FICHA ANALÍTICA

Simón Rodríguez: el maestro
Rivalta Castro, Hugo

Título: Simón Rodríguez: el maestro

Autor(es): Hugo Rivalta Castro

Fuente: Revista Digital fnCl

Lugar de publicación: La Habana

Año: 2

Número: 3

Mes: Julio

Año de publicación: 2010

Los psicólogos aseguran que para entender a plenitud la vida de un ser humano, es imprescindible viajar a su pasado y conocer a las personas con quiénes se crió, y bajo qué circunstancias. Es sabido que en la infancia y juventud, etapas de crecimiento y desarrollo donde se forman valores morales y actitudes hacia la vida, el maestro es un ser esencial, tan importante como la familia. La historia latinoamericana registra muchos ejemplos de relación dinámica y creadora entre alumno y maestro. Sin embargo, dos de estos destacan por su singularidad: uno, el del prócer cubano José Martí, quien siempre mantuvo lazos estrechos con su maestro Rafael María de Mendive; y el otro, la fraterna pareja formada por el libertador Simón Bolívar y su maestro y orientador Simón Rodríguez.
Cuando el 1 de marzo de 1854 Simón Rodríguez fue enterrado en la aldea peruana de Amotape, reposaron la carne y los huesos del hombre viejo y enfermo pero su alma inquieta, en cuanto salió del cuerpo, fue a recorrer los pasillos del más allá, pues si bien nunca esperó nada de la vida, sí esperaba mucho de la muerte.
Han sido tantos los intentos fallidos de recrear el tema de la educación de manera sugerente y atractiva que, en los primeros planos del documental, cuando se revela que la historia es sobre Simón Rodríguez: el maestro, teme el espectador que los minutos que vienen sean largos, repletos de un difícil didactismo. Sin embargo, para disipar estos temores, la realizadora Belén Orsini emplea desde las primeras secuencias una dinámica edición, para mostrar el pueblo donde murió Simón. Igual acelera los planos donde los entrevistados dan sus testimonios, y hace acompañar estás imágenes con los sonidos de un intrépido violín. De esta forma adentra al espectador en un entretenido juego de imágenes y sonidos, en el cual recibe información histórica, seria, pero de un modo inteligente y seductor. Entonces, ya libre de prejuicios y temores, se entrega el espectador a vivir esta historia que se disponen a contarle.  
El documental aborda, en su comienzo, una vieja y conocida polémica que gira en torno a la autenticidad o no, de los restos que hoy descansan junto al libertador Simón Bolívar. Pero lejos de atizar esta encendida discusión que no parece acabar nunca, la realizadora toma partido por un argumento edificante. Ese que esgrime que si bien es difícil asegurar que en esa iglesia de Caracas, junto a los restos de Bolívar descansan los restos de Simón Rodríguez, lo que sí es cierto es que ese sitio es lugar de comunión de las almas del maestro y su alumno, el libertador. Para la poética del documental este punto es relevante, por la larga e intensa relación que estas dos figuras desarrollaron.
Aunque se dice que en su juventud Bolívar recibió clases de Simón Rodríguez, y que tiempo después el Libertador le escribió una carta reconociendo que había formado su corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande y lo hermoso, el documental pone de manifiesto que cuando de verdad el hombre sabio se convirtió en maestro de Bolívar fue allá en Europa, cuando lo ganó para la causa independentista. La representación de un momento tan especial en la historia de ambos, es una secuencia que los realizadores resuelven de manera interesante, pues las imágenes de una campiña venezolana, encendida por el sol rojo del atardecer, son acompañadas por la voz vibrante de un hombre que en la Iglesia de Caracas, junto a los restos del Libertador, lee de manera enérgica el solemne juramento de Bolívar, en el cual reafirmaba su decisión de no descansar su brazo ni dar reposo a su alma hasta romper las cadenas que oprimían a su Patria.
Varios estudiosos del tema aparecen en el documental y ayudan con sus testimonios a completar la figura del eminente pedagogo. En varias secuencias se narra el regreso de Simón Rodríguez a la patria ya liberada. Se cuenta con palabras detalladas como regresa Simón Rodríguez después de 25 años de estudios en Europa, para reunirse con  su discípulo, el Libertador, y desarrollar un plan de transformación educacional en las tierras americanas, ahora independientes, pero necesitadas de formar a sus ciudadanos a través de un nuevo e integral sistema de educación. Imágenes de las distintas ciudades en las que estuvo Simón Rodríguez y testimonios de los estudiosos muestran la labor de este maestro a través de Colombia, Perú y Sucre, gestando la fundación de escuelas y colegios, asumiendo a plenitud su misión de educador; misión que anduvo siempre sobrada de enemigos y detractores que, negados a implementar su nuevo plan de estudios, se resistían a su propuesta educativa avanzada. Toda esta información lleva a destacar uno de los detalles que más se le agradecen al documental, su firme intención de demostrar que, a pesar de las oposiciones, este hombre jamás se aprovechó de sus títulos para imponer su voz, jamás se aprovechó de sus influencias sobre Bolívar para obtener un puesto o implantar una opinión.
Aunque la historia de Simón Rodríguez convierte a este personaje en protagonista del documental, en cada minuto se habla de mucho más que de ese gran pedagogo. La educación como sistema integral, el alumno, el maestro; la escuela, la familia y la sociedad como formadores del ser social; la importancia de promover la lectura y la escritura para desatar el pensamiento cuestionador que convierta al ignorante en un individuo libre, son algunos de los tópicos que también aquí se desarrollan.
Esto se debe, sin dudas, a la posición comprometida de la realizadora con su realidad social. La historia pudo centrarse en desandar los pasajes dramáticos de la vida de Simón Rodríguez, revelar misterios y nuevas verdades, desmentir engaños y, aún así, resultar un producto atractivo. Pero el documental se abre a preocupaciones sociales y éticas de la América Latina contemporánea, y es en este punto cuando se engrandece, al señalar a la Educación humanista y solidaria como el único instrumento para salvar a los pueblos, al fomentar virtudes sociales que promuevan la ayuda solidaria y el verdadero interés por el otro.  
A pesar de abordar temas serios, nunca se hace aburrido el documental pues, además de una correcta selección de entrevistas y el resto de los materiales que brindan información, la presencia de niñas y niños como personajes de esta historia se convierte en un elemento singular de la puesta en escena. Alegres, con pinceles y brochas, niños y niñas se acercan a potes de pinturas de distintos colores, y dejan sus trazos en un mural. Al mostrarlos reunidos y contentos en los patios de escuelas, jugando en parques o desandando calles, la historia alcanza un brillo que no viene dado por la simple presencia de ellos en pantalla, sino que estalla el brillo al escucharlos comentar frases de sabios, expresarse sobre la escuela, los libros, o sobre los dos Simones, Rodríguez y Bolívar. En esta secuencia los personajes niños y niñas se conectan con el espectador, al escucharlos opinar y sentir que sus palabras se llenan de significados que representan el germinar de muchas enseñanzas, la luz que rescata al maestro de las sombras. Simón Rodríguez… es un documental que, desde la vida tormentosa de un hombre, habla de la pasión por enseñar, por educar y brindar amor.         



Descriptor(es)
1. CINE LATINOAMERICANO - DOCUMENTALES
2. CINE LATINOAMERICANO - HISTORIA Y CINE
3. ORSINI, BELÉN,

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