FICHA ANALÍTICA

Presencia cinematográfica de Rita Montaner
Granados Fernández, Ignacio Omar (1956 - )

Título: Presencia cinematográfica de Rita Montaner

Autor(es): Ignacio Omar Granados Fernández

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 10

Año de publicación: 2008

La mulata criolla que hizo del solar habanero y de la calle cubana, una categoría universal.
Nicolás Guillén
Fue la más genial intérprete que hemos tenido.
Ernesto Lecuona

Aunque para algunos estudiosos y conocedores de la obra de Rita Montaner no es quizás el cine el medio en que más brilló, no existen dudas de que su participación en quince filmes, en varios de los cuales tuvo actuaciones destacadas y, en casi todos, magníficas intervenciones musicales, la hacen merecedora de que se le considere como la artista más representativa del cine cubano en todo el período prerrevolucionario.(1)

La versátil y formidable artista cubana de la primera parte del siglo pasado era una cantante que podía interpretar desde una opereta o un aria de ópera, hasta una canción popular como El manisero, de Moisés Simons, y hacer de ella una creación. Fue la primera voz musical que se oyó en la radio cubana. Inauguró los conciertos de música típica cubana en los teatros de la capital. Interpretó la «nana» de Angelitos negros –primera película mexicana en tocar el tema racial– y la «chismosa» que hizo época en el humor de la radio, el cine y la televisión del país, para encarnar, además, el sentimiento y la rebeldía del pueblo, y conseguir siempre el reconocimiento de ese público... Es preciso hacer un breve recuento del camino artístico que la condujo a convertirse en la gran artista que fue y de su encuentro con el cine, arte al que siempre respetó y dedicó también su talento y esfuerzo personal.

Rita Aurelia Fulceda Montaner y Facenda, nace el 20 de agosto de 1900 en Guanabacoa, La Habana. Fue la segunda hija del matrimonio de Domingo Montaner Pulgarón –farmacéutico y capitán retirado del Ejército Libertador– con Mercedes Facenda –una mulata cubana hija a su vez de una esclava negra y de un colono español. Al decir de Rogelio Martínez Furé:

    El hecho de nacer en la villa de Guanabacoa –uno de los puntos fundamentales de la cultura tradicional cubana en los siglos xviii y xix– y ser hija de un blanco y una mulata, permitieron a Rita criarse en un medio en el que curiosamente afloraban y coincidían diversas tendencias de nuestra cultura, desde la música de salón, que ella conoció desde su infancia, hasta los toques de tambores, en las fiestas lucumíes o congas, el ritmo y colorido de las comparsas y el pregón de los vendedores ambulantes.(2)

Quizás sea esto uno de los pilares fundamentales para la universalidad de Rita Montaner.

 Desde la edad de cuatro años, Rita inicia su enseñanza musical. Realiza estudios primarios en un colegio religioso, etapa en que también recibe clases de pintura, idiomas inglés, francés e italiano. Ingresa en el Conservatorio Peyrellade a los diez años y cursa estudios de solfeo, teoría de la música, armonía y piano. Posteriormente también recibe clases de canto.

A los catorce años, tocaba el piano para los amigos íntimos de la casa y en veladas benéficas y fiestas particulares. Con quince años interpreta a Bethoven en un concurso de piano donde obtiene Medalla de Bronce. Sigue su trayectoria ascendente y a los diecisiete obtiene Medalla de Oro en el Concurso de Sexto Año de Piano, en el cual también participa su coterráneo Ernesto Lecuona.
La artista contrae matrimonio en 1918 y al año siguiente nace su primer hijo, hecho que limita sus actuaciones y el desarrollo de su carrera artística. En 1922 reanuda sus presentaciones teatrales dedicándose principalmente al canto lírico y popular en conciertos de música típica cubana en el Teatro Nacional. Ese mismo año, se inaugura oficialmente la radio en Cuba y se le escoge para que esté presente en el programa artístico (después de las palabras iniciales del presidente de la República Alfredo Zayas), a pesar de que ella solo era conocida por esporádicas presentaciones teatrales y en salas de concierto de la sociedad habanera.

En los años posteriores, Rita continúa su carrera de cantante, y actúa en distintos teatros habaneros y en círculos privados, en los cuales interpreta la música de los mejores compositores cubanos de la época: Lecuona, Roig, Sánchez de Fuentes, Anckerman, Villalón… y de compositores clásicos como Verdi, Puccini, Tosti, Rossini, entre otros. En 1926 realiza su primera gira por varias ciudades de Estados Unidos, incluidas Nueva York, Washington y Boston. Un año más tarde desempeña en Cuba sus primeros papeles como actriz y cantante de operetas. Entre 1928 y 1929 continúa su quehacer artístico en diversos teatros del país como cantante lírica y popular, y, esporádicamente, acompañándose al piano. Interpreta también canciones afrocubanas, tangos y todo el folclore nacional, y actúa en diversas comedias musicales. Realiza su primera gira por París en un espectáculo donde sustituye a la gran cantante española Raquel Meller. Aparecen también, desde 1928, sus primeros discos grabados en Nueva York para la firma Columbia. Una nueva faceta de la artista surge en esa etapa, cuando aparece cantando algunas composiciones de su propia creación. En noviembre de 1929 comienza su primera gira por España, la cual continúa al año siguiente, y extiende a París y Londres. Rita obtiene grandes éxitos en esa ocasión y se consagra como la figura principal de la canción cubana grabando nuevos discos para la Columbia.

Encuentro con el cine

Rita Montaner, en la cinta “Víctimas del pecado” (1950), dirigida por Emilio “El Indio” Fernández.En 1931, Rita conoce en La Habana al célebre cantante Al Jolson, quien había alcanzado fama mundial como protagonista de lo que se considera la película que inició el cine sonoro en el mundo: The Jazz Singer (El cantante de jazz), de Alan Crosland. Jolson le ofrece un contrato para viajar a Estados Unidos, como primera figura de su compañía. De esta forma, realiza un recorrido por ciudades estadounidenses con la obra The Wonder Bar (El bar maravilloso), cuya música fue creada por Robert Katscher. El éxito que alcanza la actriz en todas las ciudades fue altamente celebrado por la prensa de la época. Después de estos triunfos, recibe propuestas de la Metro Goldwyn Mayer para participar en una película, pero se ve obligada a rechazarlo, porque el padre de sus dos hijos, quien los tenía a su cuidado, muere sorpresivamente y ella tiene que regresar a Cuba.

A principios de 1933, Rita llega a México, para iniciar una gira que debería proseguir por Centro y Suramérica. En México acepta realizar una intervención musical en la cinta La noche del pecado, de Miguel Contreras Torres, una de las primeras cintas sonoras mexicanas, la cual señala su debut cinematográfico. Es estrenada al año siguiente en México. La crítica y el público elogian su participación. En esa época ya es bastante conocida por el pueblo mexicano.
En los años siguientes, la actriz sigue su recorrido por varios países, y visita, entre otras, las ciudades de Buenos Aires y Nueva York, donde graba nuevos discos.

Primeras películas en Cuba

Después de varios años de estancia en México, Ramón Peón regresa a Cuba en 1938 con ímpetus de hacer cine. Con la ayuda de Antonio Perdices y de algunos inversionistas, logra fundar la compañía Películas Cubanas S. A. (PECUSA). Casi de inmediato acomete la filmación de la comedia Sucedió en La Habana, e invita a la Montaner (a quien desde México le había manifestado su interés de rodar con ella una película en Cuba) a formar parte del elenco principal, integrado también por Luana de Alcañiz (nacida en Cuba), Juan Torena (español de origen filipino), así como Carlos Orellana (mexicano), Enriqueta Sierra, Alberto Garrido, Federico Piñero y Julio Gallo. La película, con argumento original de Ramón Pérez Díaz y guión de Agustín Rodríguez, se filma durante varios meses y se estrena en la sala Radio Cine, el 6 de julio de ese año.

Rita interpreta a Pura, la retrechera3 criolla, en una cinta donde el débil guión, basado en un argumento de corte melodramático (predominante en las películas que se filmaban en México y Argentina en esa época) y con muchos personajes secundarios –que aparecían en situaciones humorísticas o intervenciones musicales para garantizar el favor del público y el éxito en taquilla–, que no daba las mejores posibilidades para el lucimiento de los actores principales.

Sucedió en La Habana, al igual que otras películas de esos años, entra en el grupo de las perdidas para siempre, ya que las copias no fueron conservadas. Se conoce por fotos y testimonios de los que la vieron, que Rita actúa pintada como una negra esclava, y en contrapunto con el «gallego» Federico Piñero y el «negrito» Alberto Garrido (quien canta a dúo con Rita), lo cual se considera lo mejor de la cinta.

La película tuvo una buena aceptación por parte del público cubano, aunque su calidad no fue la esperada. Peón quiso incluir varios elementos que representaran lo típico de nuestro país y que además alcanzara calidad competitiva en otros países, pero esto no se logró. Una crítica del decano de los cronistas cinematográficos cubanos, José Manuel Valdés-Rodríguez, califica esta primera actuación de la actriz como «ajustada y con ductilidad para la representación fílmica».(4)

En el propio año, Peón acomete su segunda producción, El romance del palmar, y le da a Rita un papel principal, como merecía una artista de su calibre. Esta película es la más conocida de la Montaner y la más vista por las nuevas generaciones, ya que se ha exhibido en los últimos años en nuestro país. Sin embargo, no pasa de ser también una mezcla de mucha música, abundantes momentos cómicos y algunas escenas amorosas nada afortunadas, montadas sobre un argumento trivial. Es de destacar que la fotografía y el sonido de la cinta mejoran notablemente en relación con su antecesora. Rita protagoniza a una «campesina» pobre que viaja a La Habana engañada por un «malvado galán» (José María Linares Rivas), quien pretende explotar sus encantos y su calidad de cantante. Los diálogos de la trama principal son de extrema cursilería y los galanes muy «encartonados», lo que unido al vestuario de mal gusto asignado a la protagonista y a otras intérpretes, conduce a que la cinta naufrague, sobre todo, en la idílica escena final filmada en una laguna.

Lo más valioso de Romance del palmar es el panorama de la música cubana que se muestra, donde se destaca la versión de Rita de El manisero, que ha quedado para la posteridad, a pesar de que la calidad del sonido (en la copia que ha llegado a nuestros días) dista mucho de tener una fidelidad aceptable. No obstante, la película es un hito en la historia del cine cubano por la gran popularidad que tuvo, ya que estableció récords de recaudación y de permanencia en cartelera, nunca antes alcanzados por una cinta nacional.

La tercera película que filma la Montaner en estos años de su comienzo en el cine cubano es Romance musical (1941), de Ernesto Caparrós, en la que se muestra por primera vez el personaje de la «chismosa», que ella había hecho tan popular en la radio, en una actuación especial de corta duración. Este fue un empeño de Caparrós (el director de La serpiente roja y ayudante de Peón en las dos películas anteriores), para producir una comedia musical con el empleo de artistas cubanos de renombre y varias estrellas nacientes de la Corte Suprema del Arte. Rita también aporta dos nuevos números musicales, con su acostumbrado sello de cubanía. La película, sin embargo, nunca más podrá ser apreciada, pues es otra de las que han desaparecido definitivamente en la historia del cine cubano.

Etapa mexicana

Rita Montaner y María de los Ángeles Santana en la cinta "Romance del palmar" (1938), de Ramón Peón.La actriz se aleja del cine por varios años durante la primera mitad de la década de 1940, cuando nuestro cine entra en un período de crisis y Ramón Peón regresa a México. Realiza numerosos viajes al exterior, en uno de los cuales visita Hollywood y participa con el famoso actor de cine John Garfield en un espectáculo teatral.

A fines de 1947, le ofrecen nuevamente un personaje en el largometraje cubano-mexicano María la O, bajo la dirección del mexicano Adolfo Fernández Bustamante y la fotografía del destacado Gabriel Figueroa. En ese momento, Rita no era bien recibida del todo en México, debido a incidentes personales con la cantante mexicana Toña la Negra, quien falsamente le había atribuido expresiones antimexicanas, pero, a pesar de eso, concluyó el rodaje. En la cinta también actúan el actor mexicano Emilio Tuero, los cubanos Issa Morante, Oscar López y Armando Borroto, y el español Ernesto Vilches. La película está inspirada en la zarzuela de igual nombre de Gustavo Sánchez Galárraga y Ernesto Lecuona, pero su resultado no fue bueno, esencialmente porque no reflejó la cubanía de la obra lírica ni la idiosincrasia del personaje principal (la mulata cubana). Eduardo Héctor Alonso, cronista de Alerta, expresaría: «por encima de todos se coloca Rita Montaner, con su gracia inigualable, ese talento suyo que ha debido poner más veces al servicio del cine».(5)

En 1948, la artista parte nuevamente a México para filmar Angelitos negros con Joselito Rodríguez, en la que comparte los roles principales con el estelar actor y cantante mexicano Pedro Infante, la española Emilia Guiú y la niña Titina Romay. En esta cinta, basada en buena parte en la novela norteamericana Imitación de la vida, de Famie Hurst, Rita interpreta el papel de Mercé, la nana de raza negra, que sufre innumerables penurias al ser rechazada por su hija blanca y rubia (Emilia Guiú), quien desconoce que ella es su madre y posteriormente da a luz una niña negra, atribuyendo esto al padre de la niña (Pedro Infante), de quien no conoce exactamente su ascendencia. El padre, para proteger a la nana, esconde la verdad del color negro de la niña, hasta el final de la cinta, que después de grandes tragedias desemboca en un final más o menos feliz.

La película tuvo un significado especial en México, por ser la primera en abordar el tema de la discriminación racial. Logró un gran impacto en la opinión pública. Las críticas mexicana y cubana elogiaron mucho la actuación de Rita, aunque es justo decir que el guión y la realización estaban realizados al estilo de los melodramas mexicanos de la época, con muchas escenas que rayan en la cursilería y el llanto provocado, y son las actuaciones de Pedro Infante y de Rita las que salvan un tanto la cinta. En 1949, la Federación de Redactores Cinematográficos y Teatrales de Cuba, la eligió como Mejor Actriz del año, por su labor en Angelitos negros.

En enero de 1950, la artista vuelve a México para filmar otro grupo de películas que se realizan en corto tiempo. La primera es Ritmos del Caribe, coproducción mexicano-cubana, dirigida por Juan J. Ortega, con escenas filmadas en La Habana y en los estudios Clasa de la ciudad de México. En esta cinta se introduce fundamentalmente el mambo, como ritmo musical recién creado por el músico cubano Dámaso Pérez Prado. En general, es un filme mediocre, de lo común en esos años. La actuación de Rita es discreta, de acuerdo con lo que le permitía un guión tan endeble, escrito solo para entrelazar los números musicales.

Paralelamente con la filmación de Ritmos del Caribe, Rita participa como cantante en la película Pobre corazón, de José Díaz Morales, y comienza a filmar Víctimas del pecado, con dirección de Emilio «el Indio» Fernández y fotografía de Gabriel Figueroa. A pesar de que ella consideraba esta película como «una de las mejor logradas en el cine mexicano»,(6) realmente no se diferenciaba de los melodramas comunes de aquellos años, con pobres diálogos y arrebatos pasionales en tabernas y callejones. Incluso El Indio Fernández y Figueroa fueron duramente castigados por la crítica mexicana, por la pobreza de la cinta, que no se diferenciaba mucho de su anterior Ritmos del Caribe.

Rita trabaja en otras dos películas en 1950: Al son del mambo, de Chano Urrueta, donde solo hace una intervención musical y en la que también participa Dámaso Pérez Prado al frente de su orquesta. La otra cinta es la comedia Anacleto se divorcia, en la cual nuevamente es dirigida por Joselito Rodríguez y comparte actuaciones con los actores Andrés Soler y Carlos Orellana. Al igual que las anteriores, el filme presenta un argumento poco sólido, con una ilusoria relación entre el patrón y los obreros de una fábrica. La Montaner muestra su innata vis cómica en un agradable trío con Orellana y Soler. Canta y baila en las escenas finales en dúo con el puertorriqueño Bobby Capó, y toca el piano magistralmente.

La actriz vuelve a México en 1950 y filma una película dramática, siguiendo la línea exitosa de Angelitos negros, ahora con Tito Davidson como director: Negro es mi color (1951). Aparece como una negra pobre y de buen corazón que ha tenido una relación marital con un hombre blanco, de la cual le nace una hija de piel muy clara, prácticamente blanca, quien posteriormente la rechaza como madre. El resto del elenco lo integran Marga López, Roberto Cañedo y Miguel Torruco. A pesar de que la cinta toma como argumento una historia artificial y poco creíble, para procurar una situación límite en el tema de la discriminación racial y provocar las consabidas lágrimas, Rita se sobrepone y logra una magnífica y sobria actuación que le vale una nominación al premio Ariel de coactuación femenina (actriz de reparto), en la terna de actrices que se seleccionan.

La Montaner ganó muy poco por estas películas en México y, no obstante, nunca rechazó participar con los productores que la reclamaban, pues sabían que el nombre y la calidad de la artista le otorgaban mayor valor a sus filmes.

Segunda etapa cubana

Ramón Peón, con mucha más experiencia, regresa a Cuba en abril de 1951 por solicitud de Manuel de la Pedrosa y Manuel Pellón, de la Productora Fílmica Cubana S. A., para dirigir una película con el propósito de elevar la calidad del cine nacional y lograr mercado internacional.

Se escoge un argumento basado en una exitosa novela radial de Arturo Liendo: La renegada, y se seleccionan como artistas principales a la costarricense Yadira Jiménez, con experiencia en nuestro cine, al galán radial Alberto González Rubio y a Gina Cabrera, Enrique Santisteban y José de San Antón, estos últimos provenientes de la recién surgida televisión cubana. Se añade a la historia (que es un folletín al estilo de la época y en un ambiente campesino, muy alejado de la realidad) un elemento jocoso introducido por los personajes de Rita Montaner, como Micaela, la chismosa, y José Sanabria, el bodeguero, quienes en algunos momentos atraen el mayor interés de la cinta, que a ratos se torna aburrida. Un comentario del prestigioso crítico cubano Walfredo Piñera, se refería a la actuación de la artista en estos términos: «Rita Montaner, simplemente estupenda en su papel de barriotera chismosa, salva el filme prácticamente».(7)

Es cierto que Rita vuelve a brillar en su papel de la chismosa que otras veces había interpretado en la radio y en el cine cubano, pero, a nuestro juicio, el personaje de Micaela encarnado por ella, se podía haber desarrollado más para lograr un mayor relieve. El guión no ayuda y tampoco la selección de la intérprete principal (Yadira Jiménez) fue adecuada, sus lagrimeos constantes y su poco convincente «tragedia interior», restan interés a La renegada, que podía haber sido una cinta de mayor calidad. Es de señalar, sin embargo, que en general el resto de los intérpretes logra buenas actuaciones, principalmente Enrique Santisteban, y que la realización del filme fue un poco superior al cine de la Isla de esos años, excepción hecha de Siete muertes a plazo fijo (1950), de Manuel Alonso.(8)

 
Después de realizar Honor y gloria o La vida de Roberto Ortiz (1951),(9) película que también fue un fracaso para Peón, este director, que siempre prefirió a la Montaner para sus películas, acomete la filmación de un nuevo guión titulado La Única (1952), escrito por el argentino Amado Lino Elizondo (El Petiso), la cual no tenía muchas complejidades para su producción. Es una comedia con un argumento sencillo, que recuerda las películas mexicanas del cómico Tin Tan. Rita, trabajadora de una fábrica de telas, logra elegirse como delegada sindical, en contraposición con la dirección, para poder reponer a una compañera despedida. Por otra parte, unos maleantes sacan de ella una información para cometer un asalto a la fábrica y logran su cometido, Rita se da cuenta del error en que ha caído, que puede desacreditarla ante sus compañeras, y acomete por su cuenta la búsqueda de los ladrones, lo cual logra con increíble facilidad. Como compañera de Rita, en la cinta se sitúa a la joven actriz Maritza Rosales, que había actuado con acierto en Siete muertes a plazo fijo, dos años antes. Otros artistas que integran el elenco y cubren su papel con dignidad son Ángel Espasande, José Sanabria y Rafael Correa.

Como era lo acostumbrado, La Única incluye algunos momentos musicales, donde se destaca el número interpretado por Rita, pero otros son muy débiles. También algunas escenas, como la riña en la taberna, en la que interviene el luchador Ray Tatú –esposo de la actriz en ese tiempo– están verdaderamente mal realizadas. Sin embargo, La Única, último filme de Ramón Peón en Cuba, el cineasta con quien la actriz actuó en más películas –cuatro en total–, puede considerarse una comedia aceptable, que aún se disfruta viendo a una Montaner que se echa a la espalda la película y logra sacarla a flote.

Última película en México

En enero de 1954, Rita Montaner llega a México para la filmación de una nueva película de Joselito Rodríguez: Píntame angelitos blancos, un título escogido para recordar al público la exitosa cinta anterior y en la cual ella vuelve a interpretar a una madre de raza negra que ha tenido dos hijos con un hombre blanco de procedencia burguesa, quien la mantiene apartada de su familia, que no sabe que él se ha casado con una mujer negra.

El guión es aún más forzado que su antecesora –Angelitos negros–, ya que la niña es blanca y el niño, negro. El elenco lo integran también Julio Villarreal, Emilia Guiú, Titina Romay y Lalo González Piporro, pero se nota la sensible ausencia de una figura tan carismática como Pedro Infante. En general, el filme se queda por debajo de la cinta anterior en todos los aspectos y tampoco en México logra el impacto de la primera. Rita consigue nuevamente una actuación digna, a pesar de lo irreal y lo cursi de algunas escenas. Es la última película en la que participa. En Cuba el filme no recibe la acogida que tuvo Angelitos negros, pero logra llenar los circuitos de cines que la exhiben.

En los próximos años, hasta su muerte en 1958, Rita Montaner siguió una vida activa como artista multifacética, actuando en la radio, la televisión y el teatro, pero no volvió a incursionar en el cine, fundamentalmente porque no existía una verdadera industria nacional de este arte y tampoco se le reclamó para esto. Sus últimas actuaciones teatrales –ya enferma– en las obras La medium y Fiebre de primavera, fueron brillantes y quizás pudieron haberse llevado al cine, de haberse extendido su valiosa vida unos años más. Queden para las nuevas generaciones, las pocas películas existentes de las realizadas en Cuba y algunas que quizás pudieran recuperarse de su filmografía mexicana; pues es necesario que ellas conozcan quién fue Rita Montaner: símbolo del arte cubano de medio siglo.
FILMOGRAFÍA
AÑO
    PAÍS     TÍTULO     DIRECTOR
1933
    México     La noche del pecado (intervención musical)     Miguel Contreras
1938
    Cuba     Sucedió en La Habana     Ramón Peón
1938
    Cuba     El romance del palmar     Ramón Peón
1941
    Cuba     Romance Musical     Ernesto Caparrós
1947
    México - Cuba     María la O     Adolfo Fernández Bustamante
1948
    México     Angelitos negros     Joselito Rodríguez
1950
    México     Ritmos del Caribe     Juan  J. Ortega
1950
    México - Cuba     Pobre corazón (intervención musical)     José Díaz Morales
1950
    México     Víctimas del pecado     Emilio Fernández
1950
    México     Al son del mambo (intervención musical)     Chano Urrueta
1950
    México     Anacleto se divorcia     Joselito Rodriguez
1951
    México     Negro es mi color     Tito Davidson
1951
    Cuba     La renegada     Ramón Peón
1952
    Cuba     La Única     Ramón Peón
1954
    Cuba     Píntame angelitos blancos     Joselito Rodríguez

NOTAS:

(1) La actriz cubana que le sigue en participaciones en el cine, en este período, es Rosita Fornés con doce películas.
(2)  Rogelio Martínez Furé, en artículo escrito especialmente para La Única, de Aldo Rodríguez Malo, La Habana, Casa Editora Abril, 1988.
(3)  Término popular usado por esos años, que significa mujer enredadora y que con mañas y artificios disimulados trata de eludir la verdad y el cumplimiento de lo debido.
(4)  José Manuel Valdés-Rodríguez, crónica en El Mundo, La Habana, 18 de julio de 1938.
(5)  Alerta, La Habana, 6 de diciembre de 1948.
(6)  Declaraciones de Rita Montaner a Prensa Libre, La Habana, 17 de junio de 1950.
(7)  Del archivo personal de Walfredo Piñera, destacado crítico cinematográfico cubano.
(8)  Este título y Casta de roble (1953), también de Alonso, son considerados por algunos críticos las dos mejores películas cubanas del período prerrevolucionario.
(9) Cinta basada en la vida del famoso pelotero cubano de las ligas invernales, Roberto Ortiz, y en la cual intervino el propio pelotero



 



Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. CINE MEXICANO
3. CINE SONORO
4. HISTORIA DEL CINE SONORO LATINOAMERICANO
5. MUSICA EN EL CINE
6. MÚSICA Y CINE

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