Nacido en Montevideo, en 1961, y no en Argentina como suele suponerse, realizó varios cortos y mediometrajes independientes (Visite Carlos Paz, 1992; Calafate, 1993), que obtuvieron varios premios locales. En 1994 su proyecto Cuesta abajo es uno de los ganadores del concurso anual de cortos en 35 mm. Escribe los guiones de La expresión del deseo y Un oso rojo, que realizará posteriormente, antes de convertirse en toda una promesa del nuevo-nuevo cine argentino cuando acometió, junto con Bruno Stagnaro, la producción, el guión y la codirección de Pizza, birra, faso (1998), merecedora de varios premios internacionales, y que le consumió dos años de trabajo.

 Tanto Caetano como Stagnaro reconocen la influencia de realizadores como Steven Spielberg y John Woo, pero también a nacionales como Leopoldo Torre Nilsson, Leonardo Favio y Lucas Demare, pero Pizza, birra, faso se inscribe en la tradición del realismo social y melodramático, que se proponía el reflejo de la realidad no siempre de manera conciliatoria. "No teníamos la preocupación a priori de contar una historia de marginales, pero sí de contar —aseguró Caetano al periódico del Festival de La Habana— lo que me interesaba: un realismo en la imagen y en la actuación. La idea era que pareciera un documental, con una estética como de una cámara que se mete en un lugar. Los personajes son víctimas de un destino que ni siquiera llegan a entender, y terminan enfrentándose entre sí. Me siento cómodo contando desde el punto de vista de las clases bajas. Pero eso no significa que uno tenga que contar siempre la misma historia".

El segundo largometraje de Caetano, Bolivia (2000) resultó ganador de la sección Made in Spanish en el Festival de San Sebastián. La revista española Fotogramas, aseguró en torno a Bolivia: “Los actores no interpretan, viven con intensidad y convicción unos personajes que no necesitan de grandes discursos para mostrarse tal como son. En apenas tres días configuran un mosaico de actitudes y tipologías que trascienden el reducido marco de la trama para ser universales y, por lo tanto, perfectamente reconocibles”.

El corto No necesitamos de nadie (2001) viene a continuación y posteriormente trabaja en publicidad y realiza un episodio del filme colectivo Historias de la Argentina en vivo (2001). El año siguiente asume la dirección del telefilme La cautiva, sobre un texto clásico de Esteban Echeverría, el documental para la televisión Piedra líquida y el largometraje policíaco, con matices de thriller, Un oso rojo (2002), con el cual obtiene el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

A la televisión regresa en 2003 para realizar las miniseries Tumberos y Disputas, mientras sigue trabajando en publicidad. Luego, continúa en ese giro, y realizando cortos o filmes de televisión, cuando no le alcanzaba el presupuesto para hacer largometrajes de ficción. No obstante, en 2006 consiguió estrenar Crónica de una fuga, exhibida en el Festival de Cannes y colmada de renocimientos nacionales e internacionales.

Francia, su último filme, fue ganador de una mención especial en la sección Horizontes Latinos de la 57º edición del Festival de Cine de San Sebastián.