Entre los días 8 y 13 de marzo pasados se celebró en Santiago de Cuba el XI Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in memoriam dirigido por Lázara Herrera, viuda del importante cineasta cubano. Dedicada a los cincuenta años del Noticiero ICAIC Latinoamericano y de la Cinemateca de Cuba, está edición tuvo como país invitado a Brasil desde donde llegaron realizadores consagrados como Tetê Moraes y Silvio Tendler con las obras Nací para bailar y Utopía y Barbarie, respectivamente y otros más jóvenes como Andrea Ferraz y Carol Vergolino ganadoras del tercer premio en el certamen y galardonadas con los lauros de mejor guión y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños con su obra Alumia así como Sandra Maciel que mostró Siempre vivas parteras.

Partir o morir (Dem Walla Dee), de Rodrigo Sáez Ramírez, de Francia obtuvo el segundo premio del certamen y premio en fotografía. Pero el documental que más sorprendió al jurado fue, sin dudas, Éramos invisibles de Ana Laura Pereira de Venezuela que recibió el Gran Premio Santiago Álvarez y que fue filmado por un grupo de jóvenes realizadores durante los días del reciente golpe de estado en Honduras. Cámara en mano, con amplios zooms y desde posiciones estratégicas fueron tomadas imágenes muy arriesgadas que tan solo por el contexto que retratan ya poseen un valor testimonial incuestionable.

En la muestra nacional se encontraban en competencia los documentales Hasta Santiago y… de Richard Abella que ganó el premio a mejor colectivo joven y, de Ian Padrón, Eso que anda, dedicado al que se considera como mejor grupo de música popular bailable en el país: los Van Van. Para su presentación especial estuvo junto al realizador del filme el director de la banda -maestro Juan Fomell- quien ofreció una conferencia de prensa al público santiaguero. Eso que anda fue ganador del primer premio del certamen y brindó a José Lemuel la distinción como mejor editor.

Hubo también una Muestra Informativa fuera de concurso que presentó otros títulos cubanos como Dentro de 50 años de Jorge Luis Sánchez, Karel Ducasse, Adrián Martill, Wilber Noguel y Javier Castro; Mamanantuabo, ¿tierra de nadie? de Eliécer Jiménez y Salvador de Cojímar de Ernesto Sánchez sobre la vida del conocido actor cubano Salvador Wood.

Una exposición fotográfica curada por la especialista de la Cinemateca de Cuba Alicia García mostró imágenes vinculadas a Santiago Álvarez y su trabajo como líder del Noticiero ICAIC Latinoamericano en el lobby del cine Rialto. El evento teórico, conducido por el crítico Frank Padrón, contó con la presencia del estudioso del audiovisual Pablo Antonio Paranagua que ofreció una charla sobre la subjetividad en el documental contemporáneo de América Latina. Otro invitado de honor fue Román Goubern que, aunque no pudo asistir por segunda vez al evento, envió su conferencia que fue leída y comentada por el escritor cubano Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura, cuyo libro Cine cubano ese ojo que nos ve, publicado por la Editorial Oriente a raíz de la última Feria Internacional del Libro que estuvo dedicada al destacado intelectual se presentó también como parte de las actividades colaterales. … ese ojo que nos ve valora el cine cubano con una mirada crítica desde la perspectiva de quien dirigió la Cinemateca de Cuba durante más de una década.

Pero, sin dudas, el proyecto más interesante del evento fue el taller de creación Primavera del documental, protagonizado por habitantes del barrio San Pedrito; una iniciativa acogida por la dirección del festival a partir de una idea de Pablo Ramos, especialista de la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y responsable de la oficina que atiende el Universo Audiovisual para el Niño y el Adolescente.

Asesorados en algunas cuestiones de dramaturgia y apreciación cinematográfica, un grupo de estudiantes de la comunidad entre las enseñanzas primaria y secundaria seleccionaron un tema alrededor del cual tejerían juntos un corto. La cámara era manejada por un joven local autodidacta en el campo del audiovisual y la edición se llevó a cabo de forma digital por Grethel Cuevas, joven realizadora. Pero los momentos a filmar, las preguntas hechas a los entrevistados y la selección de los planos, su orden y estilo quedaban a cargo de los niños participantes. Como resultado de esta experiencia de creación colectiva inédita en el Oriente cubano surgió un corto documental de seis minutos que trataba sobre la educación, la estirpe social y las opciones de recreación en el barrio de San Pedrito.

El material mostró la candidez y la sinceridad propias de la infancia. Y, sabiamente, logró enseñar lados polémicos del espacio complejo donde estos niños conviven. Un entorno controversial como cualquier entorno cubano, polifacético, de inmensa riqueza cultural. El trabajo resultó ser “un excelente Noticiero ICAIC” como lo evaluó durante su estreno, emocionada, la propia Lázara Herrera.

Terminó otra sacudida fílmica para la ciudad de Santiago de Cuba. La sistematicidad de este evento y su perfil de búsqueda, cada vez más comprometida con la realidad –como debe ser el verdadero documental-, hablan por sí solos de su necesidad y trascendencia. Ante todo por su carácter de encuentro internacional entre cineastas y por sus grandes potencialidades como conformador de un público cinematográfico evidentemente exiguo en la provincia.