La señal fue el último sueño cinematográfico de Eduardo Mignogna. Con el guión terminado y a punto de comenzar el rodaje, la muerte se llevó a uno de los más importantes cineastas argentinos. Pero el proyecto no quedaría sólo en eso, ya que Ricardo Darín, que había sido elegido para encarnar al protagonista, y Martín Hodara, que había acompañado como técnico a Mignogna en varias de sus obras, decidieron tomar la posta y proseguir aquella ilusión del cineasta desaparecido. Así nació esta producción, que, sin duda, se inserta en lo mejor de la cinematografía nacional de los últimos tiempos.

La acción se ubica en la Argentina de 1952, cuando el país está a punto de perder a Eva Perón, su "jefa espiritual". La decadencia envuelve a la mayor parte del pueblo, viejos códigos y nuevos comportamientos que se extienden en esos momentos en que la política se transforma en un enigma futuro. En ese ambiente lleno de interrogantes, el Pibe Corvalán, un detective de poca monta acostumbrado a trabajar en casos menores, y Santana, su socio y amigo y, a diferencia de él, peronista a ultranza (posturas muy firmes que más de una vez terminarán enfrentándolos), deberán poner el cuerpo a una situación inesperada. Corvalán, que mantiene un romance con Perla, una profesora de piano de barrio, se ve inmerso en el clima que viene desatando la inminente muerte de Evita, que mantiene en vilo a todo el país. En esos momentos aparece en su vida Gloria, una joven bella y sensual que despierta al detective de su letargo. ¿Pero qué desea esa enigmática y aparentemente rica mujer de ese detective en permanente crisis? Simplemente que a cambio del pago de una suculenta suma de dinero siga a un hombre.

Corvalán acepta el ofrecimiento, aun intuyendo que Gloria sabe mucho más de lo que le confiesa. Con su máquina fotográfica siempre atenta, el detective sigue los pasos de su presa. Pero poco a poco se encuentra con algo más complejo de lo imaginado: Gloria está en peligro de muerte. Desoyendo los consejos de su socio, Corvalán sabe que solamente él está dispuesto a ayudarla. Sin embargo, la espiral se complica en medio de traiciones y de rencores, y la existencia del detective se ve envuelta en sorpresivas situaciones que lo conducirán a un desenlace inexorable.

La señal es, además de un film policial, una inquietante aventura negra que, emparentándose con los films de este género de la década del 50, muestra un ámbito oscuro y siniestro en el que un Buenos Aires por el que deambulan complejos personajes también se convierte en protagonista. Corvalán, por su parte, recuerda a Philip Marlowe y Sam Spade, prototipos de detectives que transitaron tanto la literatura como el cine, y aun sabiendo del riesgo que corre en su tarea se empeña en descifrar el secreto que esconde Gloria entre el amor y el misterio.

Todo este entramado está enmarcado por una ciudad oscura, por el hipódromo, por los cafés de mala muerte, por hampones siempre dispuestos a matar o morir y también por esa amistad entre Corvalán y Santana que habla de solidaridad y respeto mutuo. Si son varios los elementos que convierten a La señal en un film de notable factura artística y técnica, es gracias a la dirección de arte de Margarita Jusid donde el clima encuentra su justo lugar. Una excelente reconstrucción de época que apoya a un guión que transmite credibilidad y suspenso en una trama en que las apariencias, muchas veces, engañan. El trabajo de Ricardo Darín logra insertarse con calidad en la historia, en tanto que el resto del elenco -un impecable Diego Peretti; una querible Andrea Pietra; una seductora Julieta Díaz; un cálido Walter Santa Ana- transita por la historia entre el miedo y la audacia. La fotografía y la música son otros muy válidos puntos de apoyo de esta película que, sin duda, se convierte en un merecido homenaje a Eduardo Mignogna, autor del guión que, finalmente, cumplió su destino.