“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El cine argentino encontró su Nochebuena
    Por Luis Ormaechea

    Felicidades es una de las opciones más interesantes que ha ofrecido el cine argentino, a pesar de no ser un film totalmente logrado.
    Una Nochebuena cualquiera es el nexo que une diferentes historias de seres solitarios. Jaime, un cómico con pretensiones de gran humorista ("hago el payaso para dejar de ser payaso") ameniza un bat mitzva en Rosario, interpretando el tema "Sobreviviré" en hebreo. Un médico intenta un "levante" antes de ingresar a su guardia. Un padre busca desesperadamente el regalo que le pidió su hijo a Papa Noel: "ese robot al que se le abre la cabeza y le sale humo". Un grupo de policías hace un allanamiento en el departamento de un procesado, contando con la ayuda de un vecino entrometido. Marco, un escritor quiere desesperadamente viajar desde Rosario hasta Buenos Aires. Una muchacha española trata de evitar a su ex pareja y se refugia en la compañía de sus perros. Un discapacitado que mendiga en la calle quiere que alguien le empuje la silla de ruedas hasta su departamento y le haga compañía por un rato. Sus caminos se cruzarán de una u otra manera en esta noche tan especial.
    Este tipo de estructura, denominado multiplot, es utilizado con mucho éxito en nuestra televisión en los últimos años en programas como Señoras y señores, Gasoleros, Vulnerables y muchos más; pero casi no había aparecido en nuestro cine. Tomando seguramente como referencia films como, por ejemplo Ciudad de ángeles (Short Cuts, 1993) de Robert Altman o El corazón de la ciudad (Grand Cannyon, 1991) de Lawrence Kasdam, Felicidades explora un terreno no muy transitado por nuestros realizadores.
    Para sostener esta estructura coral se necesitan un guión sólido que sepa entretejer los muchos hilos argumentales sin que se le escape ninguno y además, actuaciones convincentes que aporten verosimilitud a este mundo diegético. Para lo primero, el film cuenta con el oficio de Lucho Bender, Pedro Loeb y el excelente monologuista Pablo Cedrón. Para lo segundo, el autor apostó a algunos cómicos provenientes del under como Alfredo Casero, Carlos Belloso o el mismo Cedrón que también han demostrado aptitudes para el drama. Además, casi todo el elenco tiene experiencia en este tipo de productos por haber trabajado en los programas televisivos a los que hacíamos referencia anteriormente.
    Felicidades falla precisamente en los mismos lugares donde acierta. Los excelentes monólogos de los protagonistas atentan contra la integridad del conjunto, transformando al film en una suma de individualidades más que en una totalidad coherente. También la narración se resiente cuando se abandona el humor que caracterizaba la primera parte del relato y hay una fallida introspección en los personajes que cae en un simbolismo innecesario: la muerte de un pobre anciano ocurre simultáneamente con un nacimiento; a pesar de estar perdido en medio de la nada, Jaime puede disfrutar de los fuegos artificiales que parecen indicarle, como la estrella de Belén, donde está la salida a su situación; como corolario a una noche pesadillesca, el padre no logra que se enciendan las cañitas voladoras con las que quiere entretener a su hijo. Tampoco tiene ninguna justificación narrativa, más allá de un preciosismo, la fragmentación temporal, con escenas que se repiten al comienzo y al final del film.
    Sin embargo, y a pesar de esto, Felicidades es un promisorio debut como director para Lucho Bender, un exitoso publicista. Una cuidada factura técnica y una calidad de imagen y sonido inusuales en el cine argentino, sumadas a una inteligente manera de encuadrar (por ejemplo, los primeros planos ocupan sólo la mitad del cuadro, dejando vacío el resto, acentuando la sensación de soledad, de incomunicación) y a algunos planos secuencia muy logrados, son puntas para pensar que estamos frente a un muy buen director.
    No quiero dejar de hacer referencia a otros dos films que pueden funcionar de intertexto con el que nos ocupa. Primero, la atmósfera pesadillesca y nocturna tiene que ver posiblemente con el viaje que hace Paul Hackett hacia el Soho neoyorquino en Después de hora (After Hours, 1985) de Martin Scorsese: aquel personaje, como los que aquí interpretan Gastón Pauls y Pablo Cedrón, estaba en el justo lugar donde no debería estar en ese preciso momento. Por otra parte, la escena final de Felicidades montada sobre un melancólico blues parece remitir a la historia de Navidad con que concluía Cigarros (Smoke, 1995) de Wayne Wang y Paul Auster.

    (Fuente: Revista otrocampo)


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