FICHA ANALÍTICA
El cuerno de la abundancia. Anotaciones de un rodaje para no perder la fe
Lechuga, Carlos (1983 - )
Título: El cuerno de la abundancia. Anotaciones de un rodaje para no perder la fe
Autor(es): Carlos Lechuga
Fuente: Revista Cine Cubano On Line
Número: 9
Año de publicación: 2008
Son las seis de la mañana en las afueras de La Habana, y los camiones de la filmación son un acontecimiento en los parques y las plazas de Santa María del Rosario y Bejucal. Esto ocurrirá cada día durante las próximas semanas en que se filma El cuerno de la abundancia. ¿Quiénes traen tanta algarabía? El cineasta Juan Carlos Tabío que ha reunido a un grupo de amigos para lograr que este barco llegue a puerto seguro.
Es muy difícil escribir de alguien que significa y representa mucho para uno. Cuando me pidieron un texto que cubriera el rodaje de esta película, acepté gustoso, porque sería un simple pretexto, para decir claramente lo que significa Juan Carlos para mí. Llevo varios días sin saber cómo empezar a hablar de un hombre que me descubrió esta profesión, que ha colaborado tanto en mi formación profesional y en las decisiones que he tenido que tomar a lo largo de mi vida, tanto que pareciera un padre. Al mismo tiempo, no debo ser empalagoso ni llenar de adjetivos positivos este texto, que al final lo vaciaría de sentido. Por lo que parto de la contradicción, que tanto nos hace crecer.
Es lunes 17 de diciembre, y por el buen ambiente que se respira en el rodaje, escribo:
Cada vez creo más que el cine no es solamente un asunto del hombre. Así como una ceremonia religiosa, como un acto espiritista, el cine le debe mucho a la estrella que lo ilumine. Y Tabío es uno de esos directores con estrella.
Dos días después, me contradigo y anoto:
El cine sí es solamente una cosa de hombres. Hoy amanecemos con el director enfermo, una fuerte infección en el oído, después de filmar un par de escenas con un dolor irresistible, se lo llevan al médico. El equipo se dispersa, nos sentamos preocupados a esperar, nos miramos. ¿Y ahora qué? El aglutinador de todo es nuestro director. Sin él nos vamos a la deriva. Gracias a «algo» o «alguien», Juanca no se enferma más.
Tahimí Alvariño, Enrique Molina y Jorge Perugorría en la preparación de una escena.Me doy cuenta que la buena onda de un rodaje, que después se reflejará en la película terminada, se debe al equipo y a algo más que tiene que ver con la energía y el buen actuar en la vida. Pero sobre todo, a la mano de un director.
En este caso, uno que trabaja sin un guión técnico, llega al set, monta el plano, un pequeño ensayo y ¡puf!, se hace la magia, el silencio, que solo es roto por los diálogos de unos actores, que realmente se equivocan poco, para no decir nunca. Actores que luego entre lágrimas y risas se refieren a la buena mano de Juanca para dirigir actores y sobre todo para darle un lugar dramático y de acción diferente a cada uno, en una historia coral, donde todos van a estar en su personaje. Incluso, cuando los deja improvisar. Porque Juan Carlos propone, y escucha proposiciones, cosa que solamente hace alguien que tiene muy claro lo que desea, lo que refleja su manera de ver la vida. Agridulce, se podría decir.
Para esto se necesita de un buen timonel, Roberto Viña, y de un alférez o sea, un fotógrafo como Hans Burmann, que ya ha colaborado con Tabío desde Guantanamera, Lista de espera y Aunque estés lejos. Hans hace unos cuarenta años trabaja en el cine colaborando con Fernán-Gómez, Amená-bar, Pilar Miró, Eloy de la Iglesia, Jaime Chávarri, Juan Antonio Bardem, José Luis Cuerda y García Berlanga, entre otros.
En popa, Arturo Arango. Juanca y Arturo trabajan juntos los guiones desde Lista de espera. Han logrado un equilibrio creativo, beneficioso para ambos. La armonía se puede leer en las páginas del guión, que por sí solo, si se publicara, nos permitiría una lectura placentera, a la altura del de Fresa y chocolate.
Por primera vez se unen cuatro grandes de la actuación: Jorge Perugorría, Laura de la Uz, Enrique Molina y Mirtha Ibarra, quienes se sientan a una mesa a discutir el futuro de un apellido, los Castiñeiras, en un pueblito llamado Yaragüey. Tienen tan poco, que deben esperar a que les caiga del cielo una herencia para lograr que se cumplan sus sueños. Porque en el pueblo que les ha tocado vivir, poco pueden sacar de la tierra.
Cuando dan el corte, una jovencita, Ania Bú, con su mirada tierna, prometedora actriz símbolo de cubanía, se acerca a Juanca y le habla de su lectura de una escena, a la que otros grandes –Paula Alí, Alexis Díaz de Villegas, Vladimir Cruz, Omar Franco, Tahimí Alvariño, Bárbaro Marín, Renecito de la Cruz, Yoima Valdés, Patricio Wood o el dramaturgo Héctor Quintero–, le dan otras lecturas. No piensan lo mismo de cómo esta herencia, esta buena suerte, les afectará; a algunos les tocará la herencia ¿y a los otros qué? Lo que para unos es la felicidad, para otros es el desaliento.
Además, los imprescindibles que nunca se mencionan como Pablo Burmann, Olguita, Grisel, Pablete, Edu, Sanila, Villita, Del Bati, Charlie, El Ruso, Mauro, Nancy, Figueroa y sus muchachos de luces, además de Marichal, uno de los hombres más ágiles que se puedan tener en un rodaje. Todos unidos por un mismo sueño, un pensamiento, una película, que al final es como una herencia y une a todos para culminar con algo ganado.
El director Juan Carlos Tabío, en el rodaje de "El cuerno de la abundancia".Cuando uno se enfrenta a una película de Tabío, sabe que está ante una obra con multiplicidad de lecturas. Todas sus películas tienen varias aristas, pero las que más me gustan a mí, son: Uno: la cubanía, la condición insular, y desentrañar la realidad cubana actual, los sueños y los problemas que no dejan que dichos sueños se cumplan. Dos: un problema mayor, lo que pasa en este mundo loco que nos ha tocado vivir, cómo un ser humano debe comportarse, la moral, la actitud y la ética ante la vida. Y tres: lo que más me llega, desgarrante, mezclada con los otros dos anteriores, es una buena historia de amor. En la obra de Juan Carlos, esas tres aristas van juntas. Él, sin ser filósofo, nada en las aguas de esa sabiduría.
En la penumbra de una tarde en su apartamento en El Vedado, camina de un lado a otro como queriendo hacer una zanja en el suelo; me mira, yo tan solo era un niño, y me dice: «Dedícate a otra cosa.» Gracioso. Ahora en el rodaje, camina igual de un lado a otro, pero me mira y sonríe: «Hay trabajos peores.»
No sé quién dijo que lo más exacto es lo más difícil de explicar con palabras. Juan Carlos por momentos piensa que no hay solución, pero a los dos segundos le vuelve la fe, se contradice y se descruza de brazos, cuestionando, para ver qué se puede hacer. Algunos se aíslan o se van. Tabío es de los que está aquí buscando cómo resolver las cosas. «Caballeros, ¿y ahora qué vamos a hacer, qué va a hacer esta gente?», se preguntaban los personajes al final de El elefante y la bicicleta, en el pueblo La Fe.
Yaragüey bien podría llamarse La Fe. Sus habitantes tienen mucho que ver con los de aquel imaginario poblado. Así como los personajes de Lista de espera, que es una de las pocas películas cubanas –si no la única–, que tiene dos finales, uno esperanzador y otro cargado de desilusión para sus personajes. Esa dicotomía en la obra de Juan Carlos es la que me llama la atención.
Jorge Perugorría y Enrique Molina.Hace algunos años, en una entrevista televisiva, Juan Carlos dijo que se consideraba un hombre triste, cosa valiente para la época en que solo emanaban consignas positivas. Un hombre triste que dirige comedias. Con inocencia, y mucha curiosidad, yo me preguntaba cómo un hombre triste hacía comedias y tenía aún fe en el hombre.
Luego, en la misma televisión, apareció una conductora con un peinado muy bonito, presentando una película del «desaparecido» realizador Juan Carlos Tabío. Yo acababa de estar hacía cinco minutos con él. ¿Qué pasa? ¿No se puede trabajar en el cine, alejado de las cámaras y de los artistas de turno, sin que lo maten a uno?
Desentrañar lo que es el cubano de hoy, los problemas que lo aquejan y cómo lograr al fin que se cumplan nuestros deseos, son conflictos que deambulan en la mente del director de El cuerno de la abundancia.
Una película que como dijera un actor en broma: «Todo por la abundancia», retrata con sinceridad al cubano del siglo xxi, que se parece mucho al del siglo pasado. Decía Titón, que cuando Memorias del subdesarrollo perdiera vigencia, él se iba a sentir muy contento. Hoy, Juan Carlos Tabío, su amigo y colaborador, no está nada contento, y por eso, dirige comedias.
Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. TABIO, JUAN CARLOS, 1943-2021
Título: El cuerno de la abundancia. Anotaciones de un rodaje para no perder la fe
Autor(es): Carlos Lechuga
Fuente: Revista Cine Cubano On Line
Número: 9
Año de publicación: 2008
Son las seis de la mañana en las afueras de La Habana, y los camiones de la filmación son un acontecimiento en los parques y las plazas de Santa María del Rosario y Bejucal. Esto ocurrirá cada día durante las próximas semanas en que se filma El cuerno de la abundancia. ¿Quiénes traen tanta algarabía? El cineasta Juan Carlos Tabío que ha reunido a un grupo de amigos para lograr que este barco llegue a puerto seguro.
Es muy difícil escribir de alguien que significa y representa mucho para uno. Cuando me pidieron un texto que cubriera el rodaje de esta película, acepté gustoso, porque sería un simple pretexto, para decir claramente lo que significa Juan Carlos para mí. Llevo varios días sin saber cómo empezar a hablar de un hombre que me descubrió esta profesión, que ha colaborado tanto en mi formación profesional y en las decisiones que he tenido que tomar a lo largo de mi vida, tanto que pareciera un padre. Al mismo tiempo, no debo ser empalagoso ni llenar de adjetivos positivos este texto, que al final lo vaciaría de sentido. Por lo que parto de la contradicción, que tanto nos hace crecer.
Es lunes 17 de diciembre, y por el buen ambiente que se respira en el rodaje, escribo:
Cada vez creo más que el cine no es solamente un asunto del hombre. Así como una ceremonia religiosa, como un acto espiritista, el cine le debe mucho a la estrella que lo ilumine. Y Tabío es uno de esos directores con estrella.
Dos días después, me contradigo y anoto:
El cine sí es solamente una cosa de hombres. Hoy amanecemos con el director enfermo, una fuerte infección en el oído, después de filmar un par de escenas con un dolor irresistible, se lo llevan al médico. El equipo se dispersa, nos sentamos preocupados a esperar, nos miramos. ¿Y ahora qué? El aglutinador de todo es nuestro director. Sin él nos vamos a la deriva. Gracias a «algo» o «alguien», Juanca no se enferma más.
Tahimí Alvariño, Enrique Molina y Jorge Perugorría en la preparación de una escena.Me doy cuenta que la buena onda de un rodaje, que después se reflejará en la película terminada, se debe al equipo y a algo más que tiene que ver con la energía y el buen actuar en la vida. Pero sobre todo, a la mano de un director.
En este caso, uno que trabaja sin un guión técnico, llega al set, monta el plano, un pequeño ensayo y ¡puf!, se hace la magia, el silencio, que solo es roto por los diálogos de unos actores, que realmente se equivocan poco, para no decir nunca. Actores que luego entre lágrimas y risas se refieren a la buena mano de Juanca para dirigir actores y sobre todo para darle un lugar dramático y de acción diferente a cada uno, en una historia coral, donde todos van a estar en su personaje. Incluso, cuando los deja improvisar. Porque Juan Carlos propone, y escucha proposiciones, cosa que solamente hace alguien que tiene muy claro lo que desea, lo que refleja su manera de ver la vida. Agridulce, se podría decir.
Para esto se necesita de un buen timonel, Roberto Viña, y de un alférez o sea, un fotógrafo como Hans Burmann, que ya ha colaborado con Tabío desde Guantanamera, Lista de espera y Aunque estés lejos. Hans hace unos cuarenta años trabaja en el cine colaborando con Fernán-Gómez, Amená-bar, Pilar Miró, Eloy de la Iglesia, Jaime Chávarri, Juan Antonio Bardem, José Luis Cuerda y García Berlanga, entre otros.
En popa, Arturo Arango. Juanca y Arturo trabajan juntos los guiones desde Lista de espera. Han logrado un equilibrio creativo, beneficioso para ambos. La armonía se puede leer en las páginas del guión, que por sí solo, si se publicara, nos permitiría una lectura placentera, a la altura del de Fresa y chocolate.
Por primera vez se unen cuatro grandes de la actuación: Jorge Perugorría, Laura de la Uz, Enrique Molina y Mirtha Ibarra, quienes se sientan a una mesa a discutir el futuro de un apellido, los Castiñeiras, en un pueblito llamado Yaragüey. Tienen tan poco, que deben esperar a que les caiga del cielo una herencia para lograr que se cumplan sus sueños. Porque en el pueblo que les ha tocado vivir, poco pueden sacar de la tierra.
Cuando dan el corte, una jovencita, Ania Bú, con su mirada tierna, prometedora actriz símbolo de cubanía, se acerca a Juanca y le habla de su lectura de una escena, a la que otros grandes –Paula Alí, Alexis Díaz de Villegas, Vladimir Cruz, Omar Franco, Tahimí Alvariño, Bárbaro Marín, Renecito de la Cruz, Yoima Valdés, Patricio Wood o el dramaturgo Héctor Quintero–, le dan otras lecturas. No piensan lo mismo de cómo esta herencia, esta buena suerte, les afectará; a algunos les tocará la herencia ¿y a los otros qué? Lo que para unos es la felicidad, para otros es el desaliento.
Además, los imprescindibles que nunca se mencionan como Pablo Burmann, Olguita, Grisel, Pablete, Edu, Sanila, Villita, Del Bati, Charlie, El Ruso, Mauro, Nancy, Figueroa y sus muchachos de luces, además de Marichal, uno de los hombres más ágiles que se puedan tener en un rodaje. Todos unidos por un mismo sueño, un pensamiento, una película, que al final es como una herencia y une a todos para culminar con algo ganado.
El director Juan Carlos Tabío, en el rodaje de "El cuerno de la abundancia".Cuando uno se enfrenta a una película de Tabío, sabe que está ante una obra con multiplicidad de lecturas. Todas sus películas tienen varias aristas, pero las que más me gustan a mí, son: Uno: la cubanía, la condición insular, y desentrañar la realidad cubana actual, los sueños y los problemas que no dejan que dichos sueños se cumplan. Dos: un problema mayor, lo que pasa en este mundo loco que nos ha tocado vivir, cómo un ser humano debe comportarse, la moral, la actitud y la ética ante la vida. Y tres: lo que más me llega, desgarrante, mezclada con los otros dos anteriores, es una buena historia de amor. En la obra de Juan Carlos, esas tres aristas van juntas. Él, sin ser filósofo, nada en las aguas de esa sabiduría.
En la penumbra de una tarde en su apartamento en El Vedado, camina de un lado a otro como queriendo hacer una zanja en el suelo; me mira, yo tan solo era un niño, y me dice: «Dedícate a otra cosa.» Gracioso. Ahora en el rodaje, camina igual de un lado a otro, pero me mira y sonríe: «Hay trabajos peores.»
No sé quién dijo que lo más exacto es lo más difícil de explicar con palabras. Juan Carlos por momentos piensa que no hay solución, pero a los dos segundos le vuelve la fe, se contradice y se descruza de brazos, cuestionando, para ver qué se puede hacer. Algunos se aíslan o se van. Tabío es de los que está aquí buscando cómo resolver las cosas. «Caballeros, ¿y ahora qué vamos a hacer, qué va a hacer esta gente?», se preguntaban los personajes al final de El elefante y la bicicleta, en el pueblo La Fe.
Yaragüey bien podría llamarse La Fe. Sus habitantes tienen mucho que ver con los de aquel imaginario poblado. Así como los personajes de Lista de espera, que es una de las pocas películas cubanas –si no la única–, que tiene dos finales, uno esperanzador y otro cargado de desilusión para sus personajes. Esa dicotomía en la obra de Juan Carlos es la que me llama la atención.
Jorge Perugorría y Enrique Molina.Hace algunos años, en una entrevista televisiva, Juan Carlos dijo que se consideraba un hombre triste, cosa valiente para la época en que solo emanaban consignas positivas. Un hombre triste que dirige comedias. Con inocencia, y mucha curiosidad, yo me preguntaba cómo un hombre triste hacía comedias y tenía aún fe en el hombre.
Luego, en la misma televisión, apareció una conductora con un peinado muy bonito, presentando una película del «desaparecido» realizador Juan Carlos Tabío. Yo acababa de estar hacía cinco minutos con él. ¿Qué pasa? ¿No se puede trabajar en el cine, alejado de las cámaras y de los artistas de turno, sin que lo maten a uno?
Desentrañar lo que es el cubano de hoy, los problemas que lo aquejan y cómo lograr al fin que se cumplan nuestros deseos, son conflictos que deambulan en la mente del director de El cuerno de la abundancia.
Una película que como dijera un actor en broma: «Todo por la abundancia», retrata con sinceridad al cubano del siglo xxi, que se parece mucho al del siglo pasado. Decía Titón, que cuando Memorias del subdesarrollo perdiera vigencia, él se iba a sentir muy contento. Hoy, Juan Carlos Tabío, su amigo y colaborador, no está nada contento, y por eso, dirige comedias.
Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. TABIO, JUAN CARLOS, 1943-2021
Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital09/cap05.htm