FICHA ANALÍTICA

Entre la espada y la pared.
Padrón Nodarse, Frank (1958 - )

Título: Entre la espada y la pared.

Autor(es): Frank Padrón Nodarse

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 5

Año de publicación: 2007

Entre la espada y la pared.

Un hombre se autoencierra; en esta frase pudiera resumirse el drama que anima el filme . La pared, debut en el largo de ficción del cubano Alejandro Gil.(1) El protagonista, abrumado por un pasado traumático, es recluido en un viejo caserón, a punto de derrumbe, en el cual es atendido por una pareja de médicos que aspiran, mediante un cuidadoso tratamiento, a reintegrarlo a la sociedad. Este aún joven ermitaño, solo posee un televisor que le revela (o, más bien, le recuerda constantemente), los desastres del mundo exterior, a la vez que recibe visitas relacionadas justamente con esa historia que quisiera olvidar (una novia, un amigo, la madre...)

«La pared, hoy terminada —ha declarado el director— es la película que se imaginó. Ayudaron en esto, no solo los cómplices habituales, sino también todos aquellos, que desde un inicio, se enamoraron del riesgo y la aventura, de crear una propuesta tan particular.»(2) El «riesgo y la aventura» a que se refiere Gil, quizá empieza por un guión también escrito por él, que apunta a una densidad intelectual y filosófica no aptas para espectadores acostumbrados a «digerir» un tipo de cine más fácil. Nada hay contra esto, claro, teniendo en cuenta su legitimidad y la tradición (desde Tarkovski hasta Cronenberg). Solo que aquí hallamos una complicación un tanto gratuita(3), comoquiera que la anécdota no daba para tanto; o sea, el conflicto y los traumas del protagonista pudieran ser expresados, a nivel literario, de manera acaso más sencilla, sin que por ello mellara la fuerza y el peso de estos.

Por otra parte, y algo más grave aún, buscando a todas luces vuelo poético y complejidad ontológica, el guionista aterriza con frecuencia en un lenguaje enrevesado y barroco, pletórico de sentencias y frases que aspiran a la profundidad (sobre todo en el personaje de la monja), pero solo consiguen distanciar la narración y obstaculizar la comunicación con el público, incluyendo aquel más especializado y preparado para asimilar propuestas de este tipo.

También ha dicho el cineasta: «La pared es una película de tesis, una obra que incita al espectador a ser participativo, activo, ante lo que va a observar y escuchar [...] exige involucrarse, para de ese modo poder despejar toda la información que ofrece, desde la magia de lo simbólico y la metáfora.»(4) Lo que ocurre es que no debe estar reñida esa condición («filme de tesis») con el embrollamiento innecesario de esta. No olvidemos que el rigor intelectual no tiene por qué llegar envuelto en una diégesis retorcida que entonces, atente contra «la magia de lo simbólico y la metáfora», también presentes, no hay que dudarlo, pero a veces afectada por lo señalado.

Aun con esta limitación inicial, hay que reconocer, sin embargo, que al llevar a la pantalla este guión, Gil sale airoso en varios rubros. Ante todo, en la ambientación: esa atmósfera opresiva que incide sobre su peculiar (anti)héroe, la asfixia existencial que lo atormenta y confina, se trasmiten con acierto. Para ello, han colaborado felizmente la fotografía de Rigoberto Senarega, regodeada en la penumbra como código esencial y ayudada por una cámara que lo mismo se desplaza en aras de la amplitud espacial –aunque siempre limitada y coartada en los planos primeros y medios– que proyectan las luchas y confrontaciones de los personajes.

 La música, de Juan A. Leyva y Magda Rosa Galván, es otro acápite que se pone en función de la atmósfera; como decía, notablemente conseguida: delicada y oportuna, jamás subraya demasiado o interfiere en el decursar narrativo; por el contrario, aparece de modo paratextual, comentando los accidentes dramáticos. La diégesis transcurre de modo deliberadamente lento, aunque no al punto de aburrir. Una propuesta así, de indudable densidad conceptual, requiere de tal tempo, que permita e invite a la maduración ideica por parte del receptor, que entonces descodifica con semejante ritmo.

El personaje realmente desarrollado, caracterizado con solidez sicológica y dramática, es el protagónico, comoquiera que es obvio, sobre quien gira la trama; en este sentido, hay un notable trabajo de diseño, no así en el resto. Mas no apunto esto como defecto: la antigua novia, el amigo presuntamente traidor, los doctores, la madre, y otros, son piezas del puzzle que significa la historia, fragmentos de la vida del protagonista, imprescindibles para entender la motivación de su en apariencia, absurda actitud, y como tal se proyectan en el discurso.

Otro reparo debe anotarse en el desenlace: demasiado pueril y convencional para una trama que se ha postulado (convenciéndonos, en buena medida) de su enjundia y su espesor. El lugar común del niño y la pareja feliz, el paisaje luminoso y soleado tras la recurrente oscuridad y el encierro, no resultan el cierre idóneo, ni desde el punto de vista de la lógica dramatúrgica, ni desde un sentido estrictamente ideoestético; hay, de esta suerte, una ruptura de sistema injustificada, que en términos más criollos pudiera calificarse de «ruido en el sistema».

Por otra parte, La pared es, en no poca medida, un filme de actores, una oportunidad de lucimiento y despliegue histriónico para la mayoría de quienes asumen los seres que aquí aparecen, y no como mero alarde, sino porque aun aquellas apariciones breves precisan, en ese corto tramo, de recios desempeños. En tal aspecto, y siendo un debutante, Alejandro Gil demuestra también buen pulso. Claro que contó con un equipo de «todos estrellas», para seguir con los términos populares. Comencemos por Héctor Noas. El recordado actor de tantos teleplays y no pocos filmes del patio, reaparece entre nosotros, después de un periplo en el exterior, para asegurarnos que está en plenitud artística; supo bordar su papel con incuestionable contención y variedad de matices: roza el desborde de su atormentado personaje sin caer en extremos, proyecta sus frecuentes dudas y pesadillas con variedad de recursos, casi todos internos, alejando su caracterización del estereotipo o la caricatura.

Aramís Delgado es otro cuya personalidad actoral no sufre por el hecho de trabajar mucho en series y programas televisuales donde no siempre le toca la mejor parte; su doctor obstinado en poder reencaminar al alienado a la sociedad de la cual aquel se escapara, convence dada la energía y el estudiado trabajo del gran actor cubano.

Daysi Quintana, aun incorporando uno de esos personajes lastrados por el retoricismo y lo inútilmente sentencioso, lo lleva adelante con precisión y sutileza. Las breves apariciones de Isabel Santos, Eslinda Núñez y Mario Guerra, entre otras «actuaciones especiales», dan al adjetivo la dimensión de clase que también significa: la profesionalidad y el brillo a que nos tienen acostumbrados.

Para una primera obra, en fin, La pared es una experiencia digna; sus inescamoteables errores y limitaciones no deben impedir el reconocimiento de sus méritos, nada escasos; la seriedad en el abordaje de un tema que nos toca; la sustancia de una historia y un personaje que heredan lo mejor de la tradición fílmica y literaria en torno a la alienación social; la consistencia de actuaciones que llevan sus roles a muy buen puerto. Como todo creador, sobre todo los que se aventuran en nuevas y siempre retadoras empresas, Alejandro Gil y sus colaboradores se han movido «entre la espada y la pared»; en medio del riesgo, han logrado levantar un edificio con algunas grietas, es cierto, pero al que no falta un sólido cimiento.

NOTAS:
(1) Realizador de televisión, que dio sus primeros pasos en este campo en la serie Algo más que soñar (1983), de la cual fue asistente de dirección. Su filmografía incluye el documental Piensa en mí (1989), el corto de ficción Tema Heavy (1990), y la co-realización del documental Montaña de luz (2005), sobre la labor internacionalista de médicos cubanos, que tantos premios nacionales y foráneos ha recibido.
(2) Alejandro Gil: «Frente a la pared», en Cine Cubano no. 162, oct.-dic., 2006, p. 47.
(3) Nada tiene esto que ver, quiero dejarlo claro, con las lecturas metafóricas que se desprenden del sujet, las cuales, paradójicamente, afloran con facilidad sin demasiados buceos. La analogía que intenta establecer Gil, entre su historia y la realidad cubana contemporánea, es obvia.
(4) Alejandro Gil: ob. Cit., p. 47.



Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. CINEASTAS CUBANOS
3. FILMES CUBANOS
4. IDEOLOGIA Y CINE
5. PERIODISMO CINEMATOGRAFICO

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital05/cap02.htm