El filme es una excelente representación que nos muestra a Facey en toda su individualidad. Este corto documental, de apenas 26 minutos, consigue un abordaje considerablemente profundo, gracias al hábil manejo artístico con que su directora, Amanda Sans, cuenta la historia.

El documental es una certera descripción de como el dolor de una mujer es transformado en arte, tanto como de la profunda empatía de la artista con el sufrimiento legado por la esclavitud en Jamaica. Sin embargo, el trabajo de Facey ha recibido severas críticas. Hay quienes siente que ella no puede expresar ese inmenso sentimiento que ha dejado la esclavitud, pues no es negra. Como mujer negra, yo hallo que es una crítica sin fundamento y extremadamente injustificada. Parte de lo que este documental hace es explorar la diferencia entre raza y nacionalidad, y la naturaleza del sufrimiento y el victimismo. Ahora, algo notable es la determinación con que Facey reivindica la historia de su país como jamaicana legítima, sin que medie ningún color de piel. Ella demuestra que la raza no es importante, sino la autenticidad de los sentimientos y la afinidad. 

En Jamaica tuve el placer de ver una de las piezas más controversiales de Facey, titulada “Canto de salvación”. Esta obra se compone de dos cuerpos negros desnudos, una mujer y un hombre, situados al frente del parte de New Kingston. Aunque sus creaciones han sido condenadas por algunos, celebro la descripción de Facey sobre lo que ella considera es una mujer y un hombre libre. Todos nacimos desnudos. Particularmente en el Caribe, con mucha frecuencia los niños corretean desnudos, eso es la libertad. Eso no lo juzgamos como algo sexual porque, como “Canto de salvación”, no lo es.

Disfruté el filme como una mujer caribeña afrodescendiente. Facey me hizo sentir orgullosa de quién soy y de nuestra Historia. Esta película será un llamamiento a las personas, debido a la profundidad con que discute la Historia, a su complejidad y sinceridad.