FICHA ANALÍTICA

Castillo y Carpentier en el reino de la imagen
González, Oneyda (1961 - )

Título: Castillo y Carpentier en el reino de la imagen

Autor(es): Oneyda González

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 7

Año de publicación: 2007

El desarrollo es la capacidad de saber relacionar las cosas»1 hemos oído decir por años en la voz de Corrieri, al Sergio de Memorias del subdesarrollo, cinta ya mítica del cine nacional. Algo de eso entendería Luciano Castillo cuando se propuso entrar en el mundo del más notable novelista cubano, para producir ese volumen que conocimos recientemente bajo el título, Carpentier en el reino de la imagen.

Si es el caos lo que impide a Sergio sentirse parte de la sociedad que lo confina tanto como él a ella, es el artista quien intenta poner orden a ese caos desde su obra, desde su pensamiento, como única forma de entenderla y de empujarla hacia delante, una vez alejada la tendencia a repetir errores. Así es como se torna válido el intento de la creación. Así es como se convierte en fruto imprescindible de la experiencia humana. Y, claro, para ello es necesario involucrarse.

Un primer detalle está en el título del libro. Se busca a este hombre «en el reino de la imagen», lo que no excluye ninguna de sus formas, sino que, de facto, contiene todas las «imágenes posibles». Hasta llegar a la sinestesia, dominio intercambiable y bastante pleno de lo sensorial. El volumen se estructura con sencillez: cinco ensayos cuyos temas primordiales, y sus variaciones, contienen la dramaturgia a que convida la biografía del escritor: Carpentier espectador (crítico); actuante (cierta vez como guionista), otras como entrevistado, su obra en la escena o en la posibilidad del celuloide, hasta llegar al cine dentro de su narrativa.

Como el artista ha vivido en un universo de sumatorias y diversidades, Luciano llena estas páginas de pormenores que favorecen el examen de una época y la interpretación que el cronista hace de ella. Es un marco referencial útil para comprender la visión carpenteriana sobre el cine que vio siendo tan joven, porque es salpicada de significativos sucesos biográficos del momento en que escribía.

Mas, el estudioso cita mínimamente, acaso lo necesario para seducirnos a leer el texto íntegro. Y cuando lo hace es para marcar un punto de luz desde esas crónicas, que pueda iluminarnos todavía. Como aquel texto en que nos lleva a distinguir al escritor ensañándonos a «ver», no ya el cine, no ya el arte; enseñándonos a «ver» el mundo de forma más dinámica y diversa; para no calzar, tampoco nosotros, «los coturnos de la costumbre».2

Esa experiencia de la cultura como hecho de interrelación, queda muy bien ilustrada con el dúo de «sonidistas» eventuales Robert Desnos-Alejo Carpentier, quienes protagonizan una especie de happening al exhibirse en un cine vanguardista de París el cortometraje L´ Etoile de mer, de Man Ray, realizado a partir de un poema del primero de ellos. La música cubana irrumpe para provocar un enrarecimiento gozoso entre los espectadores. Lo habían planeado, nos dice Luciano, para jugar y para «molestar los oídos franceses» hechos a escuchar «aires de jazz o blues».3 Y cuenta cómo, el excepcional público se puso de pie para aplaudir la idea. Arte efímero, producción vibrante, y por ese camino, renovación, adelantamiento, desarrollo.

Carpentier lo reseña, pero es Castillo quien lo distingue y nos subraya el suceso, añadiéndole todo un sortilegio de detalles enriquecedores. Bajo su guía visualizamos al creador en sus aventuras surrealistas con Francis Picabia, René Clair o Jean Cocteau. Vemos al crítico fascinado ante el gracioso genio de Chaplin, o a Serguei Einsestein, cuya amistad los llevó a vivir juntos la experiencia extraña de un paseo por los canales subterráneos del Sena, donde el cineasta indagaba en las luces y las sombras.

Una vez que se emerge de esta zona de compañías ventajosas, se entra en un curioso episodio que nos lo presenta como guionista. El investigador narra el proceso de su hallazgo, y no conforme con ello, compara el texto con un filme que hizo época y al que Carpentier debió tomar por modelo, para acercarse al canon de cine-mundial Fox. Son esas referencias y el modo en que Luciano las pone a interactuar con fragmentos del singular guión, lo que nos revela un infinito universo de posibilidades.

«La magia fílmica de su palabra» recoge la experiencia extraordinaria de aquel documento cinematográfico de Héctor Veitía, donde Carpentier hace lucir su palabra, su gestualidad y su prodigiosa memoria, con relatos de primera mano en torno a temas como la ciudad de La Habana de principios del siglo xx, la música popular en Cuba, el surrealismo y su propia escritura.

El mundo de tentativas fílmicas de la obra del novelista es terreno jugoso para ver lucirse el oficio del historiador, del intelectual activo que salpica de constataciones y hasta de especulaciones lúcidas la narración de cada proyecto. Parecen largas las digresiones, pero el entusiasmo irrumpe desde la mente que organiza esa trayectoria hacia la comprensión de un fenómeno, casi único en nuestro ámbito: la imagen vigorosa de Alejo Carpentier. Todo ello no hace más que atizar el interés por el hilo narrativo que lleva el ensayista, desde la trama de las vidas que recuenta. «Una primavera aguarda…», va desde los chismes sobre un equipo en pleno rodaje, pasando por el hecho que llevó hasta allí a Carpentier (su encuentro con Tyrone Power, el posible productor de Los pasos perdidos), quien lo sorprende con su inmensa carga de cultura y su señorío profesional; hasta la noticia de su muerte prematura, lo que finalmente impide la realización del proyecto.

El proceso de adaptación, donde Manuel Octavio Gómez y el escritor Antonio Benítez Rojo se entregan a la tarea de imaginar para el cine, lo que tan bien se había resuelto en el ejercicio narrativo carpenteriano, es una atractiva zona de pesquisa. Luciano valora combinaciones dramáticas descubiertas al rastrear hasta el detalle en el guión y en las notas del director, tanto como a través de las novelas implicadas. Y de nuevo aparecen las citas oportunas, la pieza exacta para ilustrar: un diálogo capaz de provocarnos el apetito de ver la película que lamentablemente no fue. Guión. Tránsito. Obra inconclusa. «Polvo de alas…», probablemente, diría Martí.

Más adelante prosigue el periplo de las frustraciones para realizar Los pasos perdidos. Lo que tuviera su inicio con el proyecto de Tyrone Power, se repite en otros productores, guionistas y cineastas, que una y otra vez parecen condenados a «perderse». Se añadirán cada vez nuevos intentos de llevar lo «real maravilloso» al cine. Ideas de Subiela, Paul Leduc, Miguel Littín, Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás...

Unas concretadas; otras, solamente activas en las mentes de sus creadores, en sus apuntes, en guiones inacabados por muy diversas causas; referidas o comentadas aquí, para no verlas perderse en lo oscuro de la desmemoria.

A las relaciones e interrelaciones en las obras de Carpentier y Buñuel se dedica el último de los ensayos:

«Variaciones para dos acosados…» Se introduce con una larga cita de la novela El acoso, que, como se sabe, comienza reproduciendo la estructura de un guión cinematográfico, y «donde está presente el cine, pese a que el propio autor se negara a reconocerlo reiteradamente».4 A partir de allí, Luciano se complace entretejiendo las existencias de estos dos grandes artífices de la cultura moderna. No faltan las reflexiones audaces y los informes que enriquezcan esa especie de canto a la creatividad.

Como he apuntado desde la primera línea, conocer  cabalmente la materia que se examina y se intenta vislumbrar por vía del juicio más certero (abarcador y diverso, inacabado y flexible), es el primer paso que exige un trabajo como este. Relacionar esa materia con todo un campo de vecindades inevitables, es trasmutarla en móvil para el desarrollo. Porque, más allá de tendencias estéticas, de animosidades ideológicas y de otras binariedades al uso, lo que la cultura y la sociedad que la produce necesitan, es precisamente eso, una verdadera conciencia de «saber relacionar las cosas».

Algo así tuvieron en cuenta los autores de la frase de Memorias…, algo así se asentó profundamente en el pensamiento de Alejo, y, por ese camino, resurge ahora como fruto provechoso en las manos de Luciano Castillo. De modo que quiero celebrar la suerte de haber leído Carpentier en el reino de la imagen, que es, en primer término, eso: un móvil para el desarrollo.

1 Edmundo Desnoes y Tomás Gutiérrez Alea, Memorias del subdesarrollo, ICAIC, 1968.

2 Alejo Carpentier, «El músico que llevo dentro». Apud. Luciano Castillo, «El ignorado crítico de cine que conocemos», en Carpentier en el reino de la imagen, La Habana, Ediciones Unión, 2006, p. 20.

3 Luciano Castillo, ibídem, p. 21.
4 Luciano Castillo, «Acosos a Carpentier», en ob. cit., p. 165.

Descriptor(es)
1. LITERATURA Y CINE

Web: http://cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital07/cap07.htm