“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

TESTIMONIO


  • Informe de Chile

    SÍNTESIS HISTÓRICA Y SITUACIÓN ACTUAL DEL CINE CHILENO
    En un país que no tiene cultura cinematográfica, que no ha logrado desarrollar todavía un movimiento fuerte de Cine Clubes, que no posee revistas especializadas de importancia, crítica o teórica, y que, sobre todo, no ha llegado a superar su terrible crisis económica, parece lógico y concluyente que nunca se hayan dado las posibilidades para el nacimiento de una industria cinematográfica estable y permanente y, menos aún, para el cultivo de un cine de expresión con trascendencia nacional o internacional.
    Una historia del cine nacional que se remonte a los primeros años de este siglo con los primeros noticiarios y actualidades, ha dado hasta nuestros días un total de 158 filmes de; largometraje, alrededor de 1,500 cortometrajes de diferente índole, la mayoría de los cuales corresponden a documentales comerciales y publicitarios.

    El período mudo es, tal vez, la época de mayor productividad. Entre los años 1916 y 1931 se realizan 80 filmes de largometraje, mitad de los cuales se ubican entre los años 1925 y 1927 que parecen ser el punto álgido de una industria cinematográfica demasiado efímera y con una base económica artificial y sin perspectivas.

    Poco se sabe con exactitud de la calidad técnica y artística de las obras producidas en la era muda. La totalidad de los filmes se han perdido irremediablemente por diferentes razones inexplicables y, a veces, increíbles y, por lo tanto, el investigador contemporáneo no dispone de los medios necesarios para establecer las características de las obras y de sus autores. Las únicas fuentes son las informaciones periodísticas de la época que constituyen, por supuesto, un camino equívoco y peligroso de discutible veracidad.

    Esta situación de ambigüedad histórica y falta de medios científicos, han creado, como es natural, una suerte de mito sobre el cine chileno del período mudo que, hasta el momento, ha sido muy difícil destruir. Sin embargo, se sabe que en aquellos años hubo diversas compañías de producción cinematográfica qué; en medio de grandes dificultades técnicas lograron levantar una industria más o menos importante. En Santiago y Valparaíso nacieron las empresas más importantes que se mantuvieron trabajando por mayor tiempo. Luego en provincias surgieron también sociedades esporádicas que fracasaron artística y comercialmente al poco tiempo de realizar su primera película; otras  tuvieron  la  suerte  derealizar dos o tres filmes y luego desaparecieron sin dejar huella.

    Las empresas más importantes del período mudo fueron: Gambastiani Films, Chile Films Co., Hans Frey Films y De la Sotta Films. Los realizadores que parecen haber sido los de mayor preocupación por un cine distinto y de mayor dignidad artística eran: Pedro Sienna, que dirigió Los payasos se van (1921), Un grito en el mar (1924), y El húsar de la muerte (1925); estas dos últimas son las únicas que se conservan de la época muda y han sido consideradas por mucho tiempo las mejores películas realizadas en el cine nacional; Jorge Délano (Coke), autor de Juro no volver a amar (1925), Luz y sombra (1926), y La calle del ensueño (1929); y Nicanor de la Sotta que realizara Golondrina (1924) y Juventud, amor y pecado (1926).
    Pero una revisión de los pocos fragmentos de algunos de esos filmes revela que no hubo en aquel tiempo ningún realizador de verdadera importancia estilística y con una problemática autóctona bien elaborada. Se limitaban los directores de aquella época en hacer un cine imitación del modelo norteamericano, y por supuesto, no eran los mejores filmes los elegidos como tales.

    Como resultado de la experiencia del cine mudo no hubo nada que fuera verdaderamente positivo. No se constituyó una industria estable y la existente desapareció Con el advenimiento del sonoro, no surgieron tendencias definidas, nadie se interesó por estudiar más allá del mecanismo de acción de la cámara como instrumento, ningún realizador creó escuelas ni llegó a influir en algo. Las generaciones que vinieron después tuvieron que empezar de nuevo para llegar al mismo resultado. En general, esta es una constante en la historia de nuestro cine.

    El período sonoro, que se inicia con nuevas dificultades en 1934, no tiene mucho que aportar a la historia del cine chileno. Nacen otras empresas de producción cuyo destino será del mismo modo intrascendente y efímero. En la década del 40' surge una empresa con aporte estatal, Chile Films, cuya desorganización y desorientación terminará por desbaratarla en pocos años. Casi lo mismo ocurre, con los estudios V.D. B. que, pese a todo, trabaja con menos pretensiones y con una honradez un poco ingenua que lo lleva a mantenerse durante un tiempo, en que logra ciertos éxitos comerciales de importancia.

    Se destacan en este decenio los trabajos de Eugenio de Liguorio, Jorge Délano (Coke), Miguel Frank y José Bohr, que en todo caso se limitan a realizar un cine sin ambiciones, dirigido a un público conformista de pocas exigencias. Esta forma de cine "populachero" representa otra de las constantes de nuestra cinematografía a través de toda su historia, hasta hoy. Esta situación por lo demás es muy semejante a la producida en otras cinematografías latinoamericanas.

    Desde el año 1950 en adelante la producción se vuelve esporádica. Las condiciones del mercado nacional no permiten, ni en el mejor de los casos, recuperar siquiera el 80 por ciento de la inversión. A pesar de esto, y paradójicamente, se produce cerca de un largometraje al año. El principal mérito de esta producción, que no se caracteriza por una orientación determinada,, fue el de mantener un mínimo de actividad, lo que permitió la formación técnica de nuevos profesionales. La falta de continuidad en la producción y las limitaciones económicas conspiraron contra la calidad de esas películas.

    Mayor continuidad de producción tuvieron los cortometrajes, fundamentalmente de tipo publicitario.

    Gracias a ellos se mantuvieron en funciones las instalaciones de Chile Films y tuvieron fuentes de trabajo un grupo de profesionales.
    Hacia el año 1958 surgen en Chile los primeros movimientos juveniles dirigidos a la creación de Cine Clubes. Los estudiantes  universitarios se  reúnen para formar el Cine Club universitario, actualmente desaparecido, que constituirá la primera manifestación de esta índole en el país y que redundará en la formación de una nueva generación de cineastas, con ideas distintas, inspirados en el estudio de las obras de los grandes autores de la historia del cine.

    En la Universidad Católica se crea el Instituto Fílmico que abre las puertas para ofrecer el primer curso de formación cinematográfica. Allí mismo se empiezan a realizar películas experimentales de cortometraje y se intenta formar un equipo de técnicos para el ejercicio de los distintos oficios necesarios en una filmación.

    Luego, en 1960, la Universidad de Chile crea, dentro del Departamento Audiovisual, 2 secciones de importancia para el desarrollo del cine y de la cultura cinematográfica de la juventud: Cine Experimental y Cineteca Universitaria.

    En la primera se destaca Sergio Bravo como su director. A él corresponde el mérito de ser el pionero de un movimiento joven que se interesa por buscar nuevas formas de expresión, planteándose problemas teóricos y estéticos que nunca habían preocupado a los realizadores.

    Por  otra  parte,  en  1962, se funda en Viña del Mar un Cine Club que será el primero en ejercitar  la práctica del cine amateur y al año siguiente organizará  el  primer  Festival de  Cine-aficionados,  en 8 y 16 mm. Con los años, el Festival  llegará  a  ser  profesional y tendrá características internacionales.

    En la actualidad, una realidad incierta, aunque optimista, domina el cine chileno. Chile Films proyecta apoyar una producción cinematográfica permanente, existe una reciente disposición legal que favorece la realización de películas nacionales, se encuentra en tramitación una ley de protección al cine chileno, las universidades se interesan por estimular el cine de expresión y se habla de la creación de varias empresas que trabajarían en coproducción con otros países latinoamericanos. De la efectividad de estos planes depende en gran parte el futuro de una industria cinematográfica chilena y del nivel cultura] del público que, por ahora, se limita a aceptar todos los filmes nacionales sin reservas"

    Por otra parte, hay problemas que inciden en la cultura cinematográfica y parecen no tener solución. Los Cine Clubes por ejemplo, son muy escasos en el país, y todos ellos trabajan con enormes dificultades económicas. No cuentan con la comprensión de las empresas de distribución comercial que arriendan su material en mal estado y a precios muy elevados que, generalmente, están fuera de sus posibilidades. Actualmente funcionan en Chile los siguientes cine clubes: Cine Club Universitario de la Universidad Austral de Valdivia, Cine Núcleo de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Concepción, Cine Club de Viña del Mar, Cine Club Emelco. Otros Cine Clubes han surgido en otros puntos del país pero han desaparecido por falta de apoyo económico y medios necesarios.

    No existe en Chile una revista especializada  de cine arte que sirva para orientar y educar. Cine Foro, revista oficial del Cine Club de Viña del Mar ha dado los primeros pasos en este sentido, sin alcanzar aún la necesaria periodicidad y difusión. Existe conciencia, entre casi toda la gente de! cine, de que es indispensable contar con una publicación capaz de recoger el pensamiento de una generación que busca y necesita expresarse.

    Como consecuencia de una situación de subdesarrollo en el plano de la realización y de la cultura cinematográfica se advierte además, la ausencia de órganos que permiten la expresión de crítica especializada.
    Las publicaciones de libros sobre cine no existen en Chile. Difícil es también encontrar libros de esta índole de procedencia extranjera a la venta  en  cualquier  librería.

    Los pocos ejemplares que llegan al país se venden rápidamente debido al escaso número de ejemplares que se importa. El propio cine chileno sigue esperando aún que alguien escriba con objetividad su historia.
    Finalmente, debemos mencionar que, en torno a estos problemas, escuetamente planteados, reside el estancamiento del cine nacional y de la cultura cinematográfica. El Congreso que nos reúne, el aporte que la experiencia extranjera brinde, y las medidas legales recién tomadas, hacen renacer la esperanza en el desarrollo de un cine nacional, de expresión honesta e integrada a una realidad histórica ineludible y comprometida con el presente cultural económico y social de nuestro país.

    Viña del Mar, marzo de 1967


    (Fuente: Revista Cine Cubano 120)


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