FICHA ANALÍTICA

Los beneficios de la duda. (La crisis de la fe como aliento de vida)
Mesa, Rolando

Título: Los beneficios de la duda. (La crisis de la fe como aliento de vida)

Autor(es): Rolando Mesa

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 14

Mes: Abril - Junio

Año de publicación: 2009

Qué hacer cuando uno no está seguro? Es ese el tema de mi sermón de hoy». Así nos interpela, desde el Bronx, el padre Flynn. Y así parece hacerlo también John Patrick Shanley en una de las primeras escenas de su película La duda, como si el realizador dejara de hablarnos desde personajes, situaciones, historias, y comenzara a hablarnos desde una nueva instancia: el sermón. Y ante una pregunta como esa, ¿qué otra cosa podemos hacer sino dudar; qué otra cosa sino ahogarnos en el frescor de la duda, de esa duda que moviliza y engrandece, aun cuando muchos la consideren todavía el mayor pecado de los hombres?

En esta producción del año 2008, donde las grandes actuaciones causaron sensación (una Meryl Streep desbordante en el papel de Sister Aloysius, un Philip Seymour Hoffman para reverenciar en el personaje del Father Flynn, una Amy Adams que logra un nivel escalofriante de contención y crisis emocional en su papel de Sister James, y una Viola Davis que, aprovechando al máximo los breves minutos que está en pantalla, llega al clímax de lo dramático en su papel de Mrs. Miller), el tema de la película, o más bien, su discurso interior, no parece haberse quedado a la saga de la puesta en escena. Nunca el momento fue más propicio para plantear el jamás bien mirado fenómeno de dudar. Sobre todo ahora, que el mundo necesita tanto repensar su rumbo, analizar actitudes del pasado, cuestionar su futuro y su presente; sobre todo ahora, que el mundo necesita mucho dudar, expresar sus reservas, sus temores, sus inseguridades, sin que sea esa razón suficiente para el desprecio, la persecución y el rechazo. Y no solo es ahora que John Patrick Shanley se presenta con una obra como La duda; también es ahora que el público cubano tiene acceso a ella; un público, por cierto, también ávido de dudar y disentir.

Para suerte de todos, Patrick Shanley trabaja el tema desde su más intensa complejidad. No es un drama único y lineal lo que da curso y sentido a esta película. Es más bien la diversidad de focos, puntos de vista y posturas la que enriquece su aliento discursivo. Cada personaje (Sister James, Father Flynn, Mrs. Miller, Sister Aloysius) es portador de una postura específica respecto de la duda y una forma concreta de ella. Sin embargo, son principalmente dos los personajes que cargan sobre sus hombros el peso de esta historia: el sacerdote Flynn y la madre superiora Sister Aloysius Beauvier,1 directora de este colegio religioso situado en un Bronx de 1968. Ambos personajes luchan cuerpo a cuerpo, pero no precisamente entre sí, sino contra una fuerza (o una figura) mayor: la duda, esa que, en ocasiones extremas, no permite aceptar al otro tal cual es, esa duda que también genera la más brutal intolerancia. De manera que, en medio de estos dos personajes, y de todos los que de una forma u otra sostienen sobre sus vidas esta historia, «Mrs. Duda» parece erigirse como la auténtica protagonista.

Philip Seymour.En esta película, que algún contenido de verdad histórica parece haber tenido (sospechosamente está dedicada a una tal Sister Margaret McEntee, antiguamente conocida como Sister James), el padre Flynn parece haber sido el primero en dudar en algún momento de su vida. Probablemente de ahí su preocupación por el qué hacer cuando se está inseguro. Sin embargo, parecen haber sido precisamente sus inseguridades de antaño las que dieron forma a ese carácter tendiente a la bondad, las que determinaron su profundidad emocional y espiritual. El sacerdote resulta ser, gracias a las dudas que en algún momento, anterior a esta historia, ocuparon el centro de su vida, un personaje sumamente complejo, de una vida interior realmente desbordante. ¿Sus dudas? Probablemente relacionadas con esa vocación sacerdotal que tanto dolor le ha causado. Sintomática es la broma que tan espontáneamente hace frente a sus alumnos cuando estos, a su vez, se preguntan (dudan) sobre las actitudes que deben asumir frente a las relaciones de pareja, conversación sublimada en el tema del baile. Como cierre de la conversación, el padre Flynn sentencia, jocoso, frente a la última pregunta: «Si todas las chicas te rechazan, te haces sacerdote.»

Un chiste semejante, venido de donde viene, habla de las dudas que alguna vez existieron como consecuencia de una decisión tomada y, probablemente, del dolor provocado por ella, así como de los oscuros motivos que pudieron incitarla.2 La broma del padre puede ser síntoma expresado de sus dudas pasadas y dolor sublimado de sus dudas presentes. A través de su chiste, el sacerdote está accediendo de forma encubierta al derecho socialmente negado de dudar y preguntarse: ¿Me habré hecho sacerdote porque todas las chicas me rechazaban? ¿Debí acercarme mejor a los chicos? ¿Será que en su momento no me acerqué a ellos, es decir, que tomé el camino equivocado, por miedo al ojo que siempre vigila, al dragón hambriento de castigo? ¿Buscar la autenticidad en mí mismo no habría sido una mejor manera, incluso más limpia, a pesar de las opiniones de los erráticos mortales, de acercarme a Dios y servir a su causa? ¿Acaso la fidelidad a Dios no debe comenzar por la fidelidad a uno mismo? Porque no es posible que Dios no comprenda las muy diversas formas de expresión del amor, su causa última.

Muy probablemente haya sido a partir de esta profundidad interior, de estas enormes dudas, que se haya forjado una personalidad tan dada a la bondad y al amor como la del padre Flynn. Y ojo, porque no es que él dude de su vocación sacerdotal en sí misma. Al menos, no creo que, en el tiempo de la película (aunque posiblemente sí antaño), la duda se encamine en ese sentido, sino más bien hacia las normas éticas, formales, que la Iglesia exige a sus párrocos, de manera que la vocación religiosa queda coartada por normativas que habitan en la superficie. En ese sentido, las palabras más sabias de la película son puestas en boca de Mrs.Miller: la regla no agota la complejidad de la vida; más bien atenta contra ella. ¿Qué pasaría si algunos de los niños desean ser «perseguidos» por el sacerdote? Precisamente por esto es que el padre Flynn aboga, en tiempos de renovación (año 1968), por una nueva Iglesia, por una nueva forma de ser párroco, no menos válida y ciertamente más abierta que la otra.

Por su parte, Sister Aloysius es, podría decirse, el personaje opuesto. Es el ojo vigilante que hace a todos sentirse perseguidos, escrutados en sus más íntimas dudas, como si dudar fuera un pecado imperdonable cuando, en realidad, es el principio de la transformación, del cambio, del movimiento. Sister Aloysius reconoce que acercarse un paso para señalar el mal es alejarse un paso de Dios; pero considera que es un alejamiento a su servicio. Sin embargo, esto significa que son precisamente los que están al servicio de Dios de esta manera los que se encuentran más distanciados de él, lo cual constituye motivo para dudar de ellos: la única forma de acercarse auténticamente a Dios es a través de la duda misma. La hermana Aloysius es como el gato cazarratones: como si los ratones no tuvieran derecho a la existencia (intolerancia: he ahí el tema del segundo sermón del padre).

Ahora, todo lo dicho en torno al padre Flynn y a la hermana Aloysius no hace de esta última un personaje menos complejo que el anterior. Por el contrario, su complejidad es igualmente notable: Sister Aloysius también ha dudado, seguro ha amado «indebidamente», y esto es algo que se respira en ese rostro de dolor muchos años contenido y en su insistente persecución de la duda ajena. Su diferencia con el padre Flynn radica en que ella le teme seriamente a la complejidad de la existencia y la vida interior; teme al remolino, a la tormenta, al cambio y a la duda, y desea eliminarla con rigor de comportamiento, con virtud falaz, con vigilancia. Teme, peor aun, que su propia complejidad interior sea descifrada, teme descifrarla ella misma. Hacer cumplir la regla al límite de la severidad (como quien flagela); es el arma en su sangrienta lucha no ya contra la duda y la complejidad ajenas, sino contra las suyas propias. Su sed de «justicia» no es más que un performance de convencimiento de la propia virtud. Pero ese performance no va dirigida al mundo, sino a sí misma: es un performance de autoconvencimiento.

Conclusión: es probable que aquel que vela incansablemente por el más estricto cumplimiento de la regla, aquel que vigila y exige a los demás en busca de una imagen proyectada de estabilidad, sea el que más dudas alberga en su espíritu. La duda es el castigo final de aquel que no la acepta, aunque es un castigo que le viene impuesto desde el principio. Sin embargo, ese no comprende que es justamente la duda la que ilumina el espíritu (la asume como mal y como castigo), la que nos hace seguir luchando en busca de una posible certeza. Es lo que nos hace hombres, lo que nos diferencia de la inmutable y triste certidumbre de Dios, que está convencido de que por más que haga, por más que se esfuerce, nada en su mundo podría cambiar. La duda es el principio humano que dinamiza y alegra la vida y es, presumiblemente, el único aliento de alegría que, a través del hombre, puede llegar al corazón de Dios, cuya inmutabilidad y eterna certeza atentan contra su propia felicidad. La más hermosa obra divina fue, justamente, la capacidad de dudar; obra inspirada en sus carencias. Creando al hombre, creó al ser que duda. Dios creó al hombre y le dijo en ese famoso séptimo día: He aquí que todo es bueno y les he dado la vida. Ahora dudad y fructificaos. Llenad la tierra.

1 Probablemente no sea casual el apellido de Sister Aloysius. Si bien es francés, cuando se lee tal cual se escribe con la fonética del inglés, Beauvier tiene un sonido similar al de la palabra inglesa behavior (conducta, comportamiento y, por extensión, modales). Podríamos decir que ella es Sister Aloysius «Modales».
 
2 Con toda la genialidad que lo caracteriza, Freud descubre mucho dolor en algunas manifestaciones del chiste. No creo que el caso del padre Flynn esté muy distanciado de estas conclusiones freudianas. (Cf. Sigmund Freud, «El chiste y su relación con el inconsciente», Obras completas, t. III, Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1952.)
La duda se exhibió a partir del 5 de marzo en el circuito nacional de estrenos.

Descriptor(es)
1. CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital14/cap02.htm