FICHA ANALÍTICA
300, más allá de la ficción
Eduardo Maristany, Carlos (1984 - )
Título: 300, más allá de la ficción
Autor(es): Carlos Eduardo Maristany
Fuente: Revista Cine Cubano On Line
Número: 8
Año de publicación: 2008
Investigar sobre 300 (2007), y pensar en la suerte que podría tener ese filme estadounidense en la próxima entrega de los Oscar, es un ejercicio que ayuda a comprender las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos.
Una escena de combate en “300”.Si el tema lo motiva, y no lo ha hecho aun, lo invito a que vea 300, y también a que investigue por su cuenta sobre ese fenómeno hollywoodense de multitudes, así como sobre el rastro que ha dejado tras su paso por el mercado mundial cinematográfico. Después apele a lo que sabe del premio Oscar, y amplíe sus conocimientos, de ser necesario. Luego, con plena conciencia además del actual contexto internacional, seguramente usted podrá enriquecer los siguientes criterios e informaciones.
Todos tributan a un análisis que persigue ilustrar elementos esenciales de las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos, tomando como punto de partida el estudio de un caso concreto: la película 300, precisamente cuando ese poder intenta recaudar apoyo popular en su hostilidad contra Irán, de la cual muchos han temido una nueva aventura militar de la Casa Blanca. Lejos de pretender grandes pronósticos, ni conclusiones cerradas, el objetivo es solo reunir criterios y aportar otros nuevos, para comprender hasta dónde son capaces de llegar esas relaciones de subordinación, y llamar así la atención sobre lo que se ha cocinado y podría continuarse cocinando en torno a 300.
Quizá usted, dentro de la reflexión sugerida, ha pensado hasta en la posibilidad de alguna candidatura al Oscar para ese filme, reconociéndole probabilidades de ser premiado. Digamos que, al menos por el momento, no sería descartable un resultado así.
No obstante, gane o pierda, sea nominado o no, lo más interesante es comprobar cómo hoy pueden reunirse algunos argumentos que sostienen la posibilidad, comenzando por su deslumbrante puesta en escena, su indiscutible aporte renovador al séptimo arte y su multimillonaria recaudación.
Ni siquiera el propio estudio estadounidense que se arriesgó a producir el ambicioso proyecto esperaba ingresar setenta millones de dólares en apenas los tres primeros días de cartelera norteamericana (récord para una apertura de fin de semana en marzo). Eso es algo para agradecer a la expectativa generada por varias páginas web y, claro está, por su campaña publicitaria. También habría que mencionar la aprobación de la derecha ultraconservadora estadounidense, que dio eufóricos aplausos traducibles en una TOTAL APERTURA de puertas a la maquinaria propagandística de Hollywood, desconocedora de fronteras. Por si fuera poco, el estreno de la película se produjo en un momento de revitalización del cine épico, después de la brecha comercial abierta por Gladiador, Troya y Alejandro Magno.
Se trata de una adaptación de la novela gráfica o cómic de Frank Miller sobre la Batalla de las Termópilas, acaecida en la Grecia clásica. Fue dirigida por el joven Zack Snyder (absorbido de las filas del cine independiente estadounidense) y contó con guión de este, junto a Kurt Johnstad y Michael Gordon. Con aportes propios, la nueva versión es más fiel a la novela de Miller que al suceso real, tanto en el guión como en la concepción de las imágenes. Y eso puede ser otro punto a su favor.
Filmada casi completamente en estudios contra fondos azules y verdes mediante la técnica del plató digital (solo se rodó una escena al aire libre), la cinta posee un estilo visual marcado por el tratamiento digital del color y del contraste con la técnica croma: el resultado es una cinematografía oscura que recuerda los dibujos originales de Miller.
La película se inserta de manera orgánica en esta era del videojuego y de los nuevos modos de representación y narración de las historias, demostrando que el cine es un arte bien vivo, al ser capaz de evolucionar mediante la asimilación de las novedades procedentes de los medios emergentes. Así, 300 propone el reciclaje de la vieja historia con el atractivo de una nueva estética, donde confluyen la épica tradicional, la acción y los puntos de vista interactivos del videojuego.
Cualquier crítica a la obra tendrá que reconocer el elevado nivel de hechura de apartados técnicos tan importantes en el género como las coreografías de los combates y, sobre todo, el valor de su atractiva y renovadora visualidad, que llega para enriquecer el arte cinematográfico.
El éxito comercial y los aportes estéticos del filme han venido como anillo al dedo, y podrían convertirse en los principales argumentos de las fuerzas que se mueven entretelones en Hollywood, de interesarse estas en que su Academia (Academy of Motion Picture Arts and Sciences) legitime con alguna nominación o estatuilla a una cinta que puede exportar tan oportunos mensajes.
Gerard Butler como el rey Leónidas de Esparta.En las Termópilas, 300 espartanos (y unos miles de soldados de otras ciudades griegas) enfrentaron a una fuerza invasora persa cuya cifra varía según el historiador, pero no es inferior a doscientos mil.
El argumento del filme recrea el momento en que Leónidas, rey de Esparta, animado por Gorgo, su esposa y consejera, lidera a sus 300 guerreros y a los aliados para enfrentar a Jerjes, el emperador persa, aun cuando los vaticinios de los oráculos y la situación le eran adversos. Los hombres de Leónidas no dudan en apoyar al monarca y acompañarlo en esta batalla que solo los conducirá a la muerte. No obstante, aparecen algunos traidores que, o bien quieren alcanzar un poder con el que el enemigo los tienta, o bien aprovecharse de la ausencia del rey para imponer otra política en Esparta.
Algunos críticos, historiadores y otras personas, al parecer interesados en apoyar la intención de la película de maximizar el valor de los espartanos y el tamaño de su hazaña, en detrimento de los persas, simplifican el número de los aliados griegos, al tiempo que insinúan un estimado de los invasores superior al real. Por ejemplo, tanto el historiador militar y ensayista político Victor Davis Hanson, prologuista de la edición de 2007 de la novela gráfica de Miller, como la traductora al Español de su artículo La historia y la película 300,1 demuestran en ese trabajo conocer muy bien la connotación de las palabras. Al apuntar la cifra de los comandados por Jerjes, independientemente de su confianza en la existencia de unos doscientos cincuenta mil, Hanson no lo refleja exactamente así. Utiliza la expresión: «más de un cuarto de millón», en lugar de escribir: unos doscientos cincuenta mil hombres, en lo que puede sospecharse un intento por sugerir que eran más.
En realidad, la recepción de la película ha resultado polémica en numerosos aspectos.
Precisión histórica
Ephraim Lytle,2 profesor de historia helénica en la Universidad de Toronto, considera que 300 idealiza la sociedad espartana de una «manera problemática e inquietante» y que presenta a los persas como monstruos y al resto de los griegos, como débiles. En su opinión, el universo moral del filme podría haber parecido tan «bizarro a los antiguos griegos como lo es para los historiadores modernos».
Otro profesor de historia, pero de la Universidad de California, Touraj Daryaee, 3 critica al filme por mostrar a espartanos «libres»y «amantes de la democracia»contra «esclavos» persas. Daryaee aclaró que el imperio persa de la dinastía Aqueménida, cuyos hombres participaron en las Termópilas, contrataba y pagaba a sus trabajadores sin importar el género o ascendencia étnica, mientras que en la Grecia del siglo V «menos de catorce por ciento» de la población participaba en el gobierno democrático y «casi treinta y siete por ciento» de la población era esclava. Asimismo, explicó que Esparta «era una monarquía militar, no una democracia», y que colectivamente eran propietarios de los esclavos (Ilotas), a los cuales masacraban periódicamente.
Zack Snyder,4 el director de la cinta, declaró que «los sucesos son correctos en un noventa por ciento. Es sólo en la visualización que se aloca […] he mostrado la película a historiadores de clase mundial que han dicho que es impresionante. No pueden creer que sea tan precisa como lo es.» ¿De qué clase serán entonces los historiadores citados anteriormente?
No obstante, y como para neutralizar las críticas por diez por ciento de las imprecisiones reconocidas por él, Snyder recordó que su obra es «una ópera, mas no un documental». Según el director, debería considerarse a 300 como un filme de entretenimiento, con predominio de la ficción sobre los acontecimientos reales. Pero la vieja y gastada maniobra cada vez engaña a menos, y esta vez no logró completar el disfraz a la medida de las mentiras de la cinta.
Al parecer, comprometido con los intereses que procuran ocultar esas mentiras, Victor Davis Hanson legitima desde Estados Unidos la versión que defiende el filme. Este «conserva el espíritu de la historia de las Termópilas». Así escribió en su citado trabajo, donde justifica con especial dedicación las decisiones de los realizadores que alejaron a la obra de la realidad histórica.
Tras relatar los, según él, verdaderos hechos de la batalla, Hanson explica que esa «inmolación sin precedentes a favor de la causa griega de un rey espartano y su guardia real» inspiró a los griegos sobrevivientes en su posterior victoria sobre los persas y convirtió a las Termópilas en:
una importante lección moral y cultural […] un pueblo pequeño y libre había sido mejor luchando voluntariamente contra grandes cantidades de sujetos imperiales que avanzaban bajo el látigo […] la idea occidental de que los soldados mismos deciden dónde, cómo y contra quién luchar contrasta con la idea oriental del despotismo y la monarquía, demostrándose que la libertad es […] más fuerte […]
Esa lección tiene bases contradictorias, atendiendo a la información ofrecida por el profesor Daryaee. Tal parece que, tanto Hanson como escritores y poetas griegos, entre ellos Simónides y Heródoto, desconocían la organización social persa o se hicieron los de la vista gorda para adjudicar tan honorable ideal al pueblo griego. Lo cierto es que ese ideal quedó reflejado en sus obras, concebidas con gran fascinación por el sacrificio y el heroísmo espartanos. Hanson también reseña cómo la posterior literatura occidental continuó el tributo a aquel desafío, y a la ya universal idea de «soldados occidentales que prefieren morir como hombres libres en vez de someterse a la tiranía». Incluso una vieja película: Los 300 espartanos, «coincidentemente» también de Hollywood, se basó en la defensa del paso de las Termópilas. Se cree que ese filme pudo inspirar los «inofensivos» dibujitos de Miller.
¿Podríamos atribuir el reciclaje de aquella heroicidad griega ante la peligrosa amenaza persa, en «inevitable» enfrentamiento entre Oriente y Occidente, solamente al hambre de jugosas historias de la insaciable industria del cine hollywoodense, o podríamos asociarlo también a otras necesidades?
El propio Hanson reconoce que el guión de 300 «no es un intento típico de Hollywood para recrear el pasado como un drama con disfraces». «Más bien se basa en los gráficos y textos del cómic de Frank Miller», que en realidad consistió en una adaptación «de la bien conocida historia de la defensa griega en líneas generales pero con deferencia hecha a los gustos de la cultura popular contemporánea».
Conocemos que 300 introdujo nuevos cambios en la ya modificada adaptación de la historia para el cómic. Si además consideramos que esa novela gráfica pudo tener sus antecedentes en una antigua cinta también hollywoodense, la cual seguramente también debió tener en cuenta, a su manera, anteriores versiones de la historia, y que las raíces de todas estas, es decir, las obras de los escritores y poetas griegos, partieron del sesgo inicial consistente en aquel ideal que ha divinizado a unos y satanizado a otros, comprenderemos en qué medida se ha dejado atrás la verdad histórica. ¿A cuáles propósitos habrá servido tanto enjuague a través del tiempo?
Hanson opina que en 300 se:
rememoran las escenas de la batalla según el relato de Heródoto […]La historia principal de nuestros antiguos historiadores griegos aún está allí: Leónidas, contra la oposición interna, insiste en enviar inmediatamente una partida de avanzada hacia el norte en una misión suicida para espabilar a los griegos y permitirles que tengan tiempo de montar una defensa. Una vez en las Termópilas, adapta las defensas al estrecho paso entre altos acantilados y un lejano mar a sus pies. Los griegos luchan juntos en falange y por momentos avanzan como guerreros en solitario. Finalmente son traicionados por Efialtes, forzando a Leónidas a pedir a sus aliados que se retiren y quedándose solamente con sus 300, destinados a morir bajo un mar de flechas.
Este historiador actual destaca cómo en la nueva película «los espartanos, citando frases conocidas de Heródoto y temas de los poetas líricos, profesan una lealtad inquebrantable a una Grecia libre. Nunca agacharán la cabeza ante los persas, prefiriendo morir de pie que vivir de rodillas».
El enfrentamiento es presentado en la cinta como un choque de civilizaciones. Hanson alega que Simónides, Esquilo y Heródoto veían a las Termópilas como una batalla contra «el centralismo oriental y el feudalismo colectivo,» lo cual se oponía a «la idea del libre ciudadano de una polis autónoma».
El esfuerzo de Hanson parece tributar a una conclusión que, según él, salva al filme de la acusación de torcer la realidad histórica:
Si los críticos piensan que 300 reduce y simplifica el significado de las Termópilas en libertad contra tiranía, deberían releerse cuidadosamente los relatos antiguos y luego echar la culpa de ello a Heródoto, Plutarco y Diodoro –que hace tiempo ya se jactaban de que la libertad griega estuvo sometida a prueba ante la autocracia persa; hombres libres, superiores, muriendo por su libertad mientras sus esclavizados enemigos eran azotados para esclavizar a otros.
Al parecer Hanson intenta convencer de que ni siquiera el pecado original, sino TODO el pecado, debería cargarse a la cuenta de los antiguos griegos cuyas obras inspiraron las posteriores, como si el acto de elegir aquel viejo enfoque no evidenciara una clara intencionalidad de los realizadores de 300. Además, ¿dónde quedan las coherentes licencias históricas (errores históricos y maniobras ideológicas, en muchos de los casos, para ser más exacto) apreciables en la cinta?
De acuerdo con la información de Wikipedia, la mayor parte de esas «licencias» puede resumirse así:
--Los griegos luchan casi desnudos sin usar ninguna de las formaciones de los espartanos históricos. (Hanson argumenta que «los espartanos luchan a pecho descubierto, sin armaduras, en la desnuda forma heroica que los antiguos pintores y ceramistas griegos representaban a los hoplitas, con sus músculos protuberantes […]», pero no justifica ni el detalle de las formaciones ni buena parte de los siguientes errores y tergiversaciones, algunos también presentes en el cómic).
--Los éforos, ministros que se encargaban de las tareas de gobierno elegidos por un año, son representados como seres deformes que custodian a una pitonisa.
--Se ignora la existencia de dos reyes en Esparta y se le da a la esposa de Leónidas el cargo de reina, cuando en la sociedad griega las mujeres no tenían participación política.
--Los persas utilizan rinocerontes y elefantes en su ejército.
--A los espartanos se les presenta de forma moderna en cuanto a su sociedad y costumbres. Por ejemplo, no existe mención alguna de que vivían en una sociedad esclavista.
--Los diez mil inmortales muestran una estética similar a la de los ninjas del folklore japonés y a los del cómic, herencia directa de la afición de Miller a la cultura japonesa.
--Tanto Jerjes I como algunos de sus emisarios son representados como reyezuelos africanos afeitados tanto la cabeza como la barba), cuando su origen étnico denota una apariencia diferente. (Además habría que agregar su ambigua definición sexual, curiosamente sí identificada por Hanson, aunque, por supuesto, sin explicaciones.)
--El griego Efialtes es un ser deforme (caracterización del traidor según su deformidad de carácter).
--Aparecen personajes de ficción como el gigante que lucha con Léonidas o el que decapita a los generales persas, o los inmortales retratados como seres monstruosos.
--En realidad lucharon muchos más hombres al lado de Leónidas (unos siete mil hoplitas).
--Aunque 300 espartanos sí se quedaron a luchar, el grueso del ejército no huyó despavorido al verse rodeado, sino que el mismo Léonidas lo envió de vuelta para minimizar pérdidas.
Impresiona el esmero de Hanson al defender el filme, y junto con este un ideal con el que tanto se identifica. Sin embargo, la valoración de Wikipedia parece ajustarse más a la realidad: «La película sigue supuestamente la narración de Heródoto, no así los datos históricos y arqueológicos».
Las «licencias» de 300 no deben ser un problema para que la cinta aspire a algún Oscar. Con esta versión la película, sus realizadores y su estudio apoyan políticas importantes para el sistema político al cual responden. Por lo tanto, de pronunciarse al respecto, es probable que la Academia (institución encargada de «repartir» los Oscar, que también responde a esos intereses) considere ese tratamiento histórico no solo válido, sino además plausible y, en consecuencia, digno de reconocimiento.
Crítica
El actor brasileño Rodrigo Santoro en el papel de Jerjes el rey Persa. El complejo entramado de opiniones de la crítica, ofrece útiles criterios para una activa recepción. Desde su première mundial ante unas mil setecientas personas en el Festival Internacional de Cine de Berlín, el 14 de febrero de 2007, 300 ha venido recibiendo críticas diversas. Fue ovacionada en su estreno para el público y duramente criticada en su proyección para la prensa, en la que algunos espectadores abandonaron la sala, mientras otros de los que se quedaron abuchearon al final.
Concentrémonos en las opiniones referentes al contenido. Las hay de todo tipo. Un buen número, no solo correspondiente a historiadores, sino además a críticos, también de clase mundial, han coincidido en señalar la excesiva ficcionalización de los hechos retratados en una película que consideran mucho más centrada en el heroísmo dramático y la violencia, que en el hecho histórico.
La prensa iraní criticó la imagen «homosexual» que ofrece el filme del rey Jerjes y el carácter de «monstruos deshumanizados» deducible del ejército persa. El espectador, según afirmaron medios de ese país, recibe un mensaje de la lucha de occidente contra los «salvajes» antepasados iraníes (los persas). Una de las numerosas voces de protesta denunció que «la película busca contarle a la gente que este país, que está en (lo que George Bush denominó) el Eje del Mal, ha sido durante mucho tiempo fuente de males y que los ancestros de los modernos iraníes son como los salvajes, feos, tontos y asesinos que se ven en 300». En general, diferentes medios políticos y culturales de esa nación han considerado que el filme insulta el pasado histórico de Irán y de su civilización, y supone una guerra psicológica contra Teherán y su pueblo.
A pesar de quedar muy bien parados en la cinta, los griegos actuales parecen preferir ganarse el prestigio por sí mismos, y honestamente. Quizás por eso algunos medios de ese país han sido particularmente duros en sus valoraciones sobre 300. El crítico griego de cine, Robby Eksiel,5 por ejemplo, advirtió que al auditorio le impresionaría la «acción digital» pero que le irritarían las «ostentosas interpretaciones y los personajes unidimensionales.»
En Estados Unidos, a pesar de que la derecha ultraconservadora cubrió al filme de elogios, en una actitud que parecen ignorar los que niegan las connotaciones políticas e ideológicas apreciadas, han aparecido pronunciamientos asombrosamente incisivos. No obstante, estos parecen más bien un regaño entre compañeros de ideas, por la irresponsabilidad de haber descuidado el necesario camuflaje de la potente dosis política e ideológica.
Un crítico del New York Times citado por Wikipedia y Granma estimó que 300 era «tan violenta como Apocalypto (Mel Gibson) pero el doble de estúpida» y sugirió que la trama contenía tonos de racismo. Asimismo, en otro comentario reseñado por Granma, esta vez del Washington Post se leía:
Decidle a los espartanos que su sacrificio no fue en vano; el largo día del guerrero, bajo la sombra de miles de flechas que caen del cielo, logró proteger el Oeste y garantizar, muchos años después, el derecho de unos idiotas a hacer pelis muy malas sobre ello.
Wikipedia ofrece una conclusión que puede ayudarnos a entender por qué esos críticos utilizaron muchas de las palabras destacadas en el párrafo anterior: la película «desnuda su fondo político donde los persas (los iraníes en la actualidad con programa nuclear en cuestión), no solo son representados por personajes alejados a su biotipo configurando un ataque racista directo y perverso contra la raza negra». Seguidamente aporta una nueva frase que complementa un análisis ya iniciado en este trabajo, y que desacredita a aquel espíritu que, según Hanson, conserva 300 del texto original de Heródoto (el ideal de libertad contra tiranía): «Se debe recordar que Esparta no era un Estado "democrático", sino el mas tiránico de toda la Grecia antigua».
Un artículo del diario Granma6 reúne las principales posiciones respecto a la película y aporta la valoración personal de quien lo firma: Rolando Pérez Betancourt7.
El crítico cubano de cine señala la exacerbada violencia, la cual, a pesar de resultar artificial en muchas ocasiones, como argumentan algunas opiniones indulgentes tratando de minimizar la agresión que esto supone, no deja de ser nociva. «Se suceden los actos sexuales violentos
--expone Betancourt-- y una carnicería de combates cuerpo a cuerpo con miembros despedazados y cabezas arrancadas de cuajo, entre torrentes de sangre y un cielo invariablemente tenebroso como testigo.»
Seguidamente descubre cómo en los combates, por ejemplo, se materializa la ya aludida intención de divinizar «a los espartanos y satanizar a los persas, en un enfrentamiento de civilizaciones que propone vías para despejar un camino en cuyo final pueden obtenerse importantes dividendos. En este sentido apunta cómo en esos combates se ve «a los espartanos dando grandes piruetas en el aire para terminar clavando sus espadas en los cuerpos de los persas, que con sus máscaras escalofriantes y voces cavernosas semejan una horda de monstruos salidos de las últimas conjuras del infierno». Algunos atribuyen las espectaculares piruetas a la fuerte influencia japonesa advertida en los dibujos de Miller, en los cuales se basa 300. Sin embargo, también es válido considerarlas como otro recurso para mostrar superiores a los espartanos.
Betancourt explica la «apabullante» visión etnocéntrica del filme, así: «Mientras los personajes de occidente, sus dramas íntimos y la manera en que son fotografiados reflejan lo más puro y justificado dentro del baño de sangre, los persas se muestran como seres retorcidos y dominados por una maldad innata […]». Esa representación consigue reproducir, según su apreciación, “el clásico esquema de perfecta cultura occidental tratando de explicarse (y de explicar) las diferencias raciales del "otro"[…] occidente es bello y tocado por la luminosidad de la vida, mientras que el oriente pertenece al mundo de las tinieblas, de la decadencia, el libertinaje y un homosexualismo enfermizo […]”.
Es difícil engañar a los que han podido conocer cómo funciona Hollywood, con el «viejo truco» de esconder oscuras intenciones políticas e ideológicas en el saco sin fondo de la ficción, alegando como único y pulcro propósito de producciones como esta, el entretenimiento. En esos casos la ficción funciona algo así como un sinónimo de mentira. Por eso no es difícil percatarse de que el joven director de 300, al tratar de repetir aquel procedimiento para mentir eficazmente, solo trataba de ocultar (para hacerlo más efectivo) el apoyo de su obra a la teoría del inevitable choque de civilizaciones propugnada por la Casa Blanca (a cuyos inquilinos se refirió Betancourt como «espartanos», siguiendo la asociación a la que invita el filme) y, con esta, a «la doctrina armamentista que justifica los planes quinquenales de agresión en función de "salvar al mundo."[…] “Al satanizar a la civilización persa --se lee en el sumario o bajante del artículo de Granma--, Hollywood abona el camino para justificar la política agresiva hacia Irán…».
Pero la excelente reconstrucción del crimen realizada por Betancourt, como también ocurre con otras muchas voces en el mundo que califican a la película, al decir de este crítico, «como una aberración propagandística amasada a tono con los tiempos de agresión imperial que corren», no dispone de la campaña publicitaria que lleva a 300 por cada rincón posible del planeta, inoculando «una ideología racista y reaccionaria vinculada con la guerra caliente que vive el mundo».
Súmese a lo anterior otros dos elementos identificados por el crítico de Granma, que también contribuyen a que se incremente considerablemente la cifra de contaminados por la cinta.
1. El hecho de que esta «película espectacular» es capaz de seducir a «no pocos espectadores para quienes lo más importante es la hábil combinación de efectos especiales y otros recursos emocionantes y técnicos», sin detenerse a pensar en lo que le inyectan con eso.
2. Y que la algarabía que ha levantado 300, como en otras ocasiones de planificados escándalos, ha hecho que otra considerable cantidad quiera verla.
La combinación de todos esos factores da la ventaja a Hollywood, y esta se incrementaría aún más si la Academia llegara a legitimar al filme y a su mensaje con algún Oscar o nominación. Solo nos queda perfeccionar y difundir al máximo la crítica a la película, agotando todos los recursos posibles, y aprovecharnos de ella, como plantea Betancourt, «para demostrar que Hollywood, en no pocas ocasiones y a pesar de estar la Humanidad sentada al borde de un volcán, puede seguir siendo el mismo engendro de siempre». El presente trabajo se suma a esa causa.
La misión de Hollywood
Sigamos ahora las pistas que ofrecen dos reveladores textos8 de Juan Antonio García Borrero, también crítico cubano de cine.
En Las opiniones peligrosas y el pensamiento ausente, el autor lamenta que:
el pensamiento profundo no sea precisamente el tipo de operación intelectual que abunde en nuestra época… lo que predominan hoy son las opiniones «autorizadas», esas que se expresan «democráticamente» en los grandes medios de comunicación y que, por el solo hecho de llegar a una enorme cantidad de público, adquieren visos de autoridad casi intocable.
A eso nos referíamos al analizar la desventaja de las opiniones honestas y profundas que critican a 300, ante lo que puede lograr la maquinaria propagandística de Hollywood, con acceso a grandes medios de comunicación. Esos medios tan «autorizados» legitiman el cine hollywoodense, el cual ya procede de una industria que también ha ganado autoridad a partir de sus resultados históricos (que mucho debe, además de al talento de sus creadores, a sus enormes recursos, a sus posibilidades de experimentar con la última tecnología, y a la experiencia acumulada). Y, aun cuando la autoridad de la denominada Meca del Cine varíe según el público, se mueve en un rango considerable.
Con la presencia dominante9 de su cine a nivel internacional y esa autoridad que le gana no pocas mentes, Hollywood ha ido inoculando el modo de vida, la cultura, los valores, las posiciones, los intereses y las perspectivas del país al cual se debe. Ese es uno de los mecanismos con los cuales Estados Unidos ha apoyado su pretendida dominación del mundo. 300 es un buen ejemplo.
El perfeccionamiento alcanzado por las instituciones ideológicas estadounidenses (entre ellas Hollywood) ha permitido llegar a «la más inteligente de las dictaduras», capaz de operar con mecanismos de censura mucho más efectivos que la antigua censura «pedestremente política». Según comenta García Borrero, ya no es preciso impedir la existencia de determinados temas fílmicos, ni preocuparse mucho por la aparición de un cine defensor de ideales contrarios a los del poder político. Hollywood, como parte de la colonización cultural que sustenta, se ha encargado de atar al público a su estética con el desarrollo de hábitos consumistas.
«[…] cualquiera, aparentemente, puede hacer la película que estime […] y, sin embargo, para el público solo es válido aquel cine que recicla hasta el cansancio el modelo de representación hegemónico».
Hollywood no solo construye su dominación asegurándose al público, sino también acaparando talentosos y prometedores cineastas, quienes entonces podrán «desarrollar» en grande su cine y llevarlo por el mundo. El resto se defenderá como pueda, con menores opciones de igualar esas posibilidades, aunque sí su calidad, e incluso superarla. Y es que la otra forma en la que opera esa moderna e inteligente dictadura es la «censura económica». «De ahora en lo adelante, para triunfar será más importante contar por lo menos con cien millones de dólares que avalen la «trascendencia» del proyecto, que poseer el talento de James Cameron. Solo así el público estará dispuesto a creer».
Así, Hollywood realiza una espectacular y efectiva propaganda ideológica del poder al cual responde. La ayuda recibida por este es considerable si se tiene en cuenta que aquella a la que llaman la Meca del Cine marca las pautas del desarrollo de ese arte en el mundo, el cual, además, es muy apropiado para dicha propaganda. Hollywood, gracias precisamente a ese dominio cultural con el que persuade, engaña y somete a millones en el mundo, le gestiona a ese poder la preponderancia de su discurso.
García Borrero también señala que la actual y amplia democratización del acto de opinar permite preparar el terreno para enterrar las reflexiones de las «minorías encargadas de estudiar el hecho cinematográfico en profundidad y proponer debates que exploren los problemas subyacentes […] »
Desde ese punto de vista es comprensible su criterio de que esa democratización puede ser contraproducente en la defensa de la verdad. Los conocimientos teóricos nunca han atraído multitudes. Por lo tanto, la democratización posibilita el predominio de las opiniones de aquellos susceptibles de ser engañados por el cine hollywoodense, las cuales, unidas a las de los medios «autorizados», que a su vez apoyan a la industria, terminan dispersando la verdad.
El otro texto de García Borrero: El Oscar y la economía del juicio, propone un análisis sobre los vínculos que se establecen entre el Oscar, el espectador, la industria y el poder. No solo presenta esos vínculos como una de las aristas «difícilmente advertidas por el público», sino también poco exploradas por estudiosos. Dentro de esa red de concupiscencias, el autor resalta los vínculos con el poder. Explica que este actúa mediante la persuasión o, en todo caso, mediante una coacción muy solapada. Entiende el poder «como el colofón sofisticado de un conjunto de operaciones aparentemente aisladas entre sí que han conseguido decretar, en absoluto silencio, el actual y férreo orden de las cosas».
García Borrero acude a la imaginería popular para demostrar que todo premio constituye también:
un ejercicio astuto de censura. Para el grueso de los mortales, un premio es el reconocimiento que se hace a las excelsitudes de un determinado acto o sujeto, mas los premios los conceden los hombres; luego, responden a intereses y expectativas concretas y finitas…, premiar es la mejor manera de decidir qué es bueno y moralmente conveniente, qué es correctamente político y por ende «trascendente», al tiempo que establece (por omisión) aquello que, al no cumplir con los cánones dominantes, resulta de mal gusto y para nada recomendable al bien común.
En este sentido los premios han terminado deviniendo en un artificio amable que el hombre moderno e ilustrado logra deslizar en nuestra civilización en claro reemplazo de las antiguas técnicas del suplicio: ya los herejes, los que disienten del sentir común y se atreven a explorar nuevos senderos, los que someten a debate aquello que la costumbre a fosilizado, no resultan quemados en las hogueras o empalados según las bárbaras tradiciones; ahora los inconformes son condenados a no ser «famosos» o, lo que es lo mismo, a no ser admitidos, reconocidos, premiados por una inmensa e informe masa que ve en lo académico el non plus ultra del buen gusto y la exquisitez.
Para la masa, un premio es importante no por lo que recompensa, sino por lo que el galardón mismo representa en el imaginario colectivo en tanto los premios han terminado por resultar uno de los elementos más importantes de lo que pudiéramos llamar la economía del juicio, y que funciona según la siguiente deducción: como algún «experto» ya evaluó y premió por mí, no tengo que invertir esfuerzo alguno en comprobar si, en verdad, eso que llega a mí es bueno o malo.
Lo que ignora la masa al aplicar la economía del juicio son las intenciones que determinan esas etiquetas de «buena» o «mala». Los «expertos» evalúan considerando cómo la película dialoga con su ideología e intereses, así como los de la institución a la cual responden. Las personas que, después de aplicar la economía del juicio, se expongan a ver cine, predispuestas positiva o negativamente hacia determinado filme, se arriesgan a ser influenciadas, independientemente de su ideología e intereses propios, por los que decidieron esa predisposición.
Las intenciones ideológicas procuradas mediante el séptimo arte no llegan generalmente en una sola, película sino sistemáticamente en muchas, en un bombardeo constante que puede llegar a ser muy eficaz. Y, aunque solo sea en un filme, este es acompañado en sus propósitos por otras instituciones ideológicas que responden al mismo poder.
Algunos presupuestos10 de la teoría sociopolítica son de imprescindible consulta para armar el rompecabezas cuyas piezas constituyen los vínculos de los cuales alertaba García Borrero.
Ya referimos cómo 300 fue aplaudida con euforia por la derecha ultraconservadora estadounidense, que ostenta actualmente el poder político en la nación del Norte. Ese poder está constituido por un conjunto de instituciones de dominación de unos hombres sobre otros, que permiten concentrar en él la posibilidad del uso de la fuerza, para lograr la necesaria sujeción social, la cual, a su vez, permitirá alcanzar la integración de la sociedad, a su servicio.
Toda institución «constituye un modelo de relaciones sociales que ejerce una acción reguladora sobre el comportamiento humano […]»Su existencia «le permite al hombre contar con una pluralidad de pautas de rol interdependientes que puede oponer a las acciones naturales que emprende».
Las instituciones de dominación integran el Estado. Desde que la derecha ultraconservadora contó con ese órgano integrador, pasó a dominar política y económicamente.
«El domino clasista en la sociedad --siguiendo al marxismo--, se produce integrando todas las esferas mediante un sistema de medios de influjo económico, político e ideológico». Hollywood debe utilizar su influencia de alcance internacional para trabajar junto al resto del sistema en pos de las necesidades del poder político estadounidense. Debe sustentar sus posturas y contribuir a fijar las pautas de proyección social a corto y largo plazos. Cumple el rol de prescribir y proscribir los valores e intereses del stablishment.11 De ahí que la Meca del Cine constituya una institución ideológica de ese poder.
«Estados Unidos no cuenta --según el periódico electrónico Sociedad y Valores Estadounidenses--12 con una oficina o ministerio de gobierno que regule la industria cinematográfica […] Sin embargo --acota la propia publicación--, el gobierno interactúa de varias maneras con la industria del cine». Recibe de Hollywood el apoyo mencionado, y lo regula directamente cuando es preciso. A su vez, colabora mediante oficinas gubernamentales en la solución de disímiles exigencias de las producciones hollywoodenses, y de esa ayuda recibe múltiples beneficios adicionales.
Todo esto permite darse cuenta de que, efectivamente, con 300, “…HOLLYWOOD ABONA EL CAMINO PARA JUSTIFICAR LA POLÍTICA AGRESIVA HACIA IRÁN”. El filme es solo uno de los últimos grandes ejemplos de cómo la llamada Meca del Cine le hace propaganda al Estado norteamericano.
Como cualquier institución estadounidense, Hollywood puede contribuir a «dar estabilidad, seguridad e integración a la sociedad…» al cumplir las funciones mencionadas. Ello depende de su capacidad «de reflejar el estado de las relaciones sociales existentes en cada momento, y no solo cuando surgen, pues estas relaciones se modifican con el tiempo y resulta indispensable, por ello, una readecuación» de la institución, junto con el resto de las instituciones sociales.
Históricamente, Hollywood ha estado al tanto y ha contribuido a digerir, con su enfoque, problemáticas del momento de la sociedad norteamericana, como las que representaban la URSS y la Guerra de Vietnam, entre otras. Datos publicados por el sitio voltairenet.org13 evidencian cómo también el poder le da empujoncitos a Hollywood para que cumpla con su necesaria readecuación constante.
[…] tradicionalmente el poder ejecutivo estadounidense ha reclutado a la industria de Hollywood, incluso en tiempos de paz. El actor y sin embargo presidente Ronald Reagan hizo apoyar su política exterior por las producciones de la Cannon, que fustigaban a la URSS y minimizaban la derrota de Vietnam. Esta práctica volvió a ponerse de moda a partir del rearme unilateral emprendido por Estados Unidos en 1998. La CIA financió entonces un largometraje: In the Company of Spies. Con la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca se multiplicaron las obras de propaganda: nueve filmes y tres series de televisión (The Agency, Alias y, claro está, 24), fueron financiados por la agencia de inteligencia. El Pentágono, por su parte, solo encarga películas de forma excepcional (como Black Hawk Down, titulada en español Black Hawk derribado), pero presta a sus hombres y sus materiales para múltiples superproducciones a cambio del derecho de ver y modificar los guiones.
Después de los atentados del 11 de septiembre comenzó una nueva etapa de empujoncitos o de regulación, por parte del poder político, del apoyo recibido de Hollywood. La Casa Blanca movilizó a esa industria en un gran esfuerzo patriótico para apoyar la «guerra contra el terrorismo». «La presidencia estadounidense y Jack Valenti, presidente del sindicato patronal de la industria cinematográfica (Motion Picture Association of America), firmaron el primer acuerdo que se extendió a continuación a la Paramount, CBS Television, Viacom, Showtime, Dreamwork, HBO y MGM». Sin saber cuánto pudo extenderse el acuerdo, 300 lo mismo pudo haber resultado de esa o de una movilización posterior, que haber sido iniciativa de Hollywood, lo cual hablaría de su capacidad de readecuación constante.
Si quedaran dudas de que 300 es una aberración propagandística, recuérdense los aplausos de la derecha ultraconservadora. Ese descuido evidenció aun más las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos que explican el mensaje de 300, y que ya la cinta delataba torpemente.
No en balde fueron tan duras las opiniones de los críticos estadounidenses ya citados, cuyos medios deben promover la misma ideología y los mismos intereses que la Meca del Cine.
Casi al final repasemos algunas ideas sobre Hollywood y Los medios de comunicación14 en general.
[…] quien maneja las ideas de una sociedad es quien determina el curso de la misma. Desde ideólogos como San Agustín para el cristianismo, pasando por Goebbels de la Alemania nazi hasta los Terminador […], van induciendo a pensar de una determinada manera que pasa a ser considerada como deseada y aspirada de forma tal que aquellos individuos que se oponen a la conducta generada por este patrón son considerados como inadaptados; de allí, a peligrosos, hay tan solo un leve matiz.
La industria de Hollywood ha servido el estilo de vida norteamericano con valores universales como la libertad del ser humano, de los países --como en 300--, la posibilidad de riqueza y la disposición del norteamericano para acudir rápidamente en ayuda del necesitado/oprimido.
Mediante la presentación reiterada de situaciones tipo, se generan en nuestro inconsciente aseveraciones estereotipadas. […] Los malos de la historia han ido evolucionando a través de los tiempos según las necesidades; primero fueron los indios, luego los mexicanos; más tarde los mafiosos (léase italianos e irlandeses). En la esfera ideológica evolucionaron de los nazis alemanes y fascistas italianos a los japoneses; pasaron por Vietnam, manteniendo los soviéticos su papel estelar hasta el desmantelamiento la de URSS. Más tarde le llegó el turno a los colombianos y ahora a los árabes en general con claras alusiones a las conexiones con Al Qaeda. Ahora también se le ha hecho cupo dentro de la galería de malos a los persas (actuales iraníes); casi monstruos en 300.
En todos los casos aparece un norteamericano o varios que ayudan a los desvalidos locales a luchar contra los indeseables. De esta manera se marca la necesidad de dependencia del mundo de los aportes militares de los Estados Unidos. Ellos detentan la verdad, la bondad y el poder de castigar […] Esto se repite a diario en la televisión y en el cine potenciando el impacto de las noticias que llegan a través de la radio y de la prensa escrita.
Si de política se trata…
A Hollywood no le quita el sueño seguir contribuyendo con la destrucción del mundo, con tal de cumplir su misión social y claro, seguir rompiendo récords de recaudaciones millonarias. Su academia puede agregar más irresponsabilidad si llega a nominar, o incluso a otorgarle algún Oscar a 300.
Al decir de García Borrero, este es el galardón más amado y odiado del cine. Pero esos odios no suelen trascender con demasiada importancia a la masa. Es el amor enfermizo el que llega con más intensidad y lo dibuja como el premio cinematográfico más prestigioso; el que distingue a las «buenas» películas, en una legitimación que puede inducir a compartir las ideas contenidas en estas. Por tal motivo no podríamos descartar que, de ser necesario, le sea conseguido algún Oscar o nominación a 300. El reconocimiento garantizaría más visionajes a la cinta y, con estos, más promoción a la ideología que defiende.
No obstante, de darse, ese sería un paso muy cuidadoso de la Academia. Aun cuando la propaganda favorable a Hollywood haya limitado el impacto de las opiniones negativas procedentes de todo el mundo respecto al filme, estas no pueden ser ignoradas. Por eso, y también porque quizás las virtudes de 300 no alcancen para justificar el Oscar a la mejor película, habría que pensar, más que en esa estatuilla, en otra, correspondiente a una categoría técnica.
Del apoyo que perciba el poder político norteamericano en torno a sus planes o acciones contra Irán, en fechas cercanas al anuncio de las nominaciones y a la ceremonia, podría depender, en alguna medida, el resultado final.
Con los problemas crecientes que enfrenta la administración Bush y la cercanía de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, también podría15 llegar a ser descartada definitivamente una invasión al país persa. Entonces disminuirían las probabilidades de nominación y de Oscar para 300.
Pase lo que pase, identificar esas actuales probabilidades ayuda a comprender las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos, y nos compromete en la denuncia de las irresponsabilidades que resultan de dichas relaciones.
Investigue más sobre el tema y divulgue lo que descubra en 300, más allá de la ficción.
Notas y referencias
1Victor Davis, Hanson La historia y la película 300. Traducido por Miryam Lindberg, 26/03/07. Disponible en: http://www.gees.org/articulo/3747/.Consultado 15/05/07
2 SA/: Película 300. Disponible en: http://es.wikipedia.or./wiki/300_%28pel%C3%ADcula%29#Precisi.C3.B3_hist.C3rica. Consultado 15/05/07
3Ibídem
4Ibídem
5Ibídem
6Rolando Pérez Betancourt «Acerca de la película 300. La ofensiva continúa», Diario Granma, La Habana, 19 de abril de 2007.
7300 se estrenó este verano en televisión cubana precisamente en la Séptima Puerta (Rolando Pérez Betancourt). 8 Reunidos en el volumen: Juan Antonio García Borrero Todo sobre Oscar, Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 2006.
9Aun con los esfuerzos realizados en el planeta por revertir la situación, Estados Unidos controla hoy junto a Japón setenta y cinco por ciento del cine consumido en el mundo, según Enrique Nicanor, representante técnico audiovisual en el Consejo de la Unión Europea (Conferencia de julio de 2007 (en La Habana, Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano).
10Tomados de: C/A: Selección de temas de Teoría Sociopolítica. Tomo I. “Lógica funcional del sistema político”.
11Estructura elitista y organizativa que defiende, mantiene y consolida el sistema político.
12C/A: Sociedad y valores estadounidenses. La industria cinematográfica estadounidense. Volumen 12, número 6. Journal USA, Washington, DC, 2007. Versión en español.
13S/A: Tribunas y análisis - 18/01/06. Después de todo, no es más que una película… Disponible en: http://www.voltairenet.org/article133908.html. Consultado 16/05/07.
14 Mónica Álvarez, Los medios de comunicación. Buenos Aires, 28/09/04. Disponible en http://www.voltairenet.org/article122264.html. Consultado 15/05/07.
15 Este artículo fue terminado el 21 de octubre de 2007.
Descriptor(es)
1. CINE NORTEAMERICANO
2. CINE Y POLÍTICA
Título: 300, más allá de la ficción
Autor(es): Carlos Eduardo Maristany
Fuente: Revista Cine Cubano On Line
Número: 8
Año de publicación: 2008
Investigar sobre 300 (2007), y pensar en la suerte que podría tener ese filme estadounidense en la próxima entrega de los Oscar, es un ejercicio que ayuda a comprender las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos.
Una escena de combate en “300”.Si el tema lo motiva, y no lo ha hecho aun, lo invito a que vea 300, y también a que investigue por su cuenta sobre ese fenómeno hollywoodense de multitudes, así como sobre el rastro que ha dejado tras su paso por el mercado mundial cinematográfico. Después apele a lo que sabe del premio Oscar, y amplíe sus conocimientos, de ser necesario. Luego, con plena conciencia además del actual contexto internacional, seguramente usted podrá enriquecer los siguientes criterios e informaciones.
Todos tributan a un análisis que persigue ilustrar elementos esenciales de las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos, tomando como punto de partida el estudio de un caso concreto: la película 300, precisamente cuando ese poder intenta recaudar apoyo popular en su hostilidad contra Irán, de la cual muchos han temido una nueva aventura militar de la Casa Blanca. Lejos de pretender grandes pronósticos, ni conclusiones cerradas, el objetivo es solo reunir criterios y aportar otros nuevos, para comprender hasta dónde son capaces de llegar esas relaciones de subordinación, y llamar así la atención sobre lo que se ha cocinado y podría continuarse cocinando en torno a 300.
Quizá usted, dentro de la reflexión sugerida, ha pensado hasta en la posibilidad de alguna candidatura al Oscar para ese filme, reconociéndole probabilidades de ser premiado. Digamos que, al menos por el momento, no sería descartable un resultado así.
No obstante, gane o pierda, sea nominado o no, lo más interesante es comprobar cómo hoy pueden reunirse algunos argumentos que sostienen la posibilidad, comenzando por su deslumbrante puesta en escena, su indiscutible aporte renovador al séptimo arte y su multimillonaria recaudación.
Ni siquiera el propio estudio estadounidense que se arriesgó a producir el ambicioso proyecto esperaba ingresar setenta millones de dólares en apenas los tres primeros días de cartelera norteamericana (récord para una apertura de fin de semana en marzo). Eso es algo para agradecer a la expectativa generada por varias páginas web y, claro está, por su campaña publicitaria. También habría que mencionar la aprobación de la derecha ultraconservadora estadounidense, que dio eufóricos aplausos traducibles en una TOTAL APERTURA de puertas a la maquinaria propagandística de Hollywood, desconocedora de fronteras. Por si fuera poco, el estreno de la película se produjo en un momento de revitalización del cine épico, después de la brecha comercial abierta por Gladiador, Troya y Alejandro Magno.
Se trata de una adaptación de la novela gráfica o cómic de Frank Miller sobre la Batalla de las Termópilas, acaecida en la Grecia clásica. Fue dirigida por el joven Zack Snyder (absorbido de las filas del cine independiente estadounidense) y contó con guión de este, junto a Kurt Johnstad y Michael Gordon. Con aportes propios, la nueva versión es más fiel a la novela de Miller que al suceso real, tanto en el guión como en la concepción de las imágenes. Y eso puede ser otro punto a su favor.
Filmada casi completamente en estudios contra fondos azules y verdes mediante la técnica del plató digital (solo se rodó una escena al aire libre), la cinta posee un estilo visual marcado por el tratamiento digital del color y del contraste con la técnica croma: el resultado es una cinematografía oscura que recuerda los dibujos originales de Miller.
La película se inserta de manera orgánica en esta era del videojuego y de los nuevos modos de representación y narración de las historias, demostrando que el cine es un arte bien vivo, al ser capaz de evolucionar mediante la asimilación de las novedades procedentes de los medios emergentes. Así, 300 propone el reciclaje de la vieja historia con el atractivo de una nueva estética, donde confluyen la épica tradicional, la acción y los puntos de vista interactivos del videojuego.
Cualquier crítica a la obra tendrá que reconocer el elevado nivel de hechura de apartados técnicos tan importantes en el género como las coreografías de los combates y, sobre todo, el valor de su atractiva y renovadora visualidad, que llega para enriquecer el arte cinematográfico.
El éxito comercial y los aportes estéticos del filme han venido como anillo al dedo, y podrían convertirse en los principales argumentos de las fuerzas que se mueven entretelones en Hollywood, de interesarse estas en que su Academia (Academy of Motion Picture Arts and Sciences) legitime con alguna nominación o estatuilla a una cinta que puede exportar tan oportunos mensajes.
Gerard Butler como el rey Leónidas de Esparta.En las Termópilas, 300 espartanos (y unos miles de soldados de otras ciudades griegas) enfrentaron a una fuerza invasora persa cuya cifra varía según el historiador, pero no es inferior a doscientos mil.
El argumento del filme recrea el momento en que Leónidas, rey de Esparta, animado por Gorgo, su esposa y consejera, lidera a sus 300 guerreros y a los aliados para enfrentar a Jerjes, el emperador persa, aun cuando los vaticinios de los oráculos y la situación le eran adversos. Los hombres de Leónidas no dudan en apoyar al monarca y acompañarlo en esta batalla que solo los conducirá a la muerte. No obstante, aparecen algunos traidores que, o bien quieren alcanzar un poder con el que el enemigo los tienta, o bien aprovecharse de la ausencia del rey para imponer otra política en Esparta.
Algunos críticos, historiadores y otras personas, al parecer interesados en apoyar la intención de la película de maximizar el valor de los espartanos y el tamaño de su hazaña, en detrimento de los persas, simplifican el número de los aliados griegos, al tiempo que insinúan un estimado de los invasores superior al real. Por ejemplo, tanto el historiador militar y ensayista político Victor Davis Hanson, prologuista de la edición de 2007 de la novela gráfica de Miller, como la traductora al Español de su artículo La historia y la película 300,1 demuestran en ese trabajo conocer muy bien la connotación de las palabras. Al apuntar la cifra de los comandados por Jerjes, independientemente de su confianza en la existencia de unos doscientos cincuenta mil, Hanson no lo refleja exactamente así. Utiliza la expresión: «más de un cuarto de millón», en lugar de escribir: unos doscientos cincuenta mil hombres, en lo que puede sospecharse un intento por sugerir que eran más.
En realidad, la recepción de la película ha resultado polémica en numerosos aspectos.
Precisión histórica
Ephraim Lytle,2 profesor de historia helénica en la Universidad de Toronto, considera que 300 idealiza la sociedad espartana de una «manera problemática e inquietante» y que presenta a los persas como monstruos y al resto de los griegos, como débiles. En su opinión, el universo moral del filme podría haber parecido tan «bizarro a los antiguos griegos como lo es para los historiadores modernos».
Otro profesor de historia, pero de la Universidad de California, Touraj Daryaee, 3 critica al filme por mostrar a espartanos «libres»y «amantes de la democracia»contra «esclavos» persas. Daryaee aclaró que el imperio persa de la dinastía Aqueménida, cuyos hombres participaron en las Termópilas, contrataba y pagaba a sus trabajadores sin importar el género o ascendencia étnica, mientras que en la Grecia del siglo V «menos de catorce por ciento» de la población participaba en el gobierno democrático y «casi treinta y siete por ciento» de la población era esclava. Asimismo, explicó que Esparta «era una monarquía militar, no una democracia», y que colectivamente eran propietarios de los esclavos (Ilotas), a los cuales masacraban periódicamente.
Zack Snyder,4 el director de la cinta, declaró que «los sucesos son correctos en un noventa por ciento. Es sólo en la visualización que se aloca […] he mostrado la película a historiadores de clase mundial que han dicho que es impresionante. No pueden creer que sea tan precisa como lo es.» ¿De qué clase serán entonces los historiadores citados anteriormente?
No obstante, y como para neutralizar las críticas por diez por ciento de las imprecisiones reconocidas por él, Snyder recordó que su obra es «una ópera, mas no un documental». Según el director, debería considerarse a 300 como un filme de entretenimiento, con predominio de la ficción sobre los acontecimientos reales. Pero la vieja y gastada maniobra cada vez engaña a menos, y esta vez no logró completar el disfraz a la medida de las mentiras de la cinta.
Al parecer, comprometido con los intereses que procuran ocultar esas mentiras, Victor Davis Hanson legitima desde Estados Unidos la versión que defiende el filme. Este «conserva el espíritu de la historia de las Termópilas». Así escribió en su citado trabajo, donde justifica con especial dedicación las decisiones de los realizadores que alejaron a la obra de la realidad histórica.
Tras relatar los, según él, verdaderos hechos de la batalla, Hanson explica que esa «inmolación sin precedentes a favor de la causa griega de un rey espartano y su guardia real» inspiró a los griegos sobrevivientes en su posterior victoria sobre los persas y convirtió a las Termópilas en:
una importante lección moral y cultural […] un pueblo pequeño y libre había sido mejor luchando voluntariamente contra grandes cantidades de sujetos imperiales que avanzaban bajo el látigo […] la idea occidental de que los soldados mismos deciden dónde, cómo y contra quién luchar contrasta con la idea oriental del despotismo y la monarquía, demostrándose que la libertad es […] más fuerte […]
Esa lección tiene bases contradictorias, atendiendo a la información ofrecida por el profesor Daryaee. Tal parece que, tanto Hanson como escritores y poetas griegos, entre ellos Simónides y Heródoto, desconocían la organización social persa o se hicieron los de la vista gorda para adjudicar tan honorable ideal al pueblo griego. Lo cierto es que ese ideal quedó reflejado en sus obras, concebidas con gran fascinación por el sacrificio y el heroísmo espartanos. Hanson también reseña cómo la posterior literatura occidental continuó el tributo a aquel desafío, y a la ya universal idea de «soldados occidentales que prefieren morir como hombres libres en vez de someterse a la tiranía». Incluso una vieja película: Los 300 espartanos, «coincidentemente» también de Hollywood, se basó en la defensa del paso de las Termópilas. Se cree que ese filme pudo inspirar los «inofensivos» dibujitos de Miller.
¿Podríamos atribuir el reciclaje de aquella heroicidad griega ante la peligrosa amenaza persa, en «inevitable» enfrentamiento entre Oriente y Occidente, solamente al hambre de jugosas historias de la insaciable industria del cine hollywoodense, o podríamos asociarlo también a otras necesidades?
El propio Hanson reconoce que el guión de 300 «no es un intento típico de Hollywood para recrear el pasado como un drama con disfraces». «Más bien se basa en los gráficos y textos del cómic de Frank Miller», que en realidad consistió en una adaptación «de la bien conocida historia de la defensa griega en líneas generales pero con deferencia hecha a los gustos de la cultura popular contemporánea».
Conocemos que 300 introdujo nuevos cambios en la ya modificada adaptación de la historia para el cómic. Si además consideramos que esa novela gráfica pudo tener sus antecedentes en una antigua cinta también hollywoodense, la cual seguramente también debió tener en cuenta, a su manera, anteriores versiones de la historia, y que las raíces de todas estas, es decir, las obras de los escritores y poetas griegos, partieron del sesgo inicial consistente en aquel ideal que ha divinizado a unos y satanizado a otros, comprenderemos en qué medida se ha dejado atrás la verdad histórica. ¿A cuáles propósitos habrá servido tanto enjuague a través del tiempo?
Hanson opina que en 300 se:
rememoran las escenas de la batalla según el relato de Heródoto […]La historia principal de nuestros antiguos historiadores griegos aún está allí: Leónidas, contra la oposición interna, insiste en enviar inmediatamente una partida de avanzada hacia el norte en una misión suicida para espabilar a los griegos y permitirles que tengan tiempo de montar una defensa. Una vez en las Termópilas, adapta las defensas al estrecho paso entre altos acantilados y un lejano mar a sus pies. Los griegos luchan juntos en falange y por momentos avanzan como guerreros en solitario. Finalmente son traicionados por Efialtes, forzando a Leónidas a pedir a sus aliados que se retiren y quedándose solamente con sus 300, destinados a morir bajo un mar de flechas.
Este historiador actual destaca cómo en la nueva película «los espartanos, citando frases conocidas de Heródoto y temas de los poetas líricos, profesan una lealtad inquebrantable a una Grecia libre. Nunca agacharán la cabeza ante los persas, prefiriendo morir de pie que vivir de rodillas».
El enfrentamiento es presentado en la cinta como un choque de civilizaciones. Hanson alega que Simónides, Esquilo y Heródoto veían a las Termópilas como una batalla contra «el centralismo oriental y el feudalismo colectivo,» lo cual se oponía a «la idea del libre ciudadano de una polis autónoma».
El esfuerzo de Hanson parece tributar a una conclusión que, según él, salva al filme de la acusación de torcer la realidad histórica:
Si los críticos piensan que 300 reduce y simplifica el significado de las Termópilas en libertad contra tiranía, deberían releerse cuidadosamente los relatos antiguos y luego echar la culpa de ello a Heródoto, Plutarco y Diodoro –que hace tiempo ya se jactaban de que la libertad griega estuvo sometida a prueba ante la autocracia persa; hombres libres, superiores, muriendo por su libertad mientras sus esclavizados enemigos eran azotados para esclavizar a otros.
Al parecer Hanson intenta convencer de que ni siquiera el pecado original, sino TODO el pecado, debería cargarse a la cuenta de los antiguos griegos cuyas obras inspiraron las posteriores, como si el acto de elegir aquel viejo enfoque no evidenciara una clara intencionalidad de los realizadores de 300. Además, ¿dónde quedan las coherentes licencias históricas (errores históricos y maniobras ideológicas, en muchos de los casos, para ser más exacto) apreciables en la cinta?
De acuerdo con la información de Wikipedia, la mayor parte de esas «licencias» puede resumirse así:
--Los griegos luchan casi desnudos sin usar ninguna de las formaciones de los espartanos históricos. (Hanson argumenta que «los espartanos luchan a pecho descubierto, sin armaduras, en la desnuda forma heroica que los antiguos pintores y ceramistas griegos representaban a los hoplitas, con sus músculos protuberantes […]», pero no justifica ni el detalle de las formaciones ni buena parte de los siguientes errores y tergiversaciones, algunos también presentes en el cómic).
--Los éforos, ministros que se encargaban de las tareas de gobierno elegidos por un año, son representados como seres deformes que custodian a una pitonisa.
--Se ignora la existencia de dos reyes en Esparta y se le da a la esposa de Leónidas el cargo de reina, cuando en la sociedad griega las mujeres no tenían participación política.
--Los persas utilizan rinocerontes y elefantes en su ejército.
--A los espartanos se les presenta de forma moderna en cuanto a su sociedad y costumbres. Por ejemplo, no existe mención alguna de que vivían en una sociedad esclavista.
--Los diez mil inmortales muestran una estética similar a la de los ninjas del folklore japonés y a los del cómic, herencia directa de la afición de Miller a la cultura japonesa.
--Tanto Jerjes I como algunos de sus emisarios son representados como reyezuelos africanos afeitados tanto la cabeza como la barba), cuando su origen étnico denota una apariencia diferente. (Además habría que agregar su ambigua definición sexual, curiosamente sí identificada por Hanson, aunque, por supuesto, sin explicaciones.)
--El griego Efialtes es un ser deforme (caracterización del traidor según su deformidad de carácter).
--Aparecen personajes de ficción como el gigante que lucha con Léonidas o el que decapita a los generales persas, o los inmortales retratados como seres monstruosos.
--En realidad lucharon muchos más hombres al lado de Leónidas (unos siete mil hoplitas).
--Aunque 300 espartanos sí se quedaron a luchar, el grueso del ejército no huyó despavorido al verse rodeado, sino que el mismo Léonidas lo envió de vuelta para minimizar pérdidas.
Impresiona el esmero de Hanson al defender el filme, y junto con este un ideal con el que tanto se identifica. Sin embargo, la valoración de Wikipedia parece ajustarse más a la realidad: «La película sigue supuestamente la narración de Heródoto, no así los datos históricos y arqueológicos».
Las «licencias» de 300 no deben ser un problema para que la cinta aspire a algún Oscar. Con esta versión la película, sus realizadores y su estudio apoyan políticas importantes para el sistema político al cual responden. Por lo tanto, de pronunciarse al respecto, es probable que la Academia (institución encargada de «repartir» los Oscar, que también responde a esos intereses) considere ese tratamiento histórico no solo válido, sino además plausible y, en consecuencia, digno de reconocimiento.
Crítica
El actor brasileño Rodrigo Santoro en el papel de Jerjes el rey Persa. El complejo entramado de opiniones de la crítica, ofrece útiles criterios para una activa recepción. Desde su première mundial ante unas mil setecientas personas en el Festival Internacional de Cine de Berlín, el 14 de febrero de 2007, 300 ha venido recibiendo críticas diversas. Fue ovacionada en su estreno para el público y duramente criticada en su proyección para la prensa, en la que algunos espectadores abandonaron la sala, mientras otros de los que se quedaron abuchearon al final.
Concentrémonos en las opiniones referentes al contenido. Las hay de todo tipo. Un buen número, no solo correspondiente a historiadores, sino además a críticos, también de clase mundial, han coincidido en señalar la excesiva ficcionalización de los hechos retratados en una película que consideran mucho más centrada en el heroísmo dramático y la violencia, que en el hecho histórico.
La prensa iraní criticó la imagen «homosexual» que ofrece el filme del rey Jerjes y el carácter de «monstruos deshumanizados» deducible del ejército persa. El espectador, según afirmaron medios de ese país, recibe un mensaje de la lucha de occidente contra los «salvajes» antepasados iraníes (los persas). Una de las numerosas voces de protesta denunció que «la película busca contarle a la gente que este país, que está en (lo que George Bush denominó) el Eje del Mal, ha sido durante mucho tiempo fuente de males y que los ancestros de los modernos iraníes son como los salvajes, feos, tontos y asesinos que se ven en 300». En general, diferentes medios políticos y culturales de esa nación han considerado que el filme insulta el pasado histórico de Irán y de su civilización, y supone una guerra psicológica contra Teherán y su pueblo.
A pesar de quedar muy bien parados en la cinta, los griegos actuales parecen preferir ganarse el prestigio por sí mismos, y honestamente. Quizás por eso algunos medios de ese país han sido particularmente duros en sus valoraciones sobre 300. El crítico griego de cine, Robby Eksiel,5 por ejemplo, advirtió que al auditorio le impresionaría la «acción digital» pero que le irritarían las «ostentosas interpretaciones y los personajes unidimensionales.»
En Estados Unidos, a pesar de que la derecha ultraconservadora cubrió al filme de elogios, en una actitud que parecen ignorar los que niegan las connotaciones políticas e ideológicas apreciadas, han aparecido pronunciamientos asombrosamente incisivos. No obstante, estos parecen más bien un regaño entre compañeros de ideas, por la irresponsabilidad de haber descuidado el necesario camuflaje de la potente dosis política e ideológica.
Un crítico del New York Times citado por Wikipedia y Granma estimó que 300 era «tan violenta como Apocalypto (Mel Gibson) pero el doble de estúpida» y sugirió que la trama contenía tonos de racismo. Asimismo, en otro comentario reseñado por Granma, esta vez del Washington Post se leía:
Decidle a los espartanos que su sacrificio no fue en vano; el largo día del guerrero, bajo la sombra de miles de flechas que caen del cielo, logró proteger el Oeste y garantizar, muchos años después, el derecho de unos idiotas a hacer pelis muy malas sobre ello.
Wikipedia ofrece una conclusión que puede ayudarnos a entender por qué esos críticos utilizaron muchas de las palabras destacadas en el párrafo anterior: la película «desnuda su fondo político donde los persas (los iraníes en la actualidad con programa nuclear en cuestión), no solo son representados por personajes alejados a su biotipo configurando un ataque racista directo y perverso contra la raza negra». Seguidamente aporta una nueva frase que complementa un análisis ya iniciado en este trabajo, y que desacredita a aquel espíritu que, según Hanson, conserva 300 del texto original de Heródoto (el ideal de libertad contra tiranía): «Se debe recordar que Esparta no era un Estado "democrático", sino el mas tiránico de toda la Grecia antigua».
Un artículo del diario Granma6 reúne las principales posiciones respecto a la película y aporta la valoración personal de quien lo firma: Rolando Pérez Betancourt7.
El crítico cubano de cine señala la exacerbada violencia, la cual, a pesar de resultar artificial en muchas ocasiones, como argumentan algunas opiniones indulgentes tratando de minimizar la agresión que esto supone, no deja de ser nociva. «Se suceden los actos sexuales violentos
--expone Betancourt-- y una carnicería de combates cuerpo a cuerpo con miembros despedazados y cabezas arrancadas de cuajo, entre torrentes de sangre y un cielo invariablemente tenebroso como testigo.»
Seguidamente descubre cómo en los combates, por ejemplo, se materializa la ya aludida intención de divinizar «a los espartanos y satanizar a los persas, en un enfrentamiento de civilizaciones que propone vías para despejar un camino en cuyo final pueden obtenerse importantes dividendos. En este sentido apunta cómo en esos combates se ve «a los espartanos dando grandes piruetas en el aire para terminar clavando sus espadas en los cuerpos de los persas, que con sus máscaras escalofriantes y voces cavernosas semejan una horda de monstruos salidos de las últimas conjuras del infierno». Algunos atribuyen las espectaculares piruetas a la fuerte influencia japonesa advertida en los dibujos de Miller, en los cuales se basa 300. Sin embargo, también es válido considerarlas como otro recurso para mostrar superiores a los espartanos.
Betancourt explica la «apabullante» visión etnocéntrica del filme, así: «Mientras los personajes de occidente, sus dramas íntimos y la manera en que son fotografiados reflejan lo más puro y justificado dentro del baño de sangre, los persas se muestran como seres retorcidos y dominados por una maldad innata […]». Esa representación consigue reproducir, según su apreciación, “el clásico esquema de perfecta cultura occidental tratando de explicarse (y de explicar) las diferencias raciales del "otro"[…] occidente es bello y tocado por la luminosidad de la vida, mientras que el oriente pertenece al mundo de las tinieblas, de la decadencia, el libertinaje y un homosexualismo enfermizo […]”.
Es difícil engañar a los que han podido conocer cómo funciona Hollywood, con el «viejo truco» de esconder oscuras intenciones políticas e ideológicas en el saco sin fondo de la ficción, alegando como único y pulcro propósito de producciones como esta, el entretenimiento. En esos casos la ficción funciona algo así como un sinónimo de mentira. Por eso no es difícil percatarse de que el joven director de 300, al tratar de repetir aquel procedimiento para mentir eficazmente, solo trataba de ocultar (para hacerlo más efectivo) el apoyo de su obra a la teoría del inevitable choque de civilizaciones propugnada por la Casa Blanca (a cuyos inquilinos se refirió Betancourt como «espartanos», siguiendo la asociación a la que invita el filme) y, con esta, a «la doctrina armamentista que justifica los planes quinquenales de agresión en función de "salvar al mundo."[…] “Al satanizar a la civilización persa --se lee en el sumario o bajante del artículo de Granma--, Hollywood abona el camino para justificar la política agresiva hacia Irán…».
Pero la excelente reconstrucción del crimen realizada por Betancourt, como también ocurre con otras muchas voces en el mundo que califican a la película, al decir de este crítico, «como una aberración propagandística amasada a tono con los tiempos de agresión imperial que corren», no dispone de la campaña publicitaria que lleva a 300 por cada rincón posible del planeta, inoculando «una ideología racista y reaccionaria vinculada con la guerra caliente que vive el mundo».
Súmese a lo anterior otros dos elementos identificados por el crítico de Granma, que también contribuyen a que se incremente considerablemente la cifra de contaminados por la cinta.
1. El hecho de que esta «película espectacular» es capaz de seducir a «no pocos espectadores para quienes lo más importante es la hábil combinación de efectos especiales y otros recursos emocionantes y técnicos», sin detenerse a pensar en lo que le inyectan con eso.
2. Y que la algarabía que ha levantado 300, como en otras ocasiones de planificados escándalos, ha hecho que otra considerable cantidad quiera verla.
La combinación de todos esos factores da la ventaja a Hollywood, y esta se incrementaría aún más si la Academia llegara a legitimar al filme y a su mensaje con algún Oscar o nominación. Solo nos queda perfeccionar y difundir al máximo la crítica a la película, agotando todos los recursos posibles, y aprovecharnos de ella, como plantea Betancourt, «para demostrar que Hollywood, en no pocas ocasiones y a pesar de estar la Humanidad sentada al borde de un volcán, puede seguir siendo el mismo engendro de siempre». El presente trabajo se suma a esa causa.
La misión de Hollywood
Sigamos ahora las pistas que ofrecen dos reveladores textos8 de Juan Antonio García Borrero, también crítico cubano de cine.
En Las opiniones peligrosas y el pensamiento ausente, el autor lamenta que:
el pensamiento profundo no sea precisamente el tipo de operación intelectual que abunde en nuestra época… lo que predominan hoy son las opiniones «autorizadas», esas que se expresan «democráticamente» en los grandes medios de comunicación y que, por el solo hecho de llegar a una enorme cantidad de público, adquieren visos de autoridad casi intocable.
A eso nos referíamos al analizar la desventaja de las opiniones honestas y profundas que critican a 300, ante lo que puede lograr la maquinaria propagandística de Hollywood, con acceso a grandes medios de comunicación. Esos medios tan «autorizados» legitiman el cine hollywoodense, el cual ya procede de una industria que también ha ganado autoridad a partir de sus resultados históricos (que mucho debe, además de al talento de sus creadores, a sus enormes recursos, a sus posibilidades de experimentar con la última tecnología, y a la experiencia acumulada). Y, aun cuando la autoridad de la denominada Meca del Cine varíe según el público, se mueve en un rango considerable.
Con la presencia dominante9 de su cine a nivel internacional y esa autoridad que le gana no pocas mentes, Hollywood ha ido inoculando el modo de vida, la cultura, los valores, las posiciones, los intereses y las perspectivas del país al cual se debe. Ese es uno de los mecanismos con los cuales Estados Unidos ha apoyado su pretendida dominación del mundo. 300 es un buen ejemplo.
El perfeccionamiento alcanzado por las instituciones ideológicas estadounidenses (entre ellas Hollywood) ha permitido llegar a «la más inteligente de las dictaduras», capaz de operar con mecanismos de censura mucho más efectivos que la antigua censura «pedestremente política». Según comenta García Borrero, ya no es preciso impedir la existencia de determinados temas fílmicos, ni preocuparse mucho por la aparición de un cine defensor de ideales contrarios a los del poder político. Hollywood, como parte de la colonización cultural que sustenta, se ha encargado de atar al público a su estética con el desarrollo de hábitos consumistas.
«[…] cualquiera, aparentemente, puede hacer la película que estime […] y, sin embargo, para el público solo es válido aquel cine que recicla hasta el cansancio el modelo de representación hegemónico».
Hollywood no solo construye su dominación asegurándose al público, sino también acaparando talentosos y prometedores cineastas, quienes entonces podrán «desarrollar» en grande su cine y llevarlo por el mundo. El resto se defenderá como pueda, con menores opciones de igualar esas posibilidades, aunque sí su calidad, e incluso superarla. Y es que la otra forma en la que opera esa moderna e inteligente dictadura es la «censura económica». «De ahora en lo adelante, para triunfar será más importante contar por lo menos con cien millones de dólares que avalen la «trascendencia» del proyecto, que poseer el talento de James Cameron. Solo así el público estará dispuesto a creer».
Así, Hollywood realiza una espectacular y efectiva propaganda ideológica del poder al cual responde. La ayuda recibida por este es considerable si se tiene en cuenta que aquella a la que llaman la Meca del Cine marca las pautas del desarrollo de ese arte en el mundo, el cual, además, es muy apropiado para dicha propaganda. Hollywood, gracias precisamente a ese dominio cultural con el que persuade, engaña y somete a millones en el mundo, le gestiona a ese poder la preponderancia de su discurso.
García Borrero también señala que la actual y amplia democratización del acto de opinar permite preparar el terreno para enterrar las reflexiones de las «minorías encargadas de estudiar el hecho cinematográfico en profundidad y proponer debates que exploren los problemas subyacentes […] »
Desde ese punto de vista es comprensible su criterio de que esa democratización puede ser contraproducente en la defensa de la verdad. Los conocimientos teóricos nunca han atraído multitudes. Por lo tanto, la democratización posibilita el predominio de las opiniones de aquellos susceptibles de ser engañados por el cine hollywoodense, las cuales, unidas a las de los medios «autorizados», que a su vez apoyan a la industria, terminan dispersando la verdad.
El otro texto de García Borrero: El Oscar y la economía del juicio, propone un análisis sobre los vínculos que se establecen entre el Oscar, el espectador, la industria y el poder. No solo presenta esos vínculos como una de las aristas «difícilmente advertidas por el público», sino también poco exploradas por estudiosos. Dentro de esa red de concupiscencias, el autor resalta los vínculos con el poder. Explica que este actúa mediante la persuasión o, en todo caso, mediante una coacción muy solapada. Entiende el poder «como el colofón sofisticado de un conjunto de operaciones aparentemente aisladas entre sí que han conseguido decretar, en absoluto silencio, el actual y férreo orden de las cosas».
García Borrero acude a la imaginería popular para demostrar que todo premio constituye también:
un ejercicio astuto de censura. Para el grueso de los mortales, un premio es el reconocimiento que se hace a las excelsitudes de un determinado acto o sujeto, mas los premios los conceden los hombres; luego, responden a intereses y expectativas concretas y finitas…, premiar es la mejor manera de decidir qué es bueno y moralmente conveniente, qué es correctamente político y por ende «trascendente», al tiempo que establece (por omisión) aquello que, al no cumplir con los cánones dominantes, resulta de mal gusto y para nada recomendable al bien común.
En este sentido los premios han terminado deviniendo en un artificio amable que el hombre moderno e ilustrado logra deslizar en nuestra civilización en claro reemplazo de las antiguas técnicas del suplicio: ya los herejes, los que disienten del sentir común y se atreven a explorar nuevos senderos, los que someten a debate aquello que la costumbre a fosilizado, no resultan quemados en las hogueras o empalados según las bárbaras tradiciones; ahora los inconformes son condenados a no ser «famosos» o, lo que es lo mismo, a no ser admitidos, reconocidos, premiados por una inmensa e informe masa que ve en lo académico el non plus ultra del buen gusto y la exquisitez.
Para la masa, un premio es importante no por lo que recompensa, sino por lo que el galardón mismo representa en el imaginario colectivo en tanto los premios han terminado por resultar uno de los elementos más importantes de lo que pudiéramos llamar la economía del juicio, y que funciona según la siguiente deducción: como algún «experto» ya evaluó y premió por mí, no tengo que invertir esfuerzo alguno en comprobar si, en verdad, eso que llega a mí es bueno o malo.
Lo que ignora la masa al aplicar la economía del juicio son las intenciones que determinan esas etiquetas de «buena» o «mala». Los «expertos» evalúan considerando cómo la película dialoga con su ideología e intereses, así como los de la institución a la cual responden. Las personas que, después de aplicar la economía del juicio, se expongan a ver cine, predispuestas positiva o negativamente hacia determinado filme, se arriesgan a ser influenciadas, independientemente de su ideología e intereses propios, por los que decidieron esa predisposición.
Las intenciones ideológicas procuradas mediante el séptimo arte no llegan generalmente en una sola, película sino sistemáticamente en muchas, en un bombardeo constante que puede llegar a ser muy eficaz. Y, aunque solo sea en un filme, este es acompañado en sus propósitos por otras instituciones ideológicas que responden al mismo poder.
Algunos presupuestos10 de la teoría sociopolítica son de imprescindible consulta para armar el rompecabezas cuyas piezas constituyen los vínculos de los cuales alertaba García Borrero.
Ya referimos cómo 300 fue aplaudida con euforia por la derecha ultraconservadora estadounidense, que ostenta actualmente el poder político en la nación del Norte. Ese poder está constituido por un conjunto de instituciones de dominación de unos hombres sobre otros, que permiten concentrar en él la posibilidad del uso de la fuerza, para lograr la necesaria sujeción social, la cual, a su vez, permitirá alcanzar la integración de la sociedad, a su servicio.
Toda institución «constituye un modelo de relaciones sociales que ejerce una acción reguladora sobre el comportamiento humano […]»Su existencia «le permite al hombre contar con una pluralidad de pautas de rol interdependientes que puede oponer a las acciones naturales que emprende».
Las instituciones de dominación integran el Estado. Desde que la derecha ultraconservadora contó con ese órgano integrador, pasó a dominar política y económicamente.
«El domino clasista en la sociedad --siguiendo al marxismo--, se produce integrando todas las esferas mediante un sistema de medios de influjo económico, político e ideológico». Hollywood debe utilizar su influencia de alcance internacional para trabajar junto al resto del sistema en pos de las necesidades del poder político estadounidense. Debe sustentar sus posturas y contribuir a fijar las pautas de proyección social a corto y largo plazos. Cumple el rol de prescribir y proscribir los valores e intereses del stablishment.11 De ahí que la Meca del Cine constituya una institución ideológica de ese poder.
«Estados Unidos no cuenta --según el periódico electrónico Sociedad y Valores Estadounidenses--12 con una oficina o ministerio de gobierno que regule la industria cinematográfica […] Sin embargo --acota la propia publicación--, el gobierno interactúa de varias maneras con la industria del cine». Recibe de Hollywood el apoyo mencionado, y lo regula directamente cuando es preciso. A su vez, colabora mediante oficinas gubernamentales en la solución de disímiles exigencias de las producciones hollywoodenses, y de esa ayuda recibe múltiples beneficios adicionales.
Todo esto permite darse cuenta de que, efectivamente, con 300, “…HOLLYWOOD ABONA EL CAMINO PARA JUSTIFICAR LA POLÍTICA AGRESIVA HACIA IRÁN”. El filme es solo uno de los últimos grandes ejemplos de cómo la llamada Meca del Cine le hace propaganda al Estado norteamericano.
Como cualquier institución estadounidense, Hollywood puede contribuir a «dar estabilidad, seguridad e integración a la sociedad…» al cumplir las funciones mencionadas. Ello depende de su capacidad «de reflejar el estado de las relaciones sociales existentes en cada momento, y no solo cuando surgen, pues estas relaciones se modifican con el tiempo y resulta indispensable, por ello, una readecuación» de la institución, junto con el resto de las instituciones sociales.
Históricamente, Hollywood ha estado al tanto y ha contribuido a digerir, con su enfoque, problemáticas del momento de la sociedad norteamericana, como las que representaban la URSS y la Guerra de Vietnam, entre otras. Datos publicados por el sitio voltairenet.org13 evidencian cómo también el poder le da empujoncitos a Hollywood para que cumpla con su necesaria readecuación constante.
[…] tradicionalmente el poder ejecutivo estadounidense ha reclutado a la industria de Hollywood, incluso en tiempos de paz. El actor y sin embargo presidente Ronald Reagan hizo apoyar su política exterior por las producciones de la Cannon, que fustigaban a la URSS y minimizaban la derrota de Vietnam. Esta práctica volvió a ponerse de moda a partir del rearme unilateral emprendido por Estados Unidos en 1998. La CIA financió entonces un largometraje: In the Company of Spies. Con la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca se multiplicaron las obras de propaganda: nueve filmes y tres series de televisión (The Agency, Alias y, claro está, 24), fueron financiados por la agencia de inteligencia. El Pentágono, por su parte, solo encarga películas de forma excepcional (como Black Hawk Down, titulada en español Black Hawk derribado), pero presta a sus hombres y sus materiales para múltiples superproducciones a cambio del derecho de ver y modificar los guiones.
Después de los atentados del 11 de septiembre comenzó una nueva etapa de empujoncitos o de regulación, por parte del poder político, del apoyo recibido de Hollywood. La Casa Blanca movilizó a esa industria en un gran esfuerzo patriótico para apoyar la «guerra contra el terrorismo». «La presidencia estadounidense y Jack Valenti, presidente del sindicato patronal de la industria cinematográfica (Motion Picture Association of America), firmaron el primer acuerdo que se extendió a continuación a la Paramount, CBS Television, Viacom, Showtime, Dreamwork, HBO y MGM». Sin saber cuánto pudo extenderse el acuerdo, 300 lo mismo pudo haber resultado de esa o de una movilización posterior, que haber sido iniciativa de Hollywood, lo cual hablaría de su capacidad de readecuación constante.
Si quedaran dudas de que 300 es una aberración propagandística, recuérdense los aplausos de la derecha ultraconservadora. Ese descuido evidenció aun más las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos que explican el mensaje de 300, y que ya la cinta delataba torpemente.
No en balde fueron tan duras las opiniones de los críticos estadounidenses ya citados, cuyos medios deben promover la misma ideología y los mismos intereses que la Meca del Cine.
Casi al final repasemos algunas ideas sobre Hollywood y Los medios de comunicación14 en general.
[…] quien maneja las ideas de una sociedad es quien determina el curso de la misma. Desde ideólogos como San Agustín para el cristianismo, pasando por Goebbels de la Alemania nazi hasta los Terminador […], van induciendo a pensar de una determinada manera que pasa a ser considerada como deseada y aspirada de forma tal que aquellos individuos que se oponen a la conducta generada por este patrón son considerados como inadaptados; de allí, a peligrosos, hay tan solo un leve matiz.
La industria de Hollywood ha servido el estilo de vida norteamericano con valores universales como la libertad del ser humano, de los países --como en 300--, la posibilidad de riqueza y la disposición del norteamericano para acudir rápidamente en ayuda del necesitado/oprimido.
Mediante la presentación reiterada de situaciones tipo, se generan en nuestro inconsciente aseveraciones estereotipadas. […] Los malos de la historia han ido evolucionando a través de los tiempos según las necesidades; primero fueron los indios, luego los mexicanos; más tarde los mafiosos (léase italianos e irlandeses). En la esfera ideológica evolucionaron de los nazis alemanes y fascistas italianos a los japoneses; pasaron por Vietnam, manteniendo los soviéticos su papel estelar hasta el desmantelamiento la de URSS. Más tarde le llegó el turno a los colombianos y ahora a los árabes en general con claras alusiones a las conexiones con Al Qaeda. Ahora también se le ha hecho cupo dentro de la galería de malos a los persas (actuales iraníes); casi monstruos en 300.
En todos los casos aparece un norteamericano o varios que ayudan a los desvalidos locales a luchar contra los indeseables. De esta manera se marca la necesidad de dependencia del mundo de los aportes militares de los Estados Unidos. Ellos detentan la verdad, la bondad y el poder de castigar […] Esto se repite a diario en la televisión y en el cine potenciando el impacto de las noticias que llegan a través de la radio y de la prensa escrita.
Si de política se trata…
A Hollywood no le quita el sueño seguir contribuyendo con la destrucción del mundo, con tal de cumplir su misión social y claro, seguir rompiendo récords de recaudaciones millonarias. Su academia puede agregar más irresponsabilidad si llega a nominar, o incluso a otorgarle algún Oscar a 300.
Al decir de García Borrero, este es el galardón más amado y odiado del cine. Pero esos odios no suelen trascender con demasiada importancia a la masa. Es el amor enfermizo el que llega con más intensidad y lo dibuja como el premio cinematográfico más prestigioso; el que distingue a las «buenas» películas, en una legitimación que puede inducir a compartir las ideas contenidas en estas. Por tal motivo no podríamos descartar que, de ser necesario, le sea conseguido algún Oscar o nominación a 300. El reconocimiento garantizaría más visionajes a la cinta y, con estos, más promoción a la ideología que defiende.
No obstante, de darse, ese sería un paso muy cuidadoso de la Academia. Aun cuando la propaganda favorable a Hollywood haya limitado el impacto de las opiniones negativas procedentes de todo el mundo respecto al filme, estas no pueden ser ignoradas. Por eso, y también porque quizás las virtudes de 300 no alcancen para justificar el Oscar a la mejor película, habría que pensar, más que en esa estatuilla, en otra, correspondiente a una categoría técnica.
Del apoyo que perciba el poder político norteamericano en torno a sus planes o acciones contra Irán, en fechas cercanas al anuncio de las nominaciones y a la ceremonia, podría depender, en alguna medida, el resultado final.
Con los problemas crecientes que enfrenta la administración Bush y la cercanía de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, también podría15 llegar a ser descartada definitivamente una invasión al país persa. Entonces disminuirían las probabilidades de nominación y de Oscar para 300.
Pase lo que pase, identificar esas actuales probabilidades ayuda a comprender las relaciones entre el cine y el poder político en Estados Unidos, y nos compromete en la denuncia de las irresponsabilidades que resultan de dichas relaciones.
Investigue más sobre el tema y divulgue lo que descubra en 300, más allá de la ficción.
Notas y referencias
1Victor Davis, Hanson La historia y la película 300. Traducido por Miryam Lindberg, 26/03/07. Disponible en: http://www.gees.org/articulo/3747/.Consultado 15/05/07
2 SA/: Película 300. Disponible en: http://es.wikipedia.or./wiki/300_%28pel%C3%ADcula%29#Precisi.C3.B3_hist.C3rica. Consultado 15/05/07
3Ibídem
4Ibídem
5Ibídem
6Rolando Pérez Betancourt «Acerca de la película 300. La ofensiva continúa», Diario Granma, La Habana, 19 de abril de 2007.
7300 se estrenó este verano en televisión cubana precisamente en la Séptima Puerta (Rolando Pérez Betancourt). 8 Reunidos en el volumen: Juan Antonio García Borrero Todo sobre Oscar, Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 2006.
9Aun con los esfuerzos realizados en el planeta por revertir la situación, Estados Unidos controla hoy junto a Japón setenta y cinco por ciento del cine consumido en el mundo, según Enrique Nicanor, representante técnico audiovisual en el Consejo de la Unión Europea (Conferencia de julio de 2007 (en La Habana, Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano).
10Tomados de: C/A: Selección de temas de Teoría Sociopolítica. Tomo I. “Lógica funcional del sistema político”.
11Estructura elitista y organizativa que defiende, mantiene y consolida el sistema político.
12C/A: Sociedad y valores estadounidenses. La industria cinematográfica estadounidense. Volumen 12, número 6. Journal USA, Washington, DC, 2007. Versión en español.
13S/A: Tribunas y análisis - 18/01/06. Después de todo, no es más que una película… Disponible en: http://www.voltairenet.org/article133908.html. Consultado 16/05/07.
14 Mónica Álvarez, Los medios de comunicación. Buenos Aires, 28/09/04. Disponible en http://www.voltairenet.org/article122264.html. Consultado 15/05/07.
15 Este artículo fue terminado el 21 de octubre de 2007.
Descriptor(es)
1. CINE NORTEAMERICANO
2. CINE Y POLÍTICA
Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital08/cap02.htm