“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El mundo maravilloso de Luis Estrada

     Si bien Un mundo maravilloso se estrena en plena época preelectoral, tal como sucedió hace seis años con La Ley de Herodes, una sátira sobre los gobiernos despóticos y los métodos empleados por el PRI para perpetrarse durante más de 70 años en el poder, esta vez la historia se monta en un contexto un poco diferente.

    Con una crítica más sofisticada, dirigida a quienes cambian el país con discursos y un infinito desprecio por quienes contradicen sus asépticas cifras, Luis Estrada lleva a la pantalla un cuento de hadas, cuyo personaje principal es Juan Pérez (Damián Alcázar) , un pobre sin casa, que gracias a un malentendido es convertido por los medios en un mártir social a quien hacen parecer un suicida que piensa tirarse de lo alto del edificio del Centro Mundial de Comercio para protestar contra la miseria extrema en el país.

    El gobierno federal, representado por su secretario de Economía (Antonio Serrano), decide comprar a este vagabundo con una casa y un trabajo, desatando una lluvia de miserables que amenazan con arrojarse de diferentes edificios de la ciudad a cambio de lo mismo, de modo que ser pobre se vuelve un delito.

    La verdad es que cuesta muy poco ser como Manú Dornbierer y pensar que la crítica consiste en ponerle calificativos y nombres denigrantes a los políticos. El reto, bien resuelto por Estrada, estaba en lograr algo más que un manifiesto político, lo cual sólo podría ser salvado por la parte lúdica y artística del proyecto.

    El primer acierto radica en no hacer una sátira o una parodia, sino meter el pie a fondo y llegar al terreno de la farsa, exagerando, pero no ridiculizando. De hecho, aunque Estrada reconoce su simpatía por la izquierda, no recurre al maniqueísmo de quienes piensan que los pobres vienen hechos en serie, exentos de toda responsabilidad por lo que pasa en sus vidas y que su nobleza intrínseca los hace merecedores del cielo.

    Por otro lado están referencias muy divertidas a Chaplin, a cintas de Tin Tan como El vizconde de Montecristo o El vagabundo, y a Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez. La estética de la miseria y el ideal de los jodidos corresponde a los arquetipos de los años cuarenta, mientras la modernidad está representada por el cristal y acero de las grandes torres corporativas de Santa Fe. Es decir, no sólo se trata de hacer una denuncia social hueca; las formas son importantes, la creatividad y el humor generalmente son un buen disolvente de los temas densos.

    Queda claro que hoy día en México existen dos polos en la forma de hacer cine. Uno que con todo y sus clichés logra anclarse en la realidad para hacer un chiste de ella, y otro que hace sus malos chistes y trata de venderlos como si tuviesen algún lugar en la realidad. De lo segundo hemos tenido demasiado en el último año.

    El mundo maravilloso de Luis Estrada no es todo lo redonda que podría —en realidad el último cuarto de la cinta tiene una fuerte caída—, pero cumple al menos con una línea argumental y un guión inteligentes, una producción digna y un cuadro de actores en sintonía con la idea de su director.

    La Ley de Herodes ha resistido el paso de un sexenio. Vamos a ver si esta cinta logra dar lo mismo. Lo único seguro es que si en 2012 se completa la trilogía, a muchos ya no les parecerá tan graciosa una crítica de éstas.
     


    (Fuente: www.elperrocafe.com)


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