Familia: la historia de un canal, un istmo, un continente. Por: Johan Moya Ramis. Los buenos aciertos del docudrama y las vertiginosas secuencias al estilo discovery channel son los componentes cinematográficos fundamentales que arman este interesante trabajo del realizador panameño Enrique Castro Ríos, donde el cine y la visión ecológico-espiritual se dan la mano, esta vez en torno a la historia del canal de Panamá. Mediante un ambicioso argumento cuya trama aglutina distintos momentos de la historia de Panamá, su gente y el canal, Castro Ríos se mueve entre las distintas estructuras sociales de su país a golpe de secuencias en su indagación acerca del porqué una vez más es la importancia económica de los lugares la que legitima a las personas que allí viven y no viceversa. Y es que sin personas no hay posibilidad alguna de que ningún lugar en el mundo se desarrolle. Por otra parte, en el trasfondo de la narración, la sociedad industrializada emerge con su proyecto de tecnología sin considerar la tierra, sus recursos y los grupos indígenas que la pueblan, sino que los ve como un medio cuyas riquezas deben ser sustraídas sin importar los graves daños colaterales al medio ambiente y al hombre que lo habita. La narración en primera persona le imprime un profundo aire intimista a una historia que no resulta impositiva, tampoco trágica o fatalista, pero que no olvida poner el dedo en la llaga. Castro Ríos se esfuerza por develar la inequidad versus desarrollo sobre la conciencia social en los habitantes de un país que, a juicio de la historia, le debe todo lo que es a su peculiar geografía, única en el mundo. Pero la exclusividad puede tener un alto precio. El trabajo de edición, el audio y la música de buena factura, apoyan y respaldan tanto a las entrevistas como a las imágenes de archivo que abundan en la obra y le dan vigor y cuerpo a la historia pues brindan los matices que ayudan a complementar la intención del autor. Dicho propósito es reflexionar y denunciar que la victoria del pueblo panameño en la recuperación del canal en 1977 -por negociaciones de Omar Torrijos, presidente en aquellos días-, puede perderse a partir del referendo del 2007 acerca de la ampliación del canal por las terribles consecuencias para la ecología y la economía de Panamá, sobre todo para los pueblos que viven en las márgenes del canal. El director plantea y lleva sus preguntas sin respuestas a un punto polémico donde se propone mostrar las futuras consecuencias de la ampliación del canal, cuyos beneficios solo los ven las clases. El pueblo queda desplazado, así, de la riqueza por la cual apostaron en sus votos y a la vez quedan endeudados en lo que parece una gran abertura hacia el progreso. El lenguaje, aunque coloquial en su tono, se mueve en un registro entre los planos de la protesta, la denuncia y lo burocrático. Ello atenta contra la estructura del documental bajo el viejo tono de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” en una atmósfera de utopía. Lleno de hechos y acontecimientos, el autor plantea que la historia del canal y su gente es también la historia de muchos otros países de la región, que necesitan otro proyecto de sociedad. Familia es una mirada intima y profunda desde un género abierto, que siempre se plantea una exploración de la realidad que debe revelarnos algo, Enrique Castro Ríos, sin dudas, lo hizo en su opera prima.