FICHA ANALÍTICA

Leni Riefenstahl, la documentalista de Adolfo Hitler (1902-2003)
Barash, Zoia (1935 - 2014)

Título: Leni Riefenstahl, la documentalista de Adolfo Hitler (1902-2003)

Autor(es): Zoia Barash

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 15

Mes: Julio - Diciembre

Año de publicación: 2009

Leni Riefenstahl, la cineasta más controvertida del siglo xx, nació en el seno de una familia de clase media. Su padre tenía un próspero negocio de instalación de equipos de calefacción. Fue bautizada con los nombres de Helene Bertha Amalie. Desde su niñez se distinguía por una férrea voluntad, un gran amor propio, ambiciones desmedidas y variados intereses. A los cuatro años ya se interesaba por el teatro y el baile. En el Zoológico de Berlín hacía saltos muy temerarios en patines. Una vez atrajo la atención del público congregado allí y solo terminó su representación después de la intervención de la policía. A pesar de la prohibición de su padre, que ni siquiera quería oír de una carrera artística para su hija, a los diecinueve años ingresó en la Escuela rusa de baile dirigida por la bailarina Evguenia Eduardova, quien había huido de San Petersburgo después de la Revolución de 1917. También estudió con varios coreógrafos alemanes y creó su propio repertorio con la música de Grieg, Brahms y Schubert.

En la primera etapa de su carrera artística como bailarina.Entre octubre de 1923 y mayo de 1924 hizo una gira por Alemania, Suiza, Austria y Checoslovaquia. Sus bailes se llamaban Danzas del Eros, Leyenda de hadas y Verano. Le gustaba usar anchos vestidos flotantes y leotardos. El público y la crítica la acogieron bien. En dos periódicos de Munich se le auguraba un gran futuro como bailarina por su estilo e ímpetu. Esta, su primera carrera, empezó con éxito. En ocho meses se presentó cerca de setenta veces en diversos escenarios. Pero en 1925, en Praga, sucedió algo imprevisto: se dañó una rodilla y no pudo continuar la gira. Fue al cine para distraerse un poco y vio un filme con el profético título La montaña del destino, del director Arnold Fanck, protagonizado por el ídolo del público Luis Trenker. Salió de la sala decidida a ser actriz, directora y a realizar filmes cuyas historias se desarrollaran en las montañas.

El célebre realizador alemán, instructor de esquíes, geólogo y alpinista apasionado, Arnold Fanck, se especializaba en películas sobre las hazañas de los hombres que escalaban montañas o vivían en ellas en lucha contra su cruel destino. Este género de filmes (Bergfilme) floreció ampliamente en el cine alemán. Fanck mostraba una gran imaginación uniendo precipicios y pasiones, montañas inasequibles y conflictos humanos sin solución. Sus películas estaban llenas de secuencias documentales, glaciares que brillaban bajo el sol con un fondo de cielo oscuro, nubes que semejaban montañas heladas, expediciones nocturnas de salvamento a la luz de las antorchas, etc. Los espectadores se fascinaban con las vistas majestuosas de la naturaleza. Algunos críticos consideran que él hacía películas impregnadas de estética y temas «protofascistas», porque en el centro siempre colocaba a un superhombre que actuaba por encima del resto en las montañas, los glaciares, las rocas cubiertas de nieve… cerca del cielo. El frío intenso no admitía debilidades humanas y entre las nieves blancas habitaban los hombres que despreciaban el dolor, el miedo y el peligro mortal, y arriesgaban su vida para lograr la felicidad de todos. La disciplina, el espíritu heroico y el sacrificio eran los valores supremos que constituían el eje central en estos filmes.

Leni envío sus fotografías a Fanck suplicando que le concediera una entrevista. Fanck se impresionó con ella. Su belleza y éxitos como bailarina lo convencieron y, en 1926, la invitó a trabajar en la película La montaña sagrada, nada menos que junto a Luis Trenker. Se suponía que ella bailara en el filme, pero casi no podía caminar después de su accidente y decidió operarse. Su optimismo y su fe la sostuvieron en el hospital durante tres meses. Así empezó su segunda carrera: actriz de cine.

Entre 1926 y 1933 Leni apareció en cinco películas de Arnold Fanck y en un melodrama histórico de Rudolf Raffé (1928). En los filmes de montaña donde ella o sus compañeros quedaban atrapados a merced de la naturaleza inhóspita y gélida, tuvo a su cargo el papel de una exploradora valiente y apasionada. El rescate llegaba en el último minuto. A menudo se mostraba el romance entre la protagonista y uno de los intrépidos alpinistas, pero las locaciones y las montañas eran, a veces, más impresionantes que la trama y los personajes.

Para el público alemán, estas películas eran puro escapismo, al mostrar un mundo nuevo, optimista e idílico, que luchaba contra la naturaleza enemiga, lo que constituía un contraste marcado con el movimiento expresionista, predominante en la cultura alemana. El expresionismo, con sus personajes introvertidos y pesimistas, reflejó una Alemania vencida y humillada, debatiéndose entre crisis políticas, desempleo, inflación, decadencia y corrupción.

Indudablemente, los «filmes de montaña» influyeron en el desarrollo de los puntos de vista estéticos de Leni, que tenía una curiosidad sin límites hacia todo lo nuevo y excitante. En aquellos años suplicó a Josef von Sternberg por el papel protagónico en su famoso filme El ángel azul, pero este prefirió a Marlen Dietrich.

Muy pronto Leni quiso hacer sus propias películas. En 1931 fundó su compañía de producción y en 1932 escribió el guión de su primer filme de ficción, La luz azul, junto con el famoso crítico y ensayista Bela Balazs, quien tuvo que huir de Alemania algunos años más tarde, por lo cual Leni enseguida sacó su nombre de los créditos del filme. Leni también tuvo a su cargo el rol principal. Se trataba de una vieja leyenda de los Alpes cuyo argumento era sencillo y poético: en las noches de luna llena, la cima de la montaña Cristallo despide una maravillosa luz azul que atrae a los jóvenes aldeanos. Los padres cierran todas las ventanas y puertas, tratando de mantener en casa a sus hijos, pero estos, como poseídos, escalan la montaña y mueren en los precipicios. Solamente una muchacha, Yunta, inocente y bella (interpretada por Leni), puede llegar a la cima. Un joven pintor de Viena se enamora de ella y un día la sigue hasta la cumbre y se percata de que la luz azul proviene de las vetas de un mineral muy valioso. Se lo cuenta a los aldeanos, que se apoderan del tesoro. En una noche de luna nueva Yunta sube a la montaña, pero la luz azul ya no existe, ella pierde el camino y cae al precipicio. El mundo mágico de Yunta fue destruido y se convirtió en una mercancía.

En su debut como directora, Leni simuló las filmaciones nocturnas con un filtro color naranja para mostrar los contornos luminosos y misteriosos de los objetos y filmó escenas reales en una iglesia durante la misa, elementos que se empleaban por primera vez en el cine. Ese mismo año La luz azul recibió la Medalla de Plata en la Bienal de Venecia.

Mientras presentaba su filme en distintas ciudades de Alemania, Leni se dio cuenta de que un oscuro político llamado Adolfo Hitler, líder del Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán, adquiría cada vez más influencia y popularidad. Al escuchar su discurso en el Palacio de los Deportes de Berlín, en febrero de 1932, fue tan fuerte el impacto recibido, que decidió escribirle una carta: «Estimado señor: por primera vez en mi vida estuve en una reunión política. Debo confesarle que su persona y el entusiasmo de los presentes me produjeron una impresión imborrable. Quisiera conocerlo...» Anteriormente, en 1931, había leído Mi lucha, que le gustó muchísimo.

Leni recibió la respuesta positiva de Hitler y se celebró la primera entrevista del caudillo nazi con la artista. Durante un paseo por la orilla del Mar del Norte, Hitler le preguntó por su trabajo y sus planes. Al parecer, ya tramaba algo para ella y, seguramente, su belleza rubia, fortaleza de carácter y empuje le parecieron un ejemplo perfecto de la mujer aria. Sentenció que era «una magnífica mujer germánica».

En febrero de 2002, al conceder una entrevista al periódico alemán Die Welt, Leni reiteró sus impresiones sobre Hitler y habló de su increíble fuerza hipnótica y avasalladora. Tal parecía que una iluminación mágica lo impulsaba. Dijo después que en su vida privada Hitler no se parecía al furibundo agitador político y que era amable, simpático y con una personalidad carismática.

Tanto 1932, año en que se produjo la entrevista de Leni con Hitler, como 1933, fueron decisivos en la historia de Alemania. La violencia de la crisis que vivía el país, las penalidades y la rápida radicalización de las clases populares, víctimas del desempleo, hicieron que aumentara el número de adheridos al Partido Comunista, pero la trágica división entre las fuerzas socialdemócratas y comunistas, entre otros factores, pavimentó el camino de Hitler y su partido hacia el poder. Casi enseguida empezaron las represiones: en un mes se realizaron más de quince mil detenciones de opositores y se abrió en Dachau el primer campo de concentración. Se produjo la quema de libros y comenzó el éxodo de los intelectuales: así Hollywood recibió una buena inyección de talentos que durante los años treinta huyeron de Alemania, Austria y Hungría, como Fritz Lang, Billy Wilder, Peter Lorre, Bela Lugosi y muchos más.

El nuevo régimen se dedicó a propugnar una nueva estética. El ideal «nórdico» del arte se fundó en la «convicción de que la sangre y la tierra constituyen la base esencial de la comunidad alemana [...] el arte no es un fenómeno estético, sino biológico», según Joseph Goebbels, ministro de Propaganda. El artista debía expresar los ideales de la raza nórdica, de la nación y la belleza germánicas, educar al pueblo y darle conciencia de su unidad y de su fuerza.

El Partido nazi desde un inicio dominó el cine, la prensa, el teatro y la literatura. Se instituyó una severa censura y se suprimió la prensa opositora. Las leyes castigaban implacablemente una simple palabra imprudente y cualquier indicio de rebelión.
El primer trabajo de Leni, filmado por encargo del Partido nazi, se titula El triunfo de la fe (1933), y trata sobre el V Congreso de la organización. Aunque Leni no tenía experiencia en hacer documentales, aceptó la tarea. Era un reto, pero pudo contar con el apoyo de buenos camarógrafos. Editó el filme, dándole un gran valor artístico. El periódico Angriff (Ataque), publicado por Goebbels en Berlín, después del estreno del documental convertido en ritual estatal, escribió:

    Es una sinfonía artística basada en las experiencias vividas en Nuremberg en 1933, un documental valioso. Muestra cómo el Partido se convierte en Estado […] Su coherencia triunfante, la fotografía ejemplar, su poder y dimensión lo hace más que un documental: es la fuente de la fuerza para el pueblo.

En el estreno Leni saludó al caudillo levantando la mano como lo hacían los nazis. Toda la prensa alemana alabó el documental y la llamaron «genio». Así empezó su tercera carrera: la de una documentalista sensacional. El triunfo de la fe, sin embargo, pudo utilizarse para la propaganda nazi tan solo algunos meses: en junio de 1933 Ernst Röhm, uno de los protagonistas prominentes del régimen y compañero de lucha del führer, fue fusilado por órdenes de este y pasado al olvido.

En septiembre de 1934 se le pide a Leni que haga un documental sobre el VI Congreso. Al parecer, Hitler dijo: «La película sobre el Congreso del Partido debe hacerla la señorita Leni Riefenstahl y no los cineastas del Partido. ¡Son mis órdenes!» Según Leni, también le dijo: «Los artesanos del Partido harán un filme aburrido. Yo quiero tener un filme artístico y solamente usted puede hacerlo.» La directora insiste en que se negó a cumplir estas órdenes varias veces hasta que Hitler le pidió: «Señorita Riefenstahl, el Congreso va a durar seis días. Regáleme seis días de su vida.» Leni afirma que desde el principio aclaró a Hitler que nunca ingresaría a su Partido, a lo que él contestó: «Usted es aún demasiado joven, cuando se haga más adulta, posiblemente, entenderá mis ideas.» Todo parece indicar que no tuvo que esperar a la adultez para entenderlas: poseía talento, energía y oportunismo suficientes, y cumplió la tarea a la perfección.

Muchos pensaban que era imposible hacer un buen filme sobre un Congreso del Partido, pero de todos modos se planeaba que sería un importante instrumento para la propaganda y un nuevo concepto de la historia del país. Debía impresionar al público en casa y en el extranjero, y mostrar el poderío y la grandeza del nuevo Reich alemán. Las ideas del nacional-socialismo debían penetrar en la mente de los espectadores con secuencias perfectamente filmadas y montadas. Las escenas de masas, los desfiles, las banderas ondeando y las marchas nocturnas con antorchas poseían valores estéticos visuales, y Leni era iniciadora de un arte documental que nadie había visto antes. Tenía a su cargo 120 colaboradores, 40 camarógrafos y sus asistentes. Estos camarógrafos vestían uniformes de las tropas de asalto y aprendieron a usar patines para obtener buenas secuencias en movimiento. Las cámaras se colocaron en los edificios altos y en las grúas, viajaban en dirigibles… Se excavaron pozos para filmar al führer desde abajo y se colocaron rieles especiales para las cámaras que, sin parar, filmaban la multitud, los rostros de los jóvenes, las tropas de asalto, las mujeres y los soldados. El Congreso se celebró del 4 al 10 de septiembre de 1934, en la añeja ciudad de Nuremberg, lo que parecía significar que el Partido veneraba las viejas tradiciones alemanas.

Así llegó Leni a su más famoso documental: El triunfo de la voluntad, título sugerido por el propio führer.

Muchos años después, Leni confesó que al principio no le gustó el aspecto de los nazis. Las barrigas llenas de cerveza, los uniformes que les sentaban mal, las caras de patibularios: todo le parecía poco estético. Pero ella hizo un milagro y, en vez de desfiles banales y discursos monótonos y mal articulados, el espectador vio una fantasmagoría deslumbrante.

Fotograma de la película propagandística nazi "El triunfo de la voluntad" (1934), dirigida por Leni Riefenstahl.Desde el comienzo con banderas y fanfarrias, y la llegada dramática de Hitler en avión, como Mesías y salvador de la nación, hasta el cierre festivo del Congreso, la cámara observa los rostros exaltados, preferiblemente arios: cabellos rubios, narices rectas y de porte altivo, las columnas que marchan, las reacciones del pueblo, los obreros del Frente del Trabajo que se reúnen en un estadio gigantesco... Desfiles, botas relucientes, la noche, antorchas, hogueras, luces, siluetas uniformadas, banderas, los gritos extasiados de las multitudes… Todo indica que Alemania ha resurgido de sus cenizas, fuerte y decidida, unida alrededor de su führer y con un futuro luminoso y espléndido. El führer es fiel a su «pueblo», el «pueblo» es fiel a su führer y le entrega su destino y le rinde un merecido homenaje. Poco tiempo se dedica a los discursos: la fuerza de convicción del filme radica en sus imágenes. Leni misma editó la película durante cinco meses. Hitler estaba feliz. Dijo: «Ella hizo un filme sobre nuestro tiempo y nuestro destino. ¡Es la glorificación única, incomparable, de la fuerza y la belleza de nuestro partido!» Por cierto, durante la edición del documental, Hitler, Goebbels y Hess visitaron el cuarto de edición donde Leni cortaba la película y vieron algunos fragmentos que les impresionaron grandemente. Hitler felicitó a Leni y sus colegas.

No todo salió como era debido y, en sus memorias, Albert Speer, el arquitecto principal de Hitler, tan entusiasta, enérgico y oportunista como Leni (construyó todos los decorados majestuosos del VI Congreso, al estilo de la Roma antigua), recuerda que varias secuencias se echaron a perder y Hitler dio la orden de filmarlas nuevamente en uno de los grandes foros de los estudios de Berlín. Hizo de nuevo los decorados y la tribuna principal. Él rememora:

    Todo se iluminó y vi a varios miembros del grupo de filmación que corrían, agitados, de un lado a otro. Detrás se veía a Streicher, Rosenberg y Frank,1 caminando con papeles en las manos y aprendiendo sus discursos. Llegó Hess y empezaron a filmarlo. Levantó el brazo como lo hizo anteriormente, ante 30 mil participantes del Congreso. Con agitación que parecía genuina, se dirigió a la tribuna vacía y se cuadró. Gritó: «¡Mi führer, le saludo en nombre del Congreso que continúa su trabajo! ¡Ahora hablará el führer!» Sonaba muy convincente. Otros también dijeron sus discursos con mucha naturalidad dirigiéndose al vacío. La señorita Riefenstahl me dijo que todo salió aún mejor que antes, en el Congreso…

El estreno de El triunfo de la voluntad se realizó el 28 de marzo de 1935, en presencia de Hitler, con gran éxito de público y de crítica. Al parecer, es uno de los pocos documentales en la historia del cine que logró una influencia directa en sus espectadores: hay indicios de que, después de verlo, los vacilantes e indecisos se convencían de la grandeza del movimiento, empezaban a adorar a su caudillo e ingresaban en el Partido nazi.

Muchos analistas afirman que aunque Leni nunca fue miembro del Partido nazi, hizo más que todos los ideólogos y el Ministerio de Propaganda de Goebbels, para el triunfo de las ideas del nacional-socialismo porque le dio una envoltura romántica y vertiginosa a una ideología gris y primitiva, y contribuyó a formar el fundamento estético del nazismo. Un escritor ruso, Anatoly Naiman, dijo que, para él, cada plano de El triunfo de la voluntad parece estar teñido de sangre humana.

En la entrevista de 2002, antes referida, Leni dice que, después de ver su película, el Ejército se quejó a Hitler de que no se veía reflejado y este la invitó a Munich para tomar té con él y Rudolf Hess. En esa ocasión le dijo: «Señora Riefenstahl, tenemos que hacer algo, ya que el Wehrmacht está muy enojado.» Así, en 1935, ella hizo su tercer documental: El día de la libertad. Nuestro ejército, de 25 minutos de duración, financiado por completo por el gobierno nazi, igual que sus otros documentales. Nuevamente se demostró la capacidad que tenía para reflejar los sucesos reales con brío e imaginación. Se trataba de mostrar que ya Alemania estaba lo suficientemente fuerte como para enfrentar cualquier contienda bélica. Dicen los críticos que las imágenes eran realmente poderosas. Las disolvencias, sobreimposiciones, sombras, siluetas, reflejos y la música creaban un filme impresionante. El estilo de Leni, su virtuosismo en el uso de la cámara en mano, la edición y los efectos sonoros, influyeron posteriormente en todos los noticieros alemanes y las películas que abordaron el tema del ejército. Esta película se consideraba perdida durante la Segunda Guerra Mundial, y rápidamente Leni la eliminó de su filmografía. Pero en 1971 fue encontrada una copia…

En su libro Detrás de las bambalinas de los filmes acerca de los congresos del partido, editado en Munich en 1935 y prologado por el mismo Hitler, Leni cuenta las circunstancias de las filmaciones. El libro contiene fotos suyas con el führer, inclinados sobre unos planos, con la aclaración siguiente: «Las preparaciones del Congreso del Partido se hacían al mismo tiempo que las preparaciones para la filmación.» Muchos años después, Leni dijo que no había escrito una sola página de este libro y que ni siquiera lo había leído. También, que nunca asistió a los ensayos de los desfiles, pero no es verdad: hizo muchos comentarios sobre estos y dio consejos para lograr la máxima expresividad…

El rápido ascenso y los triunfos de Leni Riefenstahl como documentalista favorita de la cúpula nazi le acarrearon muchos sinsabores y provocaron la envidia de los colegas. Justo antes de empezar las filmaciones de El triunfo de la voluntad, corrió el rumor más pernicioso para la reputación de un artista en la Alemania nazi: decían que uno de sus antepasados era judío. Enseguida se ordenó una investigación exhaustiva y el rumor resultó ser falso. Se estableció que «sus tatarabuelos paternos eran protestantes igual que los abuelos por parte de la madre, lo que permite establecer fuera de toda duda que la señorita Riefenstahl es de origen ario».

En 1936, el Comité Olímpico Internacional (y el gobierno nazi) le encarga la filmación de los Juegos Olímpicos de Berlín. A Hitler no le gustaban las Olimpiadas porque no soportaba ver cómo ganaban los atletas negros, era algo sumamente desagradable para él. El documental Olimpia resultó ser un espectáculo de gran fuerza visual. La primera parte se llamó «La fiesta de los pueblos», y la segunda, «La fiesta de la belleza». El filme comienza en la Grecia antigua, relacionándola con la Alemania moderna, y se canta a la belleza de la arquitectura y del cuerpo humano. Después siguen las secuencias de la llegada de los atletas a Berlín y su desfile ante Hitler. No es un registro de récords y juegos, las tomas fueron seleccionadas por su esplendor e impacto visual. El filme dura 3 horas 40 minutos y fue editado durante dieciocho meses por la directora. El deporte como una hazaña de superhombres, la presencia de Hitler benévolo y sonriente, como espíritu protector de los juegos, el país resplandeciente y próspero, nuevamente hicieron del filme de Leni un documental propagandístico que subrayaba el poderío y la fuerza de la nueva Alemania. Los espectadores quedaron prendados de la belleza de los movimientos y se solidarizaban con los esfuerzos de los atletas para ganarse un lugar en la historia. Leni afirma que Goebbels llamó a París antes del estreno del filme en la capital francesa para que recortaran la escena de la victoria del atleta negro norteamericano Jesse Owens, quien ganó 4 medallas de oro. Durante los juegos olímpicos Hitler se las ingenió para no felicitarlo ni estrecharle la mano. Mientras tanto, en Berlín, de boca en boca, se trasmitían las coplas del cantante de cabaret Werner Finck, que decían: «Leni muestra al führer que el cine alemán lo puede todo. El führer ve en negativo que el negro corre positivo.»

La realizadora tuvo un raro privilegio entre los cineastas de su país: no debía responder ante el Comité Imperial Fílmico que pertenecía al Ministerio de Propaganda del doctor Goebbels, gracias a su acceso directo a Hitler.

En noviembre de 1938, Leni viaja a Hollywood para promover su filme Olimpia. La visita no fue exitosa: el 9 de noviembre en toda Alemania ardieron las sinagogas y fueron destruidos los negocios de los judíos durante la tristemente célebre «noche de los cristales rotos», cuando también centenares de personas fueron asesinadas, golpeadas y detenidas. Cuando los periodistas preguntaron a Leni sobre el suceso, dijo que no sabía nada y que le costaba trabajo creer en la veracidad del pogrom, aunque durante la travesía en el trasatlántico cada pasajero tenía en su mesa el boletín cablegráfico con las últimas noticias. Contra su presencia y su película, protestó la Liga Antinazi de Nueva York, entre cuyos miembros más prominentes se encontraban el alcalde de la ciudad, Fiorello LaGuardia, y el obispo Francis J. McConell. En Hollywood solamente Walt Disney, conocido por sus puntos de vista pro alemanes, se encontró con ella, pero no quiso hacer nada para ayudarle a organizar la visión del filme, asustado ante un posible boicot a sus películas. Más tarde, Disney dijo que en realidad no sabía quién era Leni Riefenstahl. Varios estudios se negaron a verla y en el último momento fue cancelada una invitación para entrevistarse con Gary Cooper. En cambio, fue recibida con mucho agrado por el conocido antisemita y magnate automovilístico Henry Ford.

Finalmente, Leni pudo arreglar una función privada de su Olimpia para 50 periodistas y profesionales de la industria que querían pasar inadvertidos en la oscuridad de la sala. La prensa la trató bien. Los Angeles Times escribió: «Este filme es un triunfo de la cámara y una saga épica.» A pesar de los elogios, Olimpia tenía la reputación de un documental del Tercer Reich y no encontró distribuidor en Estados Unidos. Al regresar a Alemania, Leni reportó las incidencias de su viaje a Joseph Goebbels y este apuntó con tristeza en su diario: «Por la tarde Leni Riefenstahl me contó sobre su viaje a América. Pintó un cuadro exhaustivo que está lejos de ser placentero. ¿Qué podemos decir? Los judíos reinan…»

En 1939 el Comité Olímpico Internacional le adjudicó a Leni la Medalla de Oro y, ese mismo año recibió el Gran Premio en París y el León de Oro en Venecia.

También en 1939, el gobierno nazi decide construir para la directora –ya reconocida a nivel mundial y que había prestado un servicio valioso al Estado alemán–, un extenso estudio en Berlín. Se trataba de un gran proyecto con 22 000 metros cuadrados y un costo estimado de 844 700 marcos. Se quería poner al servicio de los estudios de Leni todas las facilidades posibles, incluyendo la posproducción, con cuartos para la edición, dos salas de proyección, un estudio de sonido, varios cuartos oscuros, un local subterráneo con aire acondicionado para el archivo, un estudio de 15 por 70 metros y el laboratorio. La invasión a Polonia puso fin a estos planes.

Según el investigador polaco Stanislaw Ozimek, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Leni se dirigió voluntariamente al frente de batalla en un Mercedes reluciente, con chofer militar. No despreció el simbolismo de la vestimenta y Ozimek describe que se le ve en una fotografía con un uniforme parecido al de los oficiales SS y una «parabellum» a la cintura. Como corresponsal de guerra, Leni y su grupo de filmación se unieron al 10mo. Ejército, cuya tarea estratégica era la toma de Varsovia. Llegó el 5 de septiembre de 1939 a Konskie, una pequeña localidad en el centro de Polonia, donde quería filmar. En el ataque al pueblo murieron algunos soldados alemanes y, para vengar sus muertes, decenas de judíos del lugar –entre ellos ancianos e inválidos–, antes de ser aniquilados, fueron tomados como rehenes y obligados a excavar con las manos las tumbas para los soldados abatidos. Se conservó una foto donde Leni, con el rostro demudado por el horror, está mirando cómo los aldeanos excavan las tumbas. Dicen que se desmayó durante la masacre. Sin embargo, su primer encuentro con la realidad de aquella guerra, dura y aterradora, no le hizo cambiar sus puntos de vista acerca del régimen nazi y su führer. En 1940, después de la capitulación de Francia, envió un telegrama a Hitler donde escribió:

    Con una alegría indescriptible, profundamente conmovidos y llenos de ardiente gratitud, compartimos con usted, mi führer, el triunfo de usted y Alemania: la entrada de tropas alemanas en París […] Usted ha ido más allá del poder de la imaginación humana logrando objetivos incomparables en la historia de la humanidad. ¿Cómo, posiblemente, podemos agradecérselo? Expresar mis felicitaciones es un modo inadecuado para mostrarle los sentimientos que me mueven.

Su camarógrafo Heinz von Yaworsky dijo que en 1941 la realizadora admitía que Hitler estaba rodeado de criminales, pero que ella seguía creyendo en él.

Durante el rodaje de uno de sus filmes.Al parecer, Leni no quiso filmar más las acciones bélicas y, en 1944, viajó a España para filmar El valle, obra de un dramaturgo catalán. Pero se enfermó y regresó a Alemania, donde continuó la filmación. Después de la guerra se aclaró que, para personificar a los españoles, filmó a 120 gitanos –entre hombres, mujeres y niños– que fueron sacados de un campo de concentración exclusivamente para la película y luego devueltos a él. Muchas de esas personas después murieron, incluso los niños. Este hecho persiguió a Leni durante toda su vida, aunque ella, por supuesto, lo negaba todo. Pero imaginemos aquel lejano año. Estamos en plena guerra mundial. Se pelea en todos los frentes en tres continentes, pero Leni está filmando un melodrama llamado El valle. ¿Estaba huyendo de la realidad? Este filme fue terminado diez años después. No le trajo dinero ni gloria.

Una periodista rusa afirma que Leni y su grupo de filmación estaban con el ejército de tanques del general Heinz Guderian la noche del 22 de junio de 1941, cuando fue atacada la Unión Soviética, pero fue imposible corroborar este dato. Parece algo novelesco y difícilmente creíble.

Después de la caída del Tercer Reich, Leni fue detenida. Al parecer, pasó algunos años en un campo de detención en Francia: la acusaban de hacer propaganda a favor de Hitler y su partido, y de utilizar sus capacidades creativas para glorificar y embellecer la ideología nazi. Su considerable fortuna y sus dos casas, una en Berlín (villa en un barrio aristocrático que Hitler le regaló) y otra en Munich, fueron confiscadas. Se afirmaba que era amante de Hitler y amiga íntima de los nazis más prominentes. Nadie sabrá jamás si era cierto, y no importa, pero lo que se conoce con seguridad es su adhesión entusiasta al régimen: no la juzgaron por sus numerosos romances, sino por su servicio a una dictadura criminal. Ella siempre dijo que no sabía nada de las atrocidades cometidas por el nazismo, del holocausto, de los campos de concentración y exterminio, de las cámaras de gas. Cuando en una entrevista televisiva en Alemania una periodista le dijo que muchos alemanes sabían perfectamente lo que estaba sucediendo y le recriminó que cómo era posible tanta ignorancia, Leni se levantó y abandonó el estudio «con mucha dignidad».

Desde 1948 y hasta 1952 en más de cincuenta juicios la Riefenstahl fue «desnazificada» y pasó a la categoría de «compañera de viaje» (Mitläufer), ya que no era miembro del Partido Nacional-Socialista ni pertenecía a las organizaciones patrocinadas por este. No se le prohibió ejercer su oficio, pero nadie le daba dinero para financiar sus proyectos.

Sin duda alguna, puede suponerse que Leni estaba seducida, como millones de sus compatriotas, por los cantos de sirena de Hitler, quien prometió felicidad y prosperidad a los alemanes, revivió el espíritu nacionalista y restableció, hasta cierto punto, el orgullo de una nación derrotada y humillada. Durante toda su vida ella trató de justificarse, aduciendo su ingenuidad política y afirmando que le interesaban las imágenes y no las ideologías.

El documental sobre ella, La maravillosa y horrible vida de Leni Riefenstahl o El poder de las imágenes, del director belga Ray Müller, se filmó en 1991 como coproducción entre Bélgica, Alemania e Inglaterra. Müller dijo después que 26 directores europeos se negaron a dirigir las filmaciones porque el nombre de Leni era fatal para la reputación de un documentalista. Müller era un entrevistador persistente y trató de que Leni le dijera lo que pensaba acerca de la responsabilidad social de un cineasta, pero no lo logró. Durante casi tres horas de entrevistas, Leni aparece libre de toda culpa, aunque no siempre es convincente. Le dicen que en los diarios de Goebbels hay varias menciones de visitas a su casa y cenas con ella en compañía de otros funcionarios de la cúpula nazi, pero Leni contesta: «Es mentira.» La personalidad subyugante de Leni se revela en todas las situaciones posibles. El director llegó a la conclusión –a favor de ella– de que para Leni lo mismo era filmar frutas, vegetales, que nazis. Dice, además, que El triunfo de la voluntad era el mejor filme propagandístico de todos los tiempos, que provocaba asombro por su maestría, y era el resultado de una alianza con el poder demoniaco. El talento de Leni era su tragedia, afirma Müller, pues la comprometía en vez de absolverla. Después de ella, era imposible pensar acerca del cine documental sin su función social. Pero Leni insistió siempre en que su arte habitaba en esferas separadas de la política. Con toda seguridad, había cosas que ella no estaba preparada para admitir.

En general, El poder de las imágenes es un documental importante, la historia de una vida extraordinaria, la reconstrucción de la carrera artística de una de las cineastas más diabólicamente talentosas del mundo, y el retrato de una anciana asombrosa.

En los años sesenta, Leni decidió recomenzar su vida y emprendió una nueva carrera, la cuarta en su vida: se dedicó a la fotografía. Viajó varias veces a África y convivió en Sudán con las tribus de los nuba, donde aún no había llegado la civilización, y en 1973 publicó un lujoso álbum con excelentes fotografías sobre ellas. Durante la preparación de la expedición africana conoció a un joven camarógrafo, Horst Kettner, cuarenta años más joven que ella, y desde entonces compartió con él su vida y sus planes. También ese álbum provocó críticas. En 1975, la famosa escritora norteamericana Susan Sontag le dedica un extenso artículo con el título «El fascismo fascinante». Allí acusa a Leni de seguir los ideales estéticos del fascismo, no importaba que los cuerpos desnudos no fueran blancos: en este mundo idealizado no había lugar para la muerte, la vejez, la enfermedad o el desperfecto físico, como en todo el arte del nacional-socialismo. En 1976 Leni publicó otro álbum de fotografías sobre las tribus sudanesas.

A los setenta y un años Leni descubre un mundo nuevo, subacuático. Aprendió a bucear y recibió el diploma correspondiente, que nadie puede obtener después de cumplir cincuenta años (dijo después, coqueta, que vino a bucear con un amante joven y nadie preguntó su edad), y hace fotografías y filmes impresionantes sobre la fauna y la flora marinas. Así dio inicio a la quinta y última carrera de su vida. En 1978 publicó Jardines de coral, un nuevo álbum con fotografías submarinas, después de sumergirse centenares de veces en los mares de tres continentes. Estuvo buceando en Cuba en los años ochenta, pero pasó inadvertida.

El ensayista y periodista ruso Dmitri Bykov considera que el secreto de Leni y de su arte reside en que siempre hace –no importa si filma a los nazis, a los negros de la tribu nuba o el mundo submarino– un arte pagano y precristiano, donde no hay lugar para el sentimentalismo o los medios tonos: es majestuoso como un paisaje, frío y simétrico. Dos personas, entre muchas otras, dice Bykov, entendieron con exactitud la naturaleza del fascismo y del nazismo: Leni Riefenstahl y Thomas Mann (quien lo describió en su libro El doctor Fausto). Leni se embriagó y lo aceptó, Mann se horrorizó y lo rechazó: vio en el fascismo y el nazismo, junto con muchos otros fenómenos, el triunfo de los rituales mágicos paganos unidos a la manipulación despiadada de las masas (a la cual contribuyó la directora).

A los ochenta años Leni escribe sus memorias. Durante cinco años llenó más de novecientas páginas con las historias de su increíble vida, traducidas posteriormente a varios idiomas y convertidas en best seller. Una de las reseñas de ese libro indica: «Ella se las ingenió para tener una ignorancia bendita de todo lo que no quiere saber.» Muchos pusieron en duda la veracidad de varios episodios, pero no pasó nada…

En mayo de 2001, Leni Riefenstahl visitó Rusia. La invitaron al Festival Internacional de documentales «El mensaje al hombre», que se celebra todos los años en San Petersburgo, y provocó muchas protestas en esta ciudad que tuvo un millón y medio de víctimas durante el bloqueo por las tropas nazis. Pero, de todos modos, intrépida como siempre, a los noventa y nueve años dio una conferencia de prensa de dos horas en la que se le preguntó, entre otras cosas:

    ¿Si tuviera la posibilidad de vivir su vida de nuevo, cambiaría algo?
    No sé. Posiblemente no haría El triunfo de la voluntad. Lamento haberlo hecho. Pero quiero repetir otra vez que no es un cine político. Es un experimento estético.

    ¿En qué radica el secreto de su longevidad?
    Amo mi trabajo y no lo dejo.

    ¿Cómo definiría el siglo xx y su concepto principal?
    Para mí es la esperanza. Sí, la esperanza de la posibilidad de la felicidad, de la mejor estructura estatal, de las relaciones ideales entre los hombres. Hitler y Stalin personificaron estas esperanzas. La lección principal del siglo era el derrumbe de sus imperios que demostró que era imposible la construcción del mundo ideal y que esta construcción conduce a monstruosidades.

    ¿Quisiera hacer un filme sobre la Alemania de ahora?
    La Alemania moderna no es tan bella como era en mi juventud. No la conozco bien.

    ¿Cuándo buceó por última vez?
    El año pasado. Espero bucear de nuevo dentro de dos semanas. (Aplausos)

Dmitri Bykov, que describe esta conferencia de prensa, dice que es lógico que le guste el mundo subacuático. Se trata de un mundo misterioso, mágico, luminoso, de seres primitivos, prehistóricos, fascinantes. Un mundo bello y fuerte, no banalizado por el sentimentalismo, no envenenado por el intelecto.

En los últimos años de su vida, Leni vivió una especie de renacimiento. La buscaban, la invitaban, le dedicaban libros. Jody Foster, actriz y directora norteamericana, expresó en 1999 que quería hacer una película sobre su vida. Leni reaccionó enseguida: dijo que la Foster no era tan bella como ella y que veía en este papel a Sharon Stone.

En una entrevista para la revista Leica World, en julio de 2000, Leni dijo:

    Mi vida se divide en dos partes. La primera duró hasta el fin de la guerra. Fue una vida normal donde no había miedo, algo desconocido para mí. El miedo apareció después, cuando me cubrieron de lodo, me internaron en una clínica para enfermos mentales, me hicieron cosas increíbles. Era una lucha eterna, monstruosa...

Algo nos impide llorar junto a Leni su amarga suerte. Que la juzguen Dios y las generaciones futuras. ¿Estará en el Purgatorio, donde sigue afirmando que no es culpable de nada? Otros habitantes del lugar, posiblemente, discutan con ella acerca del papel y la responsabilidad del artista en un estado despótico, sus relaciones con el poder y las comprensibles debilidades humanas…

En 2002, el 22 de agosto, Leni Riefenstahl, periodista, directora, editora, productora, fotógrafa, camarógrafa y escritora celebró su centenario en presencia de doscientos amigos. Preparó para esta fecha un nuevo filme, Impresiones bajo del agua, de 45 minutos. Para filmarlo, hizo centenares de inmersiones en el mar de Nueva Guinea.

Murió en su sueño el 8 de septiembre de 2003. Simplemente, su corazón se detuvo. Pero no fue olvidada. Desde los años noventa hasta la fecha se han publicado tres extensas biografías de ella. La reseña de dos de ellas, de Ian Buruma en la revista New York Review of Books, en 2007, empieza con estas palabras: «Que Leni Riefenstahl ha sido un monstruo no se discute…»

En 2008 Leni se convirtió en protagonista principal de una novela fantástica titulada Falda, escrita por Oleg Nesterov, líder del grupo de rock moscovita Megapolis. La historia se desarrolla en el Berlín de 1937, donde la bella y joven Leni es invitada a escuchar la música compuesta por cuatro arquitectos jóvenes de la oficina de Albert Speer, que han construido guitarras eléctricas y usan tambores estruendosos. Leni comprende de repente que esta música salvaje puede tener más influencia en la juventud, que las manifestaciones de miles de personas encabezadas por Hitler y sus propias películas, y permitiría llevar las ideas nazis a todos los confines del mundo. Convence al führer de apoyar a los jóvenes y este, mirando la larga falda de Leni, le dice que la nueva música se llamará Der Rock (falda, en alemán). Pero los pérfidos ingleses y norteamericanos se apoderan del proyecto y, después de la guerra, empieza la era del rock, que cambia la vida a millones de jóvenes…

En numerosas entrevistas Oleg Nesterov siempre dice lo mismo: que la Leni le recuerda a su mamá, que le atrae la época y que en sus otras encarnaciones vivía en Alemania. Ya hay planes para traducir su libro al alemán y al inglés…

 

1 Jerarcas nazis.

Zoia Barash (Ucrania, 1935), profesora y traductora. Especialista en cine soviético y de los países de Europa del este. En 2002 obtuvo uno de los premios de Investigación Cultural otorgados por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, por su libro El cine soviético del principio al fin, publicado por Ediciones ICAIC en 2008.

 


 

 



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