FICHA ANALÍTICA

Una mirada al desarrollo del audiovisual en República Dominicana
Lora Robles, Félix Manuel

Título: Una mirada al desarrollo del audiovisual en República Dominicana

Autor(es): Félix Manuel Lora Robles

Fuente: Revista Digital fnCl

Lugar de publicación: La Habana

Año: 3

Número: 4

Mes: Diciembre

Año de publicación: 2012

No es de dudar que el cine dominicano, después de estar prácticamente en un anonimato insular, es hoy una filmografía que ha querido llamar la atención frente a las demás cinematografías del continente. Aunque «la nuestra» se debe analizar con otras medidas y nuevas nomenclaturas para poder entender los desafíos que ha tenido que enfrentar.
   Se puede afirmar que el interés del dominicano por fijar una estructura cinematográfica no es nuevo. Es indudable el atrevimiento de Francisco Arturo Palau con La leyenda de Nuestra Señora de la Altagracia realizada en 1923, y un año más tarde, con la comedia Las emboscadas de Cupido. Ambas producciones, aunque no produjeron un estímulo para la realización constante, marcaron hitos dentro de la prehistórica manifestación del cine en el país.
Muchos han sido los obstáculos y vientos en contra que varios realizadores criollos han tenido que sortear para realizar ese sueño de celuloide lleno de esperanza y valor. No obstante, se ha podido construir un cine que, con sus carencias propias, ha tratado de reflejar el imaginario colectivo del dominicano con sus virtudes y defectos.

El U-Matic, Betacam, VHS y otros soportes en el cinema dominicano
Se reconoce que en la sociedad occidental contemporánea la llamada «cultura audiovisual», es un rasgo íntimamente ligado a la presencia de los medios de comunicación masiva y sus lenguajes.
   Al analizar nuestras sociedades no podemos evitar referirnos a los elementos tecnológicos y los procesos de comunicación masiva, que van irremediablemente transformando el hábitat sociocultural. Ahora el mercado audiovisual tiene que verse más allá del cine, tiene que diversificarse hacia la televisión, la Internet, el celular y en todos los contenidos audiovisuales para producir películas y productos para todos esos medios.
   El avance del campo audiovisual en República Dominicana ha estado siempre sometido a las convencionalidades de las estructuras económicas, y han sido ciertos sectores de los grupos económicos poderosos los que han promovido e importado las nuevas tecnologías que, posteriormente, son utilizadas en los distintos medios de comunicación con un carácter más de poder mediático-comercial que de convencimiento del aporte educativo y cultural.
    Al hablar de video se percibe inmediatamente en la mente la imagen de la televisión, debemos entonces entender que la televisión es el medio para trasmitir imágenes a larga distancia, pero estas imágenes (señales de audio y de video) pueden haber sido registradas con anterioridad en cintas magnéticas o trasmitidas en vivo sin necesidad de una grabación, es por eso que la televisión es solamente un medio compuesto por satélites, parabólicas, etc., los cuales trasmiten lo grabado o lo programado en vivo.
   El video, en cambio, es un trabajo preconcebido, es un trabajo de preproducción, realización y edición, que se encuentra contenido en una cinta magnética y puede ser trasmitido por televisión, o mostrado a través de un video reproductor en un monitor, una computadora u otro medio según sea el caso.
   Un interesante proceso fijado en las producciones presentadas en el medio televisivo fue, precisamente, el aprovechamiento del soporte del video para exponer trabajos realizados, en un primer momento, en soporte de celuloide. Un fenómeno que, aunque no relegaba la función del video dentro de su medio natural, sí otorgó una familiaridad de un soporte que encontró una receptividad sustancial en varios realizadores que produjeron trabajos en formato de 16 mm para tener una amplia difusión en el área televisiva.
   Entre estos primeros trabajos, podemos encontrar uno realizado en 16 mm por Martín López y Máximo Rodríguez denominado Lumiantena (1981). Este trabajo fue premiado en la categoría libre en la XV Bienal de Artes Plásticas.
   Prosiguiendo con estos primeros momentos, tenemos una producción que involucró una investigación acerca de nuestro folclore: Carnaval y caretas (1981), un documental dirigido por Pedro Guzmán Cordero (Peyi) definía en su texto visual las diferentes manifestaciones carnavalescas en las distintas regiones del país.
 Camino al Pico Duarte (1982), dirigido por Claudio Chea, supuso un encuentro y una alerta contra la deforestación, mezclando la fotografía del paisaje, el discurso científico y el testimonio campesino. También a este trabajo de Claudio se le suma El valle de San Juan (1983), centrado por igual en la preservación ecológica, El paseo de la Virgen (1983), sobre una antigua tradición de la villa de pescadores de Palmar de Ocoa, y El Acuario Nacional (1985), un documental educacional sobre ese nuevo museo nacional.
Estas producciones tuvieron amplia difusión en el medio televisivo gracias al soporte del medio del video, lo que permitió que el amplio público que abarca la televisión aprovechara su exposición visual y argumental.
En este punto no podemos ignorar otro trabajo que obtuvo un premio internacional por su excelente banda sonora. Se trata del producido por Jaime Piña y dirigido por Carlos Cristalina, titulado Las pausas del silencio (1982), con música de Luís Días, arreglos de Juan Luís Guerra y con interpretación vocalizada de Maridalia Hernández.

Para la pantalla grande
Años más tarde el video entra en una nueva etapa con una tendencia hacia los argumentos políticos y polémicos, esta vez con el uso exclusivo para su exhibición en las salas de cine.
   El primer trabajo fue el realizado por el Frente de Izquierda Dominicana (FID) para el veinte aniversario de la Revolución de Abril, titulado A golpe de heroísmo. Este documental fue presentado, al público por primera vez el 24 de abril de 1985, cobrando por su exhibición en Casa de Teatro, que sirvió como escenario para tan importante evento. La realización estuvo a cargo de Tommy García, con la participación de Tanya Valette y la edición de Ives Langlois. Este mismo material fue difundido en varios países entre los que se encontraron: Cuba, Nicaragua, Panamá y Norteamérica.
   Este tipo de trabajo dio paso a los realizados posteriormente por René Fortunato, iniciado en 1988 con Abril: la trinchera del honor, primer largometraje documental de este cineasta, que marcó el inicio de una fructífera serie que abarca las del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina con el tríptico del El poder del jefe, La herencia del tirano y La violencia del poder. Fortunato, utilizando los recursos que ofrece el género del documental, capitaliza todo un documento histórico, salvando las dificultades del dramatismo que delimita la misma estructura del documental.
   Antes de estas producciones, Fortunato había hecho un uso progresivo del video para la realización de sus trabajos documentales en aquel debut de 1985 como realizador del documental Tras las huellas de Palau, sobre la vida y obra de Francisco Arturo Palau, primer cineasta dominicano. En agosto de 1987 estrena el documental Frank Almánzar: Imágenes de un artista, para luego realizar en 1990 el musical Caribe, Premio del Público en la XVII Bienal de Artes Visuales.
   Otros realizadores también asumieron responsabilidades al revelar sus producciones cinematográficas de ficción, utilizando el video como único medio que les facilitó su exposición ante el público. Entre estos se encuentran Alfonso Rodríguez, Jorge Lendeborg, Elías Acosta, Federico Segarra, José García y Julio Fuma Polo.
   Precisamente el formato 3/4, conocido como U-matic, fue utilizado por profesionales de la televisión y, por su bajo costo, determinó una concentración de trabajos audiovisuales tanto para el medio para el cual fue creado como, en el caso de República Dominicana, para ser proyectado en los cines.
   Aparte de los trabajos documentales de René Fortunato, otros asumieron las facilidades de los costos y las garantías de este formato, y solucionaron sus historias cinematográficas con el convencimiento de que no importan los recursos técnicos utilizados sino el cumplimiento del rigor fílmico.
Alfonso Rodríguez asumió su primer largometraje para el cine bajo este formato y ofreció la historia titulada Tráfico de niños (1988), un drama sobre las bandas que se dedican al tráfico de menores y la valentía de un periodista para descubrir esta red de traficantes.
   Estrenada en diciembre de 1988, la experiencia no fue bien asumida por el público dominicano, que no logró captar el mecanismo de este formato en las salas de cine como una experimentación dentro del contexto de la ficción.
   Otro producto fílmico bajo el formato de Video Betacam SP fue el dirigido por Jorge Lendeborg, titulado Víctimas del poder (1998), un thriller poco efectivo que mezcla una historia de amor con los vericuetos de la corrupción policial y empresarial.
   Estrenada en junio de 1998, la cinta demostró las debilidades de una industria que, por las dificultades de obtener los recursos necesarios para la realización en celuloide, se tomó la iniciativa del video como forma de suplir esta carencia económica.

Cine provincial: contar historias a bajo precio y formato

Paralelamente al cine dominicano, hecho para los multicines localizados en grandes plazas de la ciudad capital y de otras importantes ciudades del interior del país, existe un cine que camina por un camino menos privilegiado, pero sin dejar de ser la voz de los jóvenes realizadores de las provincias.
   Este cine es caracterizado por ser amateur, pues sus realizadores no han tenido una educación cinematográfica formal. Es marginal, puesto que solo es exhibido en sus respectivos pueblos y no entra a los circuitos normales de distribución y exhibición, y es de bajo presupuesto, porque es realizado con pocos recursos, utilizando los formatos más próximos a su realidad tecnológica. No obstante, ha estado promoviéndose a sí mismo desde hace varios años sin el estímulo de alguna política estatal ni institucional. Aunque por sus propias características como amateur, no queda exento de ser reconocido como parte de la filmografía dominicana por sus aportes a la búsqueda de una identidad nacional.
   Algunas bases históricas que permiten localizar un inicio aproximado de este tipo de producciones están a principios de los años ochenta, precisamente cuando las cámaras de VHS (Video Home System) hacen su irrupción en el mercado del audiovisual en el país.
   Por esos años un joven de nombre Héctor J. Peralta pudo grabar en la ciudad norteña de Puerto Plata una especie de western, reinventando el viejo estilo dentro de un contexto tropical y haciendo añoranzas de ese Viejo Oeste de Búfalo Bill, Jesse James, Johnny Guitar o John Wayne.
   Bajo el nombre de La venganza del Viejo Búfalo (1984), Peralta recrea los viejos enfrentamientos entre el bien y el mal, así como las rivalidades entre el bueno, el malo y el feo.
   La filmación se realizó entre septiembre y noviembre de 1983 y estuvo editada para abril de 1985, cuando fue presentada en Gala Première en la comunidad de La Isabela en un televisor de gran tamaño llevado desde la capital.
   Desde entonces sólo ha sido vista por pequeños grupos de cinéfilos en exhibiciones privadas. Nunca fue presentada masivamente debido a que, para la época, los sistemas de proyección de video resultaban muy costosos.
   Freddy Gutiérrez, oriundo de Esperanza, Moca, se inició en el cine amateur a través del formato de VHS, logrando dos largometrajes fílmicos que únicamente fueron conocidos en su lugar de origen. El primero se titula Pasión mortal (1995), una cinta que remite a los rituales dramáticos sobre las vivencias humanas del amor obsesivo, y el segundo Asesino a sangre fría (1999), título evocador de esos thrillers americanos sobre asesinos en serie.
   El amateur Ramón Domínguez, que se hace llamar El Solitario, estrenó el 8 de enero de 1997, en la discoteca Maggie Club de San Cristóbal, una especie de crónica social de 45 min sobre un personaje urbano formado por la precariedad económica que inventa, como su sustento económico, la utilización de su motor de dos ruedas para transportar pasajeros. De esta manera surgió Johnny el motoconchista, un relato sobre las experiencias de un ser humano frente a la realidad que lo circunda.
   Después de varios meses de rodaje en esta ciudad, el director de fotografía y cineasta dominicano Elías Acosta exhibió, el 21 de septiembre de 2003, en la sala de la Cinemateca Nacional, un trabajo titulado Los inmortales. El filme recoge los episodios en los cuales se encuentran envueltos dos grupos de jóvenes narcotraficantes que se disputan el negocio de los estupefacientes.
   Para el rodaje de esta historia, Acosta y su equipo técnico utilizaron varios de los puntos históricos de la ciudad como el parque Sánchez, el abandonado local de La Guandulera y la catedral, todos sirvieron como zonas de referencia geográfica para la historia.
   La película fue realizada en video de alta definición y se convirtió en la primera cinta dominicana que se proyectó en una sala en su formato original, directamente desde el disco duro de una computadora. La producción estuvo a cargo de «La gaveta de los sueños» y un grupo organizado por el periodista Cassandro Fortuna, que se ha convertido en un incentivo para hacer cine desde esta provincia.
   El fenómeno provincial, acontecido en el 2003 en San Juan de la Maguana, empezó a contagiar a otros que, sin ser cineastas ni tener alguna experiencia previa, jugaron a las cartas para continuar con el incentivo propio de construir historias sin importar los rigores que todo producto fílmico debe sortear.
   Otro intento, menos atractivo por su falta de criterio elemental y de rigor cinematográfico, es encontrado en otro largometraje realizado en Puerto Plata, y es el realizado en video por Víctor Belén en colaboración con el Grupo Comunitario Superación 2000, titulado Engaño de ilusión (2004), una suerte de relato sobre unos jóvenes que, frente a la falta de recursos económicos para satisfacer sus ideales de buena vida, se enfrascan en la venta de las drogas dentro de su sector.
   Existen otros subproductos del cine dominicano que, si bien constituyen parte de la filmografía del cine dominicano, se convierten en referentes marginales por la falta de publicidad, pero que de todas maneras es correcto incluirlos dentro de un inventario referencial:
   Afán: enfrentar o morir (2004), es un producto que enfrentó a su realizador Julio Mejía con los rigores de hacer una ópera prima. Realizada en formato digital tomando varios lugares del norte de República Dominicana, parte de la historia de acción sobre una pareja cuya existencia cambia radicalmente al grabar accidentalmente un crimen.
   Directamente de la ciudad de Bonao el amateur Pablo Roberto Saviñón, sumándose al uso del video digital, realizó un producto fílmico como una unión de piezas y géneros con la intención de focalizar una problemática ecológica de la región. Con Masacre en el Yuna (2004), Saviñón cuenta la historia de un asesino en serie que ronda por los alrededores del río Yuna, asesinando a todo aquel que se encuentre en el lugar.
   Exhibido en calidad de estreno nacional el 9 de enero del 2004, este producto se adocena al conjunto de intentos poco fiables para impulsar una real directriz sobre el cine dominicano.
   Otro joven realizador dominicano también aportó para el 2004 una producción que vino a expandir aún más la posibilidad filmográfica nacional desde las provincias. Carlos Manuel Plasencia, escribió, dirigió y produjo La cortina del palacio, un proyecto iniciado en el 2001 por el equipo de producción de LCADV, Entanga Pictures, y que finalmente logró concluirse para su exhibición en agosto de este mismo año en la sala de la Cinemateca Nacional. Grabada en la ciudad de Jarabacoa en formato de video digital, envuelve una historia de amor de dos jóvenes que tienen que vencer los obstáculos de su unión.
   Plasencia construye una historia con visos bucólicos, explotando un poco las bellezas naturales de esta región y desarrollando un relato sin una trama complicada para el espectador. La ingenuidad de la interpretación de sus actores noveles impide un tanto el empuje profesional que se debe dar a un filme, aunque en algunos momentos se percibe cierta frescura.
    Jorge L. Domínguez e Isaura M. Feliz, se introdujeron en esta corriente audiovisual y concretaron, en el año 2005, el largometraje titulado El narcotráfico, una especie de redundancia sobre la violencia callejera y el perfil de personajes marcados por la incertidumbre existencial. La historia en sí misma se presenta como un callejón sin salida, como una inquietud sin ningún rigor cinematográfico, pero sí con el impulso de caminar a través de una solución incorporada por la falta de mecanismos reales de educación fílmica local.
    Andrea (2005), dirigido por Roger Bencosme y Frankeli Bencosme, es una especie de thriller con tintes fantasmales, cuya historia toma un conflicto en torno a una cruz que es removida de una tumba por Andrea y cuyo espíritu, cautivo por años en su tumba, se levanta para lograr una vieja venganza. El filme logró, desde la provincia, marcar una propuesta por un cine de género, alejado de las comedias que habían matizado el panorama  para andar por nuevos  caminos.
   En el 2012, la segunda propuesta de este realizador titulada Lascivia se decantó  por contar la historia de una mujer que llega a una comunidad rural para ayudar a un grupo de niños con su escolaridad, pero su belleza despierta el deseo carnal de un hombre con poder económico en el lugar.
   En el 2008 otra realización rural toma la misma ruta para proponer distintos matices del terror criollo. Javier Vargas con Las cenizas del mal centra su filme en hechos que están ocurriendo en varios pueblos de la costa norte de República Dominicana, donde, en los últimos días, se han producido muertes extrañas. La condición de cine amateur le otorga fallas elementales que vienen precisamente por las deficiencias en las actuaciones y en algunos aspectos técnicos pero, por encima de estas deficiencias, se puede inferir que es un cine que busca encaminarse por un espacio que pueda favorecerle en un futuro.
   No se puede evaluar con estricta regla. Es una experiencia interesante, que tiene que evaluarse en varios aspectos: en una técnica poco trabajada y en un guión que posee sus deficiencias también.
   Este trabajo realizado por estudiantes y patrocinado por la Universidad Tecnológica de Santiago tiene el tema de los cultos satánicos, y trata de dejar claro una postura de la institución sobre aquellos grupos de adolescentes que se internan en este tipo de práctica.
   Con el filme Navarrete (2007), filmado en Santiago de los Caballeros por Rinel Ozoria, se propone seguir en la ruta de propuestas provinciales con cierto compromiso de evolución argumental. El mismo narra una historia de amor imposible entre un joven comunista y la hija de un poderoso narcotraficante del pueblo.
   La producción procedente de Nizao, Tu Mundo en la Calle (2008), de Mario Melvin Díaz, provoca una visión cruda y descarnada sobre las vivencias de muchos jóvenes de hoy en día con respecto al tráfico de las drogas.
La reliquia (2008), enmarcado también en el cine amateur y provincial, provoca mucho interés dado su estilo evocativo de muchos filmes de terror clase B norteamericano. Boccaccio Guzmán, un joven prometedor de Cotuí, ciudad al norte de República Dominicana, fue quien realizó ese trabajo, colocando la cámara con mucha intuición para construir ese mundo imaginario. Auxiliado por un grupo de jóvenes técnicos y actores no profesionales, acude al formato digital y a las reglas del género del terror, y logra un producto que sorprende por su construcción y por su versatilidad en el manejo del suspenso.
   El filme trata sobre el espíritu atormentado de una niña que, por los maltratos de su madre, vaga en su antigua casa, adonde una joven se muda. Desde ese momento el espíritu no deja de perseguir a la chica. Primero lo hace a través de los sueños, pero luego el espíritu se manifiesta en la realidad, castigando a la chica igual que como le castigaron a ella.
Entre los otros productos de este mismo realizador se encuentra El bosque (2009), centrado en el subgénero de «slasher», muy similar a cintas norteamericanas como Halloween, Friday 13th o Scream, caracterizado por la presencia de un psicópata que mata a sus víctimas con cuchillas o sierras.
   Katherine (2012), es otra de las realizaciones de Boccacio, donde se ajusta a las convencionalidades del formato HD para relatar la historia del secuestro de una joven y la futura venganza de su compañero para rescatarla.

Una nueva generación avanza
La producción cinematográfica realizada en el último lustro en República Dominicana ha permitido un proceso que, si bien ha alcanzado algunas conquistas en términos de una constancia creativa, todavía no ha superado difíciles obstáculos para armonizar los factores artísticos con la demanda industrial.
   Después de los aportes de un grupo de cineastas como Ángel Muñiz (Nueba Yol, Perico Piriao, Ladrones a domicilio), José Enrique Pintor (La cárcel de La Victoria, Sanky Panky, Santicló, la vaina de la Navidad), Alfonso Rodríguez (Tráfico de niños, Un macho de mujer, Yuniol), una nueva generación se perfila como garantía para poder asumir los compromisos dentro de un marco más dinámico de propuestas y alternativas en el cine dominicano.
   Luego de pasar por el mercado de los videoclips, Miguel Vásquez realizó en el 2003 Éxito por intercambio, un relato sobre una pueblerina que llega a la ciudad a probar suerte como cantante. Luego, en el 2012, regresa con su segundo tema en tono de comedia, Un lío de falda, para abordar el género sin experimentar cambios sustanciales.
   José García, un joven realizador que posee una filmografía en el área del cortometraje, ha experimentado los bemoles del género de larga ficción con la producción Un cristiano de la secreta (2005). Otro aventajado realizador es Víctor Manuel Ramírez, iniciado en 1997 con los cortometrajes, en el 2006 realizó Espejismo, su primer largometraje de ficción y luego realizó su segundo trabajo, La conquista (2011).
   En el 2008 José María Cabral asoma la cabeza en la industria local con el mediometraje Excexos, una cinta modesta sobre un joven de clase media alta que se ve involucrado en un torbellino existencial producto de las drogas, el alcohol y la vida desenfrenada. Cabral, después de otros experimentos con la modalidad del cortometraje, termina de rodar Jaque Mate (2011), su primer largometraje que se enfrasca en el género del thriller de acción.
   Un interesante hito histórico en la cinematografía dominicana vino cuando Jorge y Luís Morillo realizaron, hace varios años, un cortometraje animado de ocho minutos titulado 3 para banquete (2004), donde narraba la historia de un chivo, un pollo y un cerdo que, tras la sospecha de convertirse en los platos para la cena de Nochebuena, se escapan de la granja donde se encontraban para emprender una aventura en el exterior.
   Esta semilla más adelante germinó en las cabezas de estos dos hermanos y junto a otros compañeros de faena resolvieron extenderla, convirtiéndose hoy en los pioneros del largo animado en el país con el producto titulado Tres al Rescate (2011) lo cual implica muchas cosas, una de ellas es la introducción dentro del mercado local la animación.
   Aparte de los productos fílmicos ya establecidos, donde la comedia es el plato principal, le han dado a la animación el impulso necesario para convertirse en un género ampliamente explotado, su bajo costo con relación a una película de ficción con personajes reales la hace factible. Aunque el tiempo que conlleva su desarrollo como proyecto fílmico es más largo.
   Laura Amelia Guzmán, con Jean Gentil (2011), y Leticia Tonos, con La hija natural (2011), marcaron una nueva ruta en el cinema dominicano.
   Guzmán le debe su formación en el área del audiovisual a sus estudios en Altos de Chavón donde cursó artes plásticas y fotografía. Después de dedicarse a la fotografía, asistió a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, especializándose en fotografía. Durante ese período, se encargó de la fotografía de varios cortometrajes y documentales. Junto a su compañero Israel Cárdenas realizó su primer filme titulado Cochochi (2007). Luego realizó Jean Gentil, este trabajo aparece en un momento crucial en nuestra evolución cinematográfica que, apartándose de la comercialidad simplista que han caracterizado a muchas películas dominicanas, muestra un discurso que promueve una aproximación a nuestras raíces y a la expresión social de seres humanos que comparten una misma isla.
   Leticia Tonos, por su parte, posee una maestría en Comunicación de la Universidad Internacional de Andalucía y un diploma en Cinematografía de The London Film School. Comenzó como asistente de producción de la compañía Chea Films. Luego trabajó en la producción de comerciales y largometrajes a nivel nacional e internacional. La hija natural se convierte en su primera producción de largometraje, donde revela su inquietud por la exploración de las convicciones mágico-religiosas presentes en nuestra idiosincrasia cultural.
 
En las aulas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)
La Escuela de Cine de la Universidad Autónoma de Santo Domingo se debe observar como el principal núcleo académico dentro del área de formación cinematográfica en el país, aparte de otras instituciones que han aportado parte del proceso como Centro de Estudios en Comunicación Audiovisual (CENECA), dependencia de la Corporación Estatal de Radio y Televisión (CERTV), una institución de enseñanza técnica media con las escuelas de Televisión y Radio, el Instituto de Cine de Santiago (INCINES), el Instituto Global de Multimedia (IGM) y La Fundación del Nuevo Cine que dirige Jacqueline Bello.
   Después de una labor iniciada en el 1979 con la creación de la Escuela de Cinematografía del Departamento de Artes de la UASD, podemos señalar que existe una generación de cineastas promovida dentro de sus aulas y que ha empezado a defender un espacio que le pertenece por derecho, sin importar las precariedades del medio y las deficiencias en la utilización del lenguaje fílmico. Todos van uniendo sus esfuerzos para producir trabajos con compromisos sociales en la filmografía dominicana.
   César Gautreaux se convirtió en el primer egresado de esa escuela en producir un largometraje para el cine. El tercer mundo (2004), realizada en formato digital, le sirvió a este cineasta para completar su dedicación y empeño por el desarrollo dentro del audiovisual.
   Humberto Espinal, con El sistema (2006), prosiguió los pasos de César para aportar su cuota como generación y demostrar que se puede hacer cine en cualquier condición.
   En el caso de Robert Cornelio, también egresado de la UASD y tras sus experiencias necesarias en la rama de los cortometrajes, se puede señalar que es el que tiene más preocupaciones por seguir la trayectoria del cine de género, en este caso, con un filme de suspenso que ya se apresta a estrenar bajo el nombre de Enigma (2008).
   Otros, con igual pretensiones como generación, también asumen sus compromisos en la medida de sus posibilidades. Henry Vásquez, experimentado editor, se sometió al rigor de su primer largometraje realizado en HD, titulado La venganza de un hombre (2007). Danny Arroyo con Corazones perdidos (2006), Luís Corporán con La oveja negra (2006) y El sótano (2011).
   Francisco Disla, tomando su experiencia en la producción de videoclips y series televisivas, realiza su primer largometraje para el cine titulado El hoyo del diablo (2012), un filme que asume el terror como una apuesta válida y comercial dentro del contexto industrial dominicano.
   Utilizando la más actualizada experiencia del cine digital, apoyada en la cámara Red One, Disla determina su preocupación por la utilización de tecnología de punta para impulsar un cine provisto de recursos, que pueden ser alcanzados por los jóvenes cineastas dominicanos.
   Junto a Disla, Bladimir Abud ha sabido condensar las experiencias de las aulas de la universidad con su pericia en el terreno comercial. Anteriormente, como parte de su práctica académica, había trabajado en varios cortometrajes como Prenda (2008), Un joven llamado Juan Bosch (2009), Intachable (2009), y Si yo pudiera salvarte (2010). Como egresado de la Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ha podido dar un salto adecuado para la preparación de su ópera prima. La lucha de Ana (2012), rodada con cámara Red One, es una de las propuestas más reveladoras del cine dominicano de los últimos años. Este filme puede perfectamente acompañar a Jean Gentil (Laura Guzmán) y La hija natural (Leticia Tonos) como parte de esa marca distintiva dentro del cine criollo.
   Alejado de las complacencias mercadológicas que inundan el sentido común de la manera de hacer cine en el país, La lucha de Ana va por un camino más arriesgado. El drama es su mayor riesgo y a la vez su mayor virtud. La historia se centra dentro del contexto marginal de una mujer de nombre Ana, la que mantiene a su único hijo vendiendo flores del Mercado Nuevo de la avenida Duarte. Un día, por un accidente fortuito, su hijo es asesinado. El contexto marginal de la historia proporciona muchas oportunidades para auscultar la idiosincrasia del barrio, la vida de los marginales y de las pocas posibilidades que tienen los de abajo de poder hacer justicia frente a cualquier atropello.

El documental dominicano: hechos y discursos en la historia audiovisual nacional
Casi paralelamente a la producción del cine de ficción dominicano se desarrolla, con más suerte en su calidad, una corriente de producción documental que engrosa una extensa filmografía de ese género.
   En el proceso audiovisual han existido trabajos pioneros en el campo del documental como los de Adam Sánchez Reyes, Salvador Arquímedes Sturla y Tuto Báez, quienes realizaron las más importantes historias como: la llegada del aviador norteamericano Charles Lindberg al país el 4 de febrero de 1928, los destrozos del ciclón San Zenón ocurrido el 3 de septiembre de 1930 o la primera toma de posesión de Rafael Leonidas Trujillo en el Parque Colón del 16 de agosto de 1930.
   Precisamente fue el régimen dictatorial instalado por Rafael L. Trujillo, a partir del año 1930, quien impone un freno total a las manifestaciones artísticas y culturales, permitiendo y estimulando solo aquello que dentro de su concepción del poder beneficiaba sus estrategias de propaganda.
   De tal manera, el cine, como valioso medio de comunicación masiva, tuvo cortapisas para desarrollarse libremente en tales condiciones. En los treinta años de la tiranía solo se produjeron en el país trabajos documentales de exaltación al tirano y sus familiares, así como noticieros dirigidos a afianzar su poder dentro de un marco de absoluta vigilancia hacia los intereses particulares de la familia.
   Bajo este contexto el documentalista Rafael Augusto Sánchez Sanlley (Pupito) produce, en 1953, con la empresa Cinema Dominicana, trece documentales por encargo para las secretarías de Estado del régimen, con la dirección del cubano Pepe Prieto. Aunque dichos documentales no tuvieron la aprobación del régimen por mostrar otra realidad distinta a la que se quería exhibir.
   Otros, como Manuel Báez (hijo de Tuto Báez) y Eugenio Fontana, también se dedican a la realización de documentales y noticieros en el país. A Manuel Báez se le debe el primer documental dominicano en 35 mm y a color, realizado en 1958 bajo el título Ganadería: riqueza nacional.
   Un acontecimiento importante en el área del documental en República Dominicana ocurre el 12 de octubre de 1978 cuando fueron presentados, en el Teatro Olimpia, los trabajos: Siete días con el pueblo, de Jimmy Sierra, acerca del más significativo evento popular celebrado en 1974 en la época del gobierno del doctor Joaquín Balaguer; y Rumbo al poder, del periodista José Bujosa Mieses, un documental de la campaña política de 1978 que lleva el triunfo al Partido Revolucionario Dominicano.
   René Fortunato, después de realizar estudios de Comunicación Social en la UASD (1982-1985), de Producción de Televisión en Venezuela, y de Dramaturgia y Guión Cinematográfico en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, en 1987, inicia sus primeros pasos en el área del documental con su trabajo Tras las huellas de Palau (1985), sobre la vida y obra del artista Francisco Arturo Palau, el primer dominicano que hizo cine en el país a principios de la década de 1920.
  En agosto de 1987 René Fortunato estrena el documental Frank Almánzar: Imágenes de un artista. Su madurez como documentalista se empezó a sentir con Abril: la trinchera del honor (1988), primer largometraje documental de este cineasta. Este trabajo alcanza el premio Pitirre al mejor documental de la región del Caribe en el II Festival de Cine de San Juan, en octubre de 1990. Luego produce su tríptico sobre Rafael Leonidas Trujillo titulado El poder del Jefe (1991-1994-1996). También realiza dos trabajos documentales sobre la figura del ex presidente Joaquín Balaguer: La herencia del tirano (1998), La violencia del poder (2003) y Juan Bosch, presidente en la frontera imperial (2009).
   Importante también es la trayectoria del documentalista Max Pou, quien desarrolla una carrera con cierto sentido de disciplina y dominio técnico. Se recuerda el trabajo que realizó junto a Eduardo Palmer, El esfuerzo de un pueblo (1968); luego en 1969 realizó, esta vez junto al también camarógrafo Ricardo Thorman, Carnaval, un documental turístico hecho en 35 mm y un año más tarde produce otro documental con las mismas características titulado Santo Domingo: Cuna de América (1970).
   Otros trabajos importantes de Pou son Lengua azul (1976) y Fondo negro o Los dueños del sol (1976), este último, presentado en la conferencia sobre el hábitat auspiciada por las Naciones Unidas, en Vancouver.
   Otros realizadores también marcaron el medio con interesantes propuestas documentales como: Winston Vargas, Pericles Mejía, Camilo Carrau, Claudio Chea, Peyi Guzmán, Agliberto Meléndez, Félix Germán, Fernando Báez, José Luís Sáez y Martha Checo, especializada en documental de género, entre sus obras encontramos: Mujeres (2005), Mujeres en progreso (2006), Primeras damas de la República (2007) y Las sufragistas (2008).

Creando una plataforma industrial
República Dominicana estuvo prácticamente aislada de los procesos audiovisuales del hemisferio, pero hoy da pasos para lograr una real compenetración. El paso más concreto ha sido el de dotarse definitivamente de un marco legal de inversión, que vino a través del Consejo Nacional de Cultura y dentro de los planes culturales de gobierno del presidente Leonel Fernández, al asumir un nuevo período presidencial en agosto de 2004.
  El 17 de septiembre de 2004, bajo el Decreto 4-01, se creó la Dirección Nacional de Cine (DINAC), único organismo regulador de todas las actividades cinematográficas que se desarrollarían en República Dominicana, cuyo director era el crítico de cine Arturo Rodríguez Fernández, y como subdirector el también crítico de cine y periodista Félix Manuel Lora.
  La redacción de la Ley de Incentivo a la Industria Cinematográfica actual pasó por un periplo de debates desde el año 2004 a través de la Comisión Nacional de Cine compuesta, en aquel entonces, por Arturo Rodríguez Fernández, Félix Manuel Lora, Luisito Martí, René Fortunato, Pedro Guzmán Cordero, Ángel Muñiz, Humberto Castellanos, Carlos Francisco Elías, Armando Almánzar y el doctor Julio César Castaños Guzmán como consultor jurídico de esta ley.
  Estas reuniones dieron como fruto un borrador que más tarde fue amplificado en agosto de 2006 cuando se solicitó, con ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo, la asesoría del experto colombiano Gonzalo Castellano para realizar los ajustes finales al anteproyecto de ley.
  El documento fue firmado por consenso y depositado en el Congreso Nacional en agosto de 2007. Luego de dos años, y después de perimir en dos ocasiones en la Cámara de Diputados, este proyecto fue aprobado por tercera vez en el Senado el 3 de noviembre del 2007 y enviado a la Cámara de Diputados nuevamente. Este evento fue acogido con beneplácito, tanto por el Ministerio de Cultura como por el sector audiovisual.
  Finalmente y siempre bajo la estructura de la Secretaría de Estado de Cultura (hoy Ministerio) a través del mandato del Licenciado José Rafael Lantigua y junto al director de la otrora DINAC, Marlon Soto, la Ley de Incentivo a la Industria Cinematográfica (Ley 108-10) finalmente fue promulgada el 18 de noviembre de 2010 por el Presidente de la República Dr. Leonel Fernández Reyna.
  De esta manera, la Ley 108-10 significará el máximo empuje que República Dominicana ha necesitado por todos estos años de intentos y sueños y que ahora se concreta en una verdadera realidad industrial.

Bibliografía

Sáez, José Luís. Historia de un sueño importado. Santo Domingo,    República Dominicana, Ediciones Siboney, 1982.

Lora, Félix Manuel. Encuadre de una identidad audiovisual. Editora Valdivia, 2007. Santo Domingo, República Dominicana.
 
________________________________
Félix Manuel, Lora Robles. Es licenciado en Comunicación Social, profesor del Departamento de Comunicación de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). En el 2007 publica el libro Encuadre de una identidad audiovisual, también el documental Un rollo en la arena (2005), ambos sobre la historia del cine dominicano. En el 2012 realiza la investigación para la publicación del primer catálogo del cine dominicano, abarcando las producciones desde 1923-2011. Ha impartido varios talleres de apreciación cinematográfica y dictado conferencias sobre cine dominicano, tanto en el país como en el extranjero. Es miembro fundador de la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo.


Descriptor(es)
1. ABRIL: LA TRINCHERA DEL HONOR, 1988 - CINE DOMINICANO
2. CAMINO AL PICO DUARTE, 1985 - CINE DOMINICANO
3. LA HERENCIA DEL TIRANO, 1998 - CINE DOMINICANO
4. LA LEYENDA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ALTAGRACIA, 1923 - CINE DOMINICANO
5. LAS EMBOSCADAS DE CUPIDO, 1924 - CINE DOMINICANO
6. LAS SUFRAGISTAS. UN DOCUMENTO PARA LA HISTORIA, 2008 - CINE DOMINICANO
7. PRIMERAS DAMAS DE LA REPÚBLICA: SU LEGADO A LA NACIÓN, 2007 - CINE DOMINICANO
8. CINE DOMINICANO - HISTORIA Y CRITICA