecer en contenidos los múltiples circuitos de exhibición audiovisual que ya no terminan en las salas oscuras o en los espacios de cine por la televisión. Por tanto, es imprescindible reflexionar acerca de cómo crear las condiciones necesarias para garantizar que por ellos circulen y se visualicen expresiones artísticas de calidad, que proporcionen una mayor diversidad de opciones, pero ahora con el reconocimiento de las complejidades que imponen las aceleradas transformaciones tecnológicas.

La pérdida de espectadores en nuestras salas cinematográficas, podría parecer un proceso irreversible, sin embargo, la historia reciente en muchos países refuta este hecho. El cine revive ahora convertido en modernos y confortables complejos cinematográficos, con condiciones óptimas de racionalización y dispuestos a lograr los más altos rendimientos posibles. Sus mecanismos de rotación, acordes con la variabilidad de la demanda a lo largo del período de programación, le permiten diversificar la oferta por géneros y títulos según segmentos de público. No obstante, es necesario precisar que ese retorno de los espectadores a las salas no sigue la misma dirección de períodos anteriores, cuando el cine convocaba audiencias masivas, y los sectores populares eran quienes más asistían a disfrutar y soñar con las historias que allí se exhibían. Hoy acude a estos centros, un público selecto, con recursos económicos suficientes para pagar una entrada que se eleva continuamente, y con capacidad para desplazarse a lugares de difícil acceso, si fuera necesario. Este modelo de exhibición basado en la expansión de salas con cualidades técnicas de excelencia, de la forma que ha sido estructurado y los intereses que respalda, no está al servicio de toda la población de esas naciones. Marcan una vez más desigualdades y segregaciones. El incremento de espectadores se limita a determinados sectores (clase media, media alta y alta); son ellos quienes tienen una concurrencia más asidua y concentran los consumos sociales en este tipo de espacio, para disfrutar de una oferta construida justamente para esa audiencia.

Este modelo, que a pesar de haber propiciado un aumento en la asistencia de espectadores a las salas de cine, construye espacios de desigualdad y marginación, no debe repetirse, pero nos da la medida de que existen caminos para lograr una recuperación de las audiencias. La búsqueda de soluciones que conjuguen la vuelta del público a las salas oscuras, desde principios que no renuncien a la democratización cultural, no profundicen la brecha de desigualdad y no lesionen la posibilidad de entrar en contacto con la diversidad de propuestas nacidas en contextos nacionales y culturales diferentes, constituye un importante desafío para que el cine perdure como espectáculo masivo de encuentro colectivo.

1 Néstor García Canclini, El consumo cultural en México, México DF, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1992.
 
2 Los datos que aparecerán a lo largo de este artículo son resultado de dos encuestas nacionales sobre consumo cultural desarrolladas en 1998 y 2008, y otras investigaciones realizadas sobre el tema por el equipo de Participación y consumo cultural del Instituto Cubano de Investigación Cultural «Juan Marinello».
 
3 Margarita Alonso, La recepción de la telenovela en Cuba, tesis de doctorado, inédita, 2000.
 
4 Ley 169 del Consejo de Ministros de la República de Cuba, La Habana, martes 24 de marzo de 1959, en Pensamiento y política cultural cubanos, La Habana, Pueblo y Educación, 1987, pp. 7-8.
 
5 Ministerio de Cultura, Estadísticas culturales, La Habana, 1999-2007.

6 Janet Wasko, «La economía política del cine», Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, en http://www.ucm.es/BUCM/revistasBUC/portal/ (consultado el 11 de marzo de 2008).

 



 



Descriptor(es)
1. ESTUDIOS DE AUDIENCIA
2. MERCADO CINEMATOGRAFICO
3. NUEVAS TECNOLOGIAS AUDIOVISUALES

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital13/cap01.htm