FICHA ANALÍTICA
Héctor García: la foto es la foto
Mariño, María de Lourdes (1984 - )
Título: Héctor García: la foto es la foto
Autor(es): María de Lourdes Mariño
Fuente: Revista Digital fnCl
Lugar de publicación: La Habana
Año: 2
Número: 3
Mes: Julio
Año de publicación: 2010
Descriptor(es)
1. CINE MEXICANO - DOCUMENTALES
Título: Héctor García: la foto es la foto
Autor(es): María de Lourdes Mariño
Fuente: Revista Digital fnCl
Lugar de publicación: La Habana
Año: 2
Número: 3
Mes: Julio
Año de publicación: 2010
Héctor García: la foto es la foto
El documental acerca del fotógrafo mexicano Héctor García, realizado por Carlos Montes de Oca, sorprende primero por el carácter vanguardista de la música utilizada que nos sitúa de inmediato en los predios de la experimentación moderna. El juego de siluetas y secuencias cromadas a un solo color modulan la presentación en función del impacto propio de la sensibilidad contemporánea. Las imágenes de archivo de la televisión de la época, panegírico triunfalista típico de la noción de progreso de los años cincuenta, rompen con la presentación anterior, a la vez que introducen el primer argumento conceptual que será el eje de la documentación. Se trata del conflicto de toda capital de un país subdesarrollado: el crecimiento inescrupuloso de la tecnología aparejado al índice de pobreza y marginación citadina.
Desde el comienzo se produce un paralelo entre lo que fue aquella época –décadas cincuenta y sesenta- y sus semejanzas con la situación actual. Las imágenes se suceden con la intención clara de la analogía. Dicho recorrido se produce a través de la obra de Héctor García. Pero antes de que sea presentado como el protagonista indiscutible de los cincuenta y tres minutos de la realización, las imágenes de la exclusión contemporánea junto a sus fotos de entonces informan del signo que marcó su trabajo como reportero social. García da fe del acto. Su preocupación es captar los acontecimientos que no se ven y despuntan luego en revoluciones. Por otra parte, el documental se vale de recursos evidentes a la hora de mezclar tantas referencias. Es por ello que la narración en voz de García, sus fotos y el tránsito por el México actual, cambian de tono y se mezclan con imágenes de archivo. El objetivo es salvaguardar los testimonios sobre la obra de una vida dedicada a la fotografía y, al mismo tiempo, ofrecer desde la estructura del mismo documental un discurso coherente sobre el tema en cuestión.
El interés por lo humano que se trasluce en la obra de García está también vinculado con la preocupación por la forma. Sus fotos pueden mostrar las zonas más dolorosas de la marginación, pero lo hacen con una distribución simétrica, a veces centrada. Sin generar estereotipos banales, jerarquiza los protagonismos en esos estratos sociales. Le otorga la dimensión de lo vivido a sus retratos al atender a la distribución interna, por lo cual genera siempre una opinión personal sobre la sociedad. El documental de Montes de Oca se esfuerza por dialogar, de manera directa, con esta opción de García. La música de Alejandro Escuer mezclada con los ruidos ambientes y las voces de las televisoras, se convierte en el correlato perfecto para el contexto abordado. La banda de sonido del documental está muy bien armada y es eficaz por la magnitud de las connotaciones que genera. De manera que la transformación de la estructura, lo mismo a nivel visual que sonoro –a mi juicio con mayor organicidad en el sonoro que en el visual-, establece un nexo directo con el contenido sociológico de la propuesta. Es impensable que aquellos puedan estar desligados uno del otro. Por ello el recurso de la edición en paralelo de tiempos históricos distintos, donde chocan casi en el mismo plano una marcha comunista actual con protestas de los años sesenta a favor de la autonomía universitaria, configura un tiempo real. El presente y lo histórico provocan la misma pregunta acerca de cuánto ha cambiado realmente la sociedad.
Situados en el clímax de la experiencia de la Modernidad Vanguardista, la búsqueda de un discurso renovador en términos sociales se produce desde el interior de la obra misma. En gran medida el énfasis en la perfección formal de la fotografía de Héctor García anuncia un porvenir restaurado. Esta es la razón por la que parte de su trabajo puede comprenderse desde la mitología precolombina. Él mismo ofrece datos al respecto. Trata de armar con otros códigos el lenguaje que represente a la clase olvidada a que pertenece. Aquí, el tratamiento de lo marginal sugiere otro tipo de relaciones distintas a las acostumbradas en la actualidad. La utopía social de la década del sesenta encauzaba las razones de su esperanza por el cambio en el valor de una diferencia convertida en modo de expresión. Por eso no hay discrepancias radicales entre los temas tratados, ya sean las fotos de indigentes que pernoctan en las calles, las del cabaret Bombay o los retratos de personalidades, el lente dispone un encuadre casi perfecto.
El recorrido por la ciudad, que trasladaba la narración con el interés de ubicar los lugares que fueron objeto de fotos devenidas clásicos, termina convirtiendo en imagen fotográfica lo que recién fue el comienzo del viaje. Se le dio la vuelta al mundo de Héctor García y casi al descuido también a la actualidad mexicana. En la exposición Revelando y Rebelados declara: “nunca he tenido una pistola pero siempre tuve mi cámara”. Su actitud fue de un compromiso social auténtico desde el trabajo. Instaurar mitos a partir del encuentro directo con la sociedad y sus zonas prohibidas. No importa la pelea por la inmediatez de la noticia, lo principal es que se discursa con la fotografía. Las imágenes trasmiten un testimonio de lo que ha acontecido. En este sentido, el documental, como obra a su vez dedicada a la obra de García, se ajusta de manera cómplice y comparte sus argumentos. Los juegos formales con que se mezclan los datos de la vida, la obra y la actualidad mexicana, se encuentran en función de ofrecer un soporte a la altura del lenguaje fotográfico de aquel. Por ello el protagonismo nunca deja de ser suyo, no tanto por las referencias directas, como porque la estructura del documental de Montes de Oca, le rinde tributo en todo momento.
El documental acerca del fotógrafo mexicano Héctor García, realizado por Carlos Montes de Oca, sorprende primero por el carácter vanguardista de la música utilizada que nos sitúa de inmediato en los predios de la experimentación moderna. El juego de siluetas y secuencias cromadas a un solo color modulan la presentación en función del impacto propio de la sensibilidad contemporánea. Las imágenes de archivo de la televisión de la época, panegírico triunfalista típico de la noción de progreso de los años cincuenta, rompen con la presentación anterior, a la vez que introducen el primer argumento conceptual que será el eje de la documentación. Se trata del conflicto de toda capital de un país subdesarrollado: el crecimiento inescrupuloso de la tecnología aparejado al índice de pobreza y marginación citadina.
Desde el comienzo se produce un paralelo entre lo que fue aquella época –décadas cincuenta y sesenta- y sus semejanzas con la situación actual. Las imágenes se suceden con la intención clara de la analogía. Dicho recorrido se produce a través de la obra de Héctor García. Pero antes de que sea presentado como el protagonista indiscutible de los cincuenta y tres minutos de la realización, las imágenes de la exclusión contemporánea junto a sus fotos de entonces informan del signo que marcó su trabajo como reportero social. García da fe del acto. Su preocupación es captar los acontecimientos que no se ven y despuntan luego en revoluciones. Por otra parte, el documental se vale de recursos evidentes a la hora de mezclar tantas referencias. Es por ello que la narración en voz de García, sus fotos y el tránsito por el México actual, cambian de tono y se mezclan con imágenes de archivo. El objetivo es salvaguardar los testimonios sobre la obra de una vida dedicada a la fotografía y, al mismo tiempo, ofrecer desde la estructura del mismo documental un discurso coherente sobre el tema en cuestión.
El interés por lo humano que se trasluce en la obra de García está también vinculado con la preocupación por la forma. Sus fotos pueden mostrar las zonas más dolorosas de la marginación, pero lo hacen con una distribución simétrica, a veces centrada. Sin generar estereotipos banales, jerarquiza los protagonismos en esos estratos sociales. Le otorga la dimensión de lo vivido a sus retratos al atender a la distribución interna, por lo cual genera siempre una opinión personal sobre la sociedad. El documental de Montes de Oca se esfuerza por dialogar, de manera directa, con esta opción de García. La música de Alejandro Escuer mezclada con los ruidos ambientes y las voces de las televisoras, se convierte en el correlato perfecto para el contexto abordado. La banda de sonido del documental está muy bien armada y es eficaz por la magnitud de las connotaciones que genera. De manera que la transformación de la estructura, lo mismo a nivel visual que sonoro –a mi juicio con mayor organicidad en el sonoro que en el visual-, establece un nexo directo con el contenido sociológico de la propuesta. Es impensable que aquellos puedan estar desligados uno del otro. Por ello el recurso de la edición en paralelo de tiempos históricos distintos, donde chocan casi en el mismo plano una marcha comunista actual con protestas de los años sesenta a favor de la autonomía universitaria, configura un tiempo real. El presente y lo histórico provocan la misma pregunta acerca de cuánto ha cambiado realmente la sociedad.
Situados en el clímax de la experiencia de la Modernidad Vanguardista, la búsqueda de un discurso renovador en términos sociales se produce desde el interior de la obra misma. En gran medida el énfasis en la perfección formal de la fotografía de Héctor García anuncia un porvenir restaurado. Esta es la razón por la que parte de su trabajo puede comprenderse desde la mitología precolombina. Él mismo ofrece datos al respecto. Trata de armar con otros códigos el lenguaje que represente a la clase olvidada a que pertenece. Aquí, el tratamiento de lo marginal sugiere otro tipo de relaciones distintas a las acostumbradas en la actualidad. La utopía social de la década del sesenta encauzaba las razones de su esperanza por el cambio en el valor de una diferencia convertida en modo de expresión. Por eso no hay discrepancias radicales entre los temas tratados, ya sean las fotos de indigentes que pernoctan en las calles, las del cabaret Bombay o los retratos de personalidades, el lente dispone un encuadre casi perfecto.
El recorrido por la ciudad, que trasladaba la narración con el interés de ubicar los lugares que fueron objeto de fotos devenidas clásicos, termina convirtiendo en imagen fotográfica lo que recién fue el comienzo del viaje. Se le dio la vuelta al mundo de Héctor García y casi al descuido también a la actualidad mexicana. En la exposición Revelando y Rebelados declara: “nunca he tenido una pistola pero siempre tuve mi cámara”. Su actitud fue de un compromiso social auténtico desde el trabajo. Instaurar mitos a partir del encuentro directo con la sociedad y sus zonas prohibidas. No importa la pelea por la inmediatez de la noticia, lo principal es que se discursa con la fotografía. Las imágenes trasmiten un testimonio de lo que ha acontecido. En este sentido, el documental, como obra a su vez dedicada a la obra de García, se ajusta de manera cómplice y comparte sus argumentos. Los juegos formales con que se mezclan los datos de la vida, la obra y la actualidad mexicana, se encuentran en función de ofrecer un soporte a la altura del lenguaje fotográfico de aquel. Por ello el protagonismo nunca deja de ser suyo, no tanto por las referencias directas, como porque la estructura del documental de Montes de Oca, le rinde tributo en todo momento.
Descriptor(es)
1. CINE MEXICANO - DOCUMENTALES