FICHA ANALÍTICA

Buenos Aires y La Habana: la sorprendente relación entre dos ciudades fílmicas
Ruíz de la Tejera, Oscar (1941 - 2013)

Título: Buenos Aires y La Habana: la sorprendente relación entre dos ciudades fílmicas

Autor(es): Oscar Ruíz de la Tejera

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 1

Mes: Segundo Semestre

Año de publicación: 2005

Lo mejor que el mundo tiene es la cantidad de mundos que contiene,
para recuperar la universalidad de la condición humana,
que es lo mejor que tenemos,
hay que celebrar al mismo tiempo la diversidad de esa condición.
Eduardo Galeano

La HabanaEn los años cuarenta Lewis Munford; en los sesenta Arnold Hauser y Bruno Zevi; y en los setenta Giulio Carlos Argan iniciaron un acercamiento al cine y a su importancia como documento historiográfico y hecho plásticoestético significante. Desde antes ya Einstein había reflexionado sobre la arquitectura y el cine como hechos estéticos y profílmicos.

También así como Godard, Fellini, Wenders, Visconti, Antonioni, Scola, Huston, Hitchcock, Kurosawa, Resnais, entre otros, exploraron dentro de sus poéticas las potencialidades significantes de la arquitectura y la ciudad.
En las escuelas de arquitectura de Europa se imparten seminarios sobre este tema: la relación entre cine y urbanismo. La aparición y construcción de la ciudad y de la arquitectura en los filmes, debería ser espacio docente en todas las escuelas de arquitectura, y, por supuesto, de cine.

Los filmes nos hablan de ciudades imaginadas o inspiradas en el mundo empírico, en ellos el espacio urbano es narrado, citado, reinscrito, resemantizado por el discurso fílmico. Estas ciudades en blanco y negro o color, posibles o imposibles, lujuriosas, lúdicas, amenazantes forman parte de nuestra cultura visual y son signos, textos, narraciones espaciales que aguardan por nuestra lectura. Leer estas ciudades fílmicas es leernos a nosotros mismos, es comprender incesantemente y en forma cambiante nuestro imaginario sociocultural y nuestras formas de significación.

Una ciudad fílmica nunca será idéntica a su referente, solo se le asemejará. Ciudad y edificios, urbanismo y arquitectura serán objeto de verosimilitud por el filme, como signos del texto fílmico. Las ciudades fílmicas son unidades temáticas aun no codificadas desde los imaginarios sociales y se constituirán, en el contexto del filme, en personajes de autonomía significante. La fotografía de una ciudad es siempre diferente de su referente, y al igual que las virtuales inventadas serán verdades metafóricas.

Buenos Aires y La Habana

Estas dos ciudades las distinguen raíces culturales similares. En tiempos fundacionales ambas fueron colonizadas por ibéricos sin visible marca de culturas aborígenes (exterminadas en ambos casos), pero con evidente mestizaje de culturas africanas, asiáticas y acentos de las italianas, alemanas y en menor medida de otras regiones de Europa. Resulta, pues, un muy intrincado y complejo fenómeno que brinda a sus culturas artísticas un sabor muy peculiar, como testimonia la música, la danza, el teatro, la poesía, la arquitectura y el cine. Estas similitudes entre las dos capitales no impiden sus diferencias, sus personalidades propias.

Buenos Aires, megalópolis de doce millones de habitantes, de amplias, amplísimas avenidas, de altas, altísimas torres, que en tiempos recientes fueron de hierro y cristal.

La HabanaLa Habana, de solo alrededor de dos millones de habitantes, de avenidas no tan amplias, proporcionadas quizás al hombre que las transita y con edificios no tan altos, ausentes de hierro y cristal y con presencia de hormigón armado, propia de una arquitectura de los años cincuenta del pasado siglo que se nos antoja cercana a la nostalgia.

La Habana, ciudad extendida frente al mar, grácil, suave, húmeda. Buenos Aires más concentrada, opulenta, fastuosa, menos cálida en sus verano-inviernos cubanos, más fría en los invierno-veranos de Cuba. Buenos Aires se alza con majestuoso porte viril, distinto de ese gesto tan femenino con que parece coquetear La Habana cuando intentamos su contacto, cuando la vivimos, la disfrutamos...

No obstante, estas dos ciudades tan diferentes pueden percibirse también como una.

    Habana Puente de Hierro,
    como el de Barracas
    sobre el riachuelo.
    Solares de La Habana Vieja
    conventillos de San Telmo
    cayéndose a pedazos.

    Dina Dolinsky en Rincones (fragmento)

Creadores del arte de las dos ciudades se han relacionado por extensos períodos de muy diversas maneras, influyéndose unos y otros. Aun en el precario cine cubano pre-revolucionario lograron realizarse fructíferos intercambios. En Cuba, durante la primera mitad del siglo XX, las cinematografías mexicana y argentina tuvieron espacio reservado en las pantallas cubanas debido al gusto popular hacia ellas; a pesar de la ley norteamericana que en los cuarenta, redujo la producción fílmica argentina al impedirle la compra de película virgen. El acelerado desarrollo de la cinematografía cubana en los sesenta y setenta y el creciente poder de expansión de la televisión y el video incrementaron aún más esas influencias.

Y es precisamente, a través del lenguaje cinematográfico que dos ciudades pueden tener similitud.

No olvidemos además, que las ciudades fílmicas son mensajes audiovisuales que dependen para su decodificación de nuestra percepción en la que, como sabemos, está presente el factor subjetivo, más aún cuando de creación artística se trata. Así pues, no es solo la subjetividad en la emisión del mensaje audiovisual de arte sino también en su recepción.

Buenos AiresEl Buenos Aires que vemos en El lado oscuro del corazón (II parte, 2001) de Eliseo Subiela está compuesto por edificios que cual masas de piedras carentes de expresión, se distribuyen a cada lado de una ondulada calle rectilínea de trazado urbano ortogonal. Un árido conjunto, producto al parecer de una civilización que diera al propio hombre que la creó.

La Habana fílmica de La muerte de un burócrata (1966), de Tomás Gutiérrez Alea, muestra una ciudad transvertida en otra por la burocracia que ha tomado el poder y ha convertido al hombre en un autómata incapaz de decidir su destino, preso en un mundo absurdo, ilógico, ajeno. Carteles, letreros, posters aparecen frente a nuestros ojos integrándose con los elegantes edificios de principios del siglo XX de La Habana intramuros, destrozando toda estética neoclásica, ecléctica, así: frontones, entablamentos, capiteles, pedestales, mensulas, escalinatas, rejas, balaustradas, cornisas, molduras, mascarones, vitrales, carpinterías y múltiples elementos arquitectónicos se nos muestran como cómplices de un mal que los carcome a ellos y a la sociedad. De objetivos comunes los filmes de Subiela y Titón dan por resultado semejantes locaciones.

En Son o no son (1980), de Julio García-Espinosa, la ciudad es narrada a través del parabrisas de un auto, mientras en off oímos un diálogo inquietante sobre el mal que devora la cultura artística, engendrado por los burócratas que la dirigen. Esbeltos edificios estilo moderno, propio de los cincuenta surgen junto a otros de precedentes, pero todos se yerguen indiferentes, subyugante e inquietante paisaje frente a los terribles problemas que estamos oyendo.

En Memorias del saqueo (2004) de Fernando E. Solanas, la cámara observa las torres de hierro y cristal que nos lucen imponentes, aplastantes, inalcanzables en sus esbelteces. Ostentosas y recreándose en ellas en un disfrutable recorrido arquitectónico, la cámara súbitamente se detiene ante una niña, quien sentada en el pavimento y en contraste con ellos, por su evidente humildad y su pobreza, nos mira de frente como reclamándonos otro destino, y también llega frente a esas multitudes que protestan y claman por la justicia social. Esos edificios que pudimos antes admirar se tornan culpables porque los sabemos símbolos de sus poderes políticos y económicos. En este filme Solanas recrea, entre otros la arquitectura del Senado y del Banco Central de Buenos Aires y al hacerlo su mirada coincide con la de Humberto Solás cuando rueda varias secuencias de Un hombre de éxito (1986) en el antiguo Capitolio Nacional de La Habana, el hoy Ministerio de Ciencias Tecnología y Medio Ambiente, de tal forma que nos parecen un solo edificio fílmico.

Banco Central de Buenos AiresLa ciudad de Buenos Aires de Taxi, un encuentro (2001) de Gabriela David y La Habana de Madagascar (1994), de Fernando Pérez, las sentimos como una sola. La acentuada tendencia expresionista de ambas, logra el milagro. Ciudades fílmicas laberínticas, donde la figura humana forma parte de sus piedras, como si fuesen sorprendentes esculturas que se integrasen a sus edificios y donde los detalles arquitectónicos resaltan gracias a los agudos contrastes de luz y sombra que vuelven las superficies pétreas, inmateriales.

Entonces la trama de la ciudad adquiere fílmicamente un rol simbólico, transmitiéndonos sensaciones de angustia, desolación o quizá de una soledad terrible.

Un filme como Memorias del saqueo, donde un grito de denuncia parece desprenderse de esas hermosas arquitecturas bonaerenses nos permite apreciar una ciudad similar a esa que canta Suite Habana (2003) en que las piedras son las formas que encierran la vida, la lucha por vivir del habanero del siglo XXI, y es que ha sucedido el milagro fílmico de que Solanas y Pérez han creado en su ficción una sola ciudad, una ciudad recreada filmicamente que pueden antojársenos que danza un tango, o canta un poema, o se desgarra interpretando un bolero o una canción.

Pero finalmente es ciudad fílmica que ya no es Buenos Aires y no es La Habana, es, simplemente, una ciudad nueva creada por la magia del arte y de la magia, esa magia que nos hace a los latinoamericanos diversos y a la vez únicos, y ese es el misterio que nos sorprende.



Descriptor(es)
1. ARQUITECTURA Y CINE - CUBA
2. ARQUITECTURA Y CINE - ARGENTINA