“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El profesional
    Por Hugo F. Sánchez

    A tres años de la inolvidable Un oso rojo, Adrián Caetano vuelve resignificando el cine de género, con una historia del pasado reciente argentino.

    Israel Adrián Caetano es un profesional y Crónica de una fuga está narrada profesionalmente, principalmente desde el thriller, o mejor aún, con una especie de suspenso que se nutre de otros géneros como el terror, y hasta el gore en el fuera de campo.

    Porque Crónica… narra el escape en 1978 del que fuera arquero del club Almagro, Claudio Tamburrini (Rodrigo de la Serna), con otros tres "chupados": el Gallego, el Vasco y Guillermo (interpretado extraordinariamente por Nazareno Casero), del campo de concentración en la provincia de Buenos Aires llamado Mansión Seré, controlado por la Fuera Aérea. Y Caetano se atiene a los hechos históricos con puntillosa profesionalidad, dentro de los géneros, pero complejizando el relato con los numerosos grises de la relación entre las fuerzas de tareas y los detenidos.

    Ahí, en ese chupadero -uno de los tantos de la última dictadura-, cohabitan los militantes, los militantes perejiles, los militantes quebrados, los militantes buchones, todos ellos en el vaivén del miedo, la desconfianza, la solidaridad y las estrategias de supervivencia. Y del otro lado, los psicópatas, los psicópatas componedores, los psicópatas paternales, las psicópatas líneas internas y los burócratas psicópatas del engranaje represor.

    En tren de decisiones Caetano se limita a los hechos, casi asépticamente, con una clara voluntad de desarrollar un relato de suspenso sin el lastre de la acusación, sin el mensaje de denuncia. Sin embargo esas elecciones, acertadas en su mayoría, también chirrían en la pantalla cuando decide incluir una escena con Claudio Tamburrini (un perejil) y otro detenido, un momento en se explicita que el primero "cayó" para dar tiempo a escapar a algunos militantes "verdaderos", entonces aparece una línea de diálogo que dice más o menos así: "linda manera de hacer la revolución, implicando a inocentes".

    Sin embargo, la película es mucho más que algún traspié: ahí están esas otras decisiones, como sacar de cuadro las torturas pero incluir los sonidos del dolor, o documentar los preparativos de la fuga, como un mínimo pero fundamental homenaje a la fundamental película de Robert Bresson, Un condenado a muerte se escapa. Y también la Mansión Seré filmada con un tratamiento de cine de terror, con travelings diurnos que no hacen más que acentuar lo siniestro de su interior, un interior con muchas habitaciones que encierran un nuevo horror detrás de cada una de sus puertas.

    Y después, la mansión en la noche, con el único ojo abierto de la ventana por donde se escapan los sobrevivientes en una noche de 1978.

    Y despúes, el escape a la libertad, esa libertad de la decada del setenta, esa libertad de los espacios públicos cargados de miedo, de los falcon de la patotas patrullando, de las ventanas cerradas (pero no, no todas), de la zozobra por la suerte de los fugados, aunque se sabe que finalmente lo lograron.

    Puro cine, puro cine profesional, o mejor, puro cine profesional con pulso de autor.

     


    (Fuente: www.subjetiva.com.ar)


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