Hombres del Marañón

La belleza del lugar es un alegato que por sí mismo garantiza el valor de las imágenes. Allí radica el hilo de continuidad de los diferentes relatos que aborda este documental de nuevo tipo. A partir de los datos geográficos, que transitan desde el Marañón y sus afluentes hasta la formación del Amazonas, se articula un viaje imaginario por las diferentes formas de vida del hombre andino. La realización de Raúl Gallegos se arriesga al mezclar, de manera transitoria, nociones arbitrarias de lo que puede ser el discurso televisivo de reportajes y dramatizados simples, junto con la animación en 3D. El resultado es un material que ata con ligereza caminos heterogéneos dentro de la documentación, pero que logra ser orgánico por la sinceridad de la propuesta y la ingenuidad de sus protagonistas.

La narración con voz en off de una gaviota que sobrevuela el terreno, es una opción poco original. Su relato paralelo a veces resulta redundante porque las imágenes por sí solas dan fe del los acontecimientos. Sin embargo, es una elección instructiva en la medida que este material se piensa también para el público de la región. La elección musical está también en función del diálogo directo con el ambiente. Se inserta no sólo por razones de autoctonía, sino como elemento dramático que avizora los conflictos recreados por los pobladores para nosotros. Las imágenes se captan con la distancia documental de quien pretende hacer un registro de los hechos, pero hay cierto nivel de histrionismo en las controversias familiares de la gente en las diferentes regiones. Los pobladores-personajes cuentan sus historias para un público ausente, aunque no miren a la cámara. Quizás es esa manera de esquivar el lente cuando recitan el discurso aprendido de su propia vida, lo que le atribuye a la presentación un alto grado de verosimilitud.

También es importante la situación histórica del pasado precolombino. Las imágenes recorren las ruinas, describen la grandeza de la civilización y su impronta en la religiosidad popular actualmente. La búsqueda se ofrece como la mirada a un pasado que legitima la diferencia de los pobladores actuales, ante el peligro que la modernidad tecnológica  representa para la reserva natural y para ellos mismos. El camino continúa sobrevolando los ríos más importantes de la zona. La vegetación y la fauna que caracterizan al lugar son intercaladas entre las breves estampas de sus habitantes. Cada una de ellas se sitúa según la parte que ocupe en el mapa. “Hombres de las alturas: con mis hierbitas no más” cuenta cómo a la abuela de la casa se la cura con las hierbas de la región antes de que el hijo llegue con medicinas de la costa, y cómo todos celebran, luego, que el susto haya pasado. “Hombres del valle: mañoso” narra la historia de Teresa, jovencita que aprende del testimonio de las mujeres que le rodean y logra librarse del acoso de un camionero. “Hombres del bosque húmedo: la competencia” se sitúa en medio de una comunidad indígena awajún y recrea cómo sobreviven y conocen el bosque. Por último, ofrece un bosquejo rápido del encuentro de los niños con el pueblo más cercano y la maravilla de las vendutas abarrotadas de objetos. “Hombres de las tierras bajas: aguardiente” continúa con el tema del comercio de baratijas en la zona. Pero esta vez tiene como protagonista a Blanca, muchacha que le robó a su marido abusador la tienda ambulante de la que ahora viven ella y su niñito, junto al ayudante que, quizás pronto, formará parte de la familia.


Abordar los conflictos de la vida de la gente, desde la narración ingenua contada por ellos mismos, termina por ser un buen recurso a la hora de documentar. No se logra una representación fidedigna de cómo acontecieron los hechos, pero se participa de aquellos elementos que privilegia la memoria y así se les comprende mucho mejor. Un dato importante es la solidez de las jerarquías familiares. La vida se estructura a partir de una comunidad reducida y estable de parientes cercanos donde aún conserva todo su sentido el respeto y la reverencia a los mayores. De ellos se continúa aprendiendo todo lo necesario para sobrevivir pues ayudan a establecer un pacto amigable con la naturaleza. Sin embargo, la mujer siempre queda en desventaja. Se las ingenia para vivir casi con mayor destreza que el propio hombre, pero socialmente está sujeta a su autoridad. Las historias de Teresa y Blanca representan los intentos de algunas mujeres por defenderse de las circunstancias que les ha tocado vivir. Las decisiones que toman y los riesgos que asumen pueden alejarlas de la comunidad. Su independencia está en constante peligro.

Nuevamente, la narración en off que acompaña las peripecias de cada una de las estampas, por momentos se torna reiterativa. Las resume con moralejas que, repetidas unas tras otras, resultan sumamente explícitas. Si bien hay una intención de carácter educativo en esta voz de la conciencia representada por la gaviota que aboga por la justicia y la vida de las comunidades aisladas y del planeta en general, lo cierto es que, si se convierten en eslogan, sus argumentos de valor pierden el sentido humano que fundamenta su certeza. No obstante, por ahora conservan la magia de la ingenuidad y ello le premia con una delicada belleza.