“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano.
Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)
CRITICA
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Ropecabezas, un cuento bello de autodescubrimientoPor Marian Solomita Chiarelli
En el asiento trasero de un remise María del Carmen mueve apenas los hombros al ritmo de la cumbia que suena en la radio. Tiene un trofeo en las manos. Natalia Smirnoff tardó cinco años en realizar Rompecabezas, una película pequeña que se instala en el ámbito de una familia clase media, feliz, sin ningún problema evidente. La realizadora, que trabajó como asistente de dirección y directora de casting con algunos de los cineastas fundamentales del cine argentino contemporáneo (Alejandro Agresti, Ariel Rotter, Pablo Trapero, Lucrecia Martel, Jorge Gaggero), escribió una historia sobre un ama de casa de un suburbio de Buenos Aires que descubre un don, es buena armando rompecabezas. Es poca la información que se expone de los personajes, es una película simple y cotidiana. Todos están retratados desde la mirada de María del Carmen (María Onetto), casada con Juan (Gabriel Goity), un esposo que la ama, y madre de dos hijos jóvenes prontos a tomar las riendas de su vida.
La directora trabajó junto a la uruguaya Bárbara Álvarez (25 Watts, Acné, La mujer sin cabeza) en la fotografía y la cámara. Optó por filmar con la cámara en mano. El lente está pendiente de los movimientos constantes de la protagonista, que aportan agilidad a una narración que presenta al personaje en una acumulación de acciones rápidas en la cocina y en las tareas domésticas. También recurrió a la generación de climas para retratar la convivencia familiar, poniendo atención al sonido ambiente de ciertas situaciones, más que en acciones específicas. El uso habitual del fuera de foco es propicio para sugerir el extrañamiento de esta mujer que se involucra en un ambiente que desconoce.
Una reflexión sobre el ocio se plantea desde la inutilidad de este juego, que sin embargo despierta en María del Carmen un autodescubrimiento y le permite comprender que puede estar bien sola. Sin que este pequeño quiebre en la incondicionalidad hacia su familia – y las tareas del hogar como una extensión de esta devoción – signifique una “traición”.
Onetto es una actriz con una modalidad expresiva particular. En su rostro se potencia una expresión que no termina de abordarse, como si concentrara un mundo retenido que está a punto de estallar. Smirnoff aprovechó los primeros planos y los planos detalles para observar a este personaje. Los labios, los ojos, los pies, las manos, los hombros, hablan por María del Carmen más que las líneas de texto que le fueron asignadas. Conservó en Goity el registro más verdadero del actor: el humor más genuino, aquel que conserva la melancolía del personaje que no quiere hacer reír, que la pasa mal, pero que está envuelto en una situación graciosa. Este personaje, por cierto, rompe con cualquier estereotipo cinematográfico previsible en esta propuesta.
El buen uso del humor surge de su circulación espontánea en la propia historia. Y quizás en buena parte también sea crédito del excelente elenco que tuvo libertad suficiente para improvisar. En la fotografía, la utilización de una paleta de colores primarios incentivó el carácter lúdico que conduce la historia. La música se escogió con buen criterio; es austera e indicada en su uso, incentivando cierto misticismo a la propuesta propia del juego: descifrar la imagen, encontrar la técnica apropiada.
Rompecabezas, con todo su humor, conlleva un cuento bello, de autodescubrimiento, y deja entrever un vacío más profundo que mira directamente en los ojos de esta mujer, y descifra qué es lo que sucede en ese estado emocional propiamente femenino.
(Fuente: Paraver.com.uy)
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