FICHA ANALÍTICA

Soñando Chachacha
Padrón Nodarse, Frank (1958 - )

Título: Soñando Chachacha

Autor(es): Frank Padrón Nodarse

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 1

Mes: Segundo Semestre

Año de publicación: 2005


Escena l filme Bailando ChachacháLa Habana de los 50, con aquella corruptela ambulante, el golpe de Batista y sus crímenes, los contrastes entre un mundo nocturno alucinante (casinos, cabarets...) frente a la pobreza citadina y, sobre todo, rural, así como la gestación de un soterrado movimiento que al final de la década arrojaría a la dictadura del poder, evidentemente seduce a cineastas de aquí y de allá.

El cubano Jorge Luis Sánchez tiene a punto Divina desmesura, la cinta inspirada en la trayectoria de Benny Moré (en buena medida ambientada en la época); Sidney Pollack dirigió a Robert Redford en su famosa Havana (1990), en la que nuestra capital fue reconstruida en locaciones dominicanas por los imperativos del bloqueo, como años antes ocurriera también a Coppola al ambientar algunas secuencias de El Padrino II (1974);el español Mariano Barroso nos entregó recientemente (y ojalá no lo hubiera hecho) Hormigas en la boca, que sitúa una historia de (des)amor, traición y venganza en esos tiempo y espacio.

Y ahora otro cineasta del patio, Manuel Herrera también mira a esa época en Bailando chachachá, segunda cinta de una trilogía —la primera fue Zafiros, locura azul (1997)— que pretende culminar con una obra con el mambo como motivo.

Los sueños: impulso vital a los que, por tanto, no debe renunciarse bajo ningún concepto, la familia, la realización humana, las complejas relaciones (filiales, eróticas, sociales) son temas que pulsa el director en su más reciente obra.

Una madre rodeada por tres hijos y por la ausencia-presencia de un padre fantasmagórico constituye el núcleo dramático de este filme donde cada subtrama, cada historia de los hermanos y la progenitora daba realmente para una película.

Ello no constituye en sí mismo un defecto, por cuanto es sabido que hay muchos filmes cargados de personajes y anécdotas, sin que dejen de constituirse en un todo cerrado, coherente.

Sin embargo, el guión de Bailando..., más que complejo o denso, resulta gratuitamente atiborrado, acumulativo, de donde parten algunos de los problemas más graves del filme: el joven músico que aspira a triunfar dentro del panorama sonoro de su contexto, con un naciente y pujante chachachá imponiéndose en los centros nocturnos; su hermano, un militar que sostiene (sin saberlo) una relación con un travesti; la hermana, liada con un gángster (de los muchos que pululaban en la Cuba de entonces) que oculta también su verdadera identidad, hasta un momento de la trama, por supuesto, y la madre, que guarda un secreto (de esos muy del gusto de los cultores del melodrama) el cual se devela en el desenlace.

Estas historias no están debidamente integradas al todo que constituye el texto, y algunas (como las del militar y su ambigüedad sexual o la madre con su misterio) quedan bastante desgajadas de este o no se resuelven dramáticamente de un modo convincente.

La condición melodramática del filme no es para nada reprochable. Como declarara Herrera la víspera del estreno, mucha tradición fílmica, cultural, con una amplia resonancia masiva, además, nos pesa como para desecharla: habló así mismo de su fe en el melodrama como expresión, porque de eso se trata Bailando chachachá.

Escena del filme Bailando ChachacháEl problema aquí estriba en ciertos excesos, que dan al traste con la legitimidad de la tendencia genérica: situaciones que fuerzan el curso normal de la trama (ergo: la discusión de los hermanos bajo la lluvia, la cual sabemos en qué derivará; la novia bailarina del músico, abandonada frente al cabaret o el secreto de las cartas guardado hasta el final, típico y tópico de la telenovela y, mucho antes, de la radionovela) o diálogos que se sienten harto retóricos y, por tanto, no fluyen.

Si de fluidez se trata, a propósito, tampoco la narración va por esa vía; quizás podría atribuirse a una edición compartida por Enrique Ríos y Julia Yip, que han mostrado suficiente oficio en obras precedentes (sobre todo la Yip en su labor junto a Fernando Pérez), como para no atinar a mezclar ahora las abundantes subtramas y accidentes argumentales con la suficiente pericia como para hacernos asimilable el trayecto. La historia, que «arranca» bien, se traba con frecuencia a través de reiteraciones y cambios de ritmo que afectan la diégesis.

A ello se suma un narrador omnisciente absolutamente prescindible: la anécdota, a pesar de las aludidas complicaciones, es bien clara, de modo que esa voz en off destinada a detallar y precisar sólo adiciona un elemento enturbiador del decursar narrativo.

También literalmente Bailando chachachá debe considerarse un melodrama: mucha música lo conforma, sin embargo en este sentido sí apreciamos indudables valores.

En primer término, las coreografías de Francisco González proyectan la trama o, al menos, los problemas universales que toca, hacia la contemporaneidad, que inserta y alterna de modo casi imperceptible la atmósfera de los años 50 en La Habana con la actualidad, en una transición postmoderna que habla muy bien de la labor de los músicos, Edesio Alejandro e Idolka Derviti (lo mismo respetan y trasmiten las peculiaridades rítmicas y tímbricas del género emblemático u otros que sonaban entonces, como los enriquecen y modernizan con orquestaciones novedosas).

Es una lástima, eso sí, que ese aspecto no se haya desarrollado más, pues tales momentos danzario-musicales, que pudieron con propiedad erigirse en la tónica toda del filme, con frecuencia se interrumpen de modo brusco.

Otro mérito indudable de la nueva cinta cubana es la ambientación. A la dirección de arte (Bel.lo Torras) y a la fotografía de Raúl Rodríguez (que se suma a esa Habana un tanto artificial, pero verista, de clubes, casinos y chicos con vaselina en el pelo, y la proyecta con precisión) o el cuidadosamente elaborado vestuario de Piedad Subirat, corresponde erigir una urbe que en la época a que remite el filme, detentaba una moda, un tipo de centro nocturno, una manera de bailar, de vestir y hasta de caminar, amén de una arquitectura, que la obra de Herrera tiene a bien reconstruir en detalles y peculiaridades.

Eslinda NúñezLa dirección de actores delata, sin embargo, mano certera en el director no solo con Eslinda Núñez, veterana en el giro, logra sortear admirablemente los aludidos problemas en la conformación de personajes y situaciones, si es que obviamos momentos fallidos (como cuando toca al arpa, con una posición en sus manos que pudo corregir cualquier asesor musical del filme), sino colegas suyos también experimentados (Roberto Perdomo, el español Sancho Gracia, Manolín Álvarez, Rafael Lahera), más jóvenes aunque con determinada experiencia (Abel Rodríguez, Vladimir Villar...) o totalmente nuevos (Teherán Aguilar, Sandy Marquetti), a quienes se suma la española Goya Toledo (Amores perros), llenan un capítulo que convence.

Bailando chachachá no ha logrado desplegar todo su ritmo y color en la pista de baile de la pantalla, pero sus logros parciales y el interés que siempre despiertan los temas abordados, invitan de cualquier modo a «echar un pie» con Jorrín y sus músicos más allá de Prado y Neptuno.

Descriptor(es)
1. BAILANDO CHA CHA CHA, 2005 - CINE CUBANO
2. HERRERA, MANUEL, 1942- - CINEASTAS CUBANOS
3. HERRERA, MANUEL, 1942- - DIRECTOR