Pereda refleja fragmentos de la cotidianeidad, donde aborda temas como la muerte, la infidelidad y cómo sobrevivir a pesar de los escasos recursos económicos. Es a partir de retazos que se estructura su narrativa cinematográfica, con base a un guión y un montaje de su propia autoría.
Una frondosa vegetación rodea a una serie de personajes comunes que batallan, aún y cuando la mayoría de ellos se encuentren atribulados. Teresa, la esposa repentinamente abandonada, quién no sabe confrontar su status de mujer sola; Gabino, el soldado quién regresa a su terruño natal y no sabe qué hacer con su vida. Juanita, la mujer mayor que vende ropa usada para mantenerse, y probablemente, la más conforme con su circunstancia es la joven Clementina, quien se encuentra a la espera de su primer hijo.
El realizador va hilvanando viñetas de sus existencia, de forma que le propone al espectador una especie de rompecabezas a armar. Un estilo moroso preside el desarrollo de la trama, que a nivel visual cuenta con varias secuencias muy afortunadas, Pereda sabe emplazar la cámara. Incluso algunas tomas fuera de foco resultan atractivas.
Pero el gran problema es la falta de tensión dramática y cierto humor involuntario que permea a la historia. Incluso el título Verano de Goliat queda un poco abstracto, puesto que no conoceremos a fondo la historia de aquel que es llamado así por haber asesinado a su novia.
Considero que el cine de Nicolás Pereda no es para todos los públicos, aún y cuando contenga experimentación y búsqueda creativa, se necesita ser paciente a su estilo minimalista, tan en boga en varios de los cineastas actuales. A la fecha, su filme más accesible es Perpetuum Mobile que el año pasado ganó el Mayahuel a mejor película en el 25º Festival Internacional de Cine de Guadalajara.