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Cine boliviano: Del indigenismo a la globalización. Primera Parte
Córdoba, Verónica (1972 - )
Título: Cine boliviano: Del indigenismo a la globalización. Primera Parte (Ensayos)
Autor(es): Verónica Córdoba
Idioma: Español
Formato: Digital
El indigenismo paternalista de la etapa silente
Las dos primeras películas bolivianas de ficción de las que se tiene
conocimiento son La profecía del lago dirigida por José María Velasco
Maidana y Corazón aymara, de Pedro Sambarino. Ambas fueron estrenadas en
1925, ambas giran en torno a amores contrariados por las diferencias
étnicas y culturales de los amantes, y ambas han desaparecido.
La única película de ficción silente que ha sobrevivido es Wara Wara,
dirigida por José María Velasco Maidana en 1929. La película, que había
estado perdida durante más de 50 años, fue encontrada azarosamente en
1989 por Mario Fonseca Velasco –nieto de Velasco Maidana– y donada a la
Cinemateca Boliviana.
Junto a las decenas de pequeños rollos de película negativa y positiva
que conformaba la donación se encontraron recortes de prensa de la época
y panfletos publicitarios que permitieron reconstruir de manera general
la trama del film. La reconstrucción física, sin embargo, no era tan
sencilla. La película se encontraba incompleta, faltaban escenas, planos
e íntertítulos y, más grave aún, estaba hecha en nitrato de celulosa,
un soporte fílmico extremadamente inflamable. Se requería con urgencia
transferir el material encontrado a película de acetato antes de
proceder a una reconstrucción narrativa que permitiera ponerla
nuevamente a consideración del público boliviano.
Ningún laboratorio consultado tenía la capacidad técnica o el tiempo
para realizar un moroso trabajo de restauración. Recién en 1996, ocho
años después del hallazgo, se logró conseguir suficientes fondos y el
compromiso de un laboratorio en Alemania para realizar el trabajo. La
restauración tomó dos años, puesto que los aproximadamente 50 minutos de
Wara Wara debían ser restaurados y transferidos cuadro a cuadro. En
1998 la Cinemateca Boliviana recibió una copia positiva del material,
que fue reconstruida narrativamente y editada por el cineasta Fernando
Vargas. La película aún espera financiamiento adicional para ser
concluida.
La importancia de Wara Wara para el cine boliviano radica no sólo en la
extraordinaria historia de su recuperación, sino también en el inusitado
éxito de taquilla y crítica que tuvo durante su estreno en 1929.
La película narra en estilo melodramático el romance entre una princesa
incaica y un capitán español, cuyo amor está condenado por la guerra de
conquista. Según el panfleto publicitario repartido durante el estreno
de la película en 1929, el desdichado amor entre Wara Wara y Tristán “es
tiernamente mecido por el legendario Lago Titikaka. Pero la realidad
los despierta crudamente: ¿Logrará Wara Wara ahogar su infeliz pasión y
odiar como debe a los que han hecho la desgracia y la ruina de su
Imperio? Y Tristán ¿podrá matar su amor, para abroquelarse fríamente
dentro de su coraza de fiero conquistador?”[2]
Similares historias de amor entre las diferentes razas y culturas que
conforman la geografía humana en Latinoamérica son comunes en la
literatura, el teatro y el cine de la época. Para Doris Sommer, esta
tendencia refleja la intención de:
"construir la reconciliación y la homogenización de los componentes
nacionales a través de los amantes destinados a desearse uno al otro. Ya
sea que el conflicto se resuelva felizmente o no, los romances giran
invariablemente alrededor del deseo de un héroe joven y casto por una
heroína igualmente joven y virtuosa. Estos romances reflejan en realidad
las esperanzas de la nación en la unión productiva entre sus razas y
culturas".[3]
Historias de amor inter-raciales o inter-culturales son también
características del género melodramático, en el que la mayor riqueza no
se encuentra en la posesión de dinero, sino en la posesión de virtud.
Por eso, el héroe o heroína del melodrama puede fácilmente subir en la
escala social como premio a su virtud, o dejar atrás la riqueza con tal
de ganar virtud a través del amor. De acuerdo a Cecilia Absatz, el
secreto detrás del gran éxito del melodrama entre audiencias populares
está precisamente en esta capacidad de crear la ilusión de que el amor y
la virtud pueden ser más poderosos que el dinero y las diferencias
sociales o raciales.[4]
En Bolivia, sin embargo, las relaciones interculturales o interraciales
en la literatura y el cine de la primera mitad del siglo XX están
consistentemente condenadas al fracaso.
La razón para esta tendencia podría radicar en que, tanto en los años 30
como ahora, la mayoría de la población boliviana es de origen indígena.
Por tanto, una política que tendiera al mestizaje daría como resultado
la progresiva “indigenización” de la sangre boliviana en lugar de su
“blanqueamiento”. Por el contrario, en países como Argentina, Brasil o
México, donde la población indígena es relativamente minoritaria, los
paradigmas de “progreso” dominantes en la primera mitad del sigo XX
requerían que la sangre nacional, “contaminada” con genes negros e
indígenas, fuera progresivamente “blanqueada” por el mestizaje con
inmigrantes europeos o sus descendientes.
Este discurso general puede ser leído entre líneas en la siguiente
crítica a la película Wara Wara, publicada en el periódico El Diario de
la ciudad de La Paz el 7 de octubre de 1929:
“Por fin en Bolivia podemos decir que contamos con la base de una
cinematografía que lleve al exterior toda la grandeza de nuestra cultura
pre-histórica, y más que todo haga la propaganda de las incalculables
riquezas de nuestro suelo, que es suficiente para contener las más
grandes colonias de inmigración. (…)
Wara Wara constituye un monumento a la heroica tradición de los
Quechuas, esa baza de sufridos que con la colonización servil de los
conquistadores de la península llegaron a degenerarse en parias, que hoy
no pueden todavía reivindicarse para conseguir su incorporación a la
civilización”.
El paternalismo del crítico que escribe la nota hace evidente la doble
moral de la sociedad boliviana frente al indígena, que por un lado era
considerado el origen de la “raza” boliviana y la prueba viviente de la
grandeza de “nuestras culturas prehistóricas”, mientras por otro lado
era acusado de constituir “el mayor obstáculo al progreso de la
nación”.[5]
Esta actitud contradictoria se ve también reflejada en la llamada
literatura indigenista, iniciada en Perú en 1889 con la novela Aves sin
nido de Clorinda Matto de Turner, y que es retomada en Bolivia con Raza
de bronce de Alcides Arguedas, publicada por primera vez en 1919. Aunque
caracterizada por su denuncia de los abusos y la explotación sufridas
por las comunidades indígenas, la única solución que esta corriente
literaria y artística plantea es la de redimir al indígena a través de
una educación que pueda incorporarlo a la sociedad occidental. Es decir,
que la única forma de que el indígena deje de ser explotado, es que
deje de ser indígena.
Por otro lado, la existencia de multitudes explotadas constituía un
peligro potencial de eclosión social y de violencia que debía ser
contrarrestado de alguna forma. La corriente indigenista boliviana, de
la que Wara Wara es un representante cinematográfico, eligió normalizar
este peligro a través de una integración retórica, acompañada de una
exclusión práctica:
"El indio era concebido principalmente en términos negativos respecto de
la cultura criolla. Lo indio, según innumerables ensayos, novelas,
películas y discursos sobre el carácter nacional, era simplemente todo
aquello exterior a la civilización: lo primitivo, pasivo, fatalista,
enigmático y atemporal. Al mismo tiempo, lo indio podría también ser
establecido en la especificidad histórica, exhibido con grandeza
precolombina y reflejado en un pasado edénico. De esta manera, los
discursos hegemónicos podían incorporar a los pueblos indígenas en el
mito de la creación nacional sin preocuparse por la concesión de sus
derechos políticos en la marcha de la vida nacional”[6].
Benedict Anderson llama “ventrilocuismo al revés” a este proceso –común a
muchas formaciones nacionales– en el que la incorporación de ancestros
indígenas a la mitología nacional reemplaza la incorporación de sus
descendientes directos, los indios, “con quienes es imposible o
indeseable establecer una comunicación real”[7]. Al elegir y representar
temas y personajes ligados con “la grandeza de nuestras culturas
pre-históricas” pero sin relacionarlos ni remotamente con los herederos
contemporáneos de esas grandezas; al combinar la admiración por
civilizaciones pasadas con la vergüenza por los indios contemporáneos de
carne y hueso, el cine y la literatura indigenista bolivianas
contribuyeron a perpetuar la exclusión del indígena del proyecto de
nación boliviana.
----
Notas:
[1] Gumucio-Dagrón, Alfonso. En: Barnard, Timothy and Rist, Peter
(eds.). South American Cinema. A Critical Filmography 1915-1994.
University of Texas Press, Austin 1996. p. 85.
[2] Antonio Díaz Villamil. Argumento de Wara Wara, citado por Susz,
Pedro. La Campaña del Chaco. El ocaso del cine silente boliviano.
Universidad Mayor de San Andrés / Ildis. La Paz, 1990. p. 128.
[3] Sommer, Doris. Love and Nation. Latin American National Romances.
En: Ringrose, Majorie and Lerner, Adam J. (eds.) Reimagining the Nation.
Open Univeristy Press, Buckingham-Philadelphia, 1993. p. 30.
[4] Absatz, Cecilia. Mujeres peligrosas. La pasión según el teleteatro.
Editorial Planeta, Buenos Aires 1995. p. 53.
[5] El Presidente boliviano Bautista Saavedra (1921-1925), por ejemplo,
declaró: “Vamos a eliminar a los Aymaras y Quechuas, puesto que
constituyen un obstáculo para nuestro progreso”. Citado en
Gumucio-Dagrón (1996). op. cit. p. 84.
[6] Denver, Susan. Las de abajo: La revolución mexicana de Matilde
Landeta. En: Archivos de la Filmoteca. Revista de Estudios Históricos de
la Imagen de la Filmoteca de la Generalitat Valencia. No. 16 (Febrero
1994) p. 47.
[7] Anderson, Benedict. Imagined Communities. Verso, Londres 1983. p.
198.
Web: http://kinephilos.blogspot.com/2007/08/cine-boliviano-1.html
Descriptor(es)
1. CINE BOLIVIANO
Película(s) asociada(s) a este fondo
- La profecía del lago
- Wara Wara
- Corazón aymara
Autor(es): Verónica Córdoba
Idioma: Español
Formato: Digital
El indigenismo paternalista de la etapa silente
Las dos primeras películas bolivianas de ficción de las que se tiene
conocimiento son La profecía del lago dirigida por José María Velasco
Maidana y Corazón aymara, de Pedro Sambarino. Ambas fueron estrenadas en
1925, ambas giran en torno a amores contrariados por las diferencias
étnicas y culturales de los amantes, y ambas han desaparecido.
La única película de ficción silente que ha sobrevivido es Wara Wara,
dirigida por José María Velasco Maidana en 1929. La película, que había
estado perdida durante más de 50 años, fue encontrada azarosamente en
1989 por Mario Fonseca Velasco –nieto de Velasco Maidana– y donada a la
Cinemateca Boliviana.
Junto a las decenas de pequeños rollos de película negativa y positiva
que conformaba la donación se encontraron recortes de prensa de la época
y panfletos publicitarios que permitieron reconstruir de manera general
la trama del film. La reconstrucción física, sin embargo, no era tan
sencilla. La película se encontraba incompleta, faltaban escenas, planos
e íntertítulos y, más grave aún, estaba hecha en nitrato de celulosa,
un soporte fílmico extremadamente inflamable. Se requería con urgencia
transferir el material encontrado a película de acetato antes de
proceder a una reconstrucción narrativa que permitiera ponerla
nuevamente a consideración del público boliviano.
Ningún laboratorio consultado tenía la capacidad técnica o el tiempo
para realizar un moroso trabajo de restauración. Recién en 1996, ocho
años después del hallazgo, se logró conseguir suficientes fondos y el
compromiso de un laboratorio en Alemania para realizar el trabajo. La
restauración tomó dos años, puesto que los aproximadamente 50 minutos de
Wara Wara debían ser restaurados y transferidos cuadro a cuadro. En
1998 la Cinemateca Boliviana recibió una copia positiva del material,
que fue reconstruida narrativamente y editada por el cineasta Fernando
Vargas. La película aún espera financiamiento adicional para ser
concluida.
La importancia de Wara Wara para el cine boliviano radica no sólo en la
extraordinaria historia de su recuperación, sino también en el inusitado
éxito de taquilla y crítica que tuvo durante su estreno en 1929.
La película narra en estilo melodramático el romance entre una princesa
incaica y un capitán español, cuyo amor está condenado por la guerra de
conquista. Según el panfleto publicitario repartido durante el estreno
de la película en 1929, el desdichado amor entre Wara Wara y Tristán “es
tiernamente mecido por el legendario Lago Titikaka. Pero la realidad
los despierta crudamente: ¿Logrará Wara Wara ahogar su infeliz pasión y
odiar como debe a los que han hecho la desgracia y la ruina de su
Imperio? Y Tristán ¿podrá matar su amor, para abroquelarse fríamente
dentro de su coraza de fiero conquistador?”[2]
Similares historias de amor entre las diferentes razas y culturas que
conforman la geografía humana en Latinoamérica son comunes en la
literatura, el teatro y el cine de la época. Para Doris Sommer, esta
tendencia refleja la intención de:
"construir la reconciliación y la homogenización de los componentes
nacionales a través de los amantes destinados a desearse uno al otro. Ya
sea que el conflicto se resuelva felizmente o no, los romances giran
invariablemente alrededor del deseo de un héroe joven y casto por una
heroína igualmente joven y virtuosa. Estos romances reflejan en realidad
las esperanzas de la nación en la unión productiva entre sus razas y
culturas".[3]
Historias de amor inter-raciales o inter-culturales son también
características del género melodramático, en el que la mayor riqueza no
se encuentra en la posesión de dinero, sino en la posesión de virtud.
Por eso, el héroe o heroína del melodrama puede fácilmente subir en la
escala social como premio a su virtud, o dejar atrás la riqueza con tal
de ganar virtud a través del amor. De acuerdo a Cecilia Absatz, el
secreto detrás del gran éxito del melodrama entre audiencias populares
está precisamente en esta capacidad de crear la ilusión de que el amor y
la virtud pueden ser más poderosos que el dinero y las diferencias
sociales o raciales.[4]
En Bolivia, sin embargo, las relaciones interculturales o interraciales
en la literatura y el cine de la primera mitad del siglo XX están
consistentemente condenadas al fracaso.
La razón para esta tendencia podría radicar en que, tanto en los años 30
como ahora, la mayoría de la población boliviana es de origen indígena.
Por tanto, una política que tendiera al mestizaje daría como resultado
la progresiva “indigenización” de la sangre boliviana en lugar de su
“blanqueamiento”. Por el contrario, en países como Argentina, Brasil o
México, donde la población indígena es relativamente minoritaria, los
paradigmas de “progreso” dominantes en la primera mitad del sigo XX
requerían que la sangre nacional, “contaminada” con genes negros e
indígenas, fuera progresivamente “blanqueada” por el mestizaje con
inmigrantes europeos o sus descendientes.
Este discurso general puede ser leído entre líneas en la siguiente
crítica a la película Wara Wara, publicada en el periódico El Diario de
la ciudad de La Paz el 7 de octubre de 1929:
“Por fin en Bolivia podemos decir que contamos con la base de una
cinematografía que lleve al exterior toda la grandeza de nuestra cultura
pre-histórica, y más que todo haga la propaganda de las incalculables
riquezas de nuestro suelo, que es suficiente para contener las más
grandes colonias de inmigración. (…)
Wara Wara constituye un monumento a la heroica tradición de los
Quechuas, esa baza de sufridos que con la colonización servil de los
conquistadores de la península llegaron a degenerarse en parias, que hoy
no pueden todavía reivindicarse para conseguir su incorporación a la
civilización”.
El paternalismo del crítico que escribe la nota hace evidente la doble
moral de la sociedad boliviana frente al indígena, que por un lado era
considerado el origen de la “raza” boliviana y la prueba viviente de la
grandeza de “nuestras culturas prehistóricas”, mientras por otro lado
era acusado de constituir “el mayor obstáculo al progreso de la
nación”.[5]
Esta actitud contradictoria se ve también reflejada en la llamada
literatura indigenista, iniciada en Perú en 1889 con la novela Aves sin
nido de Clorinda Matto de Turner, y que es retomada en Bolivia con Raza
de bronce de Alcides Arguedas, publicada por primera vez en 1919. Aunque
caracterizada por su denuncia de los abusos y la explotación sufridas
por las comunidades indígenas, la única solución que esta corriente
literaria y artística plantea es la de redimir al indígena a través de
una educación que pueda incorporarlo a la sociedad occidental. Es decir,
que la única forma de que el indígena deje de ser explotado, es que
deje de ser indígena.
Por otro lado, la existencia de multitudes explotadas constituía un
peligro potencial de eclosión social y de violencia que debía ser
contrarrestado de alguna forma. La corriente indigenista boliviana, de
la que Wara Wara es un representante cinematográfico, eligió normalizar
este peligro a través de una integración retórica, acompañada de una
exclusión práctica:
"El indio era concebido principalmente en términos negativos respecto de
la cultura criolla. Lo indio, según innumerables ensayos, novelas,
películas y discursos sobre el carácter nacional, era simplemente todo
aquello exterior a la civilización: lo primitivo, pasivo, fatalista,
enigmático y atemporal. Al mismo tiempo, lo indio podría también ser
establecido en la especificidad histórica, exhibido con grandeza
precolombina y reflejado en un pasado edénico. De esta manera, los
discursos hegemónicos podían incorporar a los pueblos indígenas en el
mito de la creación nacional sin preocuparse por la concesión de sus
derechos políticos en la marcha de la vida nacional”[6].
Benedict Anderson llama “ventrilocuismo al revés” a este proceso –común a
muchas formaciones nacionales– en el que la incorporación de ancestros
indígenas a la mitología nacional reemplaza la incorporación de sus
descendientes directos, los indios, “con quienes es imposible o
indeseable establecer una comunicación real”[7]. Al elegir y representar
temas y personajes ligados con “la grandeza de nuestras culturas
pre-históricas” pero sin relacionarlos ni remotamente con los herederos
contemporáneos de esas grandezas; al combinar la admiración por
civilizaciones pasadas con la vergüenza por los indios contemporáneos de
carne y hueso, el cine y la literatura indigenista bolivianas
contribuyeron a perpetuar la exclusión del indígena del proyecto de
nación boliviana.
----
Notas:
[1] Gumucio-Dagrón, Alfonso. En: Barnard, Timothy and Rist, Peter
(eds.). South American Cinema. A Critical Filmography 1915-1994.
University of Texas Press, Austin 1996. p. 85.
[2] Antonio Díaz Villamil. Argumento de Wara Wara, citado por Susz,
Pedro. La Campaña del Chaco. El ocaso del cine silente boliviano.
Universidad Mayor de San Andrés / Ildis. La Paz, 1990. p. 128.
[3] Sommer, Doris. Love and Nation. Latin American National Romances.
En: Ringrose, Majorie and Lerner, Adam J. (eds.) Reimagining the Nation.
Open Univeristy Press, Buckingham-Philadelphia, 1993. p. 30.
[4] Absatz, Cecilia. Mujeres peligrosas. La pasión según el teleteatro.
Editorial Planeta, Buenos Aires 1995. p. 53.
[5] El Presidente boliviano Bautista Saavedra (1921-1925), por ejemplo,
declaró: “Vamos a eliminar a los Aymaras y Quechuas, puesto que
constituyen un obstáculo para nuestro progreso”. Citado en
Gumucio-Dagrón (1996). op. cit. p. 84.
[6] Denver, Susan. Las de abajo: La revolución mexicana de Matilde
Landeta. En: Archivos de la Filmoteca. Revista de Estudios Históricos de
la Imagen de la Filmoteca de la Generalitat Valencia. No. 16 (Febrero
1994) p. 47.
[7] Anderson, Benedict. Imagined Communities. Verso, Londres 1983. p.
198.
Web: http://kinephilos.blogspot.com/2007/08/cine-boliviano-1.html
Descriptor(es)
1. CINE BOLIVIANO
Película(s) asociada(s) a este fondo
- La profecía del lago
- Wara Wara
- Corazón aymara