“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Encantada y vieja casa para gusto de todos
    Por Joel del Río

    Filmada dentro de un perímetro de tres cuadras, en el reparto costero de Santa Fe, Casa vieja, el primer largometraje de Lester Hamlet, convence a la mayor parte de los especialistas y del público que la ha visto gracias a lo concentrado de su historia, a lo armonioso del trabajo de foto y edición, y a la emotividad que los actores consiguieron insuflarles a sus personajes. El director y el guionista, Mijaíl Rodríguez, asumieron la tremenda responsabilidad de actualizar el clásico teatral La casa vieja (el título del filme sacrifica el artículo que sí lleva el nombre de la obra original escrita por Abelardo Estorino, tal vez para hacer la historia menos específica, más general y universal); pero reformularon la trama de Estorino tal vez en un 40 %, o algo así. Acciones, espacios y personajes cambiaron de carácter, esencia y apariencia para ambientar la trama en la primera década del siglo XXI, es decir, ahora mismo.

    Casa vieja es, sobre todo, la historia de un regreso, la vuelta de Esteban al lugar donde vivió tantos años, y el redescubrimiento de su familia, de los secretos y escondrijos que le permitieron sobrevivir a cada uno. Esteban regresa porque su padre está a punto de morir. Y el dolor por la pérdida, el miedo por un mañana cuando ya no esté presente la persona que te guía, permite que afloren rencores, dobleces, conformismo y mediocridad. “Esta es una película de gente simple —ha dicho Lester— y yo soy un poco como todos ellos, pues aunque mi imagen pública es la de una persona alegre y siempre ‘arriba’, en privado soy un tipo más bien solitario, medio hermético y muchas veces triste. Me desmarco del egoísmo, la cobardía y la pusilanimidad de estos personajes, pero los comprendo, y me expuse hasta lacerarme cuando les atribuí a todos ellos una porción de mis dolores, mis verdades, incluso detalles gestuales o de mi personalidad”.

    Lester acompañó a sus actores en cada lágrima y estremecimiento, y ellos lo retribuyeron prescindiendo, literal y metafóricamente, de todo maquillaje o truco. Cada uno fue construyendo su personaje gradualmente, pues la película se filmó en el mismo orden cronológico en que ocurre la acción, para favorecer el trabajo de los actores, que terminó siendo espléndido. Laura, el papel que convirtió en clásico Raquel Revuelta en 1965 y fue reinterpretado, en muy diverso estilo, por Daisy Quintana; el macizo Diego  fue responsabilidad de Alberto Pujols, y su mujer Dalia (quien empareja frivolidad y egoísmo en un conjunto del cual ha sacado máximo partido Susana Tejera), rodean al personaje de Esteban, que hizo Yadier Fernández, además de esa madre puesta en relieve por la magistral Adria Santana, o del papel asignado a Isabel Santos, quien ha confesado su placer haciéndolo, distante del protagonismo; pero su personaje la enfrentó al trabajo más retador y satisfactorio acometido por ella en bastante tiempo.

    Yadier afrontó un reto doble, pues le tocaba interpretar un homosexual lejos del esquema o afectación excesiva al que estamos acostumbrados. Según asegura, “lo más significativo de Esteban no es su inclinación sexual, sino que se manifiesta siempre de manera coherente, vive como eligió vivir, y por eso merece todo el respeto del mundo. Y al menos en eso nos parecemos. Yo tampoco tolero el irrespeto. Soy el actor con menos experiencia del reparto; pero tuve una suerte inmensa en que todos me ayudaron cada vez que tenía alguna duda con una escena”.

    Adria Santana había hecho de Laura para graduarse de primer año en el Instituto Superior de Arte (ISA), en 1966, pero nunca interpretó La casa vieja en teatro. Después conoció a Estorino, y establecieron la conocida y deslumbrante colaboración profesional, que se inscribió en la piedra angular del teatro cubano revolucionario. Hacer la Onelia con Lester le removió fibras que distan de la técnica aprendida y del conocimiento que (seguramente) posee sobre los grandes temas estorinianos. “Onelia sabe que su hijo Esteban partió por culpa de todos ellos, por el conservadurismo y la cobardía. Ella es, en esencia, una madre cubana que padece la tragedia de no haber podido guardar con ella a su hijo”.

    Aunque las actuaciones huyen de la espectacularidad y de la apoteosis —puntualiza Lester—, la película pretende complacer a todos los públicos. Con Lila (el segundo corto de Tres veces dos), Lester Hamlet mató los deseos de lograr movimientos de cámara virtuosos, y de impresionar al espectador con la visualidad o la banda sonora. Pero entre Lila y Casa vieja, el director llevó las riendas de unos 30 videos musicales donde pudo ensayar a gusto cualquier virtuosismo o lucimiento visual. Ahora solo aspiraba a contar adecuadamente esta historia y lograr que los personajes fueran absolutamente creíbles. Porque esta película nació de la necesidad del director de hablar de la Cuba que conoce, desde la emoción que esa Cuba le provoca, sin acudir ni al choteo ni a la risa fácil.

    “El sentido final de Casa vieja —ha dicho Lester— aunque no sea en el ciento por ciento de todos sus aspectos, superó mis expectativas, en primer lugar por la entrega que logré de los actores, y por el compromiso limpio y sincero que les provocó convertir los personajes en seres de carne y hueso.” Ahí radica, mayormente, la honra y el encanto de una película seria, cubanísima, cargada de significación en el momento actual que vivimos.

    (Fuente: La Jiribilla)


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