FICHA ANALÍTICA

Vampiros en La Habana: de la pantalla a la literatura.
Castillo Rodríguez, Luciano (1955 - )

Título: Vampiros en La Habana: de la pantalla a la literatura.

Autor(es): Luciano Castillo Rodríguez

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 6

Año de publicación: 2007

Vampiros en La Habana: de la pantalla a la literatura.

Está equivocado quien imagine que el libro Vampiros en La Habana, de Juan Padrón (Carlos Rojas, Matanzas, 1947), publicado por la Casa Editorial Abril y presentado en la XVI Feria Internacional del Libro, es la reproducción en historietas de ese ya clásico largometraje del cine cubano de animación para adultos realizado en 1985, por el propio Padrón. Otro tanto ocurre al que piensa que se trata solo de la «novelización» del divertido argumento de la película, ubicado en nuestra capital en los años treinta, a donde van a parar vampiros de todo el mundo en un enfrentamiento por obtener la fórmula del Vampisol, el antisolar que les permitirá, ¡finalmente!, vivir a plena luz del día.

Juan Padrón estructura esta primera novela en cinco capítulos, un delicioso epílogo y una suerte de anexo que explica, derroche imaginativo por medio, la historia del dialecto «Zarapunker», con bibliografía y todo. Los tres primeros podrían devenir lo que en el argot del cine contemporáneo se conoce como «precuela», pues recrean una sucesión de hechos anteriores a los de esa «película de culto» que parten desde las andanzas de los vampiros en las cordilleras de los Cárpatos —aludidas algunas en la sintética narración como prólogo del filme— y que culminan en el fiasco de la primera prueba del milagroso brebaje, calificado como «el fatídico Día de la Cagazón de los von Drácula» por el autor, con su inveterado humor, extensivo hasta los mismísimos nombres de los personajes. Las peripecias conducen al inventor y a Pepito, rodeados por la tropa de «pasmati», el fiel Bruno y el sanguinario perro Adolf, a seleccionar, por inexplicables razones, a La Habana para su destierro y confinamiento en una casona cercana al mar, provista de un buen sótano para la forzosa siesta prolongada durante todo el día.

Desde este momento, el libro narra las andanzas del niño a quien, ignorante de su condición, le repugnan los mangos y otras frutas tropicales, hasta que se aclimata, ¡y de qué manera!, secundado por su amigo Negro. Ya en el año 1929 son unos muchachones que, sin dejar de disfrutar sus primeras escaramuzas sentimentales, no dudan en dar la cara ante los desmanes de la policía machadista. Con el cuarto capítulo se inician las conocidas aventuras, venturas y desventuras del trompetista Joseph, que tanto disfrutan los espectadores de la delirante película una y otra vez, sin dejar de reírse por las ocurrencias de un guión condimentado con chispeantes diálogos e hilarantes situaciones.

Padrón cuenta que la idea de la novela fue del editor Jorge Oliver, quien le incitó a escribirla, todo un reto para el cineasta, acostumbrado a los guiones de sus animados que no son literatura sino imágenes y diálogos, para ser realizados luego mediante dibujos. Inicialmente, pensó en una suerte de «cuentorieta», al estilo de Luis Lorenzo, con el texto mezclado con dibujos, pero llegó a entusiasmarse tanto con el proceso de escritura, que consagró no pocas madrugadas a la redacción de capítulos completos. Al mismo tiempo, concibió un conjunto de viñetas en blanco y negro, muy dramáticas, según él. Esta cuidada edición, a cargo de Lilian Sabina Roque, incluye hasta una retozona silueta de un vampiro que abre sus alas sobre el número de las páginas.

El libro permitió a Padrón retomar un período histórico, el de los años treinta, del que vive permanentemente enamorado. Si en la serie de su emblemático Elpidio Valdés, la investigación preliminar en museos y documentos originó un libro sobre el armamento de la época, tanto en esa magistral sátira del cine de horror que es Vampiros en La Habana, como en la novela homónima, se respira el rigor en el tratamiento de esa etapa por medio de las descripciones de la ropa, el ambiente, los tranvías, los carros, etcétera.

 La experiencia divirtió en grado superlativo a un creador dotado de una considerable dosis de humor negro, que comunicara a sus numerosas tiras humorísticas, protagonizadas por verdugos y vampiros, primero en las páginas de «El sable» —suplemento humorístico del diario Juventud Rebelde—, allá por 1967; muchos años después, a los chistes de la serie de animación Filminutos; y ahora, a esta primera incursión en la literatura. Le seguirá una anunciada segunda parte: El Vampiring Comando, en la que Pepe luchará no solo en la Segunda Guerra Civil Española, sino que quizás la trompetica que tanto molesta a los vecinos habaneros en sus serenatas nocturnas, resonará en medio de las trincheras de la Segunda Guerra Mundial, a donde va a parar.

Estamos seguros que no habrá que esperar demasiado para leerla ante el éxito obtenido entre los lectores, que devoran con fruición esta criollísima traslación a nuestro ámbito, de lo que Juan Padrón considera como unas criaturas que le daban siempre gracia en vez de miedo: «Son unos pobres infelices que tienen que huirle al sol, no pueden oler ajo y, por demás, duermen en un ataúd».



Descriptor(es)
1. ANIMACIÓN
2. CINE CUBANO
3. FILMES CUBANOS
4. LITERATURA Y CINE
5. PADRÓN, JUAN (PADRÓN BLANCO, JUAN), 1947-2020

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital06/cap06.htm