“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • La contracorriente de Javier Fuentes-León
    Por Mary Carmen Molina

    Primero fue la curiosidad. Cuando el año pasado comenzaron a escucharse las primeras noticias de Contracorriente, film del peruano Javier Fuentes-León protagonizado por el boliviano Cristian Mercado, la larga tela de la controversia comenzaba a cortarse. Así, la relación homosexual que la película pone en escena abría, desde un inicio, los espacios de confrontación en los que la historia juega, los riesgos de hacer de la contracorriente la figura de una sostenida indagación de la fidelidad a uno mismo y los lugares de la muerte en los que ésta se hace y deshace.

    Lo que sorprende en Contracorriente radica en el deliberado abandono de los lugares comunes de la representación en el cine de las relaciones de amor entre dos hombres. El triángulo amoroso resulta, en este sentido, una de las apuestas más arriesgadas de la película: Miguel, el pescador de Cabo Blanco que interpreta Cristian Mercado, ama a su esposa, con quien está a punto de tener a su primogénito y, a la vez, ama a Santiago, un pintor foráneo con quien mantiene una relación secreta. No se trata pues, de insistir en la diferenciación de las relaciones heterosexuales y homosexuales, sino de encontrar lo que en ellas es común, lo que hace de ellas historias humanas.

    Así, la manera en la que Contracorriente aborda un tema, el de las relaciones homosexuales en tanto relaciones humanas, y escoge un motivo, el de la muerte, supone la puesta en escena de otra mirada, una que no reduce la identidad sexual al acto sexual y que sitúa el conflicto a partir de un tono fantástico que, afortunadamente, nada tiene que ver con un realismo mágico que explota desmedidamente la cartografía exótica de las historias. El film no insiste en apasionadas escenas de amor entre Miguel y Santiago ni pretende eludir la importancia del contexto en el que la historia se desarrolla: un pueblo católico conservador que respeta a Miguel por lo que éste es frente a ellos —un pescador casado y un hombre comprometido con su fe— y no necesariamente por lo que éste es frente a él mismo.

    La imposibilidad de morir o, mejor dicho, la vida en muerte que surge cuando Santiago, después de haberse ahogado en el mar, aparece como un fantasma que sólo Miguel puede ver, significa uno de los hilos fundamentales en el complejo tejido de la trama: Santiago quiere que Miguel lo ayude a encontrar su cuerpo, perdido en el fondo del mar y, de esta forma, poder finalmente morir; nadie más que Miguel puede ver a Santiago, por lo que ambos pueden continuar su relación con más libertad que la que tenían cuando Santiago vivía. Aquí, la línea que distancia al film de la configuración de la muerte de Santiago como alegoría de la marginación (muerte) social que implica su identidad sexual, es muy delgada, casi invisible a momentos. Contracorriente escoge discurrir en esta línea y plantear el otro lado que se le enfrenta: ahí donde la muerte implica la liberación de la censura de la sociedad, significa también la única puerta abierta a través de la que Miguel puede devolverle un lugar en el mundo a Santiago y, con esto, resignificar el suyo.

    Comparada con la magnifica Brokeback Mountain de Ang Lee, Contracorriente realiza un desvío. Dejando de lado la necesidad de generar controversia, Javier Fuentes-León apuesta por la confrontación, ésta que nos sitúa frente a los personajes y no nos obliga a identificarnos con ellos, una confrontación que se asienta, sabiamente, en la comprensión.

    (Fuente: cinemascine.net )


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