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30 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO (FNCL)
Lossada, Juan Carlos
Título: 30 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO (FNCL) (Artículos)

Autor(es): Juan Carlos Lossada

Publicación: Mérida, Venezuela : CNAC/FNCL, 4 de diciembre de 2015

Idioma: Español

Fuente: Cinerocinante

Formato: Impreso, Digital

En una entrevista que fue publicada en la Revista Bohemia, Cuba, a apenas 4 meses de haber logrado abrir las puertas de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, hace 30 años, nuestro querido Gabriel García Márquez nos recordaba que “si hacemos una Fundación que tiene como objeto principal la unifi cación del nuevo cine latinoamericano y su fomento, lo primero que tenemos que saber es cuál es la situación real del cine y la televisión en el continente.”
Ese breve aserto de Gabo entrañó tres ideas fundamentales, sin duda vigentes, cuyo orden es meramente instrumental: la primera es la premisa, por demás constatada, según la cual desde distintos países de nuestra América se venía haciendo un cine nuevo, consustanciado con sus realidades y sueños, aunque pensado y construido —y también atrapado y por tanto fraccionado— en las fronteras interiores, “nacionales”, de una patria más grande a la que había -y hay- que procurar.
La segunda idea, por demás obvia y tal vez por eso mismo, más indispensable de ser repetida —y asumida— una y mil veces, pone de relieve la necesidad de conocernos más, de hurgar en los más recónditos datos y detalles de nuestras realidades audiovisuales, en una forma en que —para poder ser orgánicamente un cine latinoamericano y no solo en su apariencia— siempre se procure conocer la realidad total, con el fi n de orquestar naturalmente las energías del conjunto para encaminar los balances y complementos, con la misma imperiosa necesidad de saber que los productores y realizadores requieren del desglose del guión concebido y del plan de rodaje diseñado para poder intentar gobernar la realidad y no acabar en un naufragio de sueños, recursos materiales y creativos, a causa de la acción imprevista de lo previsible.
 La tercera idea, el compromiso, conglomerado en torno a un espacio nuclear que nacía formalmente con un nombre, el de la FNCL, para convocar y alinear las voluntades de los hombres y las mujeres de la pujante cinematografía latinoamericana con el objeto de impulsar defi nitiva y establemente su fomento, su promoción y sobre todo su integración, tomando muy en cuenta el compromiso de vencer las asimetrías, mediante el apoyo y el acompañamiento a las cinematografías emergentes de la región.
 “Es obvio que una fundación no puede inventar un movimiento cinematográfi co como lo es el Nuevo Cine Latinoamericano. Lo que pasa es que nosotros nos hemos dado cuenta de una cosa que es muy evidente. Y es que existe. Es una explosión de un cine nuevo. Lo que estamos tratando es de crear condiciones para impulsarlo, de introducir ese movimiento en el mercado (...) Los brasileños, los venezolanos, los mexicanos, los colombianos y los argentinos hacen cine, pero son cines fragmentarios. Lo que tratamos es precisamente de unifi car ese movimiento y que haya una interrelación de todos los cines nacionales”.

Cuando esto se dijo, cuando esto se asumió, cuando la FNCL abrió sus puertas hace 30 años, el estado cinematográfi co latinoamericano tenía muy desiguales condiciones y características. Había mucho por hacer, pensándonos y retándonos como conjunto. Muchas las asimetrías que superar. Enormes los obstáculos que vencer no solo de cara a concebir obras de manera copartícipe y conseguir la circulación más amplia posible de todas ellas, sino también la de sus creadores y la de los recursos materiales y creativos de cada “parte”. No faltaba quien se preguntara —sin razón— si realmente nuestra América compartía vívidamente el deseo de alcanzar un estado de integración verdadero de nuestros desarticulados entre sí, cines nacionales, auténtico e indispensable combustible de una llama perpetua.
De allí la importancia de la FNCL como formidable propiciadora de la búsqueda de una unidad histórica anhelada, que no de estéticas ni de formas convenidas, sino unidad de conciencia, cohesionada y coherente, de pueblos hermanos de la América meridional, en toda su vastedad y diversidad. Son muchas las acciones concretas impulsadas por la FNCL hilvanadas en persecución sostenida de sus osados objetivos, pero en razón de la economía del texto que nos ocupa, mencionaré solo dos: la primera sin duda alguna es su hazaña eiceteviana, la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, que ha logrado formar en 29 años, en un concepto libérrimo, robinsoniano, multicultural, pluriartístico, la descomunal cifra de más de 800 cineastas de todos los mundos, provenientes de más de 50 países de todos los continentes, originarios de las más disímiles realidades, en ese maravilloso convencimiento de que el cine fundamentalmente, se hace con gente, con las ideas de las gentes, con la pasión desbordada del principal recurso del séptimo arte: la base humana sensible y sensibilizada, por demás consciente de su responsabilidad estelar de ser constructores de sus propios imaginarios audiovisuales.
Está aún por calibrarse en justicia el gigantesco servicio que muchos egresados eicetevianos han hecho al avance del estado audiovisual en sus respectivas naciones originarias, la contribución que han prodigado y siguen prodigando a la formación de nuevos lenguajes y en algunos casos notablemente meritorios, la prestación inobjetable que han hecho posible y siguen haciendo a la alfabetización audiovisual de cinematografías emergentes.
Tal es la dimensión profunda, orgánica, de este proyecto trascendental nacido del sueño perseverante de Gabo, abrazado tan generosamente por el Estado cubano, acompañado del compromiso intelectual, político y artístico de tantos hombres y mujeres conjurados por el inspirador movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. Y tal por cierto, debe ser el compromiso renovado de todos los institutos de cine de nuestra América y de todas las organizaciones exteriores a nuestro continente cuyas misiones sea la de respaldar emprendimientos educacionales de verdadero calibre mundial, en la tarea de asegurar entre todos, la continuidad frondosa de una Escuela que es a la vez orgullo y patrimonio de la América meridional. No exagero al afi rmar que la suya es la suerte del nuevo, siempre nuevo, cine latinoamericano.
La segunda acción extraordinaria motorizada por la FNCL, se expresa en la actual existencia del tejido institucional internacional, orgánico, de la integración cinematográfi ca iberoamericana, que toma la forma de la Conferencia de Autoridades Cinematográfi cas de Iberoamérica (CACI), de su Secretaría Ejecutiva (SECI) y de la Unidad Técnica del Programa IBERMEDIA (UTI).
Correspondió a la FNCL, con el inestimable liderazgo de Gabo, con su prestigio aglutinador, dar los pasos indispensables —fueron muchas las conversaciones y encuentros con jefes de Estado y de Gobierno, con las vanguardias intelectuales y liderazgos culturales continentales— para abonar el camino de la concreción de la tantas veces anhelada —y tantas veces pospuesta— anfi ctionía de nuestra América celebrada en la capital venezolana en noviembre de 1989. Sin el ascendente que a través de la FNCL ejerció Gabo para persuadir a quienes había que persuadir para generar el inusitado entusiasmo integrador de entonces, es muy difícil que se hubiera producido el histórico y defi nitivo encuentro.
De modo que el llamado Foro Iberoamericano de Integración Cinematográfi ca de Caracas resultó con la adhesión que 13 países de la región hicieron de los acuerdos que permitieron el nacimiento, dos años más tarde, de la CACI, el organismo internacional que agrupa actualmente en torno al cine a España, Portugal y a la práctica totalidad de las naciones latinoamericanas, y que tanto ha signifi cado en la modelación sistemática de sistemas de fomento y marcos regulatorios audiovisuales en países donde nada o poco había.
Ocho años después de esa hermosa asamblea de integración cultural de Caracas, en la que participaron representantes del cine, la política y la cultura regionales y que tuvo a Gabo y a Alquimia Peña como participantes estelares por la FNCL,nace IBERMEDIA, un programa de fomento a nuestro cine que muestra como saldo más de 700 películas coproducidas entre la veintena de naciones iberoamericanas que conforman hoy día el espacio audiovisual que compartimos; más de 800 apoyos a la germinación de proyectos cinematográfi cos, que en su inmensa mayoría acabaron conformándose como obras defi nitivas de la cinematografía latinoamericana en su vínculo fecundo con España y Portugal y un número importante de iniciativas de apoyo a la formación de más y nuevos cineastas.
Y es que, siempre obsesionada por la noble idea integradora, y también permanentemente inquieta ante la necesidad de evitar los fraccionamientos y los atajos chovinistas, la FNCL, a través de Gabo nos recordaba: “(...) ¿qué estamos tratando de hacer, como representantes de la Fundación? Pues conversando con cada país, diciéndole: «Son perfectas sus leyes de protección, pero vamos a hacerlas de tal manera que sirvan más bien para integrar ese cine en un solo movimiento y no para convertirlas en nuevas fronteras, en una frontera más entre las muchas fronteras que hay entre los países latinoamericanos. »
Cuando el Comité de Cineastas de América Latina, C-CAL, se constituyó hace 41 años, delineó un trazado fundamental para el cine latinoamericano. Le debemos mucho al C-CAL, mucho de lo que hoy vivimos como sueños que han comenzado a hacerse realidad. La FNCL, como hija del C-CAL a su vez se ha convertido en madre de los nuevos hijos e hijas que han surgido y siguen surgiendo por doquier en la indómita e irredenta América Latina.
La FNCL no solo tiene que enorgullecerse de su pasado, sino que también debe tener seguro el importante rol que tiene en su presente y en el futuro de la región. Orgullosa de todo lo que ha aportado para que los latinoamericanos no solo nos veamos y nos sintamos más cerca los unos de los otros por medio de nuestras pantallas, sino para que efectivamente lo estemos.
Y tengo un convencimiento simple y nítido: si bien ahora es cuando tenemos tarea por hacer en el camino de la integración defi nitiva de nuestros cines, contamos con la FNCL para seguir adelante hasta alcanzar ese inmenso e indeclinable propósito. Con Gabo lo afi rmamos, así de simple y así de desmesurado.

Descriptor(es)
1. FUNDACION DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO (FNCL), LA HABANA, CUBA
2. HISTORIA DEL CINE - LATINOAMERICA