FICHA ANALÍTICA

“El cine es la liberación”: Edmundo Aray y sus héroes cinematográficos
Planas, Libia

Título: “El cine es la liberación”: Edmundo Aray y sus héroes cinematográficos

Autor(es): Libia Planas

Fuente: Revista Digital fnCl

Lugar de publicación: La Habana

Año: 1

Número: 1

Mes: Noviembre

Año de publicación: 2009

*** En noviembre se estrena en La Habana, Cuba, el tercer largometraje de animación de este escritor, intelectual y cineasta venezolano, arraigado en Mérida. Con “Simón Rodríguez, ése soy yo” que escribió y dirigió, completa una trilogía que tuvo, junto con Simón Bolívar y José Martí, a iconos latinoamericanos como protagonistas

***La película es financiada por el Centro Nacional de la Cinematografía y La Villa del Cine, con la colaboración del Instituto Cubano del Arte y de la Industria Cinematográficos (ICAIC), la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, capítulo Mérida,  la  Universidad de Los Andes y su Escuela de Medios Audiovisuales y el propio Edmundo Aray.


Nuestro cine –el latinoamericano- también tiene sus sagas. Y asimismo están plagadas de heroísmo, aventuras y magia. En el caso nacional, sólo basta recordar al prolífico director  Román Chalbaud  con sus películas “La quema de Judas”, “Sagrado y Obsceno” y “El Pez que Fuma”, trilogía que retrató a la Venezuela de las década de  los años 70 y donde, inteligentemente, el cineasta criollo fusionó héroes y villanos reales, con el telón de fondo de un país que se debatía entre lo rural y urbano, entre el atraso y el “progreso”, entre el compromiso político y la vida fácil.

Han pasado muchos años y aunque la diversidad de temas hoy es amplia para el renovado cine venezolano, hay espíritus sensibles que prefieren abordar, por amor y convicción, la historia de una región que no ha terminado de construirse, y los héroes que han hecho posible estos acontecimientos.

Edmundo Aray es uno de ellos, y  ha escogido esta temática utilizando uno de los géneros cinematográficos quizás más difíciles: la animación, y dar vida a  personajes de barro moldeados por las  manos de creadores populares y un grupo de ceramistas, reinventando, sin lugar a dudas, el cine de animación.

A propósito del próximo estreno de la tercera película de su trilogía sobre los protagonistas de la historia latinoamericana, “Simón Rodríguez, ése soy yo”, quisimos indagar  un poco más sobre este creador multifacético  que ha hecho  del cine y la literatura, sus canales de expresión artística, y de la política y la economía, sus filosofías de vida. Cuatro áreas que son su pasión, según el mismo lo confiesa, y que para él, no están desligadas la una de la otra.


La ULA: cuna de cineastas

Primero fue “Simón Bolívar, ése soy yo”, película de animación  sobre el Libertador suramericano a la que le siguió “José Martí, ése soy yo”,  héroe anticolonialista, anti-imperialista y líder indiscutible de la independencia cubana. Ahora Aray echó mano del maestro, para recrear la última historia de esta saga animada nacional en “Simón Rodríguez, ése soy yo”.

En el set de filmación –una gran maqueta ubicada en el Departamento de Cine de la Universidad de Los Andes donde se mueven los muñecos de cerámica que representan los personajes- nos encontramos al hombre y artista. Es innegable su amor por este lugar. Se siente y se percibe su arraigo a esta cantera de cineastas que desde los años 60 ha hecho historia en el desarrollo del cine venezolano.

“Yo me vine a Mérida, estando en la Universidad Central de Venezuela,  invitado por el rector Pedro Rincón Gutiérrez para que asumiera el cargo de Director de Cultura de la ULA, una dependencia por donde han pasado nombres  de la talla de  Gallegos Ortiz, César Rengifo, Oswaldo Vigas, Carlos Contramaestre, Salvador Garmendia, entre otros. En ese momento, Tarek  Souki -director del Departemento- viaja a Italia, y en  un tiempo determinado,  yo paso a ser el director del departamento, luego de  Souki, donde me quedo más o menos hasta 1994”.

Edmundo Aray  seducido totalmente por el cine se entrega de lleno a este movimiento y a su  actividad creadora como escritor. “En ese departamento me enamoré y me apasioné mucho más por el cine. Sobre todo, porque pensábamos  que estábamos haciendo un gran trabajo, produciendo un buen cine realizado por jóvenes que, hoy en día, son grandes figuras de la cinematografía nacional, como Andrés Agusti, Carlos Azpurua, Thaelman Urgelles, Armando Arce y muchos más”, dice Edmundo Aray con entusiasmo.

Todo el mundo venía para acá, continúa, o bien a trabajar con nosotros,  o para solicitar coproducciones. Por el Departamento de Cine de la ULA desfilaron cineastas latinoamericanos como Fernando Birri, Patricio Guzmán y Jorge Sanjinés. Esos tres nombres te dan una idea de la importancia que tenía el departamento.


Escritor, político, cineasta y amigo

Publicaciones como la revista Sardio, en Caracas, El Techo de la Ballena, y Rocinante,  le dieron la oportunidad de explorar y expresarse mediante la literatura y la política, “porque ninguna de la gente de nuestra generación escapó de una militancia política. Normalmente ninguno de nosotros sabía en qué organización política militaba. Muchos venían de la Juventud Comunista, Acción Democrática, el MIR, pero todos de alguna manera participaban del proceso insurrecional”.

“En Venezuela los intelectuales siempre han estado ligados a los procesos políticos. Yo, que estudiaba periodismo y economía, me reunía muchísimo con los escritores, a veces hasta tres o cuatro veces por semana. En consecuencia, no había tiempo para estudiar dos carreras. Mi vida comenzó a girar a partir de mi amistad con Carlos Rebolledo, entre la literatura, la militancia política, la economía y el cine. Esos han sido mis cuatro frentes de trabajo”.

Edmundo Aray reconoce que su relación con el cine se inicia gracias a su amistad con el cineasta Carlos Rebolledo, quien había estado en el exilio, estudiando en Francia, México, Chile, y luego se vino a hacer cine en Venezuela, con ideas claras y distintas. Las obras de Rebolledo estaban influenciadas en las propuestas fundamentales de Joris Iven  y Chris Marker, y de los cineastas latinoamericanos.

“En esos días de café en Caracas, me dice -voy a hacer una película y yo te necesito a ti, porque tú eres el que está llamado para el cine- El había leído parte de mi obra, me conocía y habíamos hecho muy buena amistad. (Estamos hablando de los años sesenta). Entonces me anima para hacer una película sobre la explotación petrolera en Venezuela de las compañías extranjeras. Era una historia en Cabimas sobre un  periodista, un barbero y un pescador. Pozo Muerto fue su nombre. Creo que en ese proyecto aprendí a  hacer cine parcialmente. Se basó en entrevistas, editamos en la UCV, e hicimos la mezcla y copia en Cuba. A partir de allí, me entusiasmó enormemente el cine, sobre todo porque nuestra literatura era en gran parte una escritura de denuncia, subversiva, de humor negro, provocadora, de cambio de lenguaje. En ese momento pensé que el cine era y es una auténtica arma para la liberación”.

Con humildad, el autor de la trilogía animada sobre Bolívar, Martí Y Rodríguez, reconoce que Carlos Rebolledo fue en principio un hermano, en segundo lugar su mejor amigo, un intelectual sumamente culto, un gran compañero, un artista excepcional que estuvo ligado a su vida personal por lo menos durante 30 años.


Nuestros héroes como protagonistas

Amigo personal de la ceramista Glenda Mendoza y de la escritora y docente Raiza Andrade, Edmundo Aray quedó impresionado de una exposición que Glenda  Mendoza presentó en Mérida en la década del 90 sobre Simón Bolívar. Las piezas de Glenda lo cautivaron de tal manera que él, ya vinculado al cine, como Director del Departamento de Cine de la ULA, no vio la exposición como el resto del público, sino como una película. Aquellas piezas estáticas, llenas de color,  adquirieron para él, movimiento y narración.

 “Pero si aquí hay una película, dije”, a lo que Glenda y Raiza, cómplices, respondieron afirmativamente. Muchas peripecias y altibajos tuvieron que sortear estos tres artistas para ver realizado su sueño, y luego de un arduo trabajo, se pudo presentar en 1994 esta película animada, donde Edmundo compartió la dirección y el guión técnico con Raiza Andrade, ayudados en esto último por Adalberto Hernández y Glenda Mendoza. Escritor nato, Aray se encargó del guión literario. Fue un equipo grande de gente que llevaría páginas nombrar, pero donde destacan artistas reconocidos como Césary Jaworski, Irina Dendiouk, David Rodríguez, Jhony Parra, Lucrecia Chávez, Luis Astorga, Alberto Arvelo Mendoza y Nazcuy Linares, por sólo citar algunos, cada uno en su área. Premios nacionales e internacionales dan fe del impacto de esta primera película animada de héroes locales.

“En Bolívar, ése soy yo nos sustentamos en la  improvisación, de la creatividad en el lugar mismo de trabajo, de la locura, del riesgo total, con gente ya experimentada en el cine como Césary Jaworski y Adalberto Hernández, junto con  Rayza y yo, que nunca habíamos sido directores. En consecuencia, es una película de una gran frescura, irreverente. Cada uno de nosotros tenía una imagen de Bolívar  y de allí surgió el título de la película”.

El entusiasmo de la primera entrega sobre Bolívar dio pie a la segunda: “José Martí, ése soy yo”, esta vez sobre el héroe y poeta cubano. Aquí se valió de las piezas de cerámica de Ernesto Boichencko, Alba López y Ramón Albornoz, para escribir un guión y producir y dirigir una película sobre la singular vida del artista caribeño. La película se presentó en el año 2005.

En el mes de noviembre de este año, en el marco del XXXII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, Edmundo Aray presentará su tercera película animada: “Simón Rodríguez, ése soy yo”, cuyo rodaje concluyó recientemente. Gabriel García Márquez, presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano,  estará entre el público asistente.

“Esta película ha pasado por muchos procesos. Nunca había pensado tanto una película. Es una película minimalista, literalmente con el mínimo de elementos posibles, trabajando, fundamentalmente, con primeros planos y planos medios, haciendo algunas concepciones a los códigos del cine formal, y particularmente del cine norteamericano. Todo  es el resultado de un taller de trabajo en equipo, y  responde, de cierta manera, a los planteamientos estéticos de la película sobre Martí”, aclara Aray, sin negar que la propuesta fundamental de las tres películas se mantiene: personajes que prácticamente no se mueven, no se hace animación propiamente dicha, sino que los personajes hablan y hablan sus parlamentos, no con voces infantiles, sino con la voz que se supone, responde a cada uno de ellos.

“Yo estoy muy contento con el resultado del trabajo -afirma convencido Edmundo Aray- es muy buena la fotografía, excelente. Y se ha dado un fenómeno bien interesante y es que en esta, la mayor parte del equipo que trabaja es de jóvenes. Hay gente muy valiosa como Jhony Parra, hoy más maduro, pero con una formación resultado del estudio, “Cheo” Guillén,  David Carmona,  Vannesa Arteaga, Gerard Uzcátegui, María Julieta Aray, y la ceramista Alba López. Tú estás filmando y estás respirando juventud, y tienes que convertirte en un muchacho, porque a fin de cuentas,  la propia película te lo pide, te exige ser ingenuo y fresco y tener el espíritu de los jóvenes”.


El Edmundo Aray que yo veo


Pedro Morales, productor

“La declaración de cineasta viene por su amor a la imagen. La misma poesía de Edmundo Aray tiene muchas imágenes. Tu lees cualquier poema de él y siempre  está presente la imagen, no es la palabra sola, desnuda, sino es una palabra que te remite a una serie de imágenes, de recuerdos, de sensaciones, que muchas son traducibles en la pantalla. Esa relación hombre –poesía se convierte luego en hombre- imagen de cine. El tiene 73 años, lo hermoso de esto es que nunca deja de sorprenderse con los nuevos descubrimientos de  lo que pueda decir a través de la imagen acompañada del sonido, de cada plano, de cada color, de cada encuadre, de determinado diseño de arte. Pare él es un goce y descubrimiento permanente”.

Gérard Uzcátegui, director de fotografía y cámara

    “Yo conocía a Edmundo Aray sólo de nombre. Sabía que es un artista  que tiene toda la vida relacionada con el cine.  Puede ser que eso me intimidara pero no, para nada. Cuando lo conocí aquí en la película me pareció un hombre súper amigable, que se toma su trabajo muy en serio, pero a la vez muy suave”.

María Julieta Aray (hija de Edmundo),
Asistente de producción


“Para mí ha sido una experiencia maravillosa. Edmundo es un  poeta apasionado, pero siento, como hija, que a esta edad ha cambiado mucho en el sentido, quizás, de su carácter. Está  más espiritual, se le nota una mayor paz, más flexible, con más sentimiento, más corazón,  más trascendente. En esta película siento que está totalmente entregado, porque es un sueño que tenía desde hace tiempo. El es pionero en esta idea de trabajar con muñecos de cerámicas y hacerlos vivir, moverse, hablar. No conozco a otro cineasta que haya hecho algo parecido”.

Jony Parra, director de arte y  asistente dirección

“El rompe, sin lugar a dudas, con una tradición en el cine, porque nadie se había atrevido a hacer esta locura, de filmar  una película supuestamente animada que no es animada, para mí es una historia contada con personajes de barro. Creo además que después nadie se va a atrever hacer algo como esto. Darle vida a personajes  que no se mueven, a muñecos que sólo transmiten con la palabra, que son capaces sin embargo de contarnos una historia”.

Vanessa Artega, script

“El se trasporta al lugar, vive las secuencias, lo que está pasando. Es un observador que está allí,  viendo y sintiendo cada suceso como si fuera a él quien le pasara. En base a eso, el construye, y va viendo qué elemento hace falta para terminar esa historia que ha escrito como si la hubiese visto o vivido”.

Salbatore Grosso, músico

“Edmundo Aray me acerca al mundo del cine. Hemos logrado entendernos en los procesos de creación en las bandas sonoras  de sus películas. Son tres años de trabajo conjunto. Creo conocer lo que le puede gustar o no. Con Simón Rodríguez estoy  tratando de ver ese gran personaje como un ser integral, humano, lleno de sentimientos. Me ubico en la época partiendo de La Escuela de Chacao, en consecuencia estudio las tendencias musicales de ese tiempo que van desde los barroco, clásico y romántico; para crear la banda sonora de este filme”.