FICHA ANALÍTICA

Camino al Edén: un escalón más alto
Naito López, Mario (1948 - )

Título: Camino al Edén: un escalón más alto

Autor(es): Mario Naito López

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 8

Año de publicación: 2008

Luego de varios años sin haber dirigido ningún largometraje de ficción, Daniel Díaz Torres sorprende con Camino al Edén, una coproducción hispano-cubana concebida para la pequeña pantalla, en la cual el canal español de televisión Antena 3 y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos llevaron las riendas financieras.

Díaz Torres, con amplia experiencia como documentalista e integrante durante cerca de tres lustros del equipo del Noticiero ICAIC, es bien conocido por sus filmes de vena satírico-humorista: Alicia en el pueblo de Maravillas (1990), Kleines Tropicana (1997) y Hacerse el sueco (2000). Pero el público quizás no recuerda que sus dos primeras películas, Jíbaro (1985) y Otra mujer (1986), se acogían al género dramático. Estas fueron dos incursiones cinematográficas, en ambientes rurales, que representaron sus primeros pasos de aprendizaje en el lenguaje del cine de ficción; la primera influida por su afición hacia el western y el cine de aventuras, y la segunda como un intento de estructurar conflictos donde se mezclaran temas sociales e intimistas.

Camino al Edén constituye el segmento inicial de un díptico televisivo, cuyas partes iban a ser dirigidas, en un principio, por Díaz Torres. Al final, el cineasta cubano asumió únicamente la realización de la primera de ellas. La segunda, El Edén perdido, fue encomendada al español Manuel Estudillo.

Aunque las primeras escenas de la nueva cinta de Díaz Torres transcurren en 1962, en vísperas de la Crisis de Octubre, pronto uno se percata de que son una mera introducción a una historia que acontece en 1896, en plena Guerra de Independencia. El espectador cubano, abrumado últimamente por una avalancha de filmes nacionales sobre la emigración o en torno a las vicisitudes de la realidad cotidiana, al menos en esta ocasión respirará aliviado al no tener que enfrentarse a otra película de ese corte.

En el último decenio, contados títulos cubanos de ficción han abordado determinado período del siglo xix. Las cintas Mambí (1997), de los canarios Teodoro y Santiago Ríos, y Cuba (1999), de Pedro Carvajal, coproducciones con Televisión Española, acerca de temas relacionados con la contienda independentista, pasaron sin penas ni glorias por nuestras pantallas; y más recientemente Roble de olor (2003), de Rigoberto López, una historia romántica que desafiaba tabúes sociales y barreras raciales en la segunda mitad de dicho siglo, suscitó opiniones encontradas sobre su factura artística. Toca ahora a Camino al Edén la faena de aventurarse en este apartado.

Por razones de presupuesto, es evidente que los productores no podían plantearse un filme de reconstrucción histórica o de inspiración trágico-lírica, con enormes recursos y miles de extras, a la manera del primer cuento de Lucía (1968), de Humberto Solás. Las intenciones de la anécdota escrita por el guionista Arturo Infante (La edad de la peseta), realizador de los cortometrajes Utopía, Flash Forward, Gozar, comer, partir, son más bien las de desmitificar leyendas, pasajes o personajes devenidos heroicos, tras los cuales subyacen voluntades maquiavélicas o una simple necesidad de supervivencia.

El argumento semeja a primera vista el de una telenovela. Un criollo (Fernando He-chavarría) llega a la finca El Edén casado con una española (Pilar Punzano). Vienen acompañados de una joven y hermosa negra (Limara Meneses), hija de ex esclavos, que más tarde se convierte en una especie de confidente de la peninsular. Parece que vamos a presenciar alguna de esas trilladas historias cargadas de ambición, celos, triángulos amorosos y demás elementos propios del género. Pero antes de la media hora, la trama enrumba por un sendero diferente al imaginado, y personajes en apariencia protagónicos desaparecen por completo del relato. Podría opinarse que se trata de un desliz del guionista, que la exposición de la intriga resulta demasiado extensa o simplemente que el escritor necesita completar la hora y media de metraje prevista para este tipo de producciones. Pero desde hace ya bastante tiempo, tales convenciones dramatúrgicas han sido superadas: maestros como Alfred Hitchcock o Stanley Kubrick dinamitaban respectivamente la lógica narrativa en películas como Psicosis (Psycho, 1960), donde Janet Leigh era asesinada a la media hora del comienzo, o Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), en la cual se alcanzaba el clímax cinematográfico tan solo a cuarenta minutos del inicio.

Un personaje introducido después de un tercio de la cinta, el de un joven mambí, interpretado por Lieter Ledesma, que parece salido de El engaño (The Beguiled, 1971), de Don Siegel, será quien desencadenará el conflicto de Camino al Edén. El soldado encarnado por Ledesma recuerda al herido y casi moribundo Clint Eastwood de aquella película, en que era rescatado y disputado por un clan de féminas en una escuela de señoritas del sur estadounidense durante la Guerra de Secesión. Ahora la lucha por la posesión del macho se centrará entre la recién llegada española y su amiga y criada negra. Aunque no puedan objetársele al actor acciones físicas corporales ni tonos o inflexiones vocales que invaliden su desempeño, ciertos parlamentos restan credibilidad a su personaje. Sucede todo lo contrario en el caso de las dos mujeres, donde los diálogos apoyan los movimientos de ambas. En particular, la joven Meneses, con tan solo dieciocho años de edad cuando filmó la película, demuestra cuánto se ha superado en el breve tiempo transcurrido desde su aparición en El Benny, de Jorge Luis Sánchez.

Como estipulan los contratos de coproducciones cinematográficas con otros países, actores hispanos figuran entre los nombres principales del reparto. Junto a la protagonista Punzano interviene, además, Álvaro de Luna en el rol del militar que comanda las fuerzas bélicas españolas en la localidad donde se ubica la finca El Edén, y que corteja a esta mujer insistentemente.

La puesta en escena resulta modesta, sin las pretensiones fotográficas, de dirección artística y de vestuario de producciones anteriores como Roble de olor. El peso artístico descansa en el guión, la edición y los actores. El relato resulta plausible y los personajes están bastante bien caracterizados psicológicamente. Es indiscutible que Camino al Edén representa un escalón más alto en el quehacer cinematográfico de Díaz Torres, director que esta vez ha tenido a su disposición un argumento de mayor elaboración dramática.

Descriptor(es)
1. CINE CUBANO

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital08/cap02.htm