FICHA ANALÍTICA

El cine que soñamos
Mazón Robau, Antonio

Título: El cine que soñamos

Autor(es): Antonio Mazón Robau

Fuente: Revista Digital fnCl

Lugar de publicación: La Habana

Año: 7

Número: 8

Mes: enero-marzo

Año de publicación: 2023

Para un analista de cine cubano es muy difícil publicar sus opiniones cuando de un filme nacional se trata. En primer lugar porque el nicho es pequeño y en este medio todos nos conocemos. No estás en New York criticando una película hecha en L. A., cuyo realizador vive allí y es poco probable que te lo encuentres. La Habana es un pañuelo, por otra parte, y siempre ha sido tan difícil, tan costoso y tan complicado filmar un largometraje que da un poco de vergüenza criticar con rectitud a una película que es el producto de tanto esfuerzo. Tanto, que para los realizadores cubanos las películas son como hijos que han criado durante años. Y ya sabemos que los hijos, para sus progenitores, no tienen defectos. Esto explica por qué las películas cubanas exitosas tienen expedientes voluminosos llenos de reseñas, críticas y presentaciones y en cambio aquellas que no gustaron al público o a los críticos, que son la mayoría, apenas tienen algunas hojas en sus expedientes.

Se ha dado el caso que un director, cuyas películas nunca tuvieron un verdadero impacto de público, al realizar, finalmente, una de gran arraigo popular, ese hecho provocó una montaña de reseñas y opiniones positivas y todos los colegas de la crítica estuvieron encantados de que al fin pudieran decirle con total franqueza al cineasta que su película les había encantado. En cuanto a la reacción de los directores ante las críticas hay mucha tela por donde cortar y el anecdotario es variado. Ha habido algún caso de violencia física, de ofensas a los críticos en los medios, y algún colega ha sido amenazado, pero es exagerado atribuir esas reacciones a la generalidad de los realizadores. Estos, en ocasiones, han decidido contestar a los críticos con respuestas por escrito, otros han decidido leer los análisis o no hacerlo y coincidir con ellos o no, y la posición más original es la de nuestro Fernando Pérez que me dijo una vez que él siempre estaba de acuerdo con los críticos.

Dicho todo esto y me disculpo de antemano con los cineastas, he hecho un estudio de los últimos doce años, es decir, del 2011 al 2022 respecto a los filmes nacionales de ficción estrenados y realmente creo que el análisis revela que la producción ha sido baja, el impacto entre el público ha sido escaso salvo excepciones, y ningún título ha llegado a competir en los más grandes Festivales Internacionales.

Y es que en el inconsciente colectivo, cuando pensamos en cine cubano volvemos una y otra vez sobre los mismos filmes, los mismos nombres, la misma mística, la misma época: Los años 60, Lucía, Memorias, La primera carga al machete, Sara Gómez, Titón, Santiago Álvarez. Qué duda cabe que fue nuestra “época de oro” como la tuvieron otras cinematografías que brillaron en la llamada década prodigiosa. Pero ese recurrir una y otra vez a los referidos clásicos demuestra que la cinematografía nacional no se ha renovado nunca con la misma pujanza, con la intensiva elaboración de nuevas formas expresivas del lenguaje fílmico.

 Recordar es un sentimiento patrimonial de mucho respeto pero ha faltado la llegada de una generación que hubiera formulado los nuevos paradigmas... Creo que a comienzos de la pasada década surgió el germen de la renovación a través de algunos jóvenes cineastas. Melaza de Carlos Lechiga, La Piscina de Carlos Machado Quintela y Larga Distancia, de Esteban Insausti, fueron ejemplos de un nuevo cine de ficción cubano en el que se advertían algunas influencias de corrientes presentes en el cine internacional del momento, estos jóvenes de alguna forma se despegaban de la fuerte tradición del cine del ICAIC hecho hasta entonces.

Dichos elementos de renovación ya se advertían en las obras, documentales y cortometrajes de otros jóvenes de aquellos años, cuyos materiales se mostraban en la Muestra de Jóvenes Realizadores. Pero claro, la ficción es más compleja y requiere muchos medios. Y ese es el asunto que me ocupa en estas reflexiones.

No voy a hacer un recuento pormenorizado de cada filme exhibido en el período de referencia, no es el propósito de este trabajo, que lo que intenta es marcar las líneas generales, resaltar los valores e intentar visionar el futuro. Creo que se hace evidente anotar cuáles, a mi juicio, han sido los grandes éxitos de los últimos 12años. En primer lugar sobresale por si sola la película Conducta (2014) de Ernesto Daranas, multipremiado filme que tuvo un enorme arraigo entre los espectadores y provocó encomiados elogios por casi la totalidad de los críticos.

Otro filme que gozó de la admiración de expertos y público fue Inocencia (2018) del realizador Alejandro Gil que se convirtió por derecho propio en el filme histórico más destacado del período de referencia. Estas dos películas son, hasta el momento, las obras cimeras de dichos realizadores. En este grupo delo más sobresaliente de esa etapa debe incluirse La película de Ana (2012) de Daniel Díaz Torres, con una impresionante Laura de la Uz, Esther en alguna parte (2013), inspirada cinta de Gerardo Chijona que significó el regreso a nuestras pantallas del gran actor Reinaldo Miravalles acompañado de otro importante intérprete, Enrique Molina, Vestido de novia (2014) buen debut de Marilyn Solaya en la realización, El acompañante (2015) correcto filme de Pavel Giroud, Últimos días en La Habana (2016), formidable película del veterano cineasta Fernando Pérez, siempre sorprendente en cada ocasión, que significó a su vez una revalorización positiva del excelente actor Jorge Martínez, y Sergio y Serguei (2017), de Daranas, que como las anteriores fue elegida por la crítica cubana entre los estrenos más destacados del año en que fueron exhibidas.

Y no puede faltar nuestra inclusión en el subgénero de cine de zombis, el filme Juan de los muertos de Alejandro Brugués, ganador del premio español Goya. Si contabilizáramos el total de filmes cubanos estrenados en esos 12 años eso daría una cifra cercana a los 50 títulos, lo que haría un promedio de 4 largometrajes por año realizados de distinta forma: producidos por el ICAIC, coproducciones, independientes, independientes filmados con ayuda del ICAIC, o realizados por otras entidades como RTV comercial. En cualquier caso la cifra anual de producción es baja.

Creo que esa es una poderosa razón para que el nivel general de nuestro cine no sea el que esperamos. Respecto a este asunto, siempre recuerdo que al final de cada edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano analizo el total de filmes vistos, podría ser 20 o 25 y llego a la conclusión que de todos esos títulos me han parecido extraordinarios, fuera de lo común, de una marcada originalidad, solo 4 ó 5. No hace mucho comenté este aspecto a un colega brasileño asiduo a grandes festivales y me dijo: “si fueras a Cannes te pasaría lo mismo, es decir, de 40 que viste te gustarían 15 o algo así”.

Creo que la conclusión es obvia, no tendremos un cine de resonancias internacionales, con la probabilidad de participar en grandes festivales clase A, hasta que no tengamos una amplia producción de largometrajes, donde haya multiplicidad de estilos, de puntos de vista, de conceptos, de intenciones, un cine donde cada cual abogue por su propia marca, donde se filme mucho para que cada cineasta pueda aprender, repasar sus errores, experimentar y abrirse a nuevos rumbos.

Todo esto, a diferencia de lo que pasa regularmente en nuestros días con los debuts de los jóvenes realizadores, que en su primer filme intentan abarcar múltiples tramas, como si fueran varias películas en una, o sea, decirlo todo sobre todo, a veces a empellones, probablemente con la sospecha que van a tardar mucho en ponerse nuevamente detrás de las cámaras. No deseo concluir estas líneas sin referirme al documental, tanto a los realizados por el ICAIC o por otras vías alternativas.

Hay títulos muy destacados en este campo y quisiera mencionar primeramente el documental de largometraje filmado por Manuel Herrera sobre el cineasta Julio García Espinosa, Retrato de un artista siempre adolescente (2019), la coproducción A media voz (2019), hecha a cuatro manos por Heidi Hassan y Patricia Pérez, ganadora de importantes distinciones, La isla y los signos (2014) de Raydel Araoz, Héroe de culto (2015) de Ernesto Sánchez, Los viejos heraldos (2018) de Luis Alejandro Yero, ganador del Coral en el Festival de La Habana, y un realizador que estrenó en días pasados nada menos que en el Festival de Berlín su nuevo trabajo titulado Llamadas desde Moscú (2023).

Y reconocer el trabajo de las realizadores Lizette Vila e Ingrid León en cuanto a su inquietud por los necesarios temas vinculados a la mujer, así como celebrar la trayectoria fílmica de la cineasta Gloria Rolando, que pronto estará de cumpleaños y hubo diversas actividades sobre su gran trabajo documental que incluyó la premiere de su nuevo título, la serie en tres partes Hermanas de corazón (2022) y una retrospectiva de su filmografía que pronto se exhibirá en la Cinemateca de Cuba. Y esta relación de documentales destacados no puede finalizar sin hacer mención a Landrián (2022), el sobresaliente trabajo de Daranas sobre el realizador Nicolás Guillén Landrián.

Sería justo mencionar, aunque brevemente, aquello que constituye al buen decir del cienfueguero Jorge Luis Urra, la piel del cine, es decir, los actores y actrices que han hecho posible todos estos filmes. Siempre esta relación será injusta, pero no deben dejar de mencionarse además de los ya nombrados, a Luis Alberto García, Isabel Santos, Carlos Enrique Amirante, Mario Guerra, Héctor Noas, Osvaldo Doimeadiós, Yenny Soria, Yuliet Cruz, Tomás Cao, Miriel Cejas, Armando Miguel Gómez, Vladimir Cruz, Alina Rodríguez, Néstor Jiménez, Mirtha Ibarra y Jorge Perugorría.