FICHA ANALÍTICA

Los inicios de la promoción cinematográfica en Cuba: los tiempos de Valdés-Rodríguez
Noa Romero, Pedro Rafael (1956 - )

Título: Los inicios de la promoción cinematográfica en Cuba: los tiempos de Valdés-Rodríguez

Autor(es): Pedro Rafael Noa Romero

Fuente: Revista Digital fnCl

Lugar de publicación: La Habana

Año: 2

Número: 3

Mes: Julio

Año de publicación: 2010

Los inicios de la promoción cinematográfica en Cuba: los tiempos de Valdés-Rodríguez. Pedro R. Noa Romero Introducción La historia de la promoción cinematográfica en Cuba está unida, indisolublemente, a la de la Extensión Universitaria. Sus primeras acciones organizadas se produjeron cuando las autoridades de la Universidad de La Habana decidieron crear dentro de la Comisión de Extensión Universitaria, en marzo de 1949, el Departamento de Cinematografía o del Cine Universitario. Al frente de dicho Departamento nombrarían a José Manuel Valdés-Rodríguez Villada (1896-1971), un hombre de ideas progresistas, destacado periodista y crítico cinematográfico del periódico El Mundo, profesor de la Escuela de Verano desde la segunda edición, en 1942, donde impartía su curso “El Cine: Industria y Arte de Nuestro Tiempo”. Este hecho era la culminación de un proceso que venía desarrollándose desde inicios de la década dentro de la Universidad. Tenía entre sus objetivos propiciar la integración del cine como un medio que enriqueciera la didáctica de las asignaturas así como promover el espíritu crítico de los jóvenes y el resaltar el interés por lo mejor de esa manifestación artística, por medio de la organización de diferentes actividades que tendieran a la superación de la cultura universitaria, dirigidas sobre todo a los alumnos de la Universidad. Todas estas eran finalidades de la Comisión de Extensión Universitaria. Citando libremente la frase pronunciada por Raúl Roa en 1971, comenzaban los tiempos de José Manuel Valdés-Rodríguez . Este período, que se extendió hasta mediados de la década del sesenta y durante el cual desarrolló una labor extensionista y de promoción, desde la Universidad, no solo repercutió en la juventud de aquel tiempo interesada en superarse culturalmente, sino que influyó de manera directa en el destino del cine cubano. Asimismo, marcó hitos importantes en la organización futura del cine como un componente imprescindible dentro de las actividades extensionistas en los nuevos centros universitarios que fueron surgiendo a lo largo del país. Una vez inaugurado el Departamento, Valdés-Rodríguez no solo pudo contar con su establecido curso de cine en un anfiteatro adaptado como sala de exhibición en el Edificio “Enrique José Varona” de la Facultad de Educación -con una capacidad de más de 200 capacidades-, sino que también se empeñó en la tarea de organizar y fomentar una bóveda de películas donde fue acumulando, en pocos años, una colección de filmes importantes hasta crear la Filmoteca Universitaria. Así, inauguró sus sesiones de Cine de Arte, donde tanto los estudiantes como la población de Ciudad de La Habana podían disfrutar de excelentes películas acompañadas de un programa que se les entregaba al inicio de la función con un comentario firmado por él. La prensa de su época saludó la labor extensionista de la Universidad en la esfera cinematográfica que la colocó al mismo nivel de las más desarrolladas en América Latina y Norteamérica. Su influencia fue palpable en otros organismos que fueron surgiendo en el país, interesados en la promoción y el estudio del cine, tales como La Oficina Católica de Orientación Cinematográfica y la Sección de cine de la Sociedad Cultural “Nuestro Tiempo”. Este trabajo, por tanto, pretende acercarse a la labor cinematográfica que desarrolló la Universidad de La Habana desde finales de la década del cuarenta con José Manuel Valdés-Rodríguez al frente, importante en la elevación del sentido estético y el afán de cultura de la juventud universitaria de la época y muy vinculada con el desarrollo y la promoción del cine nacional. Para mostrar cómo Valdés-Rodríguez, frente al Departamento del Cine Universitario, logró esta reconocida labor como parte de la Comisión de Extensión Universitaria hasta los primeros años de la década del sesenta, me he detenido en cada una de las actividades que desarrolló desde que se vinculó con el Alto Centro de estudios habanero y su repercusión en la educación y la sociedad de su época. El curso “El cine: industria y arte de nuestro tiempo” El primer paso en lo que sería después la posibilidad de integrar al cine como un componente imprescindible de la extensión universitaria dentro de la Universidad de La Habana fue la incorporación del curso “El Cine: Industria y Arte de nuestro tiempo” a la Escuela de Verano que, desde 1941, comenzó a organizarse durante los meses de julio y agosto. El curso, impartido desde sus inicios por Valdés Rodríguez, no tuvo su origen en la Universidad, sino que llegó a ella después de haberse impartido, desde 1939, en la Academia de Artes Dramáticas de La Habana, una institución vinculada con la propia Universidad. De hecho, cuando el curso se incorporó al programa en 1942, Valdés-Rodríguez estaba entre los profesores invitados, y su procedencia académica era de esta Institución. Desde ese año, el curso fue parte imprescindible de la Escuela de Verano y fue ganando en prestigio tanto dentro del claustro como dentro de la sociedad cubana, pues era el único que existía en el país hasta bien entrada la década, y se mantuvo sin interrupción hasta 1956, año en que cerró la Universidad de La Habana y, por ende, su Escuela de Verano, debido a lo insostenible de la vida política cubana. Por el aula de Valdés-Rodríguez pasaron importantes figuras de la vida cultural cubana como el director de cine y televisión Antonio Vázquez Gallo (curso 1947), el crítico y profesor Walfredo Piñera (curso 1950), la Dra. Graziela Pogolotti (curso 1951), Lisandro Otero (curso 1954) y Roberto Blanco (curso 1956). Participaron también otras personalidades relacionadas directamente con el desarrollo del cine cubano después de 1959 como Alfredo Guevara, José Massip y Jorge Haydú, estos últimos del curso de 1953. Mirta Aguirre, cronista en esa época del periódico Hoy, escribió en 1948: “…José Manuel Valdés-Rodríguez hizo del cine hace ya muchos años, cuando la pantalla era apenas entre nosotros un motivo de diversión, un problema de trabajo y de estudio, una cuestión de abordaje científico doblemente complicado por la duplicidad artística y comercial que determina al cine contemporáneo en casi todas partes (…) “El cine: industria y arte de nuestro tiempo” ha constituido una sistematizada serie de lecciones dirigidas (…) a ofrecer una síntesis del cine desde el punto de vista de sus antecedentes y sus necesidades, su raíz económica, su desarrollo y su maduración como industria y como arte, realizando una valoración histórica, económica y social, técnica y estética.” Para lograr el objetivo de presentar el cine en toda su complejidad, como arte e industria, el curso contaba de doce lecciones teóricas que se impartían en las áreas de la Biblioteca General de la Universidad (hoy Biblioteca Central) y la exhibición de igual cantidad de filmes, la mayoría extranjeros, casi siempre prestados por las compañías distribuidoras radicadas en nuestro país a la Universidad. El curso estaba basado ante todo en la demostración de la validez artística del cine en comparación con otras artes, principalmente el teatro y la literatura y era presentado como “arte de culminación y síntesis.” En los “Apuntes del curso El cine: Industria y arte de nuestro tiempo”, conservado y compilado celosamente por Walfredo Piñera, documento que se encuentra en el Archivo cinematográfico de la Dirección de Extensión Universitaria de la Universidad de La Habana, podemos conocer que los contenidos estaban divididos en cinco temas generales: I. Introducción a la crítica cinematográfica II. El cine, arte de culminación III. La novela y el cine IV. El teatro y el cine V. Lo específico cinematográfico El primer tema discursaba sobre las posibilidades críticas del público y la necesidad de mantener una actitud de este tipo frente al fenómeno cinematográfico. En él se planteaban un grupo de aspectos que debían tenerse en cuenta para un examen crítico del filme . El segundo trataba sobre el intento milenario del hombre por aprehender las imágenes y reproducir historias a través de las leyendas, los cuentos, el teatro, hasta llegar al cine y culminaba con la función del cine dentro del mundo contemporáneo. En “La novela y el cine” no solo abordaba las semejanzas y diferencias entre los dos medios de expresión artística, a partir del análisis particular de La Celestina, sino que insistía en las posibilidades de uno y otro para expresar el mundo subjetivo del ser humano. El cuarto tema lo iniciaba una pregunta: ¿El cine, enemigo del teatro? Interrogante que le permitía hablar también de igualdades y diferencias; pero sobre todo de las posibilidades que estaban surgiendo en el teatro bajo la influencia del cine, y que concluía con “…la conveniencia del ejercicio del teatro clásico en la forma cinematográfica bajo un punto de vista agotador de la forma. Ese carácter distinguirá a los realizadores que exploten la vena fílmica y las esencias cinematográficas de los grandes teatristas clásicos que emplearon en el teatro el mismo proceso de trabajo agotador de la forma, lo cual los consagró para la inmortalidad” (Piñera, W. 1950. 13). El último tema incluía los tres tópicos imprescindibles: la plástica fílmica, donde estudiaba la visualidad de la obra; el montaje como método creador, en el cual se hacía más evidente la influencia de Eisenstein, y la articulación de la imagen visual y el sonido. Sin embargo, el programa que incluyó en su libro no tiene la misma estructura pues está planteado a través de ocho temas. Incluso, los que se mantienen, están colocados en otro orden. Pero, en esencia, sus abordajes estéticos sobre el cine son los mismos, aunque hace mayor hincapié en los aspectos económico- políticos, especialmente en el II y III. La reformulación del programa en 1966 fue de la siguiente manera: I. Nacimiento del cine II. Tecnología social y cinema III. El cine, arte colectivo y social IV. Introducción a la crítica cinematográfica V. El cine, arte de culminación VI. La novela y el cine VII. El teatro y el cine VIII. Lo específico cinematográfico Después de que la Universidad reabrió sus puertas en 1959, el Curso estuvo varias veces a punto de organizarse. En una entrevista ofrecida para el periódico Revolución en 1960, el propio Valdés-Rodríguez anunciaba la inminencia de su apertura como parte de la Escuela de Verano . Sin embargo, no existe en los archivos de la Universidad ningún expediente abierto para esa sesión. Solo conocemos que, en 1963, imparte en la Facultad de Historia el curso “Valoración estética y social del cine” como un Curso de Temporada, considerado por muchos como el último impartido por el Profesor, el cual tuvo una matrícula numerosa aunque no se ha podido encontrar el registro de los asistentes al mismo. El anfiteatro “Enrique José Varona” El principal conflicto objetivo que presentó el curso de Valdés Rodríguez, desde sus inicios, fue la ausencia de un local apropiado en la Colina universitaria para impartir este tipo de asignatura. El propio Valdés Rodríguez, en su libro El cine en la Universidad de La Habana, nos cuenta aquellas primeras experiencias y sus dificultades: “En 1942, cuando quisimos organizar las sesiones de cine, correspondientes a las doce lecciones prácticas del curso, comprobamos que no había en la Universidad una sala de proyecciones. Instalamos un equipo portátil, de un particular, en un aula. La carencia de condiciones acústicas mínimas y otras deficiencias, que impedían una proyección profesional, nos obligaron a trasladar las proyecciones…” En una amplia reseña sobre la tercera edición de la Escuela de Verano, publicada en la revista Universidad de La Habana en 1943, se puede conocer no solo los títulos de los filmes que se proyectaron ese año, sino también que los mismos se exhibieron en dos locales diferentes. Los que se presentaron los dos primeros días (por cierto La quimera del oro y El Gran dictador, ambas de Charles Chaplin), se proyectaron en el Edificio Felipe Poey a las 9 de la noche. El resto del programa tuvo efecto, a la misma hora, en el salón de la National Theater Supply Co., ubicado en Consulado 219 entre Ánimas y Trocadero. El curso, que comenzó con una matrícula de 9 estudiantes, en 1948 ya reunía en el aula 24 alumnos. Pero, sin dudas, lo más atractivo del mismo eran las funciones cinematográficas que lo acompañaban, debido a la calidad general de los títulos . Ello acarreaba que a las funciones asistieran, desde su primera edición, no solo los matriculados sino también otros estudiantes de la Escuela de Verano. Así nos la cuenta Valdés-Rodríguez: “Con sorpresa nos encontramos con el doble de concurrentes de la capacidad de la sala, profesores universitarios como Luís de Soto y Raimundo Lazo, por ejemplo, alumnos de otros cursos de la Escuela de Verano y de diversas carreras universitarias, más público ajeno a la Universidad. Y en cada una de las doce sesiones, a lo largo de la jornada de seis semanas de la Escuela, se produjo el hecho de quedar sin entrada una cantidad igual, o mayor, que la porción que lograba acomodo, reducido este, a veces, a estar de pie o sentado en el suelo”. Y concluye el propio Profesor: “Era evidente la existencia de un considerable sector, dentro y fuera de la Universidad, interesado en un cine digno de la atención adulta, sensible e inteligente.” Este problema se resolvió cuando, en el propio año 1948, para la sesión de la Escuela de Verano, se adaptó como sala de exhibición un anfiteatro del edificio “Enrique José Varona” donde sesionaba la Facultad de Educación. El prestigio alcanzado por el Curso de José Manuel Valdés-Rodríguez durante seis años consecutivos dentro de la Escuela de Verano y las expectativas crecientes que creaban los programas fílmicos presentados en cada sesión, ayudaron a que el Rector Clemente Inclán y el Secretario General de la Universidad Ramón Miyar, decidieran, junto a las otras autoridades universitarias, habilitar uno de los anfiteatros del Edificio de la Facultad de Educación como sala de proyección cinematográfica. Cómo ocurrió este proceso lo podemos leer en su libro El cine en la Universidad de La Habana: “No fue empresa fácil convencer al Rector Clemente Inclán, al Secretario General Ramón Miyar y a las autoridades universitarias de la conveniencia de construir, o habilitar un local de proyecciones. Se pensó primero en construir un local, que habría tenido un costo de no menos de 35 ó 40 mil pesos. Con los pies bien puestos en la tierra opté por la habilitación de un local, con posibilidades de conversión en sala de cine. Elegimos el Anfiteatro Varona, en la Facultad de Educación. La adaptación y los equipos de proyección y sonido y la pantalla tuvieron un costo de no más de quince mil pesos. Y en julio de 1948, al iniciar la sesión de la Escuela de Verano, contaba la Universidad con un salón de proyecciones de dimensión discreta, bien habilitado, útil, en una palabra, no obstante su conformación poco adecuada por la desproporción entre el fondo y el ancho, reducido aquel y muy dilatado éste.” La sala quedó inaugurada el martes 6 de julio de 1948, fecha de inicio de la Escuela de Verano. Para su apertura se seleccionó el filme francés El silencio es oro, del director René Clair, que había ganado el Gran Premio en el Festival Cinematográfico Mundial celebrado en Bruselas, Bélgica y los premios de mejor director y mejor actor (Maurice Chevalier) en el Festival Cinematográfico de Locarno, Italia. La cinta fue donada para la ocasión por la RKO Radio Picture. En sus palabras de presentación del filme durante la inauguración del Anfiteatro, Valdés-Rodríguez valoró El silencio es oro. “No se trata de una película entretenida y menos divertida -dijo-. Se trata de un film sobrio en extremo.” El éxito colmó la labor paciente del Profesor, pero también amplió las posibilidades y las expectativas de todos los interesados en el cine quienes, de inmediato, reclamaron que el modestamente habilitado Anfiteatro con pupitres como asientos, no se limitara a la Escuela de Verano, sino que ampliara sus funciones a todo el curso escolar. Francisco Ichaso, desde su columna “Escenario y pantalla” en el Diario de la Marina, se hizo eco de la inauguración de la sala y recalcó la importancia de la instalación para la propia Universidad: “La sala de cine de la Universidad existe ya como una instalación ocasional de la Escuela de Verano; pero debiera ser considerada desde ahora por las autoridades universitarias como una parte integrante y desde luego permanente de su estructura, con una atención especial, bajo una dirección experta y con el equipo necesario para prestar servicio a todas las escuelas y facultades. No se concibe una universidad moderna, de la importancia de la nuestra, sin un aula de cine, donde se exhiban no solo películas y documentales de interés escolar y científico, sino también “films” de arte cuya resonancia cultural no puede ser desconocida por un centro de altos estudios.” Mientras, en la crónica escrita para el periódico Hoy -ya citada aquí-, Mirta Aguirre reclamaba: “… se lamenta que la Universidad vaya a ceñir esta actividad exclusivamente a su Escuela de Verano. Aunque las proyecciones se espaciaran más, aunque solo se hicieran un par de ellas cada mes, valdría la pena mantener la sala del Anfiteatro Varona en funciones durante todo el curso normal. A esas funciones de cine acudirían centenares de estudiantes a cuyo desarrollo estético contribuiría no poco una asistencia habitual y metodizada a exhibiciones fílmicas de alto nivel artístico. Lo que en un orden general de cultura posee importancia evidente.” Ambos periodistas, muy pronto, verán satisfechos sus pedidos, pues ya en la Universidad de La Habana se estaba gestando una organización que diera respuesta a esa necesidad que desbordaba la exhibición del filme como forma artística y relacionada con los estudios cinematográficos. Se hacía sentir la necesidad de que se convirtiera en un medio de enseñanza, disponible para todos los profesores y las asignaturas. Para ellos se iba a crear una estructura organizativa que satisficiera este nuevo reclamo de la Universidad: el Departamento de Cinematografía. El Departamento de Cinematografía Como ya escribí al inicio de este trabajo, el Departamento de Cinematografía surgió como una de las seis subcomisiones (la D: teatro, música y cine) de la Comisión de Extensión Universitaria de la Universidad de La Habana, creada en marzo de 1949. Sus objetivos eran: - Propiciar la integración del cine en la didáctica universitaria, al facilitar a las Facultades y a los señores profesores individualmente, el ayudarse del film como un coadjutor en el desarrollo de sus disciplinas. - Participar en las actividades de Extensión Universitaria, por la superación intelectual y espiritual del alumnado. - Promover el interés y el atinado juicio de los jóvenes por las manifestaciones mejores del cine, lo cual equivale a desarrollar una capacidad crítica de esa manifestación de nuestro tiempo, tanto específica como socialmente hablando. Para conseguir estos fines, se creó una estructura con un director, una secretaria y un proyeccionista que debía atender las proyecciones en el recién inaugurado anfiteatro y las que se produjeran en las facultades y escuelas por medio de un equipo portátil con un presupuesto mínimo que comprendía el salario de sus integrantes. Inmediatamente, los profesores comenzaron a insertar en sus clases el nuevo medio de enseñanza. Entre ellos estaba Raúl Roa, en aquella época profesor y Decano de la Facultad de Derecho, quien en sus palabras de homenaje a Valdés-Rodríguez en 1971, recordaba: “El Departamento de Cinematografía… fue un activo centro de enseñanza visual y oral. Los profesores interesados tenían a su alcance, por primera vez, el más suasorio medio auxiliar de sus explicaciones. Muchos de mis temas de clase ilustré yo con las proyecciones pertinentes y los penetrantes y jugosos preámbulos de Valdés Rodríguez.” Pero el Departamento tenía fines mayores que trascendían esta función didáctica. Por eso, en el prólogo a su libro El cine en la Universidad de La Habana, Valdés-Rodríguez se preguntaba: “¿Cómo hacer que el Departamento rindiera a fondo la función que habíamos pensado, si el presupuesto apenas daba para nada?” La respuesta fue la creación de la Sección de Cine de Arte del Departamento de Cinematografía. La Sección de Cine de Arte La Sección comenzó a funcionar aproximadamente a finales de 1949 y se organizaba a través de programas que ofrecían dos funciones mensuales, de dos tandas cada una, a las que podía asistir cualquier persona interesada por una cuota de un peso al mes. En el imprescindible prólogo a su libro El cine en la Universidad de La Habana Valdés-Rodríguez explica cómo funcionaban esas sesiones de Cine de Arte: “En cada sesión se distribuía una nota al programa y antes de comenzar la proyección decíamos unas palabras acerca de la calidad del film, su rango dramático, su significación dentro de la técnica y la estética del film. En algunos casos señalados había, al final, un conversatorio en torno al film. Y siempre en la valoración inicial, en la nota al programa o en la exposición y el debate posteriores, atendíamos de modo especial a la valoración social del film, a su sentido político, abierto o disimulado.” En su libro, citado varias veces aquí, se encuentran compilados cerca de doscientos de esos programas-comentarios referidos a películas de 16 países y a grandes ciclos organizados por él que tuvieron mucha repercusión en su época. Uno de ellos fue el de Shakespeare en el cine –organizado en más de una ocasión-, donde reunió 12 títulos de diferentes cinematografías sobre adaptaciones de obras teatrales del autor inglés al cine y que contó con la colaboración, para la primera sesión, organizada durante abril de 1950, de la Legación y la Embajada Británica en La Habana y en Caracas respectivamente. Sobre las obras disertaron eminentes profesores universitarios como Luis de Soto (Henry V), Luis A. Baralt (Romeo y Julieta) y Jorge Mañach (Macbeth). Otros ciclos importantes dentro de la Sección de Cine de Arte fue el que llamó “Por la Amistad de las Naciones”, desarrollado durante 1951, que comenzó con Francia (una de sus cinematografías preferidas) y que –como señala en el programa- pretendía intensificar la relación de la Universidad con las legaciones y embajadas por medio de las manifestaciones culturales, con el fin de familiarizar a los funcionarios del Ministerio de Estado con la vida de las naciones acreditadas en Cuba . Este ciclo, durante el mismo año, se repitió con los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos, y fueron antecedentes importantes de los que se organizarían, después de 1959, como homenaje a diferentes países y cinematografías en la misma Universidad o en las salas de cine bajo la dirección del ICAIC. La casi exclusividad de estas funciones y su importancia dentro de la capital cubana fue destacada por el profesor y periodista Mario Rodríguez Alemán en su columna del Diario Mañana. Allí escribió, en 1953, cuatro años después de iniciada la Sección en la Universidad: “En La Habana se han intentado en varias oportunidades experimentos de este tipo, casi ninguno ha salido de la órbita completamente pequeña de los ‘cineclubs’. Excepción hecha de las exhibiciones combinadas que hacen actualmente la ‘Sociedad Nuestro Tiempo’ con el ‘Departamento de Cinematografía’ de la Universidad de La Habana, ninguna otra actividad de este tipo merece atención… Con un carácter parcial (es decir católico) el Duplex exhibe los domingos en la mañana películas de índole cristiana. Eso no puede acreditarse como una función de ‘cine de arte’. Es decir, en el panorama solo queda lo que específicamente hace la Universidad de La Habana, en el cuidadoso afán de José Manuel Valdés Rodríguez.” La Sección de Cine de Arte recesó también durante los años 1957 y 1958 por las mismas razones políticas que el Curso. Pero en 1959, la actividad fílmica del Departamento se reinició en los primeros meses, casi inmediatamente después de que la Universidad abrió sus puertas. El primer programa cinematográfico organizado por Valdés-Rodríguez fue para la “Operación Cultura”, organizada por la FEU entre el 19 y 30 de mayo. La misma pretendía, según escribió el propio Valdés Rodríguez, “…no solo ofrecer al estudiantado una ocasión de particular acercamiento a las manifestaciones de la inteligencia y la sensibilidad, sino vincular al pueblo a esas actividades en los distintos departamentos universitarios… Y lo que busca la Operación Cultura es acostumbrar al pueblo a considerar la Universidad como su centro principal de la actividad artística y cultural.” Para la ocasión se presentó un programa que incluía las películas -que fueron debatidas- Asturias pintorescas y Ritmo en tránsito, del realizador cubano amateur Antonio Cernuda así como la cinta mexicana Raíces, dirigida por Benito Alaraski; aunque también, confiesa Valdés-Rodríguez, que en ese mismo período se exhibieron las cintas cubanas La Virgen de la Caridad, de Ramón Peón y Experimento en color, breve documental realizado por el cubano Max Tosquella. Se exhibieron, además, El gran recuento, documental de Cine-Periódico que trataba de la lucha del pueblo cubano con Fidel Castro al frente y, finalmente, la versión de Romeo y Julieta, dirigida por Renato Castellani. La sección de Cine de Arte se reinició el jueves 16 de julio con un programa que incluía El acorazado Potemkin, La quimera del oro, La gran ilusión y La patrulla infernal. Las tres primeras, seleccionadas entre las seis mejores películas de la historia del cine por un jurado reunido, durante 1958, en Bruselas, Bélgica. Las sesiones de Cine de Arte se mantuvieron hasta aproximadamente 1967 bajo la dirección de Valdés-Rodríguez, quien comenzó a presentar problemas serios de salud. Lo sustituyó Mario Rodríguez Alemán, que mantuvo el mismo espíritu del Profesor, aunque en los inicios de los setenta se decidió que las sesiones se convirtieran en el Cine Club Universitario “Sergei M. Eisenstein”, nombre mantenido hasta inicios de la década de los noventa. Las funciones de cine y la Sección de Cine de Arte del Departamento de cinematografía pudieron iniciarse tan rápidamente después de enero de 1959 porque la Universidad contaba con un grupo importante de cintas en la Filmoteca Universitaria. La Filmoteca Universitaria Cuando quedó habilitado como sala de proyección el anfiteatro del edificio de la Facultad de Educación y se inauguró el Departamento de Cinematografía, se le dotó a ambos de una bóveda cuya intención inicial era conservar y almacenar las películas que se alquilaban o se recibían como préstamos para los cursos de la Escuela de Verano o para cualquier otro servicio a los profesores y las Facultades. Pero desde el propio año 1949, Valdés-Rodríguez comenzó a adquirir títulos en las distintas casas distribuidoras cubanas, con el objetivo de crear una Filmoteca propia. La primera cinta que llegó a la bóveda, ubicada a un costado del propio Anfiteatro Varona, fue Alejandro Nevsky, obra dirigida por Eisenstein, y comprada con la ayuda de las cuotas de la Sección de Cine de Arte a un precio de 50 pesos. Poco a poco fue aumentando el número de cintas en la bóveda, algunas compradas, otras donadas por Embajadas radicadas en el país y otras instituciones. El prestigio de la labor de promoción cinematográfica desarrollada por Valdés-Rodríguez a través de su curso y la Sección de Cine de Arte, su prestigio profesional y el celo que ponía en su trabajo, hizo que, en 1952, la Filmoteca recibiera la custodia de los negativos y originales de varias de las primeras películas producidas en Cuba. Ese año, en los días finales de septiembre, la señora Lidia Martínez, viuda de Arturo “Mussie” del Barrio -uno de los pioneros del cine cubano, creador de una de las primeras compañías productoras de cine en Cuba: la BPP- entregó en acto solemne, presidido por el Rector Clemente Inclán, un grupo de títulos entre los que se incluía El veneno de un beso (1930), La Virgen de la Caridad (1930), ambas dirigidas por Ramón Peón; los documentales Varona Suárez y El baile de las naciones (1930), La última jornada del titán de bronce o La ruta de Maceo (1930); así como el primer corto sonoro cubano Maracas y bongós (1932), todos realizados por Max Tosquella. A partir de ese momento, la Filmoteca Universitaria sería la depositaria del rico patrimonio cinematográfico cubano que se incrementaría, posteriormente, con otras donaciones de productores y directores criollos. Conservaría estas obras hasta la creación, a inicios de los años sesenta, de la Cinemateca de Cuba por el ICAIC, con la cual establecería un admirable intercambio de materiales que nutriría ambas instituciones hasta la década del ochenta. En 1957, la Filmoteca Universitaria contaba con 150 títulos entre documentales, filmes de ficción y noticiarios, tanto en 35 como en 16 mms., y su costo era calculado, según testimonio de Valdés Rodríguez, en 15 000 pesos. Aunque muchas de las cintas, por su valor museable y su ausencia en las casas distribuidoras cubanas, tenían realmente un valor inestimable . En 1966, en el libro El cine en la Universidad de La Habana, también incluyó una relación de las películas que existían en la Filmoteca Universitaria. En esa lista, el número de filmes había aumentado hasta 247. En su colección cubana no estaban solo las cintas de los pioneros, sino también muchas de las obras realizadas por el ICAIC en sus años iniciales. Pero las películas de la Filmoteca traspasaban los muros de la Colina y se exhibían en otros lugares tanto en los años cincuenta como después del triunfo revolucionario, cuando se pusieron a disposición de los fines educativos y culturales del nuevo Gobierno. Según el propio testimonio de Valdés Rodríguez, la Filmoteca Universitaria había facilitado películas a la Universidad de Oriente, al Lyceum Femenino de Santiago de Cuba y al Lyceum de Camagüey. De igual modo, fueron utilizadas cintas para inaugurar las actividades cinematográficas de la Sección de Cine de la Sociedad Cultural “Nuestro Tiempo”, en febrero de 1953; y el 27 de octubre de 1959, se presentó el filme Tiempo bajo el sol en la sala de proyecciones del Palacio Episcopal, en la primera sesión de cuatro dentro del ciclo “Homenajes”, organizado por el Centro Católico de Orientación Cinematográfica (CCOC). Después de la reestructuración sufrida por la Dirección de Extensión Universitaria como producto de la Ley de Reforma Universitaria durante 1962, el Departamento de Cinematografía se convierte en una Sección adscripta a la Comisión de Extensión Universitaria y se crea la Sub Comisión de Medios Audiovisuales para la Universidad de La Habana, con la función esencial de preparar, a petición de las Facultades y Escuelas –y en particular de los profesores-, los medios audiovisuales aplicables a la enseñanza. En segundo término, debería habilitar en cada escuela y aula, instrumentos tales como proyectores de películas, vistas fijas, pantallas y el equipo humano para manipularlos. La sección de Cine pasa a formar parte del Departamento de Medios Audiovisuales, dependiente de la Vice Rectoría Docente. Valdés-Rodríguez dirige ambas. Pero, poco a poco, ya enfermo, abandona su atención hasta que se confirma su retiro aproximadamente en 1966. La Filmoteca Universitaria forma parte de la nueva Sub Comisión de Medios Audiovisuales, aunque permanece en sus locales del edificio Enrique José Varona. El empleo de sus fondos se multiplican tanto en intramuros como en extramuros , a la vez que se enriquecen, no solo con donaciones hechas por algunas embajadas como la de la Unión Soviética y la de Francia, sino también con las propias obras de los realizadores que trabajan en sus locales, ya sea para apoyo de la docencia o, simplemente, como registro de la vida universitaria en esos años. Con la nueva estructura que adquiere la Universidad de La Habana a partir de 1977, después de la creación del Ministerio de Educación Superior y la inauguración de nuevos Centros de Educación Superior a lo largo de todo el país, la Filmoteca junto a la Sección de Cine pasaron a formar parte del Departamento de Actividades Culturales de la Vice Rectoría Docente. Sus fondos cinematográficos siguen en aumento aunque su utilización disminuye con relación al primer lustro de los setenta. El catálogo, editado en 1987, contiene 801 títulos, tanto de ficción como documentales y noticiarios, en 35 y 16 mms. Sin embargo, la década del noventa marcará la desaparición paulatina de la Filmoteca Universitaria. La crisis económica en que estaba envuelta Cuba no permitía la conservación de los filmes en las condiciones de almacenamiento adecuadas, debido, entre otras causas, a los constantes cortes del fluido eléctrico y a la escasez de recursos para mantener la climatización y deshumificación en la bóveda. La aparición del video cassette desde finales de la década anterior, mucho más productivo en la docencia y menos costoso para la programación en las salas, así como la negligencia en el cuidado de los fondos, hizo que se fueran perdiendo títulos importantes conservados en la Filmoteca, a un paso más acelerado que en décadas precedentes. En 1999, se hizo un último balance de la calidad de los filmes que allí se conservaban y se decidió, por la Dirección de Extensión Universitaria, enviar lo que quedaba en existencia, casi todo en mal estado, a la Empresa de Recuperación de Materias Primas. Llegaba a su fin el capítulo de la Filmoteca de la Universidad de La Habana, justamente cuando cumplía su cincuenta aniversario. El final de los tiempos de Valdés-Rodríguez El 10 de enero de 1962 se dicta la Ley de Reforma Universitaria. Entre los cambios que llegan a la Colina está la adscripción (el 22 de enero) del Departamento de Cinematografía como sección de la Comisión de Extensión Universitaria, presidida por Elías Entralgo. Así –escribe Valdés-Rodríguez en su libro El cine en la Universidad de La Habana-, el antiguo Departamento de Cinematografía se ha dividido hoy en Sección de Cinematografía de la Comisión de Extensión Universitaria, que atiende la actividad estética y cultural del cine dentro y fuera de la Universidad, y en Servicio de Medios Audiovisuales, a cargo de la aplicación del cine, las diapositivas, las gráficas y las transparencias y otros componentes del instrumental audio-visual a los requerimientos de la docencia a fin de contribuir a la erradicación, según demanda la Reforma de la Enseñanza Superior, de la enseñanza verbalista y pasiva.” No obstante su entusiasmo, poco tiempo va a poder dedicar el Profesor a estas nuevas obligaciones, debido a su avanzada edad y a una salud cada vez más frágil. Sin embargo, en la incipiente Comisión de Medios Audiovisuales, también obtendrá algunos logros como la promoción del cine científico, específicamente médico, producido desde los años cuarenta por la Universidad, y que en 1963 se presentó en el Congreso de la Asociación Internacional de Cine Científico, realizado en Polonia, así como la invitación y presencia en nuestro país del destacado profesor francés Jean Painlevé, Director de dicha Asociación, quien participó en el X Congreso Médico Nacional, efectuado en febrero de ese año, en el cual presentó algunas de sus películas, tanto en la Universidad, como en la Academia de Ciencias y en la Universidad de Oriente. Mientras que al frente de la Sección de Cinematografía tendrá el gusto de presentar en su Anfiteatro Varona las primeras muestras del cine socialista en nuestro país desde 1960 hasta 1964. En 1966, la Vice Rectoría Docente de la Universidad se planteó la necesidad de asesorar y ampliar el uso de los medios audiovisuales en la Universidad y, por ende, reforzar el personal especializado de la Comisión de Medios Audiovisuales, devenida en Departamento, para ello nombró al Ingeniero Gladstone Oliva como nuevo director. Mientras que en la sección de cinematografía se hacía cargo de las actividades de Cine de Arte, más o menos por los mismos años, el Doctor Mario Rodríguez Alemán, con lo cual terminaba la presencia de Valdés-Rodríguez al frente de la promoción cinematográfica universitaria. Comenzaban otros tiempos.

Descriptor(es)
1. CINE CUBANO - HISTORIA Y CRITICA
2. UNIVERSIDAD DE LA HABANA (UH) - EDUCACION AUDIOVISUAL

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