“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Se estrena en Ecuador el film Sé que vienen a matarme
    Por Rodrigo Villacís Molina

    Como era previsible, la película de Carl West sobre la novela de Alicia Yánez Cossío cuyo protagonista es Gabriel García Moreno, ha despertado criterios contrapuestos. No podía ser de otra manera, pues, desde siempre, para unos ese personaje, que gobernó el país en una época crucial, debe estar en el infierno y para otros, en el cielo, sin pasar siquiera como parada técnica por el purgatorio.

    Es cierto que el filme pone excesivo énfasis en el lado oscuro del “santo del patíbulo”, como lo llamara Benjamín Carrión, y que apenas si se alude a las grandes obras de evidente beneficio nacional debidas a él. Aunque cualesquiera hayan sido estas, en ningún caso pueden contrapesar los arranques de lesa humanidad de su Gobierno. En el filme y en la novela (que ya va por la sexta edición) se da a entender que la vesania de García Moreno obedecía a sus traumas de infancia y a sus humillaciones de juventud, que se revelan en dramáticos flashbacks.

    Carl West (Kikincla, Yugoeslavia, 1943) es conocido en el Ecuador por sus antiguos trabajos para la televisión: La Baronesa, Los Sangurimas, A la costa, El Chulla Romero y Flores, Siete lunas y siente serpientes, entre otros. Estudió arte dramático en el Actors Group de Madrid, se perfeccionó en los Estados Unidos, y en Colombia ganó el premio India Catalina con la película Espuma nada más. Su estilo es inconfundible por la manera de mover los personajes, por el cuidado en escoger las locaciones, e inclusive por el ritmo que imprime a la acción.

    Pero en Sé que vienen a matarme hay que elogiar también el trabajo de Luis Miguel Campos, de Diego Falconí, de Andrés Galarza y Nelson García, por el guión, la fotografía, el sonido y la música, respectivamente. Y en cuanto a la actuación, llega en general a ser aceptable; salvo la de Jaime Bonelli, excelente, encarnando a un García Moreno, que, como personaje, se halla a demasiada distancia de los demás. En la realidad, solo Montalvo estuvo a su altura, aunque en la película se lo reduce a la mínima expresión, casi al nivel de partiquino, cuando de alguna manera debió mostrárselo como el gran antagonista que fue.

    Para algunos historiadores, no precisamente “garcianos”, el argumento de esta película -en todo caso interesante para el gran público- atiende más a la chismografía que a la historia, y registra un desbalance demasiado pronunciado y peligroso en el enfoque de los hechos. De modo que la polémica está servida...


    (Fuente: hoy.com.ec)


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