FICHA ANALÍTICA

Las pasiones de Barratier
Crespo, Cecilia (1987 - )

Título: Las pasiones de Barratier

Autor(es): Cecilia Crespo

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 11

Año de publicación: 2008

La oncena edición del Festival de Cine Francés en Cuba contó una vez más con la presencia de prestigiosos directores y actores, representantes de las diecinueve cintas que integraron la selección.

Christophe Barratier, principal organizador del evento, es un joven y talentoso realizador al que le debemos el éxito mundial de El Coro (dos premios César y nominaciones al Globo de Oro y a los Premios Oscar, entre otros reconocimientos). Un filme que transpira calidez y en todo momento logra mantener su capacidad emotiva, ya sea a través de la bondad intrínseca de todo niño o a la de los adultos que no pierden la esperanza. Película que se agradece, coloreada con matices autobiográficos administrados en cada uno de los personajes protagónicos, rara avis en nuestra contemporaneidad audiovisual, que demuestra que la música es capaz hasta de amansar fieras.

Guitarrista clásico de formación y cineasta por pura vocación, «algo a lo que no podía escapar por llevarlo en la sangre», nos acompaña cada año como director de Cinemanía, entidad encargada de garantizar la participación en el Festival de significativos profesionales de la cinematografía gala.

En esta ocasión, dejando atrás la tormenta mediática en la que vivió tras la gran repercusión de su aclamada opera prima, y tras lo agotador del rodaje de su más reciente entrega, regresó a La Habana. Esta vez en su importante rol de organizador del Festival y en el de realizador de su cinta: Faubourg 36 (París 1936), estrenada mundialmente en nuestra sala Charles Chaplin. A propósito de este acontecimiento, influencias e inquietudes como creador y, por supuesto, el Festival de Cine Francés en Cuba, entre otras «pasiones», Barratier conversó con Cine Cubano.

Antes de que comenzara a preguntarle, me interrumpió emocionado, con la sencillez y el desenfado que le caracterizan, para expresarme su admiración hacia el público cubano y calificar el Festival en Cuba como el más fructífero del mundo por su amplio poder de convocatoria. Gran conocedor de nuestro cine, prefiere las obras de Tomás Gutiérrez Alea y de Fernando Pérez, en especial, Fresa y chocolate y Suite Habana, respectivamente. Admira el espíritu y la energía de los realizadores cubanos, capaces de producir grandes filmes a pesar de las dificultades y las limitaciones.

Siempre está muy pendiente de la cinematografía de este continente y trata de no perderse la oportunidad de acercársele. «Nunca falto a un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano», expresó con gran seguridad, aunque no pudo asistir a esta última edición por encontrarse en la posproducción de su filme.

    Reconozco los valores de la cinematografía latinoamericana, pero las películas que más me han marcado son las de Charles Chaplin, esas que conjugan en una misma escena la risa y el llanto. También me fascinan las producciones francesas de los años treinta y cuarenta del pasado siglo, por la ironía que las caracteriza. Me agrada la obra de mi coterráneo Marcel Carné y la del norteamericano Martin Scorsese.

Barratier vincula la música con la realización y entre ambas establece una perfecta simbiosis. Compuso junto a Bruno Coulais la banda sonora de El coro, y en la escritura del guión de París 1936 las melodías le vinieron a la mente a la par con la historia.

    Un día escribí una docena de canciones imitando la estética de los años treinta, una especie de homenaje, estas hablaban de la vida de distintos jóvenes, uno que tocaba al acordeón, otro que no tenía trabajo y así se me fue ocurriendo parte de la trama y de la banda sonora –expresó.

¿Qué podría adelantarnos de Faubourg 36?

Comencé a rodarla en junio del pasado año y su título original es Faubourg 36 lo que podríamos traducir al español como Suburbio 1936. Se trata de una comedia con mucha música, acerca de tres artistas sin empleo que durante la crisis económica francesa de 1936 tratan de restaurar un teatro abandonado y convertirlo en el cabaré que fue hace algunos años. Se desarrolla en un suburbio, al noroeste de París, en momentos en que el país vivía cierta efervescencia revolucionaria debido al Frente Popular. Es una historia basada en hechos reales, con un poco de ficción que se me ocurrió oyendo música y leyendo novelas de esa época, que me cautiva especialmente. La trama es sobre todo muy emotiva y humana. Cuento con actores a los que conozco de mis producciones anteriores como Gérard Jugnot, a quien admiro mucho y en quien pensé para uno de los personajes principales desde que comencé a gestar el guión. Los demás, como Pierre Richard y Clovis Cornillac, fueron seleccionados en el proceso de casting. Para mí fue muy importante establecer un balance entre estos tres grandes y reconocidos actores y una jovencita totalmente anónima. Me dio mucho trabajo encontrar a la actriz, pues debía ser una joven que actuara y cantara bien, y que se correspondiera con las características del personaje, por suerte encontré a Nora Arnezeder. El argumento del filme es una especie de baile sobre un volcán, pues se desarrolla en tiempos muy duros, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y trasmite un espíritu de emergencia por la contienda bélica y el nazismo, pero, a la vez, refleja la esperanza de los movimientos de izquierda.

¿Por qué decidió estrenar su película en La Habana?

Estrenar en Cuba es algo totalmente único y fascinante y tú debes saberlo mejor que yo. Puedo responderte con lo mismo que le dije a uno de mis productores, la estrené aquí para conjugar mis dos grandes pasiones, la de dirigir filmes y la de organizar el Festival. Me siento muy honrado de haber obsequiado a este público, que tanto respeto y admiro, un estreno mundial. Tras su presentación en Francia, la cinta participará en disímiles festivales como el de Toronto y, hasta la fecha ha sido vendida a más de cuarenta países. Cualquier director francés estrena sus cintas en importantes certámenes internacionales, en su país o en Hollywood, pero para mí es un gran símbolo, algo inigualable entregarle mi obra de primera mano a estos admirables cinéfilos.

Partiendo de que en sus dos cintas la música desempeña un papel primordial, ¿qué principales diferencias y semejanzas logra establecer entre ambas?

Creo que más que las diferencias es el presupuesto con que fueron realizadas. La primera es más modesta y esta se realizó con treinta y seis millones de euros, unos cuarenta millones de dólares. A pesar de eso poseen puntos similares: independientemente de la narración musical, en las dos lo más importante es la historia individual de cada personaje.

¿Qué aspecto destacaría fundamentalmente en París 1936?

Más allá de la historia y de las actuaciones, si hablamos de decoración, de ambientación y de espectáculo cinematográfico, será inolvidable para el público. La dirección de arte es exquisita, pues hicimos una reconstrucción bastante fiel del París de la época. No podemos obviar al ser humano, a la psicología y las características de los personajes que son lo más importante de la historia, y por tanto de la cinta. Traté de hacer un buen espectáculo para dar al público algo en verdad interesante como producto artístico.

Además de la música, que de nuevo desempeña un papel preponderante, vuelve a abordar los cambios del comportamiento y del destino de los personajes, de la perenne transición de la nada al todo, ¿podemos considerarlo como una constante en su obra?

Sé que el cine no puede cambiar las cosas pero puede despertar las ganas de intentarlo, eso siempre persistirá en mis creaciones. Soy un realizador apasionado de las historias bien contadas y de un buen desempeño actoral, extremadamente cuidadoso con los planos y la decoración de las escenas, y me rijo por las tres grandes reglas para lograr una buena película: primera, una buena historia; segunda, una buena historia, y tercera, una buena historia. Eso, unido al buen trabajo de los actores, excluye el fracaso en cualquier proyecto.

¿Cómo encaja su cine en las actuales tendencias?

Totalmente fuera de las tendencias estéticas y de las ideas comerciales contemporáneas –sonríe por fin y responde entre la duda y la confianza–. Al escribir el guión de El coro, a los ejecutivos de los canales comerciales les parecía muy de autor y, a los acostumbrados a este tipo de cine, muy comercial. No encajaba en ninguno de los cánones, ni se hallaba en ningún formato, por lo que todos nos asombramos de su éxito.

¿Cómo definiría entonces su más reciente entrega?

Esta también es una comedia dramática musical porque hay personajes risibles y otros a los que les suceden cosas no tan graciosas en un contexto social e histórico bastante peculiar. No la definiría de triste, sino como una película de esperanza, ideal para reír, llorar, reflexionar y hasta soñar. Te juegas la vida en cada obra, y esta probará que soy un verdadero cineasta y mi madurez en el medio afirmó entre risas.

Barratier confiesa que cada noche tiene menos pesadillas acerca del fracaso de este nuevo empeño, el cual, como el anterior, no se ajusta a ninguna etiqueta identitaria. Le han propuesto filmar en Hollywood, esa «trillada meca del cine», según me dijo, pero no lo ha cautivado ninguna sugerencia, y tampoco lo que en su opinión resulta una forma impersonal de los norteamericanos al trabajar con los europeos. En cuanto a rodar en Cuba, país al que lo unen extraordinarios lazos afectivos, le encantaría, pero aún no ha encontrado la historia perfecta, lejos de los lugares comunes y caminos recurrentes. Necesita un tema original que seguro surgirá algún día del cariño que siente por este país.

Christophe Barratier es un realizador que ama el cine lo mismo cuando se coloca detrás de la cámara que desde su luneta de espectador. Disfruta de la fidelidad del público cubano al cine francés, y esta es sin duda, su principal fuente de inspiración para organizar cada año el Festival. Aún recuerda cuando fue convocado, en 1997, a participar en la semana de cine galo organizado por la Alianza Francesa con el documental Microcosmos, del cual fue productor.

    Quedé completamente sorprendido al ver cerca de mil quinientas personas en la sala Chaplin, cuando esperaba unas cien. Descubrí que Cuba es algo diferente, te rompe todos los esquemas que tenías trazados cuando te le enfrentas y la conoces. Prometí venir cada año, con más filmes y otros profesionales. Demostré que no fue en vano el esfuerzo, pues en la primera edición conseguimos más de veinte mil espectadores. Al principio le pronosticaba una vida efímera, pero hoy me doy cuenta de que cada vez es más sólido y terminó atrapándome. Es tan importante esta acción cultural que se ha convertido en una verdadera historia de pasión. Cuando estoy en las salas y observo la sensibilidad del público quedo fascinado, es mágico el diálogo que se establece entre culturas tan diferentes.

En esta nueva aventura cubana del cine francés como en cada ocasión, Barratier trajo al público de todo el país las mejores cintas de las más de doscientas producidas en Francia el pasado año, acompañadas de algunos de sus realizadores y actores. «Siento que es inevitable organizar este evento, pasé nuevamente la prueba de organizarlo a la par de la película y ya me ves aquí de nuevo.» –Afirmó.

Como colofón a nuestra plática me comentó que sin filmar no podría vivir, que es, sin dudas, su mayor pasión. «El cine es lo único que hay más hermoso que la vida misma, allí es donde único vives vidas que de otra forma no podrías vivir.»

Así es la visión cinematográfica de Christophe Barratier, un realizador que impregna su carisma en cada labor que realiza –ya sea como organizador, o como creador–, en su constante lucha por expresarse y preservar al cine como arte.





Descriptor(es)
1. CINE FRANCÉS
2. ENTREVISTAS

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