FICHA ANALÍTICA

Memorias del Sergio de Memorias
Crespo, Cecilia (1987 - )

Título: Memorias del Sergio de Memorias

Autor(es): Cecilia Crespo

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 9

Año de publicación: 2008

El día en que me recibió en su oficina del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, que presidía desde su fundación, no imaginé que nuestra conversación se convertiría en su última entrevista. Sergio dejó de existir físicamente, pero su legado sigue con nosotros. A solo unas horas de cumplir setenta años, falleció el prominente artista tras sentar pautas en la actuación en nuestro país. Lo recordaremos siempre como un ejemplo de hermandad y solidaridad con todos los pueblos de la humanidad. Sirva esta entrevista de homenaje a Sergio, al de Memorias del subdesarrollo, al actor, al dirigente, al intelectual, al compañero, al revolucionario cuyo ejemplo nos inspira siempre.

Memorias del subdesarrollo por estos días cumple cuarenta años. Al decir de su guionista Edmundo Desnoes,

la cinta es un relato en primera persona del fracaso de la mentalidad burguesa. El protagonista es un siquitrillado culto e inteligente que siempre quiso ser escritor y que, al quedar nacionalizado su negocio e irse su mujer y sus padres a Estados Unidos, decide llevar un diario íntimo y corregir una serie de cuentos, que aparecen al final de libro, escritos en sus ratos de ocio.

Ha sido calificada por muchos como uno de los mejores filmes de la historia del cine y a pesar del tiempo conserva la frescura del primer día y una vigencia sorprendente. Memorias…, más que una obra cinematográfica funciona como una suerte de estado de ánimo colectivo, un espejo que pone a prueba la sensibilidad del espectador, del mismo modo que nos reta a reconocernos en cualquiera de sus parlamentos. A propósito de tan significativa fecha, Cine cubano conversó con su protagonista, el conocido actor Sergio Corrieri, quien este año celebra las cinco décadas del grupo Teatro Estudio, cuatro del Grupo de Teatro del Escambray y, por supuesto, de Memorias… Sergio ha perdido la cuenta de las veces que la ha visto, y aún le brillan los ojos cuando la evoca o cuando es interrogado acerca de la mítica cinta que lo marcó como intérprete y ser humano en su momento, y todavía no deja de sorprenderlo como espectador. Alejado hace unos años de la actuación, debido al cumplimiento de otras tareas también necesarias para el país, nos comentó sobre la cinta que protagonizó bajo la batuta de Tomás Gutiérrez Alea, así como de otras inquietudes, algunas referentes a nuestra cinematografía.

¿Quién es en realidad Sergio Corrieri: el actor, el escritor o el dirigente?

No cabe duda que las tres cosas. La vida va avanzando poco a poco sin uno darse cuenta y sin que pueda ejercer sobre ella el control necesario. La profesión de actor es la más antigua, comencé a estudiarla a los dieciséis años. Matriculé en Teatro Universitario de La Habana y permanecí ahí hasta que la Universidad fue cerrada por la dictadura de Batista. Después me vinculé a un grupo de actores maduros dirigidos por Vicente Revuelta, quien llegaba de Europa lleno de nuevas ideas y creó el grupo Teatro Estudio, en 1958. La Revolución naciente encontró en Teatro Estudio un gran aliado, pues políticamente éramos muy avanzados para la época y estábamos vinculados a la sociedad Nuestro Tiempo, que tenía un estrecho vínculo con el Partido Socialista Popular.

En esos primeros años revolucionarios, Teatro Estudio era la vanguardia artística de nuestro país y no solo de teatro sino de la cultura en general. Como actor y director permanecí allí diez años. Hicimos los clásicos y obras cubanas contemporáneas, puede decirse que me di gusto haciendo el buen teatro universal. Estuve en Teatro Estudio hasta 1968, en que, por varias razones, con otro grupo de actores decidimos crear el grupo Teatro Escambray, que aún existe. Y bueno, también está mi carrera en el cine y en la televisión.

El Sergio dirigente surge en 1985. Hacía poco tiempo que acababa de filmar En silencio ha tenido que ser, que fue mi primera incursión televisiva, a pesar de llevar bastante tiempo en el cine y en el teatro. El fenómeno popular que significó esta teleserie fue muy impactante, quedé totalmente impresionado del poder que tenía aquella cajita de vidrio luminosa y me di cuenta de su importancia como medio de difusión en el mundo contemporáneo. En ese año se decidió renovar la dirección del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y me proponen ser el vicepresidente primero de este organismo para atender, precisamente, la televisión. Lo pensé muchísimo porque ni siquiera vivía en La Habana, llevaba dieciocho años en el Escambray. Me ganó la propuesta y decidí aceptarla. Estuve nada más que año y medio porque se decidió crear el Departamento de Cultura en el Comité Central del Partido Comunista, lo cual era una antigua aspiración de todos los artistas: un departamento que los representara y que interviniera en la vida cultural del país. Me ofrecieron ese cargo y lo acepté muy presionado por los propios artistas, ya que ellos querían que fuera uno de nosotros para sentirse más identificados que con cualquier otro funcionario sin conocimientos y experiencias de la materia. Allí estuve hasta el año 1990 en que empezaba el período especial, una época que todos sabíamos que iba a ser muy dura para Cuba, y entonces me proponen la presidencia del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), destinado a convertirse en una pieza clave dentro de esa etapa que comenzaba para nuestro país, donde la solidaridad desempeñaría un papel primordial. Pensé que iba a ser un pequeño tiempo y ya voy por más de diecisiete años.

Lo de escritor es una vocación temprana que mantuve como una actividad adicional. Escribí bastante, pero nunca tuve la necesidad ni la voluntad de publicar. Iba compilando mis textos que se resumían en lecturas con amigos. Publiqué poesía en algún que otro boletín, porque mi vida ha estado tan plena, tan ocupada, que eso no era una necesidad hasta el año 2000 en que publicar lo escrito y seguir escribiendo se me ha convertido en una urgente prioridad. Tengo cuatro libros publicados y tres más en proyecto, entre poesía y narrativa. Como ves, mi energía artística está encaminada fundamentalmente a la escritura, ya que no puedo hacer otra cosa.

¿Cuál prefiere entre sus múltiples facetas?

Actuar y escribir siempre han sido mis fundamentales vocaciones, son mis placeres. Dirigir ha sido un deber. Por tanto, prefiero la actuación, aunque ya no la ejerza.

¿Cómo era el Sergio actor?

Era muy serio y responsable. Me tomaba muy a pecho cada rol. Creo que cada actor pasa por distintas etapas en su carrera, la mayoría de los intérpretes cuando empezamos tenemos cierta carga de narcisismo y vanidad, de necesidad de exhibirnos y de ser conocidos, después nos vamos dando cuenta de que ser actor implica algo más profundo. El actor es un vehículo a través del cual se expresan ideas, sentimientos y conceptos de la vida y, por lo tanto, creo que el artista tiene una gran responsabilidad al escoger sus personajes. Un actor no solo se mide por la capacidad de interpretar bien sus papeles, sino por la inteligencia a la hora de decidir en qué y por qué trabaja.

¿Cine, televisión o teatro?

Los tres tienen sus especificidades y sus distintas compensaciones. El teatro tiene un proceso de preparación muy largo que te permite profundizar mucho más en los personajes, y cuando estás solito en el escenario eres el rey, porque no hay nadie que te diga para, ni corta, ni sigue; solo tú, pero tiene la desventaja de que es efímero, no queda registrado nada, a diferencia del cine y la televisión, aunque quizás ese sea su mayor encanto, como una bella tarde que pasa y no regresa. Con la televisión no hay quien compita, su poder de convocatoria es incomparable, ya que llega a todos por igual. El cine es mágico y es para la eternidad. Si regresara a la actuación, sería en un proyecto cinematográfico.

¿Qué siente luego de tanto tiempo sin actuar?

Imagínate, a veces siento una gran nostalgia, aunque mi vida está tan ocupada y es tan plena que casi no tengo tiempo para ponerme nostálgico, pero cuado veo una película o reviso algún guión…

Si lo tentara algún papel que le ofrecieran, ¿ volvería a actuar?

Si en realidad me tentara y las condiciones me lo permitieran, de seguro volvería a actuar, un personaje que me guste, si no, no valdría la pena. Lo pensaría y lo trataría de hacer, no hay ningún impedimento para regresar a la actuación, solo los que me he impuesto yo mismo por no delegar mis responsabilidades en determinados momentos.

¿Y si fuera el protagónico de las Memorias del subdesarrollo de la Cuba de hoy?

Por supuesto que lo aceptaría, ¿qué más quisiera yo? Pienso que esta época también necesita sus Memorias… que serían bien distintas a las de la década del sesenta. Añoro una película con la capacidad de análisis sobre el momento que vivimos ahora. Hace poco vi Páginas del diario de Mauricio, de Manuel Pérez, que, salvando muchas distancias, de alguna manera me hizo pensar que por ahí había un camino para llegar a esas memorias.

¿Cuáles considera que sean los asideros y barrancos del actual cine cubano?

El cine cubano arrancó con una fuerza extraordinaria. Nuestro cine de los sesenta y los setenta posee cintas magníficas, tanto documentales y películas de ficción, como los noticieros ICAIC, que constituyen verdaderas obra maestras. El cine cubano presentó credenciales de calidad muy temprano y tuvo un gran bache en los noventa, el mismo que tuvo toda nuestra sociedad por el período especial y las necesidades económicas y anímicas que generaron producciones insulsas. Creo que hubo poca profundidad en los guiones de esos años, incluso en aquellos que pretendieron ser analíticos y críticos. Todas esas historias se quedaron en la superficie, en una crítica de esquina. Pienso que esa precaria situación está cambiando en la misma medida en que cambia el país. En nuestro cine existe un gran talento, de eso no me cabe la menor duda, tanto en los técnicos como en los realizadores y actores. Hay mucha experiencia y compañeros con mucha capacidad. Creo que si las condiciones generales tanto económicas como las del alma mejoran, el cine cubano volverá a conquistar grandes laureles.

Memorias de Memorias

¿Cómo llegó a Memorias del subdesarrollo?

Cuando aquello integraba el grupo Teatro Estudio. Titón era un asiduo asistente a funciones y a ensayos del grupo, por lo que conocía perfectamente mis cualidades histriónicas y estimó en un momento determinado que yo podía encarnar el protagónico de su película. Tuvimos desde el comienzo una dificultad: en el guión el personaje tenía treinta y ocho años de edad y en aquel entonces yo tenía diez años menos. La diferencia entre un hombre de veintiocho y otro de treinta y ocho es evidente, no es quizás tanto una cuestión física como mental, relativa a las reacciones y la madurez ante la vida. Ese fue mi principal obstáculo a la hora de afrontar ese rol, siempre estaba muy atento para que no se me saliera la juventud en la forma de hablar o de caminar. Él decidió correr ese riesgo, y yo también.

¿Cómo valora su relación con el equipo de trabajo?

Recuerdo Memorias… como un trabajo muy armónico y feliz. Me entendí muy bien con todo el equipo. Titón, Desnoes, el director de fotografía, Ramón Suárez, y yo, trabajamos muy unidos. Nunca me contuve en sugerir cambios, y siempre encontré un ambiente bien abierto, muy bueno para un trabajo en equipo con estas características. Te voy a contar una anécdota para que comprendas de algún modo lo rico que fue realizar la cinta. El apartamento en el que transcurre gran parte de la cinta, estaba en el piso 28 del edificio Focsa, aunque la fachada era del Naroca. Era un apartamento muy lujoso, que tenía una habitación grande y otra para los criados; el baño, lleno de espejos, era una maravilla. Según mi real estatus de vida yo estaba muy lejos de ser un burgués propietario de un edificio, como requería el personaje, por lo que le planteé a la producción que para poder moverme con soltura dentro de ese apartamento, familiarizarme con el espacio y adaptarme a sus fastuosas condiciones, debía vivir allí. Por eso, me mudé para ese edificio un mes antes de empezar el rodaje y viví allí durante toda la filmación. Hubiera seguido viviendo si no me botan, porque en realidad no era nada despreciable.

¿Qué significó para usted trabajar con Tomás Gutiérrez Alea?

Trabajar con Titón fue una magnífica oportunidad. Él era un director extremadamente inteligente que sabía muy bien lo que quería. Tenía la virtud de saber diferenciar a los actores, de no tratarnos a todos de la misma manera. Sabía cómo dirigir a cada cual, y qué resorte mover y cuándo. No recuerdo a Titón diciéndome cómo hacer las cosas, el solo me iluminaba para encontrar el camino por mí mismo. Yo siempre procuraba hacer tres o cuatro cosas para que él tuviera la posibilidad de elegir, pero jamás me obligó a nada. Incluso, salieron muchas cosas improvisadas que no estaban en el guión. Conmigo fue así, no con todos los actores, porque él se movía según su intuición y conocimientos de la actuación. Recuerdo su humor e ironía que funcionaban como métodos de aprendizaje. Teníamos una comunicación muy fluida y enriquecedora.

¿Junto a Daysi Granados?

Con Daysi fue una maravilla, era una jovencita encantadora, muy simpática, linda, graciosa y extrovertida, por lo que fue extraordinario compartir esta película con ella, en la que mostró su talento.

¿Y con Eslinda Núñez?

Con ella la experiencia fue igual de gratificante, aunque, a diferencia de Daysi, era muy tímida y como teníamos una escena en común un tanto fuerte para la época, recuerdo que aquello la cohibía, pero nos entendimos estupendamente.

¿Qué recuerda de Edmundo Desnoes?

Desnoes tuvo una actitud muy abierta, desde el comienzo, en cuanto a los aportes y modificaciones del guión. Aunque también recuerdo lo hermético y poco comunicativo de su personalidad. Solo lo he visto en dos breves ocasiones luego de su partida y en ninguna tuve la oportunidad de conversar con él.

¿Qué opinión le merece la inserción de matices documentales en la película?

Lo veo como una acertada simbiosis que fue poco frecuente en la época. Creo que una de los mayores atractivos de Memorias…, además de los que ya hemos dicho, radica en la armónica conjunción que logra entre diversos géneros y estilos. Se ha comentado mucho sobre la forma en que está hecha, la manera coherente y hasta feliz con la que ha logrado perpetuarse en nuestro imaginario.

Al cabo de tanto tiempo, ¿qué reflexiones le provoca la cinta, cómo la recuerda?

La volví a ver recientemente luego de varios años sin disfrutarla. La vi en Malasia, donde estuve por cuestiones de trabajo, y los críticos y estudiantes de cine de ese país me pidieron que ofreciera un conversatorio y un debate sobre el filme. La aprecié subtitulada en inglés y me pareció que su lenguaje artístico se conserva completamente fresco, no pierde ni vigencia ni interés, y sus planteamientos, al menos los más importantes, siguen ahí, intactos, para meditar e invitarnos a reflexionar en cualquier momento. Memorias… aboga todo el tiempo porque el hombre cuando se desarrolla tiene que aprender a relacionar los fenómenos, tiene que aprender a pensar por sí mismo, esa apelación entre nosotros aún es válida. He podido apreciar que muchas personas en el mundo se ven reflejadas en el dilema del protagonista. Creo que su vigencia se debe también a lo atemporal de su lenguaje artístico.

¿Qué fue lo que más le sedujo del filme hace cuarenta años?

Su incidencia en el presente de entonces, fíjate si me sedujo, que cuando aquello yo estaba formando el grupo Escambray y tuve que posponer un poco el proyecto. Memorias… me sirvió de acicate para llevar a cabo mi empeño con el grupo, porque en la calle la gente polemizaba acerca de la película, de los juicios que hacía de nuestra realidad.

¿Y lo que más le seduce ahora?

La nostalgia y también que sea tan conocida y querida en el mundo, hasta en los sitios más insospechados.

¿Estaba consciente, en su momento, de la magnitud de lo que estaba protagonizando?

No, casi nunca uno tiene conciencia en el momento de las consecuencias que tendrá lo que está haciendo. La trascendencia de Memorias… vino con el tiempo, que es el que sitúa todas las cosas en el lugar que deben estar. Cuando se estrenó, no tenía ni la menor idea de lo que iba a pasar con la cinta. Nunca imaginé un resultado tan satisfactorio, sabía que iba a ser buena, pero no tanto. Me siento muy satisfecho y orgulloso de haber participado en ella.

Sergio habla de Sergio

¿En el guión original, el personaje se llamaba Sergio o fue modificado luego de que usted fuera seleccionado para interpretarlo?

Hubiera sido demasiada coincidencia, ¿verdad? Lo cambiaron después que me dieron el papel, fue a propósito de mi nombre.

¿Cómo se identificó con el personaje?

Te confieso que yo no me identifiqué para nada con ese papel. Ese Sergio no tiene nada que ver con este de aquí. Yo no soy de esos actores que dicen «el personaje se metió dentro de mí» o «este me poseyó», no creo en nada de eso, creo que un personaje a uno lo puede obsesionar por su complejidad o por lo difícil de encontrar la manera de resolverlo, pero nada más. Actuar es una profesión con todas sus técnicas y así como un arquitecto construye edificios, un actor crea personajes. Para prepararlo, me leí la novela de la que parte el guión. Conversé mucho con Desnoes, quien me sirvió de material de estudio, porque creo que la novela tiene grandes matices autobiográficos. Yo no podía identificarme con un personaje que había sido un burgués toda su vida, que vivía de la renta, que había vivido en grandes edificios en el momento en que los nacionalizaron y que no había «disparado un chícharo» en toda su vida. No tenemos ningún punto en contacto, salvo el de los sentimientos humanos que todos compartimos, el amor, la nostalgia, pero la médula de este personaje difiere bastante de la mía.

En aquel entonces, ¿cómo interpretaba la ambigua personalidad de Sergio?

Sergio no era ni revolucionario ni contrarrevolucionario. Era aún más patético que esto último; todavía un contrarrevolucionario es algo, Sergio no es nada. Recuerdo una escena de la película con Elena –el personaje que interpretaba Daysi–, en la que esta le pregunta qué era él, a lo que Sergio responde que no sabía y le pregunta a ella su opinión, entonces Elena le dice que él no es nada. En ese diálogo se evidencia la esencia del personaje. Te repito, Sergio sencillamente es nada. Permanece flotando en una tierra de nadie. Es quizá una especie de Hamlet que no sabía ni podía decidirse por una cosa o por otra.

¿Y cómo lo percibe hoy?

De la misma manera. Como a un tipo que tenía la suficiente inteligencia para comprender que su vida y su clase eran un desastre, pero no tenía la fuerza necesaria para asumir el riesgo de lo nuevo. Por eso, el final tan discutido, pensando y jugando con la fosforera, la apaga, la enciende, no se decide. Muchos Sergios de la vida real se quedaron y otros se fueron, siempre van a existir las dos alternativas.
Sus actuaciones en Soy Cuba, en En silencio ha tenido que ser y, por supuesto, en Memorias… lo convirtieron en su momento en el inequívoco rostro masculino del audiovisual cubano. Esta concepción, ¿cuánto cree que le debe al inolvidable Sergio?

La popularidad que alcancé luego de mi trabajo en la serie En silencio ha tenido que ser fue difícil de manejar, porque dejas de ser un ser común y te conviertes en una figura pública. No hay nada más fuerte en la repercusión popular que la televisión. Pero si me preguntas a nivel popular, por la cinta que más me conocen es por El hombre de Maisinicú, porque Memorias… tiene su público. Desde mi experiencia en el extranjero, concluyo que Memorias… es la película cubana más reconocida, alabada y aplaudida; he tenido que debatirla en más de medio planeta. Hoy en día me está pasando lo mismo con Soy Cuba, que se ha convertido en una película de culto. Empieza a conocerse en todas partes y dicen que está entre las diez mejores filmadas en la historia del cine, dicho por Scorsese, Coppola, Bertolucci y otros grandes cineastas y especialistas del mundo. Le debo gran parte de mi popularidad a este otro Sergio que me ha abierto muchas puertas en el mundo cuando he estado cumpliendo funciones del ICAP. Sin dudas, Memorias del subdesarrollo es bastante culpable de eso que dices y es también mi preferida.



 

 

 



Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. CORRIERI, SERGIO (CORRIERI HERNÁNDEZ, SERGIO LUCIO), 1938-2008
3. ENTREVISTAS
4. MEMORIAS DEL SUBDESARROLLO, 1968

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital09/cap04.htm