La piscina es un filme inquietante desde sus primeros minutos. Con personajes despojados de toda peripecia, llega al espectador desde una desdramatización que recuerda al más clásico estilo del dramaturgo argentino Daniel Veronesse.
Invitar a que el público juegue el rol de psicólogo y que analice a los personajes pudiera ser lo que se propone la ópera prima del realizador Carlos M. Quintela.
La historia de la piscina está en lo que no se dice. Está en la forma en que los actores asumen sus personajes, casi sin hablar y basados en la menor cantidad de movimientos posibles. Ese subtexto también refleja un buen guión a cargo de Abel Arcos.
M. Quintela logra entenderse tanto con sus actores, que estos reflejan la psicología de sus personajes solo con los ojos. Claro, en las escasas oportunidades que se pueden ver; porque los planos generales y fijos constituyen la mayor parte del filme, con los cuales el espectador disfruta de la fotografía de Raúl Rodríguez, que demuestra maestría, dominio e ingenio.
Nunca coincidieron mejor el título de un galardón y el premiado, cuando meses atrás esta cinta obtuviera el Premio al riesgo y búsqueda artística que otorgó la 11na. Muestra Joven ICAIC: esta es una película que resulta por momentos esquiva, y por tanto riesgosa.
Realizador y guionista no se unieron para complacer al público; sino para inquietarlo, obligarlo a pensar y, a través de estos artilugios, regalarles la libertad de crear su propia historia. No hay mayor muestra de respeto hacia el espectador. En el filme cada escena significa algo, nada está puesto al azar, todas juntas conforman la trama; pero por separado también tienen su significado.
La mejor manera de tratar la discriminación no es dándole connotación de conflicto. Si queremos ver integradas a las minorías, debe intentarse no victimizarlas y no hacer de una limitación psíquico-motora –como en este caso– el centro de la trama. Aunque en la película sí se pueden ver escenas donde la discriminación es el tema, esta adquiere matices más universales como la eterna contraposición entre ganador y perdedor, nunca mejor ilustrada que en los deportes.
La película también sorprende por su final, pues acaba como el más común de nuestros días, con un “hasta mañana” y demasiada información en nuestra memoria como para aprehender las pequeñeces de la vida en su totalidad.
Por todo ello, La piscina es un experimento bastante interesante dentro de la filmografía cubana actual; con ella, Carlos M. Quintela se suma a la lista de realizadores cubanos que demuestran tener ideas muy claras y saberlas aplicar.