FICHA ANALÍTICA

Sin traicionar la áspera verdad
Río Fuentes, Joel del (1963 - )

Título: Sin traicionar la áspera verdad

Autor(es): Joel del Río Fuentes

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 3

Año de publicación: 2006

Por presentarla de la misma manera que su director y guionista, Ismael Perdomo, Mata que Dios perdona es «cine realista, asediado por la naturalidad de todos los días (aunque se desarrolle a finales de los años cincuenta) donde aparece gente normal, hablando, bebiendo, teniendo sexo, traicionando, durmiendo... es un intento de reproducir el goce de la sexualidad y de la muerte... quizás es un suspenso, o un drama apuntalado de insolencias, o las dos cosas juntas. Para mí las cosas no son feas, duras o groseras, bellas o puras, sencillamente son sinceras o eludibles, disfrazadas o vulgares. Estoy convencido de que el cine es indisoluble de sus motivos, y el estilo o las soluciones deben estar ligadas a esas circunstancias».

Muchos importantes creadores coinciden en que los dos grandes temas de las artes, incluido el cine, son el sexo y la muerte. A recrearlos oblicuamente, en una trama dominada por personalidades anómalas, colmada de situaciones extremas, violentas, ambientes sórdidos y personajes marginales, al borde de toda moralidad, se dedica este largometraje de ficción cubano dirigido por el debutante Ismael Perdomo, quien alimentó este paso a la ficción con presupuesto mínimo y la indeclinable voluntad de lograr una película sincera hasta lo chocante, absolutamente inesperada y eruptiva en las sosegadas colinas del cine cubano.

Producido por el ICAIC dentro de la reciente política dirigida a estimular los filmes de bajo presupuesto, rodado en video digital a lo largo de 2004, y con una postproducción que se realizó mayormente en México, el filme clasifica como uno de los primeros thrillers del cine nacional, en tanto propone un juego de intrigas y suspense criminal, en medio de la ambigüedad y de la constante oscilación de los caracteres entre el pecado, la culpa, el odio y la mentira. Hay dos mujeres (Broselianda Hernández y Cheryl Zaldívar) involucradas en la muerte de un hombre (Jorge Alí) de quien se infiere que no soporta la vejez, con su secuela de cansancios e impotencias. Hay delincuentes que lo buscan por una deuda (Mario Limonta y Raúl Pomares), y está el marido celoso, machista, engañado, y diligente (Rafael Lahera) de una de las dos mujeres enredadas en morbosa relación.

Como en todo buen thriller, la verdad se revelará solo al final, cuando se borren casi todas las huellas de lo ocurrido en esas 24 horas, cuyo transcurso ocupa la mayor parte del filme. Además, uno de los giros notables de la películas es no tomarse demasiado en serio su propia trama, por lo menos en algunos momentos más breves de lo deseado, cuando se aporta algún detalle irónico, musical, que distienden un argumento tensado a partir de elementos chocantes, impúdicos, impertinentes. Es cierto que la película, por momentos, resulta difícil de seguir por el espectador no enterado de ese resumen salvador que puede ser una buena sinopsis, las acciones se presentan sin demasiada ilación o respeto por la linealidad. De modo que le falta nitidez, mayor profundización y verticalidad, a este guión en cuanto a los móviles de los principales personajes. No se le prestó suficiente atención a la cadena de causas-consecuencias, cuya solidez es imprescindible en una película narrativa, y mucho más afiliada al suspense. Pero Ismael Perdomo se arriesgó, en su primera obra, con una compleja estructura de retrospectivas, donde el espectador no atento puede extraviarse al no comprender lo que ocurrió antes o después, en las embrolladas composiciones espacio-temporales que propone el autor-guionista.

A todo ello se añade el frecuente cambio de punto de vista (o focalización, y perspectiva), puesto que la historia tremendista que acontece entre los cuatro protagonistas es contada, en diversas versiones y fragmentos, por más de un personaje. Una especie de combinación entre Rashomon y Memento, que realmente le complicó la vida al cineasta-guionista, de seguro más diestro y dueño de la enunciación de los conflictos en sus próximos intentos, ya sean de ficción, que Perdomo declara no perseguir con demasiado ahínco, o documentales, en los cuales ha demostrado encontrarse entre nuestros valores más seguros.

Aunque muchos aseguren convencidos, luego de cien años de polémicas, que el cine no es más que un medio para contar historias, he aquí un ejemplo que nos permite matizar semejante aseveración. Mata que Dios perdona evidencia aquí y allá algunas fallas dramatúrgicas (puede hablarse de errores, reitero, habida cuenta de su filiación a un cine genérico y narrativo por excelencia, porque si fuera una película vanguardista daría lo mismo que contara algo o que prescindiera por completo de anécdota), pero evidencia innegable dominio de otros rubros integrantes de una buena película, más allá de esa armazón de palabras y descripción de acciones e intenciones que propone el guión.

Es encomiable el trabajo fotográfico (Rafael Solís), sobre todo a la hora de sacarle máximo partido a la casi única locación y al rostro de sus excelentes actores. Consiguieron Perdomo y su equipo de colaboradores poner en imágenes, hacer creíbles estas atmósferas decadentes, lóbregas —casi toda la trama ocurre en interiores—, que inspiran y subrayan el absoluto naturalismo de un equipo histriónico de primera, y conste que a veces los parlamentos comunican la mezcla un tanto desconcertante de groserías, filosofías y epigramas de cierto vuelo literario. Perdomo ha creado personajes y situaciones en los que el espectador puede creer, y no es ese un logro pequeño, ahora solo le queda aprender a manejar los diálogos, sostener la norma del habla que cada uno de sus personajes maneja, para diferenciar, aportar matices, y que todos no terminen expresándose de la misma manera.

La franqueza, llevada al extremo de la procacidad, y del total verismo, fue el estilo interpretativo que, al parecer, solicitó Ismael Perdomo de sus actores. Reto mayor cuando la mayoría de los personajes se muestran en momentos límite, durante accesos de odio o violencia, de miedo, frustración o remordimiento. El cineasta logró un nivel bien parejo, y alto, donde apenas se perciben rupturas de tono o declives en la energía.

Entre los aciertos de Ismael está el haber convencido, y luego saber utilizar a plenitud, a ese monstruo (recalco el sentido meliorativo, cubano, de este término) que es Broselianda Hernández, a quien habíamos visto soberbia en muchas obras de teatro, pero que luego de su breve y magistral participación en Barrio Cuba, y después de ver este filme consagrado a lucir su fabulosa capacidad de desdoblamiento, los infinitos matices de sus transiciones, de su voz, y la expresividad de su rostro, de su mirada, no queda ninguna duda respecto a su clasificación, desde ya, desde ahora mismo, entre las mejores actrices cubanas del momento. Excelente contraparte resultaron la novel Cheryl Zaldívar, y el también inobjetable Rafael Lahera. Debe reconocerse que el filme le concede mucho mayor atención a las acciones y reacciones de las dos mujeres, mientras que los personajes de Lahera y Jorge Alí, potencialmente interesantes, apenas se les dispensan tonalidades, conflictos, peripecias de lucimiento.

Para todos los interesados en las pulsaciones actuales del cine cubano, para los amantes de configurar vaticinios y pronósticos sobre el futuro de nuestro panorama audiovisual, es importante ver esta película cubana atípica, un tanto borde y rústica en su descomedimiento (pero vale que nos preguntemos ahora hasta cuándo sufriremos el reflujo de tanta mojigatería y tabú buenos para nada), una obra que puede encontrar su público entre quienes disfrutan con llamar las cosas por su nombre, asomarse de vez en cuando a la cara oscura de la luna, y abandonar todo resquicio hipócrita a la hora de acercarse a dos de los grandes temas que obsesionan a casi todos los artistas: el sexo y la muerte, aureolados por la culpa y el pecado, sin alivio ni redención. Que para presentar mentiras edulcorantes están los cuentos de hadas y la televisión tranquilizante, evasiva.

Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. PERDOMO FONSECA, ISMAEL, 1971-